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Encuentro, despedida y reunión

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La cálida tarde dejaba caer los últimos rayos de sol sobre la colina bajo el gran árbol. Tumbado en aquella colina, descansaba un hombre de pelo largo y plateado atado en un moño, vestido con una túnica larga y con unas orejas ampliadas. Por su frente caían apenas un mechón que se movía al son de sus ronquidos, tapando el punto rojo de su frente. Realmente se encontraba en paz.

Tras haber alcanzado la iluminación, aquel hombre anteriormente llamado Siddartha llevó a cabo un viaje para encontrar la verdadera felicidad, oponiéndose a todo lo que se hiciera llamar "destino" y alcanzando sus deseos y metas por si mismo. Había conseguido así un gran número de seguidores, embelesados por los ideales de aquella persona que iba contra todo lo que quisiera pararlo, ayudando a todo aquel que estuviera obligado a algo.

Sin embargo, también disfrutaba de aquellos momentos de relax donde podía simplemente dormir y olvidarse de todo. Aunque esta paz se vio perturbada por el rugido de su estómago, avisándole de que estaba vació. El hombre se levantó entonces y bajó por la colina hacia el pueblo cercano, buscando un lugar para comer y seguir su viaje. De repente, vio a unos muchachos bien vestidos y con algunas joyas en un lado de la calle, con aire petulante y altivo, notando rápidamente que eran gente adinerada. Tendido a sus pies, con los ojos suplicantes y las manos alzadas temblando de miedo, un pobre mendigo de aspecto esquelético y sucio lloraba asustado.

- ¿Cómo te atreves siquiera a dirigirnos la palabra, escoria?- Dijo uno de los chicos mientras empujaba con el pie al anciano, volviendo a tirarlo.

- por-por favor, perdónenme. T-tengo hambre, tengan piedad por favor.- El mendigo se encogió de miedo, cubriéndose la cabeza con las manos.

- ¡Pues muerte de una vez y no nos arruines el paisaje!- Otro de los muchachos lo golpeó en la cara con palo, hiriéndolo en un ojo.

Finalmente, El iluminado se hartó, y se dirigió hacia ellos con la intención de ayudar al mendigo, justo cuando un hombre se acercó por el otro lado de la calle. Aquel hombre vestía una túnica parecida a la del iluminado, aunque de color más claro. Su rostro era amable, con una barba corta y unos ojos marrones, del mismo color que su pelo, que le llegaba hasta los hombros. Se notaba que no era de allí. El hombre se acercó con paso calmado a los muchachos, sin un ápice de ira u hostilidad, y sin embargo los chicos notaron su presencia inmediatamente.

- Dejad a ese pobre hombre.-  Dijo con una voz calmada y cálida.

Los muchachos se giraron para enfrentarlo, pero los tres se detuvieron en seco, aunque el atento espectador de aquella escena no entendía por qué. El rostro de aquel hombre no mostraba furia, oscuridad ni malicia, sino que más bien parecía estar pidiéndoselo por favor. Los muchachos no dijeron nada más, sino que simplemente se callaron, bajaron la mirada y se alejaron de allí como si se arrepintieran de lo que habían hecho. Entonces el hombre se acercó al pobre mendigo y se arrodilló para ver si se encontraba bien.

- Vaya, me has quitado la oportunidad de ser el héroe.- Dijo en tono de broma el iluminado mientras se acercaba a ambos.

- No soy un héroe, solo un hombre que quería ayudar.- Dijo el hombre mientras le miraba con una sonrisa amable.

Acto seguido, se giró nuevamente hacia el hombre, que estaba sangrando por uno de los ojos. Desde fuera, el ojo parecía irreparable, y aunque cerraran la herida, el ojo nunca podría volver a ver por él. Sin embargo, el extranjero puso una mano sobre el ojo del mendigo, cerró los ojos y esperó, ante la atenta mirada de su espectador. Tras unos segundos, el extranjero abrió los ojos y retiró la mano, mostrando una sonrisa amable al hombre.

- Muy bien, trata de abrir el ojo.- Dijo el extranjero.

Para sorpresa del mendigo y del iluminado, el hombre abrió el ojo, completamente sano y sin cicatriz. El hombre empezó entonces a llorar, mientras agradecía profusamente a su auxiliador. El extranjero respondió con una sonrisa y se levantó, dispuesto a seguir su camino, aunque notó que tenía un nuevo acompañante. Se giró y vio al hombre que le había hablado caminando a su lado, con total naturalidad.

- ¿Ocurre algo?- Preguntó el extranjero.

- ¿Qué si ocurre algo? No creerías que puedes curar mágicamente un ojo destrozado y no hacer que la gente se pregunte que pasa. ¿Donde aprendiste esa magia?- Dijo el hombre.

- No es magia, es simplemente algo que puedo hacer. No sé por qué, pero puedo hacerlo desde pequeño.- El extranjero dijo mientras miraba las palmas de sus manos.

- No pareces ser de por aquí. ¿Quién eres exactamente?-

- Me llamo Jesús, hijo de José, y vengo de Israel ¿Y usted?- Respondió el hombre.

- Puedes llamarme Buda, hijo de nadie importante y de aquí.- Dijo Buda.

Ambos caminaron por la ciudad y pararon a comer algo en una taberna. Ambos pasaron horas hablando sobre sus vivencias. Ambos se fascinaron con las aventuras de cada uno, como la iluminación de Buda o los milagros de barro de Jesús, entre otros muchos. Cuando terminaron de comer, ambos estaban decididos a continuar viajando juntos y aprender más el uno del otro. Así fue como ambos viajaron por toda la India, conociendo el mundo y sus pensamientos, y volviéndose grandes amigos.

Un día, ambos se pararon en la orilla de un rio para beber y descansar, y Buda le preguntó a Jesús.

- Jesús, creo que nunca me lo has contado ¿Por qué decidiste venir aquí?- Dijo Buda antes de llevarse el odre de agua a los labios.

Jesús terminó de lavarse los pies y se mantuvo pensativo por unos segundos, haciendo memoria, hasta que al final habló.

- Fue por el consejo de un hombre. A veces siento como si el momento en que lo conocí lo hubiera soñado, pero el recuerdo es demasiado real. Llegó un día al taller de carpintería de mi padre, y hablamos durante un rato. No sé como salió el tema, pero le dije que quería encontrar una forma propia de guiar mi vida, una con la que yo estuviera totalmente de acuerdo. Había muchas cosas que no me gustaban de la religión que seguían mis padres y sus padres antes que ellos. No me gustaba la idea de tener que estar sometido a un poder terrenal que clamaba hablar en nombre de Dios, así que quería encontrar otra manera. Y ese hombre me dijo que aquí, en estas tierras tan al este, encontraría la respuesta, y creo que tenía razón.-

- ¿En serio? ¿Y por qué lo piensas?- Preguntó Buda.

- Porque te conocí a ti. Tu forma de ver el mundo, de lo que es la felicidad y como alcanzarla, eso es lo que estaba buscando. Cada hombre puede decidir su camino, buscando su felicidad de manera independiente.-

- ¿Y si cada hombre debe buscar su felicidad por si mismo, por qué ayudaste a aquel pobre mendigo?-

- Porque mientras creo que cada hombre puede buscar su felicidad, creo que esta no debería estar condicionada por el sufrimiento de otros. Busca tu felicidad sin dañar a nadie si es lo que deseas, o hazles daño si eso te hace feliz, pero al final, algo más allá de nosotros determinará si tus acciones, no tus creencias o tus propósitos, merecen un castigo o una recompensa. Y hablando de recompensa - Jesús tomó un pez del río, para mágicamente tener dos, extendiéndole uno a su compañero.- El almuerzo.

Buda miró a Jesús con una sonrisa amable. Realmente era un hombre fascinante.

Su viaje continuó durante varios años, hasta que Jesús decidió volver a su hogar y predicar la visión del mundo que él y Buda habían creado. Buda le deseó suerte, compartiendo un último abrazo, aunque ni siquiera en esa despedida confesaron los verdaderos sentimientos que habían creado el uno en el otro. Poco después, Buda fue elevado a una deidad, albergando cierta esperanza de encontrar aquella fuerza superior en la que su amigo confiaba, pero aquella esperanza se desvaneció cuando vio que los dioses de aquel lugar eran tan horribles como los humanos, y poco después se enteró del terrible destino de Jesús. Lo habían matado el mismo poder al que él había tratado de oponerse, crucificado y desangrado hasta la muerte. Y por si fuera poco, vio como la religión que se había formado a partir de su visión se corrompía, siendo controlada por un grupo de poderosos que la usaban como herramienta.

Buda entonces dejó de mirar a los humanos, harto de aquellas decepciones. Se dedicó a comer, a vaguear y a hacer lo que le viniera en gana, hasta que un día, tumbado bajo la sombra de un árbol, una voz familiar le llamó.

- Me dijeron que estarías aquí, aunque con esa apariencia casi no te reconozco.-

Buda entonces se levantó de súbito, mirando como ante el aparecía el sonriente hombre que había conocido tantos siglos atrás. Ambos hombres se abrazaron y se contaron sus vivencias, habiendo tantas de las que hablar. Tras horas de hablar, Buda miró a Jesús con ojos tristes.

- ¿Ocurre algo?- Preguntó Jesús.

- Has estado alegre desde que llegaste, a pesar de que has visto lo que ha pasado en el mundo ¿no te indigna que tu visión haya sido torcida en algo igual a lo que te oponías?- Preguntó Buda molesto al recordar aquello.

Jesús lo miró con su habitual sonrisa amable, haciendo que el enojo de Buda desapareciera.

- No es el curso que me hubiera gustado, y es verdad que ha traído mucho mal al mundo, pero también a servido para traer mucho bien. He perdido la cuenta de cuantas personas se inspiraron por mis ideas para ayudar, para cuidar y para mejorar, o a cuantas personas les sirvió de apoyo. Creo que ha valido la pena, y no puedo estar más contento de que eso haya ocurrido. Esa es mi gran recompensa.- Declaró Jesús mirando al cielo.

Buda entendió entonces al hombre que tenía al lado, y su corazón se llenó de alegría.

- Bueno, eso y poder volver a verte.-

Ambos se quedaron allí durante unos minutos más, disfrutando de su compañía, hasta que Buda se levantó.

- Bueno, tengo que irme. Han convocado la reunión milenaria de los dioses, a saber que querrán discutir ahora.-

- ¿Podré verte después?- Preguntó Jesús.

Buda lo miró con una sonrisa tierna y cargada de emociones.

- Podrás verme siempre.- Dijo, antes de despedirse y encaminarse hacia la reunión.


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Y aquí está el siguiente One shot. Sinceramente esta es una pareja que no me esperaba, pero ha estado divertido. La idea de la historia, por si alguien tiene curiosidad, la he sacado de una teoría que dice que Jesús viajó a la India y conoció el budismo. Tecnicamente para entonces Buda ya no estaba, pero como dicen en por ahí "Me chupa tres pingos". Espero que os guste.

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