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Sexto Acto: Razones Para No Estar Con Tu Prometido

El ambiente se volvió tenso al menos del lado de Hinata, teniendo el diminuto impulso de sólo dedicarse a mirar hacia el suelo, tratando de ignorar por completo el simple movimiento suave de su «prometido» sobre sus cabellos naranjas. ¿Cómo habían llegado a parar a esa situación? En definitiva, no lo entendía, el movimiento tranquilo de las ágiles manos de Kageyama que parecía hacer buen uso de ellas gracias a sus habilidades como armador pasando sobre sus cabellos, con ese delicioso aroma a chocolate que a veces Hinata lograba percibir cuando estaban demasiado cerca durante las horas del club... ¡pero no era porque le prestara mucha atención a Kageyama!

A veces la regadera se abría y lo hacía cerrar sus ojos, sintiendo como el jabón recorría su piel y los largos dedos de Tobio se paseaban entre sus hebras.

Una situación como ésa: donde dos hombres estaban juntos, solos y desnudos en la bañera, uno tocando al otro y el otro sólo pegando lo más que podía su trasero contra el frío banco. Uy, sí, por supuesto, bienvenido contenido +18.

Sin embargo, muy ajeno a la realidad, llegaron a esa situación bochornosa para Shoyo porque Tobio lo había atrapado perdiendo el tiempo en la «piscina», lo riñó por no estar bañándose como era debido, y como si fuera un novio protector que le gustaba ejercer el papel de un cuidador, ahora estaba siendo lavado por él, ¡qué vergüenza! El ambiente silencioso que se mezclaba con la irónica lluvia de gotas golpeando su cara, harían llorar a Shoyo en más de un sentido por la necesidad que sentía de querer romper la tensión.

Debía de decir algo, algo, algo algo...

Hinata pensó y meditó muchas alternativas de pláticas, no sabiendo cómo iniciar con una sin que se viera forzada o artificial a la hora de ejecutarla y que muriera al instante. Claro, esa indecisión sólo duró unos cuantos segundos, ya que la duda de su pánico golpeando su paladar de la extraña situación donde se encerró sin saberlo lo estaba matando.

—Oye, Kageyama... —Lo llamó de improviso, al mismo tiempo que el agua de la regadera paraba y los dedos de Kageyama pasaban una vez más por sus cabellos... sólo que de una forma un tanto inexperta y violenta que el pequeño adolescente creyó que todo su cuero cabelludo se lo arrancaría.

—¿Qué pasa? —Que Kageyama estuviera tranquilo podía ser una suerte, pero por alguna razón, Hinata creía que eso era extraño: extraño y aterrador. Hinata dejó escapar un pequeño quejido de sus labios, y tuvo que recobrar la compostura al ser jalado antes de hablar.

—Nunca creí que serías una persona a la que le importara el amor —aseguró de improviso, teniendo que tragarse su pánico al apretar sus manos al hacerlos puños porque el movimiento violento de Tobio de querer imitar caricias cariñosas se detuvo sin aviso.

—Honestamente no me importa mucho —declaró con facilidad, permitiendo que Hinata terminara por abrir sus labios un poco, sorprendido y a la vez no con esa respuesta de alguien que sólo tenía ojos para su amado deporte—. ¿Por qué lo preguntas?

—Bueno, nunca te vi hablar de un prometido o prometida —continuó su charla, teniendo otra vez un ataque de nerviosismo que trató de apaciguar enfocando más su vista contra el suelo.

—Bueno, es obvio, antes no tenía un prometido —asimiló el azabache de rasgados ojos, alejando por fin el tacto que estaba manteniendo con él, antes de que el menor escuchara con claridad como Tobio se estiraba para alcanzar un estropajo y jabón. ¿También le iba a lavar el cuerpo?—. Y mis padres recientemente me han estado presionando para que consiguiera una prometida y con eso, poder heredar el trono de Miyagi.

Eso, en definitiva, sonaba más convincente para Hinata: Tobio sólo lo trataba como su prometido porque era un doncel y por la presión de sus padres. Sí, no supo por qué pensó que Tobio mostraba interés por él de repente si era por algo genuino.

—¿Y estás satisfecho sólo conmigo? —Encaró en su duda el menor, poniéndose de pie de golpe, del pequeño banco, antes de girar sobre sus talones y no dejando nada a la imaginación cuando su figura desnuda estuvo cara a cara ante los ojos de Tobio, que no pudieron evitar mandar un mecanismo de defensa a su cuerpo, antes de enrojecer con honestidad, buscando apartarle la mirada, muy avergonzado. Por supuesto, el también estaba desnudo—. Eres el príncipe de Miyagi y creo que podrías conseguir a una bella chica que aceptara ser tu prometida... —asimiló los hechos que tenían sentido en su mente, dejando que Kageyama de la impresión dejara caer su jabón e hiciera un sonido algo insistente al chocar contra el suelo. Al mismo tiempo, Hinata se volvía a sentar en el banco, sólo que ahora frente a él.

