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“protegido”
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Era la primera vez que salía del reino.
El aire se sentía diferente de una manera emocionante, aún cuando el barco apenas y había salido del muelle, de la tierra que lo había tenido cautivo desde siempre. No lo mal entiendan, Yoongi amaba su tierra. Le enorgullece hablar y reconocer su país, tener tradiciones y una cultura única.
Era un joven noble fácil de animar, siendo tan educado e ingenuo, las maravillas de la vida lo tomaban por sorpresa y le encantaba cada minuto de la aventura. Ahora ahí, de pie frente al horizonte que extendía al inmenso océano, se preguntó cuán lejos podría llegar en la vida; ¿tan lejos como el océano extendiéndose?
El pensamiento, de esa forma frente al sol, resultaba prometedor y alimentaba todos sus sueños, pero después, al bajar la vista y centrarse en el suelo de madera de la cubierta del navío, se percataba de la ruda realidad recibiéndolo.
¿Cuán lejos iría de verdad con un amor falsamente profesado?
El viaje que hacía, no era de aventura, no era de libertad. Por el contrario, cruzaba el océano camino hacia su propio encierro, aceptado y eterno. Un matrimonio que lo atormentará por el resto de sus días, siendo cultivado en las incertidumbres de la avaricia, en el desconocimiento y la desconfianza, en una clase de afecto que no sobreviviría a ningún ataque, ya que no era auténtico, ni fuerte de esencia.
La mujer con la que se casaría, resultaba ser una completa extraña, así como él sería un completo extraño para ella. Y no parecía justo en lo más mínimo. Ambos tan jóvenes, tan perfectos para la libertad y sin embargo entregados en contra de su voluntad a un destino eterno que no podían reparar.
La idea de los hechos le revolvió el estómago, y estaba seguro de que era el pesar en su pecho y no el ondulamiento de la embarcación.
Estaba decidido incluso antes de que naciera. Sus padres eran los dueños de las decisiones tan importantes, que involucran el bienestar de toda la familia, su honor, su nombre y su poder. Así son las cosas para todos, no resultan ser los primeros ni mucho menos los últimos en casarse con desconocidos por el bien familiar, el del dinero, el de la palabra ante la nobleza.
Su joven prometida, oh, ella. Había escuchado por relatos de algunos guardias navegantes que era una belleza exótica. Perteneciente a un linaje real de gran relevancia, una dama digna y poderosa. Yoongi se sentía intimidado de solo imaginarla.
Sus ojos y su corazón estaban entregados al mundo, para poder conocerlo por completo y tomar un poco de cada lugar. Era alguien enamorado de pueblos y reinos que jamás conocería, y sin embargo ahí estaba, tragándose todos sus sueños e ilusiones por el bien de su familia y porque es lo que todos esperan de él.
Pero ahí estaba, preguntándose qué tan incómodo y agonizante sería fingir amar a una persona.
Alguna vez, mientras se cuestionaba por qué debía ser como todos esperaban: un caballero intelectual, y hábil negociador de aristocrática influencia, pensó en reclamarle a su padre. Lo hizo mientras aún era valiente, con el corazón en una mano y en la otra sus miedos encerrados.
Desafiar a un padre nunca es buena idea, negarte a un matrimonio con un dote inmenso de oro es aún más una locura, hablar de amor verdadero y cursilerías de poetas, le costó una serie de golpes que hasta el día de ahora le dolían, más que físicamente, en el alma.
Sus sentimientos fueron cruelmente pisoteados cuando le habló a su padre acerca de sus aspiraciones, acerca de que él aún no conocía a la mujer que lo hiciera querer ser una mejor persona, que aún no conocía a la mujer que le robara el aliento con una sola mirada, que aún no conocía a la mujer que lo hiciera feliz al sonreírle. Incluso, pero no se atrevió a mencionarlo, ni siquiera sabía si se trataba de una mujer.
No lo quería confesar, porque se ganaría instantáneamente el odio de muchos, pero alguna vez se había imaginado yaciendo con algún joven, y no estaba mal, no para él, todos parecían tenerle repulsión a la idea, y eso solo lo lastimaba. Tal vez nunca encontraría a esa persona.
Le recordó que no existía en su mundo, en el mundo del poder, algo tan burdo como el amor, como desear a una mujer más allá de lo que su dote y su banquero dictaban, aspirar tal riqueza como la felicidad si a cambio tenías grandes extensiones de tierra y castillos por el mundo.
Y fue desesperante. La tristeza y la agonía que invadió su pecho al imaginarse, rodeado de todo, de tantas riquezas, joyas, comodidades y sirvientes, pero al mismo tiempo solo y vacío, desprotegido.
Una lágrima rodó por su mejilla mientras el sol, ocultándose poco a poco, presenciaba su desdicha. Limpió su rostro, sintiéndose terriblemente humillado, porque siempre fue alguien muy sensible, siempre fue la clase de hombre que su padre repudia, un chico débil, que pensaba antes con el corazón que, con la cabeza fría, indeciso y con necesidad de guía. No era fuerte. No se consideraba suficiente.
Sabía que su padre hubiese preferido algo mejor, que fuese un hombre líder, valiente y que no dudara al momento de tomar a una mujer y desechar a otra. Siempre fue todo lo contrario a su padre, y lamentaba cada día de su vida la muerte repentina de su madre, quien lo comprendía y lo alentaba a no dejarse corromper.
Al no haber tenido más hermanos, su padre siempre sembró en él cada una de sus aspiraciones, y él, comprometido con su honor, trató siempre satisfacerlo, por el honor y todo lo que le debía. Pero era demasiado. Él no podía ser de esa forma, no podría jugar con las personas, ser cruel, actuar como todos ellos lo hacían sólo para mantener sumas de dinero, para mantener privilegios o riquezas, realmente era un fracaso, una clase de hombre carente en tal mundo, y no encontraba un lugar en el que encajara su forma de ser.
