Jung Hoseok se siente deprimido esa noche, no pasó nada especial que lo afectara directamente, no tropezó con otros bailarines ni cometió un solo error en su última presentación de baile junto a sus compañeros. No, todo había ido bien de hecho. El show había quedado excelente, el público había aclamado fuertemente y cumplidos fueron dichos por montones, los bailarines habían agradecido noblemente a todos y cada uno de los presentes con ojos brillantes, sonrisas prominentes y sudor en la frente. Y después Hoseok agradeció y se despidió del resto para luego salir lo más rápido posible del recinto. Había sido divertido, pero comenzaba a asfixiarse.

Ahora estaba ahí, caminando entre las solitarias calles mientras la luna parecía indicarle el camino. Más de una persona hubiese pensado que el chico de extravagante cabello anaranjado había recibido una mala noticia, pues no era nada común verle sin una sonrisa adornando sus labios. Sí, no era común ver a ese Jung Hoseok.

Caminó otro poco, el viento acariciaba sus cabellos con un poco más fuerza y casi podía jurar que si extendía el brazo lo suficiente podría tocar el cielo.

Solo entonces, supo que el show no había terminado.

Se quitó los zapatos, tiritando levemente tras sentir el frío del techo bajo sus pies y las corrientes de aire colándose por entre su ropa.

Y bailó como nunca antes.

Movió sus piernas de un lado a otro arrastrando los pies, retorciendo gustoso los dedos al sentir la suciedad rasparle y mancharle, meneó coquetamente las caderas en un intento fallido de seducir a la luna y su cuerpo entero vibró al danzarle a las estrellas. El último acto se aproximaba.

Bailó más cerca de la línea del escenario, sintiendo una exquisita adrenalina al ser consciente de que si se inclinaba más de lo debido podría fallar, pero el orgullo floreciendo en su pecho al saber que no lo haría. 

Pues Jung Hoseok jamás se equivocaba.

Extendió los brazos en alto, dispuesto a tocar con ellos los planetas, sonriendo en grande de la manera más honesta que pudo haberlo hecho jamás. Inclusive algunas lágrimas se habían agrupado en sus ojos, pues ellas al igual que él ansiaban ver cuando el telón bajase. Aquel había sido el mejor público de la vida. Respiró hondo una vez más y con una sonrisa en los labios y las lágrimas brillando en sus mejillas decidió terminar por fin con la mejor presentación de su vida.

Y saltó.

Arrojándose a los brazos del cielo nocturno quien había sido su fiel público.

Y cayó.

Y con eso, el show finalmente había terminado.

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