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Two

Estacionó su auto al frente de la casa de su abuela llevando consigo un vino para compartir. Tocó dos veces esperando que le abrieran y fue sorpresa que quien le abriera fuera su mismo padre. Heeseung sonrió.

–Veo que te me adelantaste. –mencionó Heeseung.

–No, solo que tú llegas tarde -Su padre saluda a Heeseung con un abrazo.– tu abuela está allá dentro en la cocina.

Asiente pasándole el vino e ir como un niño pequeño donde su abuela.

La mayor se encontraba lavando los trastes mientras escuchaba la música que salía desde la radio. Su cara se iluminó al ver a su preciado nieto entrar.

–Pero miren a que desconsiderado tenemos aquí. Hace mucho que no vienes a verme mocoso. –regañó a lo que Heeseung soltó una risita avergonzado.

Tenía razón su abuela, hace mucho tiempo que no la visitaba, debe hacerse un autoculpa por eso. Pero piensen un poco, su labor como abogado lo consumía la mayoría del tiempo. No se pongan a pensar que no le gustaba su trabajo, al contrario, sin embargo había veces que se la pasaba encerrado en esas oficinas terminando informes o concluyendo ideas que se le metían en la mente que ayudaba al final del día a ganar la mayoría de sus casos.

–Lo lamento abuela, prometo hacerme más tiempo para venir a verte. –abrazó a la mayor apoyando su cabeza encima en la de ella, haciendo notar la diferencia de altura.

–Mira que grande y guapo estás, pareciera ayer que eras un bebé corriendo por mi patio en pañales persiguiendo las palomas que se colaban por mi patio.

–Tengo algunas fotos de ese entonces. –mencionó su padre apoyado desde el barandal de la puerta.– ¿Necesitas algo más, mamá?

La mujer acarició la mejilla de su nieto. –Heeseung podría ir a poner la mesa mientras la comida está lista.

–Ya voy abuela.

Dándole un beso en la frente a la mayor se retiró a dejar su chaqueta y maletín a su antigua para hacer lo pedido por la mayor.

Seokmin vió como la mirada de su madre se desviaba donde había subido su hijo. Algo preocupado, se acercó a ella posando su mano en el hombro de su progenitora.

–Mamá, ¿te encuentras bien?

–Fisicamente es igual a tí, pero tiene los ojos y la aura de ella. –musitó la mayor con nostalgia.

Seokmin le limitó a sonreir con tristeza.

La abuela recordaba a su nuera con mucho cariño y admiración, siempre tuvo una bonita relación al punto de considerarla como una hija más.

La mamá de Heeseung, Yujin, falleció debido a un cáncer de mama cuando Heeseung tenía solamente cinco años. El mundo para ellos dos se derrumbó, a uno se le fue el amor de su vida y al otro su mamá.

A pesar de su dura enfermedad y su lucha nunca decayó esa dulce personalidad que ella tenía.

El pequeño Heeseung no tenía idea porque su mami ya no estaba con él, el pequeño lloraba porque no tendría a quien le cante por las noches y le de esos besitos que le hacían sentir mejor cada vez que se raspaba jugando a la pelota o su juguete favorito de toy story no aparecía.

Seokmin sufrió una gran depresión durante el primer año, no comía mucho menos tenía las suficientes fuerzas para cuidar de su hijo, debido a eso y al trabajo Heeseung se la pasó más tiempo viviendo con su abuela en su infancia.

Realmente no quería que su hijo lo viera en la misiera o sufriera por su culpa, así que buscó ayuda.

Ambos lo pudieron superar, salieron adelante juntos.

Hoy en día saben que ella se mantendrá en sus corazones.

–Yo igual la extraño mamá, mucho.

El menor bajó haciendo lo pedido por la mayor y finalmente se sentaron a comer.

Heeseung hizo un gemido de satisfacción al probar la comida. –No saben cuanto extrañaba esto.

Ambos mayores rieron.

–¿Ves? Tendrías mucho si hicieras el esfuerzo de visitarme. –reclamó la mayor en broma.

–Prometo que lo haré. Todo estuvo muy rico, incluso esos canelones de zanahoria. Nunca lo habías hecho pero están muy buenos. –comentó Heeseung.

–Si mamá, ¿por qué no has hecho el honor de darme la receta? –Dijo Seokmin esta vez.

–Tontos, –la mayor negó con la cabeza.– todo lo que ustedes han probado de mis manos es gracias a lo que esta vieja sabe. Esos lo compré en una pastelería que está hace un poco más de un año acá cerca.

Heeseung recordó ver una pastelería camino hacia acá, era más o menos tamaño promedio pero por lo que vió tenía bastante público, la próxima vez que vaya a visitar a su abuela no estaría nada mal traerle algo de ahí para compartir entre todos.

–Tal vez traiga algo la próxima vez.

–Hasta este paso mejor tráeme un bisnieto, no me quiero ir de aquí sin tener uno.

Heeseung rodó los ojos por el comentario.
Era medio imposible la idea más estando soltero.

Solo le limitó dar como respuesta la excusa qué tal vez algún día. Así se olvide del tema un rato.


Una ducha llegando a su hogar era lo que necesitaba después de un día de arduo trabajo, necesitaba agua caliente para relajar sus músculos. Tener dos meses de embarazo lo hacían sentirse agotado y con ganas de dormir varias horas pero tercamente le gustaba estar en la pastelería.

No lo juzguen, el cálido ambiente del lugar lo hacía sentirse bien y olvidar sus malos momentos vividos en los últimos tiempos. Tampoco la estaba teniendo tan difícil como la tendría de otro padre o madre soltera, tenía una estabilidad económica buena y gracias a que a la pastelería le iba mejor de lo que esperaban.