Él realmente deseaba sentirse protegido, libre y a salvo de ser quien es.
. . .
Cuando la noche cayó, lo hizo también toda la mala suerte que en el mar te puedes encontrar.
La ruta era larga y pesada, además de que aún les esperaba un largo recorrido por tierra al anclar. Pero, realmente no creyeron posible que serían víctimas de los que se proclamaban dueños de los océanos.
Yoongi no dormía, simplemente miraba hacia el techo de su camarote, intentando despejarse y dejar de lamentarse, pero no contó con los sonidos extraños que escuchó fuera. Se intrigó, aunque pensó que serían los miembros de la tripulación de su padre, de cualquier forma, era de madrugada y no entendía que debían estar haciendo.
Pensó en ir a revisar, y poniéndose de pie tomó su bata de noche para arroparse. Justo cuando estaba dispuesto a abrir la puerta de madera del camarote un estruendoso movimiento lo hizo presa de la impresión al ser abierta la puerta antes que él, y una mano fuerte empujándolo hasta hacerlo retroceder asustado. A punto de gritar, la punta de una enorme y filosa espada lo hizo tragarse el aliento, mientras la amenaza lo arrinconaba y lo dejaba entre la espada y la pared, su cuerpo tembló de miedo al mirar al sujeto que empuñaba en su contra. Jamás en su vida creyó ver tal cosa.
Un hombre mucho más alto que él, de complexión firme y sutilmente corpulenta, vestido con ropas pesadas y oscuras, un pañuelo de tela sobre la frente y además un sombrero. Sus botas brillantes y un cinturón de cuero que guardaba armas blancas por todas partes, seguramente para ataques relámpago, y para rematar, un par de ojos marrones que lo filtraron por completo, robándole cada pizca de conciencia por el miedo de su intensidad. Era un pirata, y jamás pensó ver a uno frente a frente.
El hombre levantó una de sus manos e hizo una seña con sus dedos en su dirección, indicando que guardara silencio. Yoongi temblaba de miedo, con la punta de la espada rozándole el cuello, pensó que, si se atrevía siquiera a respirar, su corta vida se terminaría.
Escuchó más ruidos fuera del camarote, hombres saqueaban, pronto los descubrirían y entonces su vida y la de todos correrían peligro. Su padre se daría cuenta, los guardias y la tripulación, a pesar de que no tenían previsto un asalto de piratas.
El hombre emanaba una presencia que lo alarmó. Era un pirata, claro. Los hombres más libres del mundo. La forma en la que lo miraba, como si tuviera el derecho de tomarse cualquier libertad respecto de su persona, como si estuviesen encontrándose en cualquier lugar y no significara la gran cosa la situación, teniendo todo bajo control. Su aspecto, él era asiático, claro que lo era. Se preguntó qué tan relevante resultaría para el emperador el asalto de una de una tripulación bajo su guardia, de piratas pertenecientes a las colonias. Era una osadía, y no podía creer que su vida fuese el ejemplo.
La espada en su cuello bajo, y en su lugar de repente tuvo el cuerpo del hombre a escasos centímetros de sí. Pensó que sus pulmones soltarían el grito que había guardado, y que sus piernas fallarían y lo harían caer del miedo, pero entonces fue retenido, las manos grandes del pirata sujetando fuertemente de su barbilla, levantándole el rostro hasta encontrarse con el suyo.
Los ojos de Yoongi se llenaron de lágrimas, el toque rasposo, la firmeza dolorosa, incluso la agresividad en la mirada del hombre, todo parecía un sueño, uno del que quería despertar.
—Encontrad mi tesoro... — la voz baja y seria del hombre fue casi imperceptible, de no ser porque pudo leer sus labios. Yoongi, confundido y temeroso, creyó que podían ser sus últimos minutos, de pie ahí mismo, siendo petrificado por la mirada de un hombre impredecible y peligroso, que lucía perdida, pero al mismo tiempo concentrada en lo que bien sólo él sabía.
—Le ruego por mi vida... — habló Yoongi, sus labios temblorosos y los ojos brillosos sin poder despegarse del hombre que lo sometía. Si moría ahí, a manos de un pirata, ¿no era mejor que el destino que le esperaba? Rogaba por una vida que no quería, o mejor era que estaba rogándole por la búsqueda de una nueva, una en la que aún podía tomar sus decisiones y encontrar la felicidad, si se le permitía vivir.
—Seguro que lo harás. — le contestó el hombre, de mechones tan oscuros como la profundidad de su mirada salvaje.
Un fuerte zarandeo lo hizo darse la vuelta y quedar con el rostro contra la pared. Su cuerpo aprisionado contra un pecho firme, amplio a comparación de su cuerpo, y cálido, ardiendo. Temió por las repentinas acciones y la incertidumbre, pero pronto sintió sus muñecas ser dirigidas tras su espalda, y ser atadas por una cuerda gruesa, que raspó su piel ante la presión del amarre. Sentía la respiración del hombre en su nuca, y nada jamás le había hecho sentir tal estremecimiento.
El hombre se apartó una vez que lo inmovilizó con el amarre, lo dirigió hacia la puerta fuera del camarote, y pronto Yoongi estuvo en el suelo amordazado, a lado de otros oficiales de la tripulación, el capitán, incluso su padre. El escándalo de los invasores, el equipaje saqueado y un enorme barco enemigo siendo cargado con las provisiones y todos los objetos robados. Su mente procesaba todo, intentando encontrar en las miradas conocidas, alguna esperanza de que saldrían vivos de eso.
— ¡Esta noche, llevo en mi posesión sólo un poco de todo lo que ustedes le han arrebatado a los que no pueden defenderse! — exclamó, el hombre que Yoongi reconoció, como el que lo había capturado en su camarote. Los demás piratas gritaron alegres y vociferando con ánimo a quien respondían como capitán. Yoongi observó horrorizado todo, a lo lejos en la cubierta, podía ver algunos cuerpos de los que reconoció como la tripulación de su padre. —No pretendo devolverlo, no pretendo arrepentirme. Tal cual la misma moneda... — el hombre viajó la mirada por el barco, sonriéndole a sus hombres y mirando como seguían su orden de cargar todo a su navío.
