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Confía en Ti

Dedicado a Nana50502


Geir sabía que era la más joven de sus hermanas. La pequeña, la adorable y torpe, la que siempre tenía que observar a sus hermanas mayores arreglar los problemas y no meterse en lios. Al menos había cumplido la primera parte bastante bien, y no era culpa suya que los lios la encontraran a ella. Cuando su hermana mayor irrumpió en la reunión de los dioses para anunciar el Ragnarok, Geir pensó que estaba en una pesadilla, con todos los dioses mirándolas como si fueran a arrancarles las cabezas de un mordisco. Había sido una locura plantarse allí para basicamente declararle la guerra a los dioses, pero Geir se alivió pensando que al menos no podía ir a peor.

Se equivocó, se equivocó muchísimo.

Los combates eran una sentencia de muerte casi segura para aquellos que participaban en ellos. Tanto los luchadores humanos como sus hermanas, que servían como armas, se jugaron la vida en cada enfrentamiento, y algunos de ellos perdieron la apuesta. Todos dieron lo mejor de sí, y no podía estar más orgullosa de ellos. Sin embargo, a pesar de toda la situación, siempre se sintió relativamente segura, no solo porque confiaba en que, contra de todo pronostico, podrían ganar, lo cual ya era una gran apuesta, sino también en que ella no tendría que salir al campo de batalla. A fin de cuentas ¿Por qué debería? Ella era la más pequeña, una simple aprendiz de valquiria que nunca había llegado a desempeñar las funciones de sus hermanas mayores. No se había separado nunca demasiado de su hermana Brunhilde, pero tampoco había llamado demasiado la atención. Nadie había reparado en ella nunca, por lo que nunca pensó que tuviera que hacer nada importante.

Por eso el anuncio de su hermana fue tan sorprendente.

- La siguiente serás tu, Geir.

La menor de las valquirias quedó estupefacta ¿La siguiente?¿Ella? dio un paso atrás, intentando mantener el equilibrio. Se sentía aturdida y notaba que su respiración se aceleraba, lo que la llevó a ponerse la mano en el pecho, intentando calmarse.

- ¿L-la siguiente? ¿Q-qué quieres decir?- Tartamudeó Geir mientras esbozaba una sonrisa nerviosa. El sudor frio hacía que se le pegara los mechones a la frente.

Brunhilde se levantó de la silla lentamente, observando la pantalla del escritorio. En esta brillaba el rostro de otro luchador, otra alma que pondría su existencia en juego contra la imposible tarea que era vencer a un dios. Brunhilde se giró con lentitud, y Geir pudo ver que su rostro estaba envuelto en una sombría tristeza mientras sus ojos estaban dirigidos al suelo. Parecía que le pesara alzar el rostro, pero cuando sus ojos se posaron en ella, la pequeña valquiria pudo ver el cansancio, la esperanza casi desaparecida en ellos.

Con un andar levemente cojeante, consecuencia de su batalla junto a Leonidas contra el padre de los dioses nórdicos, Brunhilde se acercó a ella, con los ojos nuevamente bajos. Cada paso parecía darle una punzada de dolor, pero tal vez no fuera por la pierna.

- Tu debes ser la siguiente en luchar.- Su voz sonaba apagada y sin fuerza.

La respiración de Geir se aceleró todavía más. La cabeza le daba vueltas y sentía un nudo en las tripas, como ninguno que había sentido antes. Nada, ni siquiera cuando estuvieron frente a los dioses en el consejo, se le acercaba.

- No. . . No puedo ser la siguiente ¡No puedo salir a pelear!- Exclamó la niña con voz temblorosa.- No soy una valquiria de verdad, no soy como vosotras. Siempre he sido la que se ha quedado atrás ¡Si salgo ahora, solo pondré en peligro todo lo que hemos logrado!

- ¡Si no sales ahora, todo lo que hemos logrado no servirá de nada!-  Brunhilde exclamó con una voz más desesperada que enfadada.- Estamos 6 a 6 contra los dioses. Solo necesitamos una victoria más, y eres la única que puede lograrlo. Nuestras hermanas están demasiado agotadas y sus guerreros están lisiados o demasiado agotados como para volver a combatir otra vez.