—Pero esas chicas no serían Hinata —contó Tobio con mucha facilidad, ladeando un poco su cabeza hacia el lado derecho y sólo permitió que el intento de Hinata de parecer alguien con nervios de acero, se destruyera por completo, empezando con un honesto rubor sobre sus mejillas, y terminando acorralado entre el latir de su corazón, y la figura de Kageyama hincado frente a él, con su mirada seria, sin mostrar ningún rastro de vergüenza, potentes ojos azules perdidos, cabellos azabaches empapados que eran delineados por gotas de agua que llegaban a las puntas y se precipitaban a caer contra el suelo, y esa boca que generó un mohín sin querer al oír su anterior propuesta.

Hinata admitió mentalmente que Kageyama era atractivo. ¡Lo era! ¡Maldición, lo admitió!

—Pero, soy un doncel... —Trató de poner un «pero» a la segura respuesta del mayor. Kageyama frunció su ceño al oír esa afirmación, no sin antes alzar sus hombros, como si eso no le importara.

Kageyama también sabía por qué Hinata le hacía saber eso, para acto seguido bajar su cabeza hacia el suelo, tratando de ocultarse del pánico que estaba sintiendo. Los donceles eran muy pocos por el mundo, y no eran muy aceptados si se buscaba un relación seria, en lugar de una aventura de una sola noche donde el sexo predominara, pero este Fanfic no se iba a meter en dramas baratos y eso a Tobio le importaba una mierda.

—Por mí no hay problema, te cuidaré el resto de mi vida —confirmó Kageyama con mucha facilidad, dejando de lado por unos momentos el estropajo enjabonado sobre el banco vacío más cercano, y trató de seguirle el hilo de conversación a Hinata.

—También soy un chico... —contó su penúltimo recurso. Que claramente Tobio no entendió en lo absoluto, ya que enarcó una de sus cejas con absoluta duda.

—Sí, eso puedo verlo —confesó el futuro Rey, tratando de ser discreto su pequeño mirar en direcciones a los genitales desnudos de Shoyo. Y Shoyo no tardó en darse cuenta de eso, entrando en pánico por lo directo que era ese idiota que sólo tenía la cabeza llena de voleibol y trató de gritar alterado entre su cara roja y todo el palpitar de su vergüenza.

—Te estoy tratando de decir que los encantos de las chicas pueden llegar a ser más atractivos para los chicos, ¡no para que miraras hacia abajo y enfocaras tu vista donde no era! —exclamó, hecho completamente un tomate andante y cerrando sus piernas, como si así tratara de esconder lo evidente. Tobio volvió a subir su mirada hacia el rostro empapado de Shoyo, con una honesta duda en su cara.

—¿Más atractivos para un chico?

—Sí —destacó de sus labios su cuestión, sólo logrando que Kageyama quedara más perdido que cuando inició con las dudas. Ésa fue la razón por la que Shoyo se obligó a sí mismo a continuar hablando, tratando de equilibrar las cosas—. Por ejemplo, mi piel no es tan suave como el de las chicas... —aseguró, dando una enorme sonrisa en su cara llena de nerviosismo, y aventurándose a tomar la mano de Tobio que estaba completamente quieta y la condujo hasta su rostro, como si lo incitara a tocarlo para comprobarlo.

Kageyama desde un inicio se quedó completamente quieto, como si algo dentro de su cuerpo tratara de procesar los hechos, porque, ¡oh, no! ¡No podía ser! ¿Hinata lo estaba incitando a tocarlo? Pronto, dentro de su mente corrió en boca de todas sus neuronas una revolución, que trató de regresar a tierra firme con el diminuto rubor asomándose en sus mejillas y todo a vista de Hinata. Fue cuestión de tiempo para que Tobio empezara a mover un poco sus dedos entre la mejilla demasiado suave de Shoyo, siendo cuidadoso y lo más sutil posible entre el movimiento de sus dedos que le mandaban descargas eléctricas cada vez que sus pieles humedas rozaban.

Hinata creyó que no había salido el resultado que él esperaba, parecía demasiado interesado en su caricia, demasiado. Debía de comprobarlo con palabras.

—¿Lo ves? No hay mucho atractivo para un chico-...

—Es demasiado suave —informó lo que detectó Kageyama-san.

Su mayor temor se estaba haciendo realidad, y él no pudo hacerlo. Shoyo sintió que era tirado a una zanja profunda donde sus preocupaciones actuales caían en picada en un punto de no retorno. Kageyama lo miraba fijamente, enfocándose en su tarea en acariciar su mejilla, luego sólo fue cuestión de tiempo antes de que Tobio entrara en confianza y subiera su otra mano libre a la otra mejilla suave y palpable de Hinata. El pequeño gigante del actual Karasuno creyó que iba a ser tragado vivo, cuando se percató de que no sólo fue su imaginación que el mayor se acercó un poco más a él, el momento en que sus narices rozaron y el color azul se volvió más cercano en ese océano de disturbios, el pequeño navegante no pudo evitar soltar un grito.