Su mirada se detuvo en Yoongi, prisionero junto a los demás nobles y tripulación. Yoongi se encontró con su mirada firme, y de nuevo tuvo la sensación de temblor en su cuerpo, aún cuando ya estaba tumbado en el suelo. Observó al capitán de los piratas dirigirle una señal a otro hombre, en su dirección. Se alarmó.
—Y esto sólo será una pequeña parte de lo que le deben a los pueblos que rigen y odian, a quienes fingen proteger. Ustedes, robando tierras, proclamando imperios, destruyendo personas y arruinando vidas... ¡Pagado su peso en oro, nos falta mucho por cobrar!
El hombre al que antes se había dirigido el capitán, tomó a Yoongi, levantándole del suelo, y apartándolo del resto de los rehenes. Yoongi se negó, forcejeando por evitar irse, miró que se dirigían al barco enemigo y dio una mirada suplicante a su padre, asustado.
El hombre gritó en defensa de su hijo. Yoongi sabía que tenían muchas diferencias, que no habían sido como esperaban ser el uno con el otro, pero aun así lo amaba por ser su padre, y no quería terminar de esa manera, siendo secuestrado por unos piratas.
Uno de los tripulantes golpeó a su padre, haciéndolo callar, y esta vez fue Yoongi quien luchó por liberarse, pero fue inútil, de repente era guiado bruscamente por el hombre desconocido hacia el navío pirata.
Yoongi se preguntó qué sería de su destino ahora. Mientras era encerrado en un camarote de la desconocida embarcación, pensó que jamás volvería a ver a su padre, y que jamás regresaría a casa, no visitaría todos los lugares que deseaba, y por supuesto, no podría tener jamás la posibilidad de ser feliz, de demostrarle a su padre que encontraría a alguien que lo amara sinceramente. No tendría la oportunidad de nada ahora, estaba condenado, y todo había pasado tan rápido.
Una noche lloraba porque creía que su destino era cruel al comprometerse con una mujer que no ama, y al siguiente instante era secuestrado por una tripulación pirata. Ya no sabía exactamente cuál era peor.
Sintió cada segundo pasar ser eterno, escuchaba las risas y los gritos de los hombres a lo lejos, el amarre en sus manos ardía y sentado ahí, en una cama que no sabía a quién pertenecía, pensó que sería lo último que viviría.
¿Por qué razón había sido llevado con ellos? Era claro que fue un asalto, buscaban las joyas y oro, ¿pero por qué a él?
Mientras se lamentaba de lo que la vida le daba, no se percató de unos pasos resonando cada vez más cerca. ¿Cuánto tiempo habría pasado? Horas tal vez, estaba seguro de que aún faltaba mucho para el amanecer, lo sabía porque el frío se colaba en medio del océano y lo hacía tiritar.
Pronto escuchó el sonido de la puerta, e instintivamente se refugió a sí mismo, recorriéndose lo más posible sobre la cama, lejos del hombre que entraba. Del capitán, el hombre que lo había encontrado.
Ambos se mantuvieron sin decir ninguna palabra. Yoongi observando cada acción, sus largas pestañas no cedían ante el escozor de sus almendrados ojos, no podía perderlo de vista, creía que era por el miedo, pero había algo más, estaba intrigado, y nunca fue bueno teniendo dudas.
El capitán levantó la mirada y también lo detalló, su expresión era negligente, como si Yoongi no fuese una víctima. Antes de siquiera intentar hacerle daño o empuñarlo de nuevo con una espada, el hombre se despojó de su gran saco de piel negro, y el cinturón de armas que lo cubrían, quedando en una camisa de tela blanca, que se deslizaba suavemente por las formas de su torso, cubriendo unos hombros amplios y una cadera delgada pero constituida. Yoongi intentó no quedarse sin aliento. Porque, vaya, era un hombre. Un hombre que parecía anormalmente apuesto.
Y quiso golpearse por ello, por pensar eso.
Antes, en casa, se había encontrado a sí mismo mirando detalladamente las formas en los brazos fuertes y trabajados de los guardias imperiales durante sus entrenamientos, se había percatado de que los rostros de los varones tenían también una belleza digna de admirar si se les miraba del ángulo correcto, se dio cuenta de los ojos de un hombre podían ser igual de cautivadores que los de una dama.
Y eso, al principio lo alarmó, tal vez por la absurda idea de ser acribillado si de alguna manera su padre se enteraba. Por eso mantuvo silencio, mantuvo un perfil bajo, mientras se permitía la libertad de admirar mujeres y hombres por igual, porque de cualquier forma en su destino no estaba ningún hombre que lo sedujera, ¿cierto?
O eso pensó. Por un momento.
De ninguna manera, un pirata, un delincuente, su propio secuestrador no podía estar siendo merecedor de su admiración. Incluso cuando su amplia espalda se miraba increíblemente firme debajo de esa tela suave que le daba rienda suelta a su imaginación, pensando en la manera en la que esos músculos se contrairían si intentara levantar una pila de troncos, o el cómo sus piernas se flexionarían para subir a un caballo, imagino sus grandes manos mientras...
— ¿Sabes por qué te tomé como rehén? — la voz del pirata resonó en el estrecho camarote, y Yoongi salió de sus divagaciones para mirar a los ojos al hombre, que se había dado vuelta a su encuentro. Temió por la respuesta, temió que su voz saliera temblorosa.