Geir seguía hiperventilando y temblando. El sudor que le empapaba la cara le caía ahora a gotas por la barbilla. Bajó la mirada mientras intentaba asimilar todo lo que estaba pasando. Toda la responsabilidad del Ragnarok ahora estaba sobre sus hombros, sobre la torpe e inexperta valquiria que siempre se metía en problemas. Tragó saliva con dificultad y respiró hondo, intentando detener el terrible temblor de su cuerpo.

- ¿De-de verdad crees que puedo hacerlo? ¿De verdad crees que puedo ganar?

Brunhilde se arrodilló frente a ella, aferrando levemente los hombros de Geir con sus manos. Jadeó un par de veces mientras abría y cerraba la boca, como si le costara encontrar el aire para decir las palabras, como si estas estuvieran atascadas en su garganta. Pudo notar que sus ojos se humedecían. Al principio del torneo aquello habría sido impensable, sobre todo por como su hermana había enfrentado las derrotas con furia y las victorias con energía, como un pilar de roca indestructible que se alzaba imponente y brillante. Ahora, por primera vez desde que habían observado al dios del trueno y al general volador entrar a la arena, su hermana parecía débil, quebradiza y a punto de derrumbarse. Tantas muertes y golpes habían mellado su decisión, y ahora se veía incapaz de pedir a su hermana pequeña que lograra lo imposible.

- Sé que es duro, sé que tienes miedo, pero ahora eres nuestra única esperanza. No te preocupes, tu compañero es alguien muy fuerte, pero necesito que lo ayudes - Una lágrima corrió por la mejilla de Brunhilde-. Prométemelo, Geir, prométeme que lo darás todo.

Geir miró a los ojos de su hermana. El miedo latía en su pecho, pero su respiración se había calmado ligeramente. Apretó las manos contra su pecho, intentando infundirse valor.

- Lo prometo.- Dijo en apenas un susurro.

Brunhilde la abrazó, apretándola contra su pecho mientras hundía su rostro en su hombro. Pudo oir las disculpas de hermana amortiguadas por su posición, mientras temblaba por los sollozos. Geir le devolvió el abrazo y dejó que las lágrimas también corrieran por su rostro.

~0~

El rugido de la multitud parecía incluso más ensordecedor que de costumbre. Gritos de ánimo y burlas contra el otro lado, pies golpeando contra el suelo con fuerza y manos aplaudiendo. A Okita le gustaba aquel sonido, en armonía con la emoción que sentía por salir a pelear. Por fin, después de tanto esperar, por fin le dejaban salir a luchar. Estaba tan contento que podría haber estado dando saltitos, sobre todo ahora que Kondo no estaba allí para sermonearle sobre comportarse con madurez.

Sin embargo, había algo que no concordaba con la emoción del momento, y era la pequeña figura a su lado. La chica de pelo morado miraba hacia abajo, con las manos a los lados apretadas en puños y el sudor corriéndole por la cara. Okita notaba que temblaba levemente. Sabia que se llamaba Geir, pero a parte de eso no sabía casi nada de ella; Aún así, un poco de conversación siempre podía ayudar a relajar los nervios.

- Oye ¿Estás bien?

La chica dio un pequeño respingo y lo miró. Okita se sintió un poco tonto al preguntar aquello, pero no se le ocurrió otra forma mejor. Nunca había sido muy bueno en conversaciones casuales.

- Sí, perdón.- Dijo la chica intentando secar su sudor.- Tan solo estoy un poco nerviosa.

- Se nota.

Un silencio tenso siguió a esas palabras.

- No te preocupes. Ganaremos.

- ¿Cómo estas tan seguro?

Okita la miró, confundido, como si lo que acababa de decir no tuviera el menor de los sentidos.

- ¿Cómo? ¡¿Qué otra cosa puedo creer?! "El hombre que teme la derrota, ya ha sido derrotado." dijo una vez un sabio.

- ¿Qué sabio?- Preguntó Geir mientras alzaba una ceja.

- No me acuerdo.- Okita se encogió de hombros.

Aquello logró arrancarle una risa a la valquiria. Okita le colocó una mano en el hombro, intentando traspasarle su confianza.

- No te preocupes, es normal estar nerviosa en el primer combate. Solo confía en mi y en ti misma. El resto vendrá solo.- Dijo el pequeño samurai con una sonrisa tranquilizadora.

