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Sol sobre la nieve

Dedicado a Solitario-cham y 0_1LAVIDABLANCA_0

Se dice que la nieve virgen es tan blanca, que cuando el sol cae sobre ella la luz es una de las cosas más cegadoras del mundo. A pesar de esto, la nieve siempre se deshace y desaparece cuando la luz del sol le da por demasiado tiempo. Pero el sol no la hace desaparecer por malicia, sino que le gusta su compañía.

Desde siempre Apolo había sido el dios con la mejor puntería cuando se trataba de competiciones con arco, por mucho que su hermana lo superara en la caza. El arco era como una extensión de si mismo, otro apéndice que controlar. Podía perfectamente acertarle al centro a quince dianas en movimiento estando borracho, y eso sin estirar. Realmente le gustaba practicar a ver como lograba acertar el disparo más complejo e innecesariamente enrevesado.

Ese día era un gran día para practicar arquearía. El dios se dirigió al campo de tiro que solía visitar. Iba ataviado con una túnica a la cintura de color blanco marfil y unas sandalias de estilo griego, dejando su pecho solo cubierto por la correa de cuero del carcaj, y su pelo dorado suelto. En su rostro se mostraba la sonrisa de aquel que sabe que se lo va a pasar bien, pero la sonrisa pasó a una cara de confusión cuando oyó los sonidos que venían del campo de tiro.

Disparos.

Se asomó con curiosidad para observar el interior, cuando vió a un hombre con un atuendo extraño. Parecía un muñeco de nieve que cubría su cara con una bufanda y llevaba unos zapatos muy raros, mientras en sus manos portaba un rifle que hacía retumbar sus oídos con cada disparo. No sabía que hacía allí, pues generalmente ese campo de tiro lo solía usar solo él, pero se acercó para ver como se le daba. Observando las dianas, las cuales estaban a una distancia increíble, vio como todas tenían un agujero en el centro. Era bastante impresionante, pero no llegaba ni de cerca a su nivel. Vio como el hombre dejaba el rifle a un lado y sacaba su pistola. Activó la opción de dianas a gran velocidad y cargó el arma. Apolo sabía que era una locura, puesto que hasta a él le costaba un poco seguir el ritmo de la opción de dianas a gran velocidad.

En cuanto apareció la primera diana, fue atravesada por un disparo de la pistola. las otras dianas salían en milésimas de segundo, pero todas eran atravesadas inmediatamente a una velocidad pasmosa. Quince de quince dianas, todas en el centro en menos de medio minuto. Realmente era bastante impresionante. Apolo jamás había visto a un humano disparar con tanta habilidad.

- ¡Hey! Disparas bien.- Apolo habló de sopetón, haciendo al humano dar un respingo del susto.

- Uh, gracias. Disculpe ¿Quién es usted?- El humano lo miró confundido y manteniéndose alerta.

- ¡Oh, claro! Qué modales. Soy Apolo.- Dijo el dios con una radiante sonrisa, mientras extendía la mano.

- Simo Hayha.- Simo devolvió el saludo de forma un poco fría.

- He visto como disparas. Sinceramente eres el primer humano que he visto lograr eso, y eso que he visto a muchos humanos.-

- Gracias.-

- Oye, no tienes por qué ser tan frio. Me interesas, así que pasemos un rato juntos ¿Qué me dices?-

- Lo siento, pero tengo asuntos que atender. Discúlpeme.- Simo simplemente se excusó y caminó fuera de la sala mientras se colocaba la bufanda por encima de la nariz.

Apolo lo miró alejarse, preguntándose que era lo que le pasaba. Era raro, porque le había parecido que ocultaba algo. Sin embargo, se encogió de hombros y decidió dejarlo pasar por ese día. Acto seguido se puso a practicar con su arco.

~0~

Era increíble, no se topaba con nadie en milenios en ese campo de tiro y ahora se topaba con la misma persona dos días seguidos. Allí estaba, con su extraño traje y su rifle. Simplemente se apoyó en la puerta y sonrió, esperando a que se diera cuenta de que estaba allí. Cinco minutos, diez, quince, hasta veinte minutos pasaron y no hubo un cambio en el francotirador.

- ¿Necesita algo o simplemente le gusta mirar a la gente así durante horas?- Simo dijo sorprendiendo al dios.

