♡ ⁺ 18 › YOONKOOK
"lugares oscuros"
› thriller au)¿
› parte única, extenso +11k palabras
› esto lo quería subir en halloween pero pasaron cositas xd solo para comentar q este shot está inspirado en el rol de dos genios que hicieron una obra maestra con los pjs sebastian sallow y ominis gaunt de hogwarts legacy, así q sí, está ambientado en la época de 1890+ y me animaron a escribir algo del estilo denso/turbio, algo así jaja, aunque siento q no me salió taaan bien como a ellos obviaamente pero tuve muchas ganas de intentarlo; gracias por leer<3
› disclaimer: se hace una breve mención de violencia y asesinatos, nada explícito ni detallado pero si eres sensible al tema te recomiendo no leer.
•
Jeongguk fue desde el principio un ser rezagado. Pero si algo tiene de cierto aquel viejo refrán una vez dicho por un alma competitiva: "quien ríe al último ríe mejor", él obtendría la ventaja en algún inesperado punto de la situación.
A la madre institutriz de su formación escolar en el orfanato le gustaba más utilizar la frase: "los últimos serán los primeros". Claro que, Jeongguk la había atrapado diciéndoselo a cuanto niño pasara con mala calificación alguna prueba. Aún así, valoró inmensamente su significado.
Si bien al llegar al orfanato había sido difícil incorporarse, realmente agradeció el privilegio de tener un plato de comida cada mañana y una cama con mantas gruesas. Pese a la mala fama que estos lugares tenían por la zona, las personas que lo cuidaron en esa institución no fueron malas ni guardaban secretos oscuros, los demás niños no lo trataron mal precisamente, pero sí que fue difícil para él encontrar con quién encajar.
Sus únicos amigos de verdad habían sido Jimin y Yoongi. Los demás realmente se sentían ajenos a él, a pesar de que había pasado muchos años con algunos (otros habían sido adoptados). Tenía buenos recuerdos, pero sabía que cuando crecieran la mayoría de ellos se olvidarían los unos a los otros. Es una tendencia, no es agradable recordar que te criaste en un orfanato.
Jeongguk ahora miraba atrás y lo único oscuro que podía encontrar era el insensato afán de las religiosas por que un montón de niños con las emociones desorganizadas entendieran la palabra de un hombre que murió hacía dos mil años por sus pecados. Una tarea ardua, sin dudas, todos los años de formación no alcanzaban para que cada uno de ellos lo lograra.
Ahora pues, siendo un adulto, podía apreciar la moraleja de todas esas escrituras sagradas con una disponibilidad objetiva, pero había tenido suficiente de una crianza católica estricta y quiso iniciar su vida independiente con una simplicidad estoica.
Después de cumplir los dieciocho y salir del orfanato, las monjas del convento le desearon que siguiera por el buen camino y que Dios lo guiaría en sus futuros planes. Jeongguk había recibido un cálido y fraternal abrazo por parte de la institutriz que lo graduaba, y en medio de su felicidad y conmoción, no pudo evitar hacer aquella pregunta que tenía atascada en la garganta desde hacía tres años:
— ¿No han sabido nada de él? — La expresión de la mujer se desvaneció lentamente, al principio confundida, pero leyendo claramente en los ojos de Jeongguk a quién se refería.
Hablaba de aquel adolescente problemático que tantos daños había causado en el corto tiempo que fue acogido en la institución. Aquel que había sido un dolor de cabeza para todas las monjas y una pesadilla para todos aquellos que trataron de corregir su conducta. Por supuesto que hablaba de él. Después de tantos años, seguía hablando de él.
La mujer le había sonreído con melancolía y acariciado su mejilla. Le seguía pareciendo conmovedor que Jeongguk resguardara una amistad perdida durante tanto tiempo y que tuviera aún la fe intacta, por supuesto, no iba a ser ella quien desprestigiara tal habilidad de resiliencia.
Pero Jeongguk no recibió una respuesta. Nadie sabía nada de él. Por encima de la felicidad de estar graduándose de la escuela y salir a buscar el verdadero comienzo de su vida, descubrió que aún podía seguir sintiéndose triste por el recuerdo de Min Yoongi.
Sus primeros meses como adulto independiente fueron aterradores. Jeongguk se sentía perdido, en el sentido más extenso de la palabra. En realidad, nunca había sido bueno cuando estaba solo y a la deriva, lo admitía humildemente: prefería ser guiado. Es por eso que consideraba que la promesa de ser un "adulto independiente" estaba en un alto grado de sobrevaloración dentro de la sociedad, en especial para críos de dieciocho años recién cumplidos. Definitivamente, la mayoría de edad legal no te otorga ningún manual de como rayos actuar.
Las cosas habían marchado muchísimo más fáciles gracias a Park Jimin. Su dinámico y elocuente mejor amigo. Los dos habían decido instalarse juntos durante los primeros meses de arrendamiento, fue la mejor decisión económica para ambos, y la institución había aceptado el acuerdo para que ambos se ubicaran en un sitio compartido con el apoyo inicial que les era otorgado. Ya que no era mucho, ambos debían conseguir empleos antes de finalizar el primer mes para así poder costear el resto de los servicios, o en su defecto, encontrar otro sitio cada quien por su cuenta.