— ¿Vas a matarme?... — inquirió el pelinegro, en un murmuro inseguro. Si era así, entonces se trataba de una clase de venganza. A juzgar por las palabras del hombre antes de que lo llevaran prisionero, se trataba de un asalto bien intencionado, sabían quiénes eran y hacía donde iba. Debía serlo, una emboscada no sólo de mercenarios, sino que de parte de los movimientos radicales contra la nobleza.
—En mi sano juicio considero que me eres más valioso vivo... - Le contestó, caminando lentamente por la habitación hasta quedar a los pies de la cama, frente a Yoongi. —Nunca he tenido un juicio muy sano.
Yoongi se estremeció, no sabía qué clase de amenaza era aquella. Pero estaba seguro, el hombre tenía algo planeado, y no sabía en cuántas maneras eso lo involucra afectado.
— ¿Pedirás una recompensa por mi cabeza? Es así como lo hacen, ¿no? Siempre van contra nobles acaudalados, elegiste a mi padre porque soy...
—Su único heredero y sucesor, Min Yoongi, así es. — completó el pirata, cruzando los brazos frente a él, ciñendo su pecho y sus marcadas clavículas. La fina línea que delineaba su mandíbula se endureció ante la mirada intimidada de Yoongi al escuchar su nombre salir de su boca, con su voz fuerte y calmada. —Un señor noble del imperio, terrateniente por derecho de sucesión hereditaria con la familia imperial, no tan cercana para considerarse parte de los reales mandos, pero lo suficiente como para manejar a su antojo a cuanto campesino se les atraviese... — prosiguió, dejando a Yoongi sin nada que decir. —Así es como lo hacen, ¿no? Siempre van contra los más vulnerables, porque saben que no tienen poder ni facultad para defenderse.
Yoongi negó, un poco más asustado esta vez. Ese pirata sabía quién era y de dónde venía, ¿por qué no sabía entonces la situación verdadera? el porqué de su matrimonio repentino, por qué estaban dejando sus tierras.
—No, no es así... Estábamos de camino a recibir una dote, mi padre no podría darte demasiado, pertenecemos a la familia imperial solo por líneas alejadas, pero somos comerciantes, nosotros. Mi padre... Ya no tenemos mucho... — explicó Yoongi, evitando tartamudear. Y era cierto. La situación económica que pasaba su familia tambaleaba por los grandes costos monetarios de la guerra, un matrimonio lo estabilizaría por lo menos hasta las enmiendas reales.
—Lo tienen todo, y no lo saben. — contribuyó el pirata. El capitán se acercó peligrosamente a Yoongi sobre la cama, este se tensó. Tomó a Yoongi de los hombros y lo hizo ponerse de pie, dándole media vuelta, de nuevo sin poder mirarse. Tomó la soga que sujetaba sus manos, y de nuevo habló lentamente sobre su oído. —Dices que no cubren el precio a pagar por ti, ¿de qué manera podría yo sacar provecho de ti entonces?
Yoongi jadeó adolorido cuando las cuerdas en sus manos se aflojaron, su piel ardía y le era difícil mover las muñecas, la fuerza del hombre era impresionante.
—Y-yo... N-no lo sé... — Murmuró, incapaz de saber el siguiente movimiento del desconocido. El hombre castaño pasó uno de sus fuertes brazos por la cadera del más bajo, rodeando su cuerpo y atrayéndolo hacia su torso, logrando que sintiera contra su delgada figura el calor que emanaba, y la firmeza de su pecho, su palpitar recargándose contra él, escuchaba su respiración en su nuca tan cerca, lo sentía. Dio un respingo y un jadeo cuando el hombre se atrevió a frotar descaradamente su pelvis contra el trasero del joven, aferrando instintivamente sus manos temblorosas al brazo que lo sostenía, preparado para intentar huir en cualquier momento. Sin embargo, aquel ultrajador no parecía tener la intención de dejarse el camino fácil. —N-no me toques... — logró reclamar.
—No hay oro, no hay joyas, no hay nada que puedan darme a cambio de tu vida... — habló el pirata sobre su oído, dejando que el calor de su aliento acariciara el lóbulo del pelinegro. Yoongi cerró sus ojos, su cuerpo respondiendo increíblemente traicionero a los sensuales toques. No debía, no debía estar sintiéndose excitado por un pirata, un ladrón que ahora intentaba violarlo, y sin embargo ahí estaba, con el cuerpo estremeciéndose ante el aliento del hombre en su cuello, temblando ante la prohibida sensación de una polla restregándose en su culo sin miramientos, sin tomar en cuenta que eran dos hombres, y que algo tan malo no podía sentirse tan bien. — ¿Hay algún tesoro que pueda tomar de ti?
—N-no... — las manos del pirata se movieron, lo sujetaron con fuerza de la cadera y lo hicieron dar la vuelta para quedar frente a frente. Se miraron, Yoongi sintió su corazón palpitar con fiereza, la mirada del hombre brillaba, lujuria, venganza ¿cuál era la diferencia si todo recae en Yoongi? —Deja de tocarme de esta forma, tú... Somos hombres. — habló con voz temblorosa, dejando su mirada fuera de la del hombre. No podía mirarlo, su rostro rojo y sus manos temblando, la presencia del hombre tan abrumadora frente a él.
El hombre hizo caer a Yoongi sobre la cama de un ágil movimiento, sus manos fueron directo a desabrochar la bata que lo cubría, descubriéndolo en solo un camisón delgado de pijama. Yoongi quiso cubrirse de nuevo, pero las manos del pirata rápidamente fueron a tomar las suyas, y a presionarlas contra la cama. Jadeó ante la sensación de inmovilidad, y el cuerpo del pirata descendiendo hasta el suyo, apenas rozando. Se preguntó qué tan mal esto sería para su estabilidad mental. Estaba asustado, claro, pero no aterrorizado del todo. El hecho de que antes había tenido fantasías con hombres ayudaba un poco, un pirata lo estaba controlando y su cuerpo no parecía ajeno a ello. Ahora bien, era una venganza, tal vez moriría después de ser solamente utilizado, se desharían de su cuerpo en medio del océano y nadie jamás sabría sobre él. Sería su fin.