Era un adulto con sus estudios acabados, a ese bebé nunca le faltará nada estando solo él y Jake contra el mundo.

Con la toalla en su cintura fue a ponerse ropa más cómoda ya que aún no estaba con sueño para colocarse pijama, quizás vea una película antes.

Antes de ponerse una polera –que era el doble de su talla– se vió unos segundos al espejo dando algunas vueltas. Jake era de contextura delgada desde siempre así que aún no se le notaba casi nada de panza. Mucho se preguntaba a veces como sería cuando ya tenga alrededor de siete meses. ¿Tendría estrías? ¿Le dolerían los pies? ¿Tendrá que pedir ayuda en la calle si se le desatan los cordones? Son preguntas que le rondan por su pequeña cabecita, la única respuesta que tenía que sería muy feliz cuando le entreguen a su bebé en sus brazos.

Salió al comedor para encender el televisor mientras buscaba algo de comer en el refrigerador,si apetito era de el porte de un buque y no había nada que complazcan a sus papilas gustativas en ese instante.

Como si de un milagro se tratase, tocaron el timbre de su departamento. A pequeños trotes se apresuró para que no volvieran a tocar.

Su vecino, Jungwon aparecía con una sonrisa acompañado de helado y galletas entre sus brazos.

–Hola cuñado, ¿puedo pasar? –preguntó el pelirrojo.

Se le hacía gracioso que se refería a él como cuñado. Jungwon –o mocoso acosador como le gustaba llamarle Jay.– era vecino de él desde que se mudó, convirtiéndose en un gran amigo.

Cuando ocurrió lo de Yuta, fue uno de los primeros que aseguró que le rompería la cara a ese idiota apenas lo vea junto con Jay.

Hablando del susodicho, este le tenía ese apodo ya que siempre que iba al departamento de su hermano y estaba él, estaba encima suyo coqueteándole descaradamente. Jay se sentía sumamente nervioso con su presencia, solo que no se lo hacía saber.

La verdad es que Jungwon si se había sentido atraído por el mellizo mayor y su personalidad tan única, sabía que siempre salía rechazado pero gustaba ver de él aunque sea un rato.

Jake solo disfrutaba ver a su hermano nervioso y sonrojado cuando el menor le hablaba, sabía que con su dura personalidad y orgullo nunca diría nada pero notaba como hacían efecto las palabras y acciones del de ojos gatunos.

–Pasa, el helado y galletas era justo lo que necesitaba. –el mayor hizo movimiento al lado para que pudiera pasar.

Jungwon se sorprendió que algunas cosas en el departamento hayan cambiado, ya no estaban esos instrumentos o fotos de los dos juntos. Al parecer iban desapareciendo de a poco.

–¿Sacaste todo tú solo? Pudiste haberme pedido ayuda. –Jake negó su propuesta.

–Jay fue quien me convenció de botar todas las fotos, aunque conservé unas pocas. –Jungwon lo miró con una ceja alzada, él solo se encogió de hombros.– Cuando frijolillo crezca seguramente me preguntará quién es su otro padre, no puedo negarle el derecho de que sepa quién es.

Frijolillo fue el apodo que le había puesto Yunjin cuando vió la pequeña manchita que era el bebé de Jake.

–Puedes mostrarle unas fotos de Chayanne. Dile que él es su papá.

–¿Y quién es Chayanne? –preguntó extrañado el mayor.

–No lo sé, en mis vacaciones por Latinoamérica lo mencionaban mucho. –se encogió de hombros.

Dejó el helado en la mesa mientras abría las galletas y Jake iba por las cucharas para el helado.

–Y bien, ¿qué veremos? –preguntó Jungwon mientras prendía la tele.

–Hace días que quiero ver algo de Disney, enredados o la princesa y el sapo.

–Aquí es cuando aceptamos que nunca llegará alguien que cumpla tus expectativas como lo hacen Naveen o Flynn.

–Sip. –se echó una cucharada de helado completa a la boca.– edtads en do correcdto.

Empezaron viendo "Enredados" y como ya se sabían la película de memoria –incluyendo los diálogos porque ajá, quien no ama esta película– cantaron y se diviertieron hasta que Jake empezó a llorar cuando madre Margot acuchilló a Flynn por el estómago. Jungwon entre risas y preocupado se acercó él abrazándolo sin saber qué hacer en estas situaciones.

No lo culpen, no es muy bueno consolando o muy rara vez le pasa.

–Hey Jake, está bien mira. –el menor apuntó a la pantalla del televisor en la escena que Rapunzel curaba a su principe.– ¿ves? está vivo. Ya dijo "Rapunzel, ¿ya te he dicho que estoy loco por las morenas?" –Imitó la voz del personaje.

Salió del escondite que era el hombro de su amigo viendo la bonita escena donde los protagonistas se daban un tierno beso. De manera inconsciente el más bajito formó un puchero.

–Yo también quiero que me digan cosas bonitas. –dijo en un tono meloso. De manera inconsciente bajó la vista a su vientre plano acariciándolo.– Yo siempre te diré cosas bonitas bebé, papi te quiere mucho.

Jungwon pronunció una mueca de pena por su amigo. Sabía que el embarazo lo ponía el doble de sensible, lo único que tenía en mente era que pudiera sanar su corazón de a poco. Si no, esa misma pena le puede afectar al bebé.

Por favor protéjanlos de todo mal, pensaba el pelirrojo.

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