Jimin había sido su mejor amigo desde el primer día. A diferencia suya, él no era huérfano, o por lo menos, no cuando se conocieron. Su situación era diferente, pero no por ello menos difícil. Su padre había sido un comerciante bien aventurado, y aunque no rozaba por los límites de la riqueza, su cuenta en el banco resguardaba una cantidad decente para mantener a su esposa enferma y a su hijo pequeño.
Lamentablemente, el hombre había sufrido un accidente fatal y su madre enferma había tenido que internarse en un hospital de la localidad para llevar su tratamiento y cuidado intensivo. Él había terminado en el orfanato por petición de la mujer, que no podía hacerse cargo de él, pero seguía siendo apoyado económicamente gracias a su herencia.
Jeongguk sabía que cuando salieran de ahí, Jimin tomaría la responsabilidad de cuidar de su madre durante el tiempo que se le permitiera acompañarla, además, él seguiría estudiando y se convertiría en un profesionista. Esa era una de las razones por las que Jeongguk no quería ser una carga para Jimin, aunque éste había insistido tenazmente en que no tuviera esos pensamientos tan desagradables.
—Somos amigos y estaremos juntos incluso después de salir de aquí. — Le decía constantemente, cuando notaba el habitual aura de melancolía que Jeongguk solía engendrar por las noches, y que él trataba de remediar con palabras de aliento y promesas esperanzadoras.
— ¿Crees que Yoongi aún se acuerde de nosotros? — Jeongguk tenía aquella pregunta siempre rondando su cabeza, desde el día en el que el adolescente de quince años logró escabullirse por las instalaciones y escapar, en contra de todo registro.
—Por supuesto, cuando salgamos de aquí lo buscaremos y seremos de nuevo nosotros tres contra todos. — Jimin sonreía animado, contagiando un poco a Jeongguk en medio de sus preocupaciones aquellas noches.
Deseaba que fuera así.
Él por su lado, no sabía si podría costearse la universidad. Sonaba como un sueño lejano, si se le permitía ser sincero. Y Jimin lucía tan entusiasmado por ello. No era que él no tuviera alguna vocación, pero era realista también. No iba a convertirse en ningún parásito de su amigo ni hacerlo perder su tiempo cuando tenía cosas importantes por hacer. Su prioridad era encontrar un trabajo fijo, por lo menos algo que le diera estabilidad financiera durante los años venideros.
Es por eso que, había sido una gran alivio cuando fue contratado como ayudante para un conocido restaurantero de la localidad. Cuando recibió la aceptación para su primer empleo había sido como si se le regresara el alma al cuerpo, no tenía nada de experiencia en ser cocinero ni mucho menos, pero había convencido al hombre para que le diera algún puesto menor o cualquier cosa en la que pudiera ayudar, después de todo, en los restaurantes siempre hay trabajo por hacer.
Los meses pasaron más rápido de lo que imaginó. El trabajo era terriblemente agotador pero obtenía una reconfortante satisfacción al obtener su propio dinero. Por primera vez tenía algo completamente suyo en sus manos, por primera vez nadie le daba y él obtenía las cosas. Si bien al principio la noción parecía precariamente romantizada, no podía deshacerse del alivio que le generaba.
Jimin había empezado la escuela más pronto de lo esperado. La situación de su madre era estática, la mujer se había negado a una mudanza y por lo que a Jimin concernía, sabía que la mujer se estaba condenando a ella misma por haberse deshecho de su hijo durante casi toda su vida y ahora, en sus últimos suspiros, se sentía incapaz de perdonarse a sí misma.
Jeongguk había pensado que todo eso era horriblemente devastador, pero la mesura con la que Jimin se lo había narrado, lo hizo sentir mas aliviado. A decir verdad, ambos estaban acostumbrados a las cosas tristes, y la resignación era un sentimiento conocido, no atacaba su orgullo ni nublaba sus noches. El juicio propio de cada alma debía llevarse acabo, y ni siquiera un hijo podía salvar a su madre.
Con el paso del tiempo, Jeongguk se descubrió por primera vez sin tiempo para divagar en sus pensamientos; aún no sabía si eso era malo o bueno, pero estaba concentrado y absorbido por su vida laboral, por el cansancio de su cuerpo y la cotidianidad construida a lo largo del tiempo que iba transcurriendo.
El único momento que tenía para pensar un poco en el destino, era por las noches. Y a pesar de que era poco tiempo debido a que el sueño pronto le ganaba la carrera, no podía evitar traer el recuerdo de Yoongi cuando cerraba los ojos. Entonces, su pecho se llenaba de una muy familiar pero desagradable sensación: nostalgia. Extrañas aquello que en el pasado te hizo feliz, y para un niño huérfano, son pocas las cosas que se pueden convertir en añoranzas.
Algunas veces luchaba con un poco más de fuerza contra su sueño, y viajaba por sus memorias...
Aterrizaba de nuevo en el patio del internado, donde Yoongi solía escabullirse por las mañanas a la hora de la oración. Recordaba lo mucho que le disgustaba seguir los ritos y obedecer las órdenes, su ceño fruncido a pesar de sus infantiles expresiones, y la bravura de su voz para replicar cualquier mandato. Recordaba las risas de todos cuando contaba sus travesuras y lo bien que se miraba con el cabello desordenado aún cuando las monjas lo habían obligado a peinarse por la mañana.