—Suplicas que no te toque y aún así estás tan mojado por ello... — las manos grandes del castaño fueron hacia las rodillas temblorosas de Yoongi, abriéndole las piernas a su antojo y viendo como la tela sobre su pelvis se alzaba en una erección húmeda que no podía controlar. Se avergonzó, su rostro pronto se coloreó e instintivamente intentó volver a juntar sus piernas, no estaba seguro de que sentir, la forma peligrosa en la que la mirada del hombre lo recorría era increíble, nadie jamás lo había mirado así, encendiendo llamas con la pupila almendrada, como si fuese el centro de todos sus deseos. Lo hacía sentir indefenso, pero al mismo tiempo elevaba en su vientre una agradable sensación de placer, de querer aspirar más de su toque y más de su aroma. Lo quería, incluso cuando no debía.
Ahí en medio del océano y de un mundo que no le otorgaba la felicidad que tanto buscaba, ¿quién se enteraría de que deseaba a un hombre pirata?
Incluso si sus sospechas eran ciertas, incluso si al terminar de profanarlo lo asesinaba y se deshacía de él, estaba bien. Moriría en vida en manos de un amor vago, moriría también ahora en manos de un pirata que al menos sabía cómo deshacerle; deshacerlo de placer.
Una de las manos del pirata dejó de sujetarle las rodillas cuando se aseguró, poniéndose entre ellas, de que no las cerraría, y bajo hasta tomarlo de la mandíbula, justo como cuando se conocieron antes de secuestrarlo. Sus miradas cruzadas. El hombre tomó aire.
Era hermoso. Ese jodido noble poseía una belleza que nunca en ninguna tierra había encontrado. Se preguntó qué tan buen bastardo había sido para merecer encontrarlo. Normalmente no tomaba rehenes, no tomaba hombres o mujeres en contra de su voluntad, o si lo estaban, en cuestión de tiempo se volvían a su favor. Pero no pudo evitarlo, Jungkook siempre fue aficionado de las cosas bellas, de las joyas finas y las telas elegantes, incluso siendo un mercenario sabía apreciar las gratitudes de la vida, y no pudo resistirse ante la que se le presentó. Su pulso iba veloz, no podía esperar a probarlo, a saborear cada parte que le fuese entregada, lo iba a escuchar gemir y lo aprendería de memoria, lo ansiaba.
La mano que sostenía su rostro bajo por su cuello, dejando caricias suaves en la piel, tanto que no parecían capaz de venir de sus manos. Lucía frágil, y su piel era tan blanca como las nubes. Lo quería marcar. Deseaba que la pureza de su piel se manchara por completo de el y que nadie en la vida fuese capaz de borrar su marca. Podría hacerlo, lo llenaría de sí para que no lo olvidara nunca, para que cada día recordara la manera en la que un pirata lo secuestró y lo hizo suyo en contra de todas las voluntades de un imperio. Eso sonaba como una buena venganza ¿cierto? La estaba disfrutando más de lo que debería. Realmente mucho más.
Continuó su trayecto. Su mano se aventuró a ir más allá, tocó su clavícula derecha, sintió su pecho agitado y rozó con la yema de sus dedos uno de los pezones de Yoongi por sobre la tela de seda. El menor se arqueó bajo un suspiro, le sensación le envió una corriente eléctrica por todo el cuerpo, que terminó en su polla, crispando de placer. Jungkook sonrió, complacido de sus movimientos erráticos, de cómo poco a poco las dulces caderas de Yoongi empezaban a removerse incómodas sobre la cama, buscando que tan siquiera la tela que lo cubría le otorgara el toque que tanto necesitaba entre sus suaves piernas. Él se lo daría, por supuesto.
Levantó por fin la bata que cubría el cuerpo de Yoongi. Se relamió los labios ante la vista, y su mirada depredadora lo devoró sin convicción. Le gustó con lo que se encontró, un torso tenue, poco trabajado y fino que lucía sumamente suave, una cintura delgada, una maldita cintura que lo haría lucir mejor en un vestido que en una armadura. Sus muslos intactos, ideales para sus manos acaloradas, lo aclamaban; finalmente una polla brillante, alzada con orgullo y mojada contra su vientre, la punta rosada y el camino hacia abajo largo y sensible.
"¿Me escuchaste? Soy la jodida escoria más odiada y, aun así, ¡he encontrado mi tesoro!"
—Mírate... ¿siquiera eres real? - Jungkook suspiró de satisfacción cuando sus manos emprendedoras se ajustaron correctamente en la cadera del más bajo, delineando su figura con la punta de sus pulgares, descubriendo la sedosa sensación de su piel cincelada. Cuando el cuerpo de Yoongi se removió incómodo en la cama, pudo levantar la vista de nuevo a su rostro. Finalmente se inclinó, no sin antes deshacerse del amarre de sus propios pantalones, bajándolos hasta la mitad de sus muslos, para después acoplarse sobre el cuerpo desnudo del joven. —Dulce y dócil. ¿Sigues pensando que no lo deseas, príncipe?
Yoongi se encontró increíblemente receptivo ante el peso caliente del hombre sobre su cuerpo, sus caderas se tambalearon al sentir la presión de las del pirata. "Está pasando, está pasando de verdad". Su mente envuelta en la nube de lujuria que recorría sus venas, el calor, el aliento, la sensación de un cuerpo grande sometiéndolo sobre la cama, el hecho le resultaba cautivante.
