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Mi dulce demonio

Dedicado a Caiser-Bear

La luz del sol hacía tiempo que entraba por la ventana de la habitación. Tendida sobre la cama y durmiendo a pierna suelta, una chica de pelo púrpura sonreía de forma tonta mientras en su mente baliaban las imágenes de sus sueños más dulces. Montones y montones de dulces y pasteles hasta donde alcanzaba la vista, chocolate en fuentes y nubes de algodón la hacían babear hasta formar un charco en el colchón.

Unos pasos apresurados se oyeron llegando a la puerta antes de que esta se abriera de golpe, para revelar a una joven de pelo largo y negro recogido en una coleta.

- ¡Geir!¡Levanta de una vez o no llegas!

Geir dio un respingo en la cama, enrredandose en la manta y cayendo al suelo de morros. Todas las dulces ensoñaciones desaparecieron y fueron reemplazados por la terrible realidad de que llegaba tarde. Salió corriendo casi tropezándose con la manta, poniéndose la ropa y lanzándose escaleras abajo, donde sus hermanas ya estaban desayunando.

- Vaya, por fin te dignas a bajar.- Dijo Hlokk mientras bebía de su taza.- Ya pensé que te habías convertido en una marmota.

- Perdón ¿Me habéis dejado algo de pastel?

- Por supuesto. No queremos que te pases tres horas de bajona porque nos comimos los dulces . . . otra vez.- Respondió Prour mientras recogía.

Geir le hincó el diente al trozo de pastel con chocolate que habían preparado hacía apenas un par de días. Realmente le gustaban los dulces que preparaban sus hermanas, o los que vendía el viejo Kojiro en su tienda o el señor Jack en su cafetería. Siempre le encantaba pasar por allí al volver de la escuela para poder descansar de las agotadoras horas con los profesores, y para escapar de las miradas extrañas que sentía cuando caminaba por la calle.

Terminó de desayunar y cogió sus cosas, saliendo por la puerta hacia el coche de Brunhilde. El trayecto hacia el instituto fue tranquilo, al menos en la mayor parte. Brunhilde pronto empezó a notar la incomodidad en el rostro de su hermanita. Aprovechó el primer semáforo en rojo para girarse hacia atrás y comprobar los retrovisores. Como siempre, no notó nada raro.

- ¿Sigues sintiendo que te observan?

Geir negó con la cabeza, aún con el malestar pintado en la cara. Brunhilde suspiró, viendo como se repetía lo mismo que otras veces había pasado. De vez en cuando, Geir afirmaba que la observaban, aunque no sabía decir de donde venía aquella preocupación. Precisamente, Brunhilde había vuelto a llevarla en coche como hacía cuando era más pequeña, pero no podía hacer nada por ella a la vuelta debido a que, al igual que sus hermanas, tenía trabajo. Sin embargo, siempre tenía el mal presentimiento de que algo malo podía pasarle.

Finalmente llegaron al instituto sin más alteración. Geir se bajó y se despidió de su hermana, corriendo hacia la entrada.

~0~

Mientras esto pasaba, un chico de larga coleta oscura corría con todas sus fuerzas hacia la escuela. Pasó como un borrón indistinguible entre los peatones, esquivando cuerpos y dejando una corriente de viento tras de él. Derrapó en la última esquina y aceleró hasta alcanzar la entrada del edificio resollando, donde le esperaba un enorme hombre de cabeza cuadrada. Este suspiró y puso una sonrisa comprensiva y resignada

- ¿Te has vuelto a distraer, verdad?

- Es que los chicos del dojo no han parado de darme consejos y ánimos, luego me encontré un gato perdido y luego-

- Te has parado a comprar dangos.

El joven bajó la cabeza, viendo como habían leído sus pensamientos.

- Lo siento, Kondo.

- Tienes que entender que no siempre puedes hacer lo que quieres, Okita. Además ¿Qué habría pasado si te alterabas sin estar yo cerca? Esta vez has tenido suerte, pero eso no significa que estés libre de peligro.

Okita bajó los ojos aún más. De no ser por Kondo ¿Quién sabe donde habría acabado tras el incidente?