—Hinata —llamó Kageyama, sin alterarse por su comportamiento, como si esperara algo. Algo que Hinata sabía bien qué era, porque notaba como esas irises azules de un momento a otro no se habían apartado de sus labios, ¡no dejaba de verlos!

Shoyo continuó con su pánico escrito en su cara y no pudo evitar mover su cabeza con violencia hacia otro lado, apartándose del calor ansioso del Rey idiota y abandonando las caricias. El de hebras naranjas no lo vio, pero tenía la sensación de que su «prometido» estaba algo extrañado por el evidente rechazo.

La culpabilidad lo inundó y no pudo evitar tragar grueso, con toda su cara hecha un tomate, terminó por girar de nuevo su rostro, volviendo a sentir que el pánico se lo estaba comiendo, pero su modo de consuelo que se le ocurrió sin mucha intimidad fue extenderle su mano derecha a la altura del rostro de Tobio, quien se quedó completamente quieto y sin entender del todo qué era lo que quería.

—Ta-también, no creo que quieras tomar de la mano a otro chico para caminar por las calles, ¿o sí? —incentivó, empezando a avergonzarse de sus propias palabras y tratando de sentir que no le afectaba nada al latir de su corazón que era reflejado en los colores vergonzoso que se tornaban en su cara, porque Kageyama tomaba con cierta lentitud su mano, empezando tímidamente el tacto con un roce no tan atrevido, tomándose el tiempo suficiente hasta que terminó por envolver por completo la delgada mano de Shoyo con la suya.

Con claridad, Kageyama no entendió su intención, tal vez en su mente con no mucha experiencia tratando con personas sonó algo como: «si no te molesta estar conmigo, ¿por qué no nos tomamos de la mano para caminar?»

—Sí quiero. —Enmarcó de su boca esa afirmación, sin muchos rodeos, como si lo aceptara de golpe. Hinata tuvo un escalofrío alrededor de su cuerpo, porque todas sus excusas se estaban cayendo por la borda por las palabras de Tobio. ¡Lo peor era que no le molestaban!, ¿cómo eso podía ser posible?

No podía fallar en su última oportunidad. Se iría al extremo, lo haría, después de todo, ambos eran adolescentes, quizás Kageyama, como tal, alguna vez sintió la necesidad de tener sexo, o al menos una pequeña curiosidad de qué se sentía.

—Tal vez no puedas disfrutar experiencias íntimas conmigo o besarme, ya sa-sabes... —Hinata se alteró, cuando Tobio mantuvo su seriedad en todo momento, mientras se acercaba lo más que podía al chico que era más bajo, como si tratara de realizar esa acción que Shoyo había eludido la primera vez en su cercanía—. ¡Di-digo, no tengo pechos como los de una chica! —contó, mientras con su única mano libre señalaba su pecho desnudo.

Esas palabras en definitiva no fueron las más inteligentes, y Hinata lo entendió a la fuerza, al sentir como la curiosa mano de Tobio se paseaba con destreza entre su piel desnuda donde se encontraba su pecho. Una corriente eléctrica golpeó su cuerpo, la mano de Kageyama era demasiado grande que con ésta cubrió por completo esa parte desnuda que Hinata mencionó tiempo atrás.

Kageyama palpó y Shoyo no pudo evitar soltar un grito agitado que se transformó al instante en un jadeo deseoso que dejó completamente quieto a Kageyama: un gemido. ¡Un gemido! Su cara se había puesto rojo, sus ojos entrecerrados, su boca abierta y sus labios carnosos dando la apariencia de alguien que esperaba ser tomado.

La cordura regresó tras ese sonido escapando de Hinata. Fue efímero, fue erótico, debidamente dicho en esa voz que se extendió por las cuatro paredes de la habitación.

Tobio por fin apartó la mano del cuerpo de Shoyo, también soltó su mano, se puso de pie e hizo que sus pies retrocedieran unos cuantos pasos. Hinata creía que moriría, toda la vergüenza acumulada trató de esconderla al cubrir su cara con sus manos: imposible, ya no era posible ocultar y borrar el gemido que se le escapó de sus cuerdas vocales, reaccionando positivamente al tacto de Kageyama. Ni siquiera trató de dar explicaciones, sólo se enfocó en desear esconderse de Tobio. Hacerse bolita y desaparecer.

—No tenía idea de que querías llegar tan lejos, Hinata. —¿Por qué Kageyama soltaba eso de repente?—. Pediré que esta noche no nos interrumpan.

—¡N-no es eso!

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