—Ah... — tiró su cabeza hacia atrás contra la cama, su cuerpo arqueándose sin control alguno, restregándose contra el cuerpo sobre él, necesitaba hacerlo, quería liberarse, obtener más de eso que no entendía, pero anhelaba. Recibió una buena respuesta, pronto las caderas del pirata encontrándose con las suyas al mismo ritmo, ambos buscando el placer en el cuerpo ajeno; su vientre cosquilleando con miles de sensaciones, sus manos se hallaron sin destino, pero por instinto tomaron rumbo hasta los hombros de Jungkook, apretó. Ante aquel toque, el pirata levantó el rostro, que había estado oculto en el cuello del noble, y lo miró fijamente. Sus respiraciones se mezclaron, los ojos brillantes de Yoongi hablándole más que sus labios.
— ¿Lo quieres? — el pirata pidió consentimiento.
—Tanto...
Los labios de Jungkook pudieron otorgar una orgullosa y arrogante sonrisa, pero mejor se ocuparon pronto de tomar posesión de la de Yoongi, haciéndose paso entre sus labios con su demandante lengua, no sólo era peligrosa cuando hablaba. Las manos de Yoongi subieron de los hombros, hasta la nuca del castaño, atrayéndolo a su cuerpo lo más que pudiera, sintiéndolo tan alejado aun cuando sentía su lengua tan profundo. Su corazón agitado, sus jadeos, el gusto del hombre que le supo a más gloria que terror, y la forma en la que sus piernas aferraban al pirata entre ellas... Lo quería. Siempre lo había hecho, y ahora se daba cuenta realmente.
—Jungkook... — la voz grave del pirata se escuchó en su oído, después de haber dejado sus labios y pasado a su cuello. Yoongi, confundido, solamente pudo buscar nuevamente el rostro del hombre frente al suyo. Era su nombre, estaba diciéndole su nombre porque necesitaría algo que gritar y a lo que aferrarse. Asintió tras su pesada mirada, pasando sus delgadas manos por las mejillas del hombre, sosteniéndole el rostro y mirándolo hasta aprendérselo de memoria. Seguramente jamás olvidaría el nombre y rostro de quien estaba matándolo.
Jungkook se alzó del cuerpo del menor, lo quería rápido. Lo necesitaba ya. Su boca trazó un camino de besos por el cuello y torso de Yoongi, este retorciéndose ante la sensación de ser cubierto de caricias. Finalmente, encontró su camino hasta la pelvis del pelinegro, su boca deshaciéndose de ganas, oh, él era su clase de chico.
—Jungkook... — los jadeos del menor abriéndose paso cada vez más, conforme el aliento del pirata creaba estragos en cada lugar prohibido de su cuerpo en el que depositaba besos húmedos. Y entonces, la lengua de Jungkook recorriendo su longitud de abajo hacia arriba lentamente, llegando delicadamente hasta su punta, que se permitió degustar con paciencia y dedicación, recorriendo la hendidura y recibiendo su sabor. Su garganta no retuvo los fuertes gemidos, sus piernas abriéndose más y sus caderas inquietas por el nuevo placer, podría llorar por él, podría rogar también. Hicieron falta pocas atenciones más, la boca de Jungkook cubriéndolo por completo y acogiéndolo con ímpetu, bebiendo de él como si hubiese nacido para ello, el cuerpo de Yoongi cediendo ante cada vibración, liberándose sin resistencia ante Jungkook. Ido en el placer, pudo sentirse asustado cuando en medio de su burbuja de placer, observó el cuerpo trabajado del contrario ponerse de pie, pensando que se iría.
—Tranquilo. — el pirata sonrió suavemente, sus labios brillantes y rojizos, al ver como Yoongi se recargo sobre sus codos para levantarse y alcanzarlo. —No me iré a ningún lado, lo juro... — Yoongi confió, su cuerpo lo hizo cuando las manos gentiles del pirata lo hicieron recostarse de nuevo en la cama, esta vez boca abajo. —Voy a prepararte. Seré bueno y te cuidaré, solo sigue gimiendo tan dulce para mí.
El cuerpo de Yoongi se estremeció, no solo por las palabras dichas en su nuca, sino por las nuevas sensaciones, su espalda siendo atentada por los labios de Jungkook, y además una mano firme perdiéndose entre sus piernas. Su toque era rudo, justo como el de un hombre de su calaña debiera dar, pero, aun así, su piel se estremecía al sentirse acariciada con una delicadeza de quien estuviese protegiéndolo como algo capaz de romperse en cualquier instante. Después su cuerpo se contrajo, una sensación nueva y extraña instalándose en sus entrañas, uno de los dígitos del pirata abriéndose paso entre sus paredes internas, haciéndolo hundir el rostro entre las sábanas para afrontar la inesperada e incómoda sensación. Extraño. Pero podía soportarlo.
Jungkook noto en estremecimiento de incomodidad del pelinegro, observó cómo sus labios temblorosos se fruncieron, y sus manos se sujetaron de la cama. Entendía que era algo extraño y doloroso para un virgen, pero no tenía nada más planeado que hacerlo disfrutar. Para empezar, continuó con su tallado de besos en la blanquecina piel de la espalda de Yoongi, hinco los dientes y dejó algunas marcas en donde se le antojo, hasta por fin llegar a la oreja del más bajo, y suspirar ahí mismo. Le dio un beso en la mejilla, mientras que su mano continuaba con su trabajo, utilizando pues, sus atenciones para amortiguar el momento.
—Lo estás haciendo bien, príncipe. Estas apretándome fuerte... ¿Quieres que entre más? — las palabras sucias y graves hicieron eco en la mente nublada de Yoongi, no podía resistirse, la sensación de su voz hablándole tan dulce y atendiéndolo con tanto esmero, le enviaba corrientes eléctricas a todo su cuerpo, sintiendo su miembro ansioso y su interior llenarse de nuevas sensaciones.
— ¡Más!... — su afirmativa respuesta debió parecer más entusiasmada de lo debido, y eso lo hubiera hecho sentir sumamente avergonzado de no ser porque en ese momento, ya nada importaba tanto. No le importaba si debía suplicar por ello, pero con cada segundo más de esas caricias lo único que quería era que no se terminara nunca.