Era un niño excéntrico, en un sentido especial. No precisamente llamativo, pero sí único. Magnético, fácil de orbitar a su alrededor. La rebeldía de su personalidad era refrescante y novedosa, como una brisa de rocío al rostro. Así es como todos podían verlo, o más bien, lo que él quería mostrarles. Puesto que, a pesar de su temprana edad, ya conocía cómo esconder sus otras caras al mundo.
Traía a su mente aquel momento en el que se conocieron, o más bien, en el que se volvieron cercanos. Si bien Yoongi era mayor que él por uno o dos años, nunca fue del tipo abusador. Podía ser una pesadilla para los adultos, pero él nunca trató mal a nadie que no pudiera defenderse frente a él.
Es por eso que, fue fácil para Jeongguk colarse entre los pasillos y buscarlo en los baños del tercer piso, en el último cubículo, el más grande y oscuro, al que todos le tenían miedo porque Yoongi se había encargado de contar historias de fantasmas que aparecían ahí por las noches. Sabía que ese era, por decirlo de alguna forma, su escondite infalible. Los niños no querían averiguar si las historias eran ciertas.
—Eres valiente, ¿eh? Te escapas de las maestras y vienes al baño embrujado por tu cuenta. Y aún así luces tan pequeño e indefenso frente a los demás... — Yoongi se burló de él cuando finalmente se encontraron. Todos estaban buscándolo afuera, listos para castigarlo por haber escapado de misa una vez más, y solo Jeongguk sabía dónde estaba. —Si le dices a alguien dónde me escondo, me aseguraré de que uno de mis amigos fantasmas te visite bajo tu cama esta noche...
— ¡No diré nada! — Jeongguk se había apresurado a replicar, no era que le temiera a los fantasmas, pero por si las dudas no quería comprobarlo. —Aposté con mi amigo Jimin a qué te escondías aquí. Él no me creía porque le asustan los fantasmas y cree en todas las historias que cuentan.
— ¿Tu no crees en ellas?
— ¡No!... Bueno, no estoy seguro, ¿por qué habría fantasmas en un convento?
— ¿Y por qué no los habría? Miles de personas morirían de aburrimiento en este edificio antiguo.
Jeongguk lo había imaginado entonces, otras personas o niños que hubiesen vivido ahí en el pasado, quizá había quienes fueran como Yoongi y no disfrutaran de estar ahí, tal vez él tenía razón y habían muerto de aburrimiento. Aún así, lejos de inquietarse con la idea, se encontró riendo ante ella.
—Si yo fuera un fantasma no me quedaría aquí atrapado escuchando los gritos de la madre superior para toda la eternidad.
—Tienes razón. — Yoongi había estado de acuerdo y acompañó su risa. — ¿Y a dónde es que irías?
—Mh... — Jeongguk lo pensó mucho, en ese entonces, no tenía muchas ideas de lo que había en el mundo esperando, no tenía algún plan o algún deseo preciso, pero había oído que en la ciudad había lugares gigantes con muchos juegos mecánicos, y eso sonaba como un buen sitio al cual ir siendo un fantasma. —A una feria, sería divertido jugar ahí siempre que yo quiera. Y asustar a los niños que se suban a las atracciones, o a las personas que trabajen ahí.
—Eso está bien, supongo. Para un niño pequeño como tú.
—Estoy por cumplir diez, no soy tan pequeño. — Jeongguk recordaba haberse molestado un poco, no le gustaba que pensaran así de él, aunque era pequeño en su aspecto, no significaba que era tonto y mucho menos si Yoongi solo le llevaba unos cuantos años más de diferencia.
—Muy bien, pequeño. ¿Y es todo lo que harías? Vagar por un parque de atracciones y asustar personas. — Jeongguk frunció el ceño ante el tono burlesco de Yoongi en sus palabras, sin saber cómo defender su plan.
—Bueno, ¿y que harías tú? Genio del mal... — Yoongi sonrió socarrón, bastante complacido por el ridículo apodo dado por el pequeño niño que parecía conejo.
—Viajaré. — La emoción en los ojos de Yoongi lo hizo sentir intrigado, parte de una anticipación que no entendía del todo, pero se sentía prometedora. —Cuando salga de aquí viajaré por todo el mundo. Visitaré todos los lugares de la ciudad y conoceré a los dueños de todos los establecimientos, tendré muchos contactos y abriré mi propio negocio. Encontraré a mi padre y lo ayudaré a hacer mucho dinero.
—Wow... — Jeongguk sonrió impresionado ante la soltez del niño desaliñado frente a él, la seguridad con la que contaba su plan, como si hubiese pasado mucho tiempo imaginándolo, lo hizo desear tener algo parecido, a pesar de que él no se sentía tan ambicioso por algo en específico, pero de repente quiso encontrarlo. — ¿Y cómo lo harás?
—Yo que sé — Yoongi se encogió de hombros con una petulante sonrisa en sus labios delgados. —Pero será más pronto de lo que crees.