Geir sintió como ella mísma sonreía, primero con algo de pena y luego con seguridad. Tomó la mano de su compañero y sintió la luz envolver su cuerpo, como había envuelto a sus hermanas en sus propios combates, y pudo sentir como una calidez la recorría desde la cabeza a la punta de los pies. Su cuerpo flotó se iluminó hasta no ser más que un rayo de luz, transformándose en una elegante katana, liviana y estilizada, algo pequeña para un adulto pero perfecta para un muchacho de la altura de Souji. Okita dio un par de tajos al aire con ella, probando el acero, sonriendo satisfecho antes de salir a la arena.

~0~

El choque de aceros había cantado durante casi un cuarto de hora, sin que ninguno de los dos contendientes pareciera ganar la ventaja. Okita repiraba de forma agitada, aunque lo ocultaba todo lo que podía, mientras miraba al dios que tenía enfrente. El dios del rayo y la tormenta en carne y hueso, de pie frente a él, le devolvía la mirada con un aire de suficiencia.

El pequeño miembro del Shinsengumi se había enfrentado a decenas de rivales y espadachines a lo largo de su vida, pero la habilidad de Susanoo era impecable. Su velocidad era casi imposible de seguir incluso para su ojo entrenado, lo que le había ganado algunos cortes, y los rayos que lanzaba lo habrían vuelto ceniza si le hubieran dado. Tenía que dar un golpe más profundo que los leves arañazos que había conseguido hasta ahora o acabaría muerto.

El dios lanzó un nuevo ataque, tan rápido como un parpadeo. Apareció frente a Okita y blandió su espada en un corte horizontal que podría haberle arrancado la cabeza si el samurai no hubiera alzado la guardia, poniendo una mano en la hoja para parar mejor el golpe. Las hojas chocaron con un estruendo y Okita sintió como si un rayo le recorriera de la coronilla a la planta de los pies. Su cuerpo quedó paralizado, lo que el dios aprovechó para patear su estómago y lanzarlo a volar por los aires, seguido de ocho rayos en forma de serpiente, la tecnica especial del dios. Okita giró como pudo para evitar los rayos, pero por instinto, su brazo se movió para bloquear el último, chocando su espada contra esta. Por un segundo temió sentir el rayo, sentir que se paralizaba y se quemaba, pero no pasó nada. Logró aterrizar sin problemas y miró su katana, ligeramente quemada.

- ¡¿Estás bien, Geir?!

La figura de la valquiria apareció en la esquina de su visión, eterea y solo visible para él. Tenía mal aspecto. La chaqueta tenía quemaduras y su piel estaba cortada en las mismas partes que la de Okita, pero lo que más se notaba era el cansancio en su rostro.

- Estoy bien, y creo que tengo una idea. Escucha.

Susanoo no parecía poder esperar a que la pequeña conversación terminara, por lo que lanzó un nuevo ataque, esta vez una cuchilla de viento dirigida a las piernas de Okita. Sin embargo, este no se echó a un lado, como el dios esperaba, sino que se impulsó hacia delante, esquivando la cuchilla con soltura y precisión, para luego lanzarse a la carrera hacia su rival. La hoja de su katana, guardada en su vaina, parecía refulgir con un brillo poderoso. Okita esquivó las hojas de viento y los rayos que se abalanzaban en su contra, fluyendo como una corriente entre las rocas del rio, hasta llegar cerca de Susanoo. La katana salió de su vaina en un destello que ni el mismo dios pudo preveer, haciendole un corte en el costado. Okita no perdió el impulso y lanzó otra embestida, y otra y otra y otra más, mientras el dios de la tormenta se defendía como podía. Cuando este lanzó un terrible impulso eléctrico, Okita saltó, más alto de lo que un humano podría haber logrado, con la espada desenfundada en paralelo al suelo. Susanoo creyó ver la oportunidad, invocando de nuevo La Serpiente de Ocho Cabezas, solo para ver con sorpresa como Okita alzaba la katana al cielo, sirviendo de pararrayos y atrapando todas las cabezas en su hoja. El samurai cayó entonces como una sierra hacia el dios, quien pillado por la sorpresa, no pudo alzar su espada a tiempo, recibiendo la espada y la descarga de lleno en el pecho.