Jungkook profundizó sus movimientos, sus muñecas trabajaron a un ritmo bueno, ejerciendo la fuerza necesaria sin llegar a lastimarlo o forzarlo demás. Fue gentil, en la medida que los jadeos de Yoongi se lo permitieron. Pronto agregó un nuevo dígito, y el trabajo fue siendo menos dificultoso conforme las caderas de Yoongi comenzaron a levantarse para encontrarse con él en el vaivén. Pronto no fue necesario que él hiciera todo el trabajo, una de las manos de Yoongi viajó para tomar su muñeca, en un arrebato de placer, cuando un gemido alto le quitó el aliento y algo nuevo se desataba en él.
—Te gusta aquí, ¿cierto?... — Jungkook dio fuerte contra el agarre de Yoongi en su mano, metiendo sus largos dedos con precisión, para rozar lo más que pudiera el punto dulce de este. Lo supo al verlo, como su cuerpo desinhibido busco el suyo con un nuevo atrevimiento, impulsado por el placer de su próstata siendo estimulada. —Joder, ¿realmente deseabas una esposa? Naciste para recibirme.
Yoongi se sentía un desastre, uno hecho de marcas, besos y gemidos. Hubiese replicado algo al sentir la mano de Jungkook apartarse de él, de no ser por el rápido movimiento del hombre, dándole la vuelta y dejándolo de nuevo frente a frente, esta vez, poniéndose Jungkook correctamente entre sus piernas, recorriéndole con la mirada.
—N-no... — su voz fue débil, lo fue tanto como su cuerpo a manos de un pirata. Mirarlo ahí, tan poderoso sobre él, le hizo sentir una presión en el pecho que afloro increíbles sensaciones, que le hizo sentir que todo lo que había vivido hasta ahora había sido una mentira. —No quiero casarme, n-no quiero hacerlo... — los ojos llorosos de Yoongi recorrieron el cuerpo de Jungkook para terminar en su mirada, sus piernas por instinto se encargaron de rodearlo para que pudiesen estar más cerca si era posible. Sus rostros se acercaron, Jungkook quería verlo de más cerca, quería grabarse en la memoria el ritmo de su respiración mientras estaba haciéndolo suyo. —No es lo que me hará feliz, no es lo que quiero... — continuó hablando, sus manos subiendo hasta atreverse a tomar el rostro del pirata entre ellas, solo porque así podía contemplar de lo que hablaba. —Pero es mi destino, y debo aceptarlo...
Porque todos esperan que lo haga. Si está enamorado, si no lo está ¿qué importa? Le dará a su familia lo que quiere, a su gente, su futuro. Este es el amor artificial de la época, y nadie jamás dijo que tenía que dar felicidad. Si quería confesarle a alguien cómo se sentía alguna vez, debía ser en ese momento.
Jungkook besó las mejillas de Yoongi, húmedas por las lágrimas que había derramado mientras confesaba su desdicha. Él entendía. Más que los matrimonios arreglados, el no poder tener lo que realmente te hace feliz, el no poder elegir a quien amar, ser alguien porque alguien más ya lo fue; esas habían sido las razones por las que se había convertido en un pirata. La libertad para decidir en qué consiste su felicidad.
Oh, ¿realmente sería capaz de tirarlo por la borda?
Finalmente, sus labios se encontraron, las penas de Yoongi se perdieron entre la lucha de sus lenguas, entre los roces indiscretos, y entre la sensación, de ser profanado por primera vez por un hombre. Su interior lo recibió ardiente, asfixiante. Sus caderas se movieron con cuidado mientras buscaba hacerse espacio en sus entrañas, casi pudo haber cedido ante el placer y tomarlo rápido y duro, pero la imagen del rostro de Yoongi impregnado poco a poco de placer, valía más que cualquier riesgo.
— ¡Oh Jungkook!... — Yoongi gimió fuerte, sus manos aferradas al cuello del pirata, la sensación de tenerlo dentro le pudo haber arrancado el alma; era increíble. Lejos de ser lo suficientemente doloroso, lo quería más, sabía que si se lo proponían podía llegar más profundo y romperlo de placer, con cada estocada que lo descompusiera, y el gustoso simplemente abriría más sus piernas. Una de sus manos descendió entre sus cuerpos, por su torso, hasta llegar a su miembro que descansaba en su vientre. El solo roce lo hizo retorcerse de placer, lo sentía dentro de él, un miembro grande desgarrando su cuerpo intacto, caliente y palpitante, tan húmedo, moría por él.
— ¿Crees que te dejaré ir a casarte? ¿Realmente crees que podrás sentirte tan lleno como conmigo? — La voz demandante lo hizo chillar de placer, el comienzo de precisas estocadas rematando contra su cuerpo sensible, el sonido vulgar de sus cuerpos encontrándose no lo hizo arrepentirse ni sentirse un pecador, lo hizo suplicar, lo hizo sentirse como lo más preciado.
Lo que decía sonaba bien. Quería creer que así sería, que Jungkook no lo dejaría ir a casarse y cumplir un destino que no quería llevar a cabo, no quería una mujer, no quería hijos, no quería fortunas ni ciervos; realmente lo único que su alma deseaba era tener la libertad de decidir sobre su siguiente paso, ser alguien diferente, ser él mismo.
—Jungkook... Mas, por favor... — su voz quebrada y débil apenas salía tras su agitada respiración, su cuerpo delgado buscando dar respuesta a la fiereza del contrario, pero lo tomaba fuerte, tan duro que podría jurar no querer cerrar las piernas nunca más solo si se trataba de él. La sensación era indescriptible, el jamás se consideró un fanático lujurioso, pero ahí lo decidido, con su piel ardiendo por la sensación de haber sido tomado por un hombre salvaje, realmente lo era.