Jeongguk quería creer que Yoongi había logrado todo lo que tenía planeado. Aunque ahora que había adquirido una mayor madurez, entendía que todo aquello habían sido sueños infantiles que probablemente Yoongi sobrevaloró. Sin embargo, deseaba que tan siquiera una parte hubiera cumplido ya.
En realidad, lo que más deseaba era poder saber si lo había hecho. Lo que sea en realidad, no solo sus planes. Quería tanto saber qué había sido de él después de su fuga del orfanato y recuperar el contacto con él, pero no había forma, los registros del orfanato eran inútiles, no había conocido a ningún familiar suyo que viviera y Yoongi había sido cauteloso en no contarle los detalles de su plan de escape a nadie, el cual llevaba orquestando desde el primer día que puso un pie ahí.
Lo único que tenía era una carta arrugada y mal escrita en una hoja arrancada de uno de los libros de la escuela, que simplemente decía: "nos veremos de nuevo algún día, pequeño".
Jeongguk se hubiera sentido un poco mas aliviado si Jimin hubiese recibido alguna nota también, o algún otro de sus amigos, algo que le indicara a dónde habían ido y cómo podían ponerse en contacto. Pero no hubo ninguna pista de ello. Yoongi había desaparecido.
Jimin solía decirle que no se angustiara, que Yoongi siempre encontraba la manera de salirse con la suya y si él había prometido que se verían algún día de nuevo, era porque lo cumpliría. Sin embargo, con los años pasando, Jeongguk fue perdiendo esperanzas.
Parecía que todos se habían olvidado del huérfano extraviado, o mostraban poco interés en ello. Todos menos él. Llegó al punto en el que preguntar por si había noticias de él, resultaba incómodo e inútil. Era como si preguntara por el paradero de un fantasma. Nadie sabía nada. Ni de dónde venía, ni quiénes eran sus padres, si tenía alguna familia escondida por otra parte, o algo parecido.
¿A quién le importaba el fantasma de un adolescente problemático? Que lejos de significar una pérdida, en realidad había resultado ser un alivio para sus cuidadoras.
Bueno, a Jeongguk le importaba. Y muchísimo.
Es cierto que Jimin había sido, verdaderamente, más cercano a él que Yoongi, porque lo conoció mucho antes y pasaron más tiempo sembrando su amistad, pasaron por muchas etapas y vivencias importantes en la compañía del otro. Aún así, Jeongguk no podía anteponer a uno sobre el otro. Ambos eran sus mejores amigos, y habían sido las únicas personas en su vida con las que había encajado sinceramente, sin miedo a ser quien era.
Sin embargo, había algo en su vínculo con Yoongi que lo hizo siempre sentirse débil cuando se trataba de él. Era tal vez la ilusión de querer adopar alguno que otro rasgo de su personalidad y parecerse un poco a él cuando alcanzara su edad, esa chispa que lo hacía tan vibrante. La quería tener él también y que los demás lo admiraran tal y como a él.
O era también la simpleza con la que podía dejarse llevar por él y su carisma, sus anécdotas, sus historias y sus travesuras. Cuando estaban juntos no había espacio para nadie más, le había enseñado una forma más divertida de ver las cosas, de decirlas y hasta de hacerlas.
Tenía a Yoongi tan dentro de su corazón, que una parte de él fue arrancada cuando desapareció de su vida. De eso estaba seguro, sino, ¿cómo explicaba el vacío dentro suyo? Ese que no hacía más que crecer y amplificarse con los años.
Pasó poco más de un año después de que salieron del orfanato cuando la madre de Jimin falleció. La noticia fue sin duda amarga, pero anticipada.
Fue la primera vez que Jeongguk asistió a un funeral, y deseó no volver a hacerlo jamás. A pesar de que fueron pocas personas acompañándolos (algunos trabajadores del hospital y amigos de la mujer), Jeongguk sintió como si hubiese sido llevado por una estampida. Las oraciones y los llantos le revolvieron el estómago, además del aura grisácea en los rostros de las personas. No hizo más que sujetarse del brazo de Jimin durante todo el rito, tratando de brindarle una clase de apoyo.
Cuando regresaron a casa esa noche, Jimin le agradeció su compañía, y le hizo saber que ahora era la única persona que le quedaba en el mundo. Eso en realidad, hizo que la sensación de soledad que ambos tenían albergada en sus corazones se sintiera aún más nítida para la ocasión.
Es cierto que se tenían el uno al otro, que siempre lo habían hecho, pero hay una marca de abandono inherente en las vidas de aquellos que crecen fuera de sus familias. Siempre hay algo dentro que los hace sentir solitarios, de una forma más profunda y dolorosa, difícil de explicar. El lugar que ocupan en el mundo se siente inestable, como si se tambaleara y pudiera deshacerse en cualquier momento. No obstante, se sujetan el uno al otro con fuerza.
No fue ese momento de emociones a flor de piel lo que se llevó su total conmoción, sino la noticia de que Jimin tendría la oportunidad de mudarse a una casa que había sido propiedad de su madre. La construcción estaba casi destruida y necesitaba mantenimiento, lo cual costaría tiempo y dinero, y él aún tenía sus estudios de por medio, pero era un plan a futuro. Él sí tenía un plan, después de todo.