- Simplemente quería saber si dije algo malo ayer. Te fuiste muy rápido.-

- Estoy bien, no dijo nada malo.- Su tono frio y sin emociones no daba esa impresión.

- Gracias, solo quería saberlo. Oye, tienes que contarme donde aprendiste a disparar así. Tal vez podemos ir y tomar algo.-

- Lo siento, pero no puedo hoy.-

- ¿Es que mi presencia os molesta?- Apolo preguntó.

- No, no, no es eso. Simplemente no quiero estar con nadie ahora mismo. Lamento haberos hecho perder el tiempo.- Simo se disculpó al darse cuenta de su descortesía.

- Oh, de acuerdo. Otro día será.- Apolo dijo apenado y se marchó.

Simo se quedó parado viendo marcharse al dios, mientras volvía a ajustarse la bufanda por encima de la nariz. Ese dios parecía buena gente, pero no se sentía con el valor de mostrarle eso a nadie. Al menos no todavía. Apolo se marchó, pero sabía ahora que algo pasaba. Había notado la cara triste que había puesto. Ahora estaba seguro. Había algo que ese humano no quería revelar, pero no por interés, sino por vergüenza.

~0~

Apolo volvió al campo de tiro al día siguiente nuevamente, pero esta vez no encontró al francotirador que tanto le intrigaba. De hecho, ni siquiera parecía que hubiera llegado aún. Dio una vuelta por el lugar y no vio rastro de él. ¿Qué era lo que le pasaba? Parecía que no lo encontraría nunca. Lo que fuera que estuviera escondiendo, ahora no quería mostrarlo por nada del mundo, o quizás no quería mostrárselo a él en concreto.

Simo por su parte, se encontraba cerca de una fuente, mirando el agua cristalina. Con movimientos lentos, desenvolvió la bufanda que cubría su cara, dejando que esta colgara de su mano mientras miraba el agua. Reflejada en la superficie, como un horrible recordatorio de lo sucedido, se mostraba una cicatriz que le recorría todo el lado derecho de su mandíbula. Desde hacía mucho tiempo, no había mostrado su rostro a nadie, ni tenía intención de hacerlo. Respiró hondo, recordando como la gente lo miraba tras la guerra.

- ¡Ahí estas!¡Por fín te encuentro!- Una voz sonó a su espalda.

 Antes de poder ponerse la bufanda, Simo se giró sin darse cuenta para encontrar al dios Apolo mirándole. Cuando notó como la cara del dios pasaba de alegría a confusión, se dio cuenta y tapó su rostro con su bufanda.

- Así que era eso por lo que no querías estar con nadie.- Apolo habló con cierta pena.

- Disculpa, no es algo agradable a la vista.-

- No, pero tampoco es algo de lo que debas avergonzarte.- Apolo dijo con una sonrisa amable.

Simo miró confundido ¿Por qué un dios precisamente le decía que su cicatriz no era un motivo de vergüenza? ¿Le estaba gastando una broma?

- Siempre me han interesado los humanos, os considero unos seres muy curiosos. He podido conocer a muchos hombres y mujeres a lo largo de mi existencia, y todos murieron jóvenes por culpa de accidentes, así que ver las heridas en un humano no me resultan extraño. Pero, para que deje una cicatriz así, debió ser algo terrible a lo que lograste sobrevivir.- Apolo se acercó o pasó su mano por la cicatriz con cierta admiración.

- Una bala explosiva. Ni siquiera me dio de lleno, pero me dejó en coma hasta el fin de la guerra.- Simo miró al suelo con desanimo.

- ¿Y qué? He visto lo buen tirador que eres. Creo que les hiciste más daño a ellos que ellos a ti. ¿Qué te parece si tomamos algo y me cuentas toda la historia?- Apolo terminó la frase con una sonrisa llena de luz mientras ponía la mano en el hombro de Simo.

Simo sintió como si el sol le iluminara el rostro, saliendo de aquella sonrisa. Sonrió y asintió con la cabeza. Ambos caminaron juntos mientras empezaban a hablar de las historias de cada uno.

Realmente el sol iluminaba mucho sobre la nieve.


~~0~~

Y aquí está el siguiente One shot. Como dije, está dedicado a ambas personas porque ambas me pidieron historias casi iguales. Espero que os guste. Sinceramente este ha sido uno de los pedidos que más me ha costado hacer, mayormente porque me he tenido que inventar a los personajes desde cero, pero espero que hayan sido de vuestro agrado.

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