- Bueno, dejemos eso a un lado. Disfruta de tu primer día de clase.

Okita recuperó la sonrisa y se despidió de su maestro chocando los cinco, corriendo hacia la puerta abierta.

~0~

El alboroto de la clase era grande como siempre. Los alumnos hablaban de las cosas que iban a hacer el fin de semana, otros sobre los exámenes que habían hecho o iban a hacer y algunos sobre como algún profesor les había castigado injustamente. Nada de eso le importaba a Geir, que como siempre se sentaba en su sitio frente a la ventana mientras tomaba gominolas de una bolsa. Siempre le gustaba mirar a través del cristal y fantasear con mil y una historias increíbles, como grandes guerreros que dividían el cielo con la fuerza de sus golpes, maestros que dedicaban su vida al perfeccionamiento de su técnica o grandes reyes que vivían junto a su pueblo antes de ascender al trono, convirtiéndose en grandes líderes.

Justo entonces, la puerta de la clase se abrió, rebelando a un hombre alto de aspecto elegante con pelo blanco y un bigote bien cuidado. Todos los alumnos se sentaron inmediatamente, como si el profesor los hubiera asustado. Cuando llegó a su escritorio, el profesor habló con una voz melódica y tranquila, como un cuenta cuentos.

- Buenos días a todos. Antes de empezar la clase, tengo una noticia que anunciar. Desde hoy, tendremos un nuevo estudiante con nosotros.

Dicho esto, hizo un gesto hacia la puerta, indicando que se acercara. La persona que se había mantenido fuera entró despacio, con la mirada un poco baja. Sin saber como, Geir se quedó embobada mirándolo, mientras las otras chicas cuchicheaban y reían en voz baja comentando la cara angelical que tenía, su largo pelo o su actitud tímida. Geir no reaccionó hasta que su mirada se cruzó con la del chico, quien apenas había alzado la mirada, solo para recibir una tierna sonrisa. Geir sintió su cara enrojecer y bajó la mirada, centrándose de nuevo en sus golosinas.

- Buenas a todos. Me llamo Okita Souji, espero que nos llevemos bien.- Dijo el chico, terminando con una reverencia.

Los murmullos y las risitas se incrementaron ante aquel gesto tan adorable, mientras Geir seguía mirando hacia abajo intentando esconder el sonrojo que cubría su rostro.

- Muy bien, puedes sentarte. Hay un sitio al lado de la señorita Geir.

La citada chica pegó un respingo cuando dijeron su nombre. Okita caminó hasta el sitio vacío y sacó su cuaderno, no sin antes mirar la bolsa que Geir tenía entre las manos. En cuanto la campana del recreo sonó, Geir salió apresuradamente hacia el patio, buscando su lugar bajo uno de los grandes árboles. Se sentó y empezó a reflexionar sobre lo que había ocurrido y como había sentido que aquella sonrisa emanaba una luz agradable. Nunca había sido buena socializando, pero tampoco le había gustado estar cerca de mucha gente debido a su timidez. Pero cuando vio a aquel chico de su misma edad, con ese aire tranquilo y adorable, había sentido la misma atracción que sentía frente a los escaparates de las pastelerías, y no entendía por qué.

- Hola. Disculpa ¿Podemos hablar un momento?

Aquella voz la hizo girarse de súbito, encontrando al chico de larga coleta tras ella, a unos metros como si estuviera avergonzado o tratara de no asustarla. Geir se quedó muda y abrió la boca para hablar, pero las palabras no le salían. Su voz parecía atorada en el nudo de nervios que tenía en su estomago.

- Perdonamé, no quería molestarte. Solamente quería preguntarte de donde son esos dulces que estabas comiendo antes.

Geir lo miró confundida. No sabía que se había fijado en aquella bolsa.

- ¿Son de la tienda del viejo Kojiro?

Geir asintió y Okita se sentó en el árbol, algo alejado de ella.

- Llevo un tiempo sin ir por allí ¿Siguen vendiendo los Wagashi?

- Sí, y cuando compras diez te dan una bolsa de té de regalo.- Respondió Geir, recordando lo mucho que le gustaba a su hermana Hlokk aquel té.