Jeongguk se encontró por primera vez, pensando realmente en el futuro. Había pasado mucho tiempo atrapado en el pasado, aferrándose a él de alguna forma, temeroso de olvidarse de su identidad. Por supuesto, no tenía nada más que su identidad en el mundo, si la olvidaba, si crecía y visitaba otras partes, podría olvidarse de ella. Podría olvidarse de Yoongi.
Eran muchos años ya. Era tonto que él guardara esperanzas. Y aunque ya no lo hablaba ni siquiera con Jimin, el escozor volvía de vez en cuando. Como un músculo lesionado que padecía por el esfuerzo repentino, como los huesos por el frío, o la piel cerrando cicatrices.
Se había concentrado de lleno en el trabajo. Jimin ahora vivía para la universidad, y aunque lo había visto entusiasmado por todas sus nuevas amistades y experiencias, también pudo notar lo estresado que se sentía por cada proyecto o entrega final. Él trataba de ayudarlo en lo que estaba en sus manos, claro que no era mucho, teniendo en cuenta que dormía apenas y ponía un pie de regreso en el apartamento, dada su pesada jornada laboral.
El tiempo lo ayudó a mejorar su posición en el restaurante. De hecho, como ya le habían dicho en algún punto de su niñez, era rápido aprendiendo y de mucha agilidad. Fue fácil hacerse de tareas que no había hecho nunca y dominarlas a los días. Pronto fue un aprendiz y siguió la guía de los cocineros, ganó estima y se reflejó en un ascenso. No era la carrera universitaria que muchos jóvenes deseaban, pero ahora mismo era lo más parecido que tenía a un sueño.
Y estaba bien. Le gustaba la dinámica que había creado, sus compañeros de trabajo eran agradables, y hasta había salido con ellos en una ocasión a un bar del barrio. Jimin lo alentaba a eso, para ser precisos, ya que él estaba conociendo a muchas personas en la universidad, quería que por lo menos Jeongguk tuviera una oportunidad parecida.
El asunto se había engrosado una vez que Jimin decidió arrastrarlo con él a una especie de baile primaveral que organizaban los universitarios fuera de las instalaciones de la escuela. Un salón enorme y cientos de personas vestidas dolorosamente elegante, haciendo que Jeongguk se sintiera mínimo en su gastado traje de vestir oscuro.
Pese a sus inseguridades Jeongguk hizo su mayor esfuerzo por corresponder el entusiasmo de su amigo, se lo merecía después de todo, estaba empezando un curso más y cada vez se acercaba más a finalizar su formación. El tiempo había corrido terriblemente rápido para todos.
Jeongguk recordaba claramente la gran cantidad de rostros y sonrisas a su alrededor, la animosidad de Jimin y la emoción de las personas que le eran presentadas. Todo fue estimulante y espontáneo, a pesar de que nunca se habían visto en la vida (y que probablemente no lo harían después), esas personas no tenían ningún problema en tratarlo como si no fuese así. Fue divertido bailar y tontear, beber de todos las copas que le eran ofrecidas, y ver cómo la etiqueta y fineza de los jóvenes iba poco a poco cediendo al encanto de la embriaguez.
La cabeza le daba vueltas cuando tropezó con algo en el suelo y terminó estampando su rostro contra una espalda firme que le detuvo la caída. Avergonzado por su descuido, se disculpó con el extraño y quiso huir lo más pronto, pero el sujeto le quitó importancia al hecho y sonrió con soltura, se burló un poco acerca de si estaba disfrutando tanto la fiesta o si ya tenía sueño que reposaría en la espalda de cualquier desconocido; Jeongguk sonrojado, reiteró sus disculpas en medio de risas y balbuceos pero al chico no hacía mas que encantarlo más.
Había algo en la pícara soltura del hombre que lo hizo sentir extraño, no precisamente incómodo, sino más bien atraído. Sentía algo familiar en el porte desaliñado pero la cabeza bien en alto, como una vibra eléctrica que antes hubiese visto en alguien más. Y por supuesto, la facilidad con la que le sacó conversación y lo empujó a reír. Fue refrescante, de alguna manera.
Aún así, no vio venir los discretos toqueteos del chico durante el resto de la noche, el cómo lo sujetaba del codo cuando tendía a moverse y alejarse un poco, o la palma cálida en sus hombros y espalda, y mucho menos los ágiles dedos enredados en los mechones de su nuca mientras trataba de escuchar la broma por la que todos reían.
Jeongguk decidió que era una persona bastante táctil, pero no fue algo que le molestará realmente, hay pocas cosas que te molestan cuando estás de buen humor, y aunque se integró fácilmente con el grupo de personas con las que estaba conviviendo, Jimin le dijo que no lo conocía bien ya que era de otra especialidad, pero que era un buen tipo a grandes rasgos.
Jeongguk no imaginó porqué necesitaría saberlo en un principio, pero la noción fue útil después, cuando sin saber cómo, sus pasos terminaron tambaleándose por un pasillo tenuemente iluminado con luz cálida y una mano fuerte guiándolo. Lo siguiente fue una boca hambrienta comiendo la suya, y una lengua ágil deslizándose por sus labios.