Jungkook lo sujeto de la cadera, rodeo con sus manos fuertes su figura, brindando soporte para continuar con sus potentes embestidas. Estaba tan absorto, mirando como el dulce rostro de Yoongi se inmiscuía en muecas de placer, como su miembro se perdía en su pequeño cuerpo, lucía frágil, lucía provocador, lucía como alguien que jamás volvería a ser inocente y estaba orgulloso de ello. "Y es completamente mío".
Yoongi profirió palabras que ya no entendía bien, solo supo que logró tener el rostro de Jungkook tan cerca mientras seguía invadiéndolo sin contemplación. Solo pudo besarlo, tomarlo con una fuerza que no sabía que le quedaba y atraerlo lo más posible a su cuerpo. Sus labios se entendían bien, incluso cuando recién se conocían. Yoongi siempre fue muy íntimo, táctil, necesitaba de la cercanía para sentirse partícipe, y quería besar hasta el cansancio a Jungkook mientras lo tenía tan dentro al mismo tiempo.
Nuevamente su cuerpo desistió, y se encontró siendo un desastre en medio de sus cuerpos, su miembro dejándose ir gracias a un placer jamás experimentado. Ahogó sus jadeos entre los labios de Jungkook, y pronto una nueva sensación, húmedo, sus muslos pegajosos y su entrada tibia, pronto el cuerpo de Jungkook sintiéndose más relajado sobre él, cálido, abrasador.
El silencio se extendió, ambos respirando pausadamente, cada quien aclarando sus mentes tras el extenuante placer. Yoongi suspiro, de repente sintiendo su pecho oprimido, sobre todo cuando el cuerpo de Jungkook desapareció de sobre él y terminó recostado en el mismo lecho reducido. Hubiese podido seguir disfrutando de la relajación del momento, de su cuerpo siendo feliz y protegido en la seguridad de tener lo que deseaba, pero su mente no pudo.
Él se dio cuenta de que estaba recostado junto a un desconocido, que estaba en un barco, y que su vida estaba acabada. Eso pensamos cuando las cosas se salen de nuestras manos, cuando todo lo que planeamos se deshace, y descubrimos que realmente no tenemos nada.
—Y ahora, tu... ¿Vas a matarme y tirar mi cuerpo por la borda?
—No lo sé, ¿debo hacerlo realmente?
Yoongi se quedó callado. Él no sabía la respuesta de eso, pero esperaba obtenerla pronto. Se sintió extraño, toda la satisfacción que hace solo unos minutos había sentido, fue sustituida por una tristeza indescifrable. ¿Cómo se había sentido pertenecer tanto en los brazos de un hombre y luego darse cuenta de cuanto había fantaseado?
El crujir de la madera hizo eco en su mente, Jungkook moviéndose sobre la cama para prestar su total atención al rostro de Yoongi, recargo su cabeza en uno de sus brazos y plantó firmemente su mirada en el rostro serio del contrario. Tanto que Yoongi quiso correr y esconderse en un lugar fuera de sus ojos.
— ¿Qué me ves? — Yoongi miró fugazmente a los ojos de Jungkook, pero pronto desvió de nuevo, sintiendo su rostro rojo por la mirada fija. ¿Tenía algo en la cara? ¿Estaba intentando molestarlo antes de matarlo, o algo así? Oh, quería realmente esconderse. Jungkook era irremediablemente apuesto, y él solo podía sentirse avergonzado. —Puedes, solo... Deshacerte de mí ¿sabes? No me buscarán, mi padre, mi prometida... Ni siquiera tengo algo con que pagar mi vida, ahora que me usaste como, como... De cualquier forma, no quería casarme, pero, tu eres un pirata y...
Jungkook se apresuró a callar las palabras torpes de Yoongi, tomando sus labios en un beso que lo hizo ceder toda resistencia. Armonizaron correctamente, Jungkook tomándole del mentón y guiando sus labios ante el placer que sentían de estar unidos. Cuando se separaron, los ojos de Yoongi se aferraron esta vez a los de Jungkook, llorosos y anhelantes, si una vez más tenía que bajar la mirada a lo que más quería ver, se volvería loco.
—Eres irremediablemente sensible y no sé qué fue en la vida lo que te hizo ser así, pero solo quiero que me sostengas la mirada y te sientas protegido con ello.
Yoongi lo miró como si quisiera grabarse por siempre su mirada en la piel. Él también deseaba algo como eso, poder mirar a alguien de esa forma. Mirar a Jungkook, a la única persona que le había permitido ser como realmente quería ser, le hizo sentir que sus aspiraciones no estaban mal solo si los demás lo juzgaban, ¿Por qué el mundo tenía derecho para decidir sobre quien realmente deseaba ser? Jungkook aparecía como la única persona que le había brindado la libertad de decidir quién ser realmente.
—No quiero morir... — los ojos llorosos de Yoongi soltaron por fin sus finas gotas de cristal. —Lo único que siempre quise, fue que me dejaran ser quien soy, sin condenarme por ello. Nunca quise su dinero, sus títulos, un apellido al que apelar. Siento que estoy en el lugar equivocado y no hay salida de él, creo que ellos tienen tanta culpa como yo por ser lo que soy ahora, yo se los permití. Lo sigo haciendo, porque no sé qué hacer, y siempre he estado tan perdido...
Jungkook tomó el rostro de Yoongi entre sus manos y dejó que las lágrimas cayeran. No las limpió. Es correcto aceptar lo débil que en realidad somos. Y es valiente hacerlo frente a alguien más.
—Si lo deseas, podrás irte en el siguiente puerto, del siguiente pueblo, del siguiente destino y podrás decidir por fin en qué consiste tu felicidad. Sí lo deseas también, podrás regresar a mí y zarpar de nuevo hasta donde el mar decida llevarnos.
Yoongi pudo seguir sintiéndose abatido, lleno de miedos sobre el porvenir que le esperaba y sobre los sentimientos aflorando en su delicado corazón, pero Jungkook sonriendo lucía como una buena razón para no hacerlo más. Nunca más.
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