Con esto, la batalla pudo darse por concluida. El cuerpo del dios cayó de espaldas y empezó a deshacerse, ante la mirada incrédula y llorosa de los dioses, mientras los humanos vitoreaban y celebraban. Okita se apoyó sobre la katana, jadeando por el esfuerzo y con las piernas a punto de ceder, cuando sintió que un brazo le rodeaba el cuerpo, mientras la espada desaparecía de sus dedos. Giró la cabeza y la vista cansada de Geir se reflejó en la suya. La chica sonreía con agotamiento, pero con genuina felicidad. Okita no pudo evitar contagiarse, mientras se apoyaba en su compañera para caminar.

~0~

- ¡Owowowow!

Okita se quejó mientras trataba de sentarse en el banco. Las costillas todavía le dolían después del combate y los diversos golpes que había recibido. Caminar todavía le costaba y cualquier presión en el pecho o la espalda le lanzaba puñaladas de dolor, lo cual no había impedido a Kondo abrazarlo y casi espachurrarlo en el momento en el que lo encontró en los pasillos. Por suerte ahora se encontraba en los jardines, lejos de cualquier molestia.

La única compañía que tenía en ese momento era su valquiria. La joven no se había apartado de él más que un rato cuando lo dejó en la enfermería, tras lo cual fue a ver a sus hermanas. Ahora, parecía haberse empeñado en cuidar de él todo lo posible. Sentada a su lado, ambos permanecieron un rato en silencio, escuchando el viento mecer el cesped.

- Parece casi un sueño.- Susurró Geir.- Vencer a los dioses, salvar a la humanidad y sobrevivir para contarlo.

- Sí. Gracias por el consejo, por cierto. Sin ti, no me habría dado cuenta del truco para evitar los rayos.

Geir balanceó sus piernas con vergüenza, manteniendo la mirada baja.

- No es nada. Tan solo vi que si no tocabas la hoja, y mantenías los pies levantados del suelo, los rayos no te afectarían. Tu fuiste quien pensó en concentrar los rayos en la espada y en devolvérselos.

- Pero tu aguantaste los rayos de lleno. Sin ti no lo hubiera logrado.

Geir seguía con la mirada baja. Sus piernas detuvieron el balanceo infantil que habían tenido hasta aquel momento, y la alegría parecía evaporarse de su rostro.

- Eso no es verdad - Dijo Geir en un susurro. Se llevó las rodillas al pecho y las rodeó con sus brazos. Parecía encogerse en su propia pena-. Solo fui una espada normal. No tengo una habilidad como las de mis hermanas, y me costó mucho mantener el volund. Cuando los rayos me golpearon, estuve a punto de volver a mi forma humana, y si eso hubiera pasado solo habría sido un estorbo, como siempre.

- ¡Pero no pasó!- Exclamó Okita dándole una palmada en el hombro- Y claro que tienes una habilidad especial ¿Crées que podría haber corrido de esa manera y saltado así si tu no hubieras ayudado?

Okita se puso en pie, mirando primero al frente, luego al cielo y luego a ella. Su sonrisa había desaparecido de su rostro y la miraba con decisión y seriedad. Sin embargo, no percivió malicia, odio o rabia. Solo un leve reproche.

- Jamás digas que no vales nada- Dijo Souji, señalándola con el dedo-. Aquel que dice que no vale nada solo desperdicia la oportunidad de mejorar. A partir de hoy, no dejes que tus fallos te hundan ni que tus logros te cieguen, pero acepta ambos cuando los cometas.

Geir lo miró, bajando las rodillas, con ojos abiertos. Una sonrisa agradecida emergió en sus labios mientras se ponía de pie y asentía con decisión.

- De acuerdo ¡Lo haré!

- Y si no lo haces, volveré aquí para que lo aprendas a coscorrones.- Declaró Okita con una sonrisa divertida.

Ambos se echaron a reir, la pena y la conmoción completamente olvidadas.

- Venga, vamos a comer algo. Te invito a unos Dangoos.

Ambos caminaron fuera del patio, en busca de su dulce premio.


~~0~~


Hola a todos.

Siento mucho la tardanza, pero he estado en una crisis de inspiración y de motivación con estos one shots.

Por cierto, si alguien sabe como poner en Wattpad el "Guión de diálogo", que por favor me lo diga.

Gracias.

Dedicado a  @Nana50502




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