Sorprendido al principio, Jeongguk intentó poner orden a sus ideas, recapitular y entender cómo había terminado besándose con un desconocido en medio de un pasillo perdido. Pero la bruma era densa, lo es cuando das tu primer beso. Y el sonido de su corazón martillaba su cabeza con fuerza, impidiéndole concentrarse en algo más. Para complicar un poco más la situación, el hombre apretó los botones correctos en su cuerpo, haciéndolo sentir cosas que nunca imaginó.
Las manos lo tocaron con la presión exacta, eran fuertes pero lentas, incapaz de asustarlo del todo, y la sensación del pecho amplio pegado al suyo lo hizo descubrir un placer que no sabía que albergaba como suyo, sus alientos mezclados y las mordidas que magullaron sus temblorosos labios pronto lo tuvieron jadeando y retorciéndose contra la pared y ese cuerpo.
En medio del hechizo, sus ojos se entreabrieron y pudo detallar el rostro del chico. Se sintió avergonzado de que ni siquiera recordaba su nombre, pero algo le decía que no necesitaría hacerlo. La sensación anterior regresó, la ráfaga de familiaridad lo hizo sentir confundido, era como si hubiera visto a esa persona antes, pero no había forma de que eso fuera posible.
O tal vez, se parecía a alguien que conocía... A alguien que había conocido.
Su visión se distorsionó tramposamente, creando un arma de la que no tenía escudo. La escasa iluminación y las facciones en el atractivo rostro del hombre lo hicieron caer de lleno. Le recordó a Yoongi.
—Me tengo que ir... — Había logrado decir en un suspiro, cuando el chico se había detenido un segundo para besar su mandíbula. Ambos se miraron entonces, y el desconocido pudo leer la inquietud en el rostro de Jeongguk, no supo qué la causó, pero no buscaría forzar la situación.
—Fue un placer conocerte. — Un último beso y todo finalizó.
Jeongguk había corrido fuera del salón como si la vida se le fuera en ello, no encontró rastro de Jimin por lo que fue su decisión apartarse a tomar aire y recuperar la cordura. De repente dejó de sentirse ebrio y la incomodidad se arremolinó tenazmente en su estómago.
No solo había encontrado lío con un hombre, sino que, justo de entre todas las personas del mundo, el susodicho le hacía recordar a Yoongi. No era como si conociera su aspecto, realmente, pero aún podía imaginarlo, Yoongi tenía facciones especiales, fáciles de reconocer y quizá para la opinión de algunos, bastante promedio. Pero en conjunto, Jeongguk podía decir que era único.
Podía tratar de imaginar cómo lucía después de casi diez años sin verse, pero lo que no podía era compararlo con el sujeto al que había besado en medio de su borrachera. Eso estaba mal, en bastantes niveles de los permitidos por su cordura.
Es cierto que, hacía un buen tiempo había entendido su preferencia por los hombres, y a decir verdad no había hecho un gran enrollo por ello. No se condenó a sí mismo ni trató de enmendarse, no se llenó la cabeza de esa clase de prejuicios durante su infancia, pero tampoco significaba que quería ser señalado y juzgado por personas a quienes no les debía nada.
Sin embargo, de eso a imaginar a Yoongi en una situación tan inadecuada... Había una brecha gigante.
Aquel hombre había dicho que fue un placer conocerlo, lo cual implicaba una clara despedida prolongada. Yoongi dijo que se volverían a ver algún día, no se trataba de la misma persona. Él se hubiera dado cuenta realmente, pero tal vez fue ese familiaridad que lo hizo sentir confundido, lo hizo sentir como si Yoongi hubiese podido crecer de esa forma, para ser un tipo carismático y atractivo, que fluía fácilmente entre risas y jugueteos.
No tenía idea realmente, pero tampoco tenía derecho a tratar de imaginarlo. Le sorprendía incluso que tuviera el valor de hacerlo. ¿Por qué? ¿Por qué que su mente lo enredaba de esa forma tan cruel? Trayéndole el recuerdo de Yoongi en diferentes momentos, incapaz de deshacerse de él. Debería solo ser eso, un recuerdo y nada más.
Parecía uno de esos fantasmas de los que tanto había huido de niño, asustándolo de vez en cuando, haciéndolo sentir mal por incluso pensar en querer olvidarse de él.
Para ese punto la situación era bastante miserable, a su parecer. Tal vez era que, no había tenido ningún cierre y el ciclo seguía abierto, Yoongi desapareciendo tan repentinamente había supuesto más de lo que jamás imaginó.
Él no encontrarlo pese a que habían pasado ahora algunos años desde que había dejado el orfanato, un punto de inflexión sofocante, porque él había recibido una promesa. ¿Era un idiota por confiar en una hoja de libro arrancada?
Todo se volvió aún más asfixiante una tarde en la que Jimin lo visitó al apartamento, hacía una ronda de rutina por el vecindario debido a su último caso asignado en el trabajo; le aseguró que no era nada grave de momento, no tenía por qué preocuparse pero aún así le dio información.