- Yo tuve que mudarme hace poco y me queda un poco lejos, pero desde que descubrí El Niño de Oro no me faltan dulces.

- ¿El Niño de Oro?¿Qué tienda es esa?

- ¿No la conoces? Está cerca de la plaza principal, en la esquina derecha. Tiene un cartel muy llamativo. Ten, prueba.

Okita echó mano a la cajita que había traído, sacando unos dangoos con bolas de color blanco, rosa y verde que luego tendió hacia la chica a su lado. Geir lo tomó con cuidado y probó una de las bolas. Estaba deliciosa, mejor que cualquiera que hubiera probado antes. Era como si la masa se deshiciera en la boca. Soltó un gritito contenido de placer mientras daba pataditas de forma adorable.

Siguieron hablando durante largo rato hasta que terminó el recreo, solo para salir de la escuela a buscar dulces juntos.

~0~

Habían pasado ya un par de semanas desde que Okita había llegado al instituto, y desde entonces había estado saliendo con Geir para encontrar nuevas tiendas de dulces, cada vez mejores. Siempre pasaban por alguna y luego se sentaban en algún banco o en el parque para disfrutar de su dulzura. Poco a poco, todas esas salidas habían estado formando algo más dulce que cualquier pastel.

- Me pregunto a que tienda iremos hoy.- Dijo Geir mientras caminaba hacia la plaza con una sonrisa tonta.

Su camino fue detenido cuando una mano apareció desde un callejón, cubriendo su boca y arrastrándola hacia las sombras. Geir hizo ademán de revolverse hasta que sintió como un cuchillo brillaba bajo su barbilla. Sintió como el sudor corría por su frente y las piernas se le convertían en gelatina.

- Muy bien, ahora vas a venir con nosotros tranquilita y sin gritar. Se una buena niña ¿Quieres?

Caminaron durante algunos minutos por callejones oscuros hasta llegar a un edificio abandonad. Geir giró la mirada para ver a otra persona, una cara conocida.

- Gracias por la información, Bishamonten. La hija pequeña del empresario Odín es una gran pesca.

- Siempre y cuando reciba mi parte del dinero. Ahora andando.

- ¿Profesor Bishamon?- Geir preguntó con un hilo de voz, mientras los ojos se le llenaban de lagrimas.

- Lo siento, niña. Pero era una oferta que no podía rechazar.- El hombre se encogió de hombros como si todo aquello no le importara.

Geir fue entonces atada de pies y manos y amordazada con un pañuelo, dejada en un rincón de la oscura sala e inyectada con un sedante mientras sus captores decidían cuanto debían pedir por ella. Geir temblaba como una hoja mientras intentaba contener sus gemidos, pensando en como había llegado a esto cuando solo había querido ir a por los dulces que siempre la hacían sentir bien y hablar con el chico con el que tanto disfrutaba pasar el rato.

Como si esos pensamientos fueran una invocación, un ruido extraño se escuchó en la entrada y una sombra salió disparada desde la puerta, directamente contra la garganta del hombre más bajo y escuálido, quien no tuvo tiempo ni de sacar su pistola antes de que su garganta fuera perforada por un tubo de metal afilado, haciendo que cayera de espaldas y perdiera sus gafas de sol. El profesor Bishamon sacó un cuchillo para atacar al intruso, pero este se alejó con extrema velocidad, solo para atacar de nuevo. Geir trató de mantener los ojos abiertos, pero el sedante cada vez hacía más efecto. Sin embargo, antes de caer logró ver claramente al profesor Bishamon caer por un golpe en la cabeza con el tubo de hierro y al chico que había estado esperando ver con la cara llena de sangre.

~0~

Geir despertó en un sofá mullido con una manta sobre su cuerpo. La habitación en la que estaba olía a té, teniendo una gran ventana por donde entraba la luz, una mesita de café y una televisión sobre un mueble. El lugar estaba limpio e iluminado, lo que no indicaba que fuera la guarida de unos secuestradores. Se irguió y giró la mirada hacia la puerta de la cocina, notando el ruido. Al poco rato vio a un hombre grande, de cabeza cuadrada y mirada amable, con una taza en las manos.

- Oh, ya estás despierta.

Geir se sentó y lo miró con precaución.

- Tranquila, no te haré nada. Okita me avisó de donde estabais y de lo que había pasado.

- ¿Okita?

- Sí. Está en su habitación, pero por ahora es mejor que no entres. Me llamo Kondo, y soy su tutor legal. No te preocupes por tus hermanas, Okita les avisó de que pasaríais el día juntos.

Kondo dejó la taza frente a Geir y se sentó en el suelo al otro lado de la mesa. Geir tomó la taza y bebió despacio, notando como el sabor del té de la tienda del viejo Kojiro relajaba sus nervios.

- Supongo que tendrás muchas preguntas.

Geir asintió.

- Los tipos de antes ¿Están . . .?

- Tranquila, no volverán.- Kondo suspiró tras decir aquellas palabras.- Mira, quiero preguntarte algo y quiero que me digas la verdad ¿Viste a quien te salvó?

Geir dudó por un momento ¿Realmente lo había visto o solo había querido verlo? ¿Y sería buena idea decirlo? No era posible que un chico tan dulce como Okita hubiera podido matar a dos hombres adultos y armados.

¿Verdad?

- Sí.- Geir decidió no traicionar la amabilidad de Kondo con sus mentiras.

- Me lo temía. Tengo que pedirte que esto quede en secreto, incluso para tus hermanas. Nadie puede saber que Okita fue el responsable de esa situación, incluso si fue para defenderte.

Geir lo miró confundida.

- Pero si fue para defenderme ¿No lo haría más excusable?

- Ese sería el caso si fuera la primera vez. Verás, hace unos años, cuando Okita no era más que un niño, unos ladrones entraron a su casa. Sus padres trataron de llamar a la policía, pero eso no les salió bien. Al oír los disparos, su hermana mayor llegó a ver que ocurría, y los ladrones fueron a por ella con malas intenciones. No sabe como ni por qué, pero cuando vio a su hermana en aquella situación, estalló. Le pasó lo mismo que le ha pasado hoy, y lo siguiente que recuerda es estar cubierto de sangre, con un cuchillo en las manos y a su hermana mirándolo aterrada. De no ser por su edad, las pruebas y el testimonio de su hermana lo habrían mandado a un loquero. Desde entonces, me convertí en su maestro y hemos tratado de mantener estos impulsos a raya. Hasta ahora, por desgracia. Por lo menos, se puede camuflar como una pelea de bandas, pero necesito que mantengas tu silencio.

El silencio llegó efectivamente, pero a la sala. La chica estaba en shock por la historia de aquel niño sonriente y alegre que le gustaban los dulces.

- Solo te pido tu silencio. Okita y yo entenderemos cualquier reacción que tengas con respecto a vuestra amistad.

Geir se quedó pensando durante un rato.

~0~

Cuando Okita salió de su habitación, tras unas horas de sueño y medicación, encontró a Kondo en el salón, solo.

- Se ha marchado hace un rato.- Dijo Kondo con una voz que intentaba consolarlo.

Okita bajó la mirada, sintiendo el dolor acumularse en su pecho. Decidió ir a buscar lo que siempre le animaba, aquellos dulces que vendía la primera tienda a la que le llevó Kondo y a la que pretendía llevar a Geir aquel día. Tomó las llaves y salió, con los ojos perdidos en el asfalto.

- Ah ¡ahí estas!

Una voz lo hizo girarse y poner los ojos como platos bajo el flequillo. Geir estaba de pie, con las manos juntas tras la espalda, con una sonrisa alegre y despreocupada.

- ¿Geir?

- ¡Venga, que todavía tienes que llevarme a esa tienda!

- Pero... lo de antes-

- Eso ya no importa. Vamos, que me muero de hambre.

Geir tomó su mano y tiró de el para hacerlo andar. Juntos, fueron hasta la tienda, donde aquellos dulces les parecieron los más deliciosos que habían probado.


~~0~~

Y aquí está otro de los One shots. Ahora que he terminado Selectividad, podré tener One shots más seguido. Gracias a todos por vuestro apoyo y espero que os guste.

Dedicado a@Caiser-Bear

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