Eran los registros de dos chicas desaparecidas por la zona, ambas habían sido vistas por última vez en diferentes días y horarios, pero acompañadas del mismo sospechoso según los testigos, un hombre joven y de aspecto refinado. Al parecer ambas habían asistido a locales del área, una de ellas a una cafetería y la otra a un restaurante, en compañía de hombres que encajaban en el mismo perfil. Ninguna de las dos había sido vista después.
—No sabemos si ambos casos están relacionados, pero es mejor no descartarlo debido a las similitudes. — Jimin le tendió una hoja a Jeongguk con un retrato hablado del sospechoso al que habían tratado de identificar mediante los testigos. —Ya que conoces a los restauranteros de la zona sería bueno que te mantengas alerta, por si llegas a ver algo extraño, y hacérmelo saber.
Jeongguk accedió sin dudas, pero su vista quedó petrificada en la hoja de papel que sostuvo entre sus manos, cuando la posó en el retrato.
Era un rostro familiar, lo cual lo hizo sentir la sangre helada. No es agradable reconocer como familiar un retrato hablado de un supuesto criminal, y mucho menos cuando los rasgos de esa persona le trajeron a la mente a alguien que había conocido...
— ¿Qué pasa? — Jimin fue hábil en notar la incomodidad en el rostro de Jeongguk observando el bosquejo, con su mente de investigador entrenada pudo darse cuenta fácilmente de que algo pasaba. — ¿Lo reconoces?
—Me es familiar... — Jeongguk logró articular, un poco ido aún en sus pensamientos densos, aún tratando de deshacerse de la idea. — ¿No es parecido a alguien que hemos visto antes?...
Jeongguk fue ágil en configurar su expresión, no quiso preocupar a Jimin más de lo debido, o darle pasos en falso. Quizá solo estaba siendo extraño de nuevo, quizá solo estaba confundido...
— ¿A quién te refieres?
—Bueno, no lo sé exactamente, yo... Creo que... — Jeongguk tragó saliva nervioso, inseguro de si su pensamiento debería ser escuchado, pero la mirada inquisidora de Jimin lo hizo sentir diminuto en su lugar. — ¿No luce como el chico que conocimos en tu baile de bienvenida? hace unos años...
Jimin detalló la imagen de nueva cuenta, un brillo en sus ojos despertando su curiosidad ante el dato proporcionado. Es cierto que era un acercamiento vago, pero seguía siendo mejor que nada, y ahora que Jeongguk lo mencionaba, estaba de acuerdo.
La situación había rondado la cabeza de Jeongguk durante el resto de la noche, no con una sensación agradable exactamente. No sabía si había sido buena idea decir aquello, quizá había sido muy arriesgado de su parte culpar a aquel chico de ser sospechoso de secuestro, no estaba seguro de si era una contribución útil, una observación precipitada... Así como su recuerdo de Yoongi.
Esa era la razón porque la que la inquietud se había alojado en su estómago en un principio. Tuvo un deja vú al respecto, ese rostro le pareció familiar de nuevo, porque lo había relacionado con Yoongi al instante.
El escenario era por lo menos mortificante. Ya ni siquiera sabía qué era peor, haberlo imaginado mientras besaba a un desconocido, o encontrarlo parecido al retrato de un criminal.
Como fuese, esperaba que Jimin obtuviera aunque sea alguna pista que lo ayudara a su trabajo, y por supuesto, que consiguieran algún rastro de las dos chicas. Ni siquiera quería pensar en ello tan a fondo, no quería seguir imaginando cosas que lo harían inquietarse aún más.
Por la noche después de aquello, Jeongguk se dispuso a tomar una taza humeante de café y conciliar el ceño. Normalmente no era alguien que tuviera problemas de insomnio (no desde su niñez y adolescencia), pero tenía un tiempo padeciendo dificultades. Lo relacionaba con el hecho de que Jimin se había mudado desde hace unas semanas a la casa restaurada de su madre, finalmente, después de graduarse de la universidad y haberse asentado en la comisaría como detective, la situación era favorable para ello; además, había empezado una relación con una agradable señorita que trabajaba con él como secretaria.
Jeongguk estaba sumamente feliz por su amigo, pero no iba a negar que el cambio de rutinas lo tenía un poco descompuesto, aunque no era algo que iba a confesarle a su amigo. Empezar a vivir solo había significado sin dudas un paso fuerte que no previno. Estar solo de nuevo de repente, después de haber tenido la compañía de Jimin siempre, lo hizo sentir un poco fuera de lugar.
Los días pasaron después de aquel suceso incómodo y Jeongguk no registró nada fuera de lugar, seguía teniendo dificultades para dormir pero lejos fuera de eso había tratado de estabilizarse a sí mismo; era como si el espacio que Jimin había dejado en su apartamento lo pudieran ocupar sus pensamientos más oscuros.
Ahora no solo se trataba del pasado y lo que añoraba, sino también del presente que llevaba y el futuro incierto que estaba esperándolo. A diferencia de Jimin, no había hecho más amigos de verdad, o conseguido citas y cosas por el estilo. Era como si hubiese vuelto a ser el niño rezagado que fue cuando ingresó al orfanato, pero esta vez sin que Jimin y Yoongi lo ayudaran.
Los pensamientos son densos por la noche, te muestran rincones de tu mente que por el día están apagados y son ignorados, pero una vez en la pacífica soledad de tu cama, se abren paso como un pozo sin fin. A Jeongguk nunca le había gustado quedarse solo con sus pensamientos, lo llevaban a lugares desagradables y sitios oscuros.
Fue una de esas tantas noches absorventes, que un fuerte golpeteo contra su puerta recorrió la estancia entera. Él actuó rápido y se levantó de su cama para ir a la sala de estar y preguntar por quién llamaba, estaba seguro de que no se trataba de Jimin, ya que él tenía un juego de llaves y podía entrar cuando quisiera. Nunca había tenido a alguien más buscándolo.
— ¿Se encuentra Jeon Jeongguk?... Soy un viejo amigo — La voz que le respondió fue entrecortada, casi ahogada si se le permitía ser detallista.
Jeongguk sintió una extraña anticipación construyéndose en la boca del estómago, muchas cosas acompañándola: curiosidad, inquietud y angustia. Abrió la puerta pese a sentir un mal presentimiento, lo hizo y pudo ver a un hombre doblegado contra la pared, sosteniendo con ambas manos su estómago. Agudizó la mirada y pudo ver claramente un mancha de sangre cubriéndole la camisa blanca que portaba. La hinchazón en la mejilla parecía un puñetazo bien acertado, y las facciones afligidas de dolor... Fueron familiares.
Jeongguk fue rápido al actuar, ayudó al hombre a entrar al apartamento cargándolo del hombro, sin detenerse a pensar mucho en los riesgos que estaba corriendo. Una vez que aseguró la puerta encontró el camino para guiarlo hasta una de las sillas en el pequeño comedor de madera que tenía, entre jadeos cansados y adoloridos el hombre trató de estabilizar su agitada respiración una vez cómodo.
Jeongguk, aún pasmado por el descubrimiento, retrocedió unos pasos del hombre, analizando nuevamente todo su aspecto. Esa era la tercera vez en toda su vida que sentía el mismo deja vú, sentía que estaba conociendo a la misma persona tres veces, lo cual era una locura, teniendo en cuenta que los tres eran sujetos distintos: el chico del baile, aquel criminal, y...
— ¿Yoongi?... — La pregunta se deslizó de entre sus labios como hielo derretido, no pasó por el filtro de su cerebro, porque se dio cuenta de que, ésta vez, no podía estar equivocado.
Ese hombre golpeado frente a él, lucía exactamente como había imaginado a Yoongi.
— ¿He cambiado mucho? — El hombre pelinegro levantó el rostro con una sonrisa de aflicción, casi lastimera. Ahora a la luz, pudo detallar mejor su rostro, pudo verlo, pese a las manchas y los golpes, el brillo jovial que caracterizaba esa mirada que tanto había añorado. —Me gusta pensar que me conservo adecuadamente...
Jeongguk miró cómo el pelinegro hizo un gran esfuerzo para ponerse de pie frente a él y encararlo totalmente. Ambas miradas se recorrieron con sorpresa y una hambrienta curiosidad, dibujándose nuevamente (ya no eran unos niños). Yoongi le sonrió finalmente, encantadoramente. Ahí estaba.
"¿Dónde estabas?, ¿quién te ha hecho ésto?, ¿por qué no me habías buscado antes?"... Jeongguk tenía todas esas preguntas atascadas en la garganta, pero su voz no podía emitir ninguna. No podía hacer nada, Yoongi estaba ahí, frente suyo nuevamente. Después de tantos años habían vuelto a encontrarse.
Jeongguk se precipitó sin medirse. Su cuerpo como un imán fue atraído a Yoongi, lo envolvió por los hombros en un profundo abrazo que fue correspondido desde el segundo uno. Cerró sus ojos que escocían y se llenó de la novedosa sensación, la sensación de tener finalmente lo más anhelado en la vida.
Se aferró con fuerza, no estuvo seguro de por cuánto tiempo, pero Yoongi se lo permitió. Se sintieron el uno al otro como si pudiesen desaparecer en cualquier momento; Jeongguk no iba a desaprovechar el tiempo si eso pasaba.
—Pero, ¿qué te ha pasado?... — Jeongguk sollozó cuando escuchó un jadeo adolorido de Yoongi, nuevamente aquejado por sus heridas.
—Un riña tonta, en el bar de aquí cerca... — Yoongi aceptó la ayuda de Jeongguk para volver a sentarse en la silla.
—Espera aquí. — Jeongguk actuó rápido después de maldecir.
Buscó en el baño un pequeño botiquín de primeros auxilios que Jimin le había insistido en conseguir. La verdad era que no tenía más que gasas y alcohol, por lo que no serviría para alguna emergencia más grave, pero su impulso por aliviar las heridas de Yoongi fue muchísimo mayor que ese detalle.
Su cabeza daba vueltas y no estaba seguro de si era por el potente olor del alcohol o debido a la niebla de emociones atacándolo; se encargó de limpiar correctamente las zonas donde la sangre brotaba, Yoongi hizo muecas mientras Jeongguk trabajaba en su rostro, no protestó y fue dócil frente al menor, a pesar de que su orgullo le decía que no necesitaba ninguna curación, las heridas importantes habían sido golpes en el abdomen y las piernas y por eso había sido derribado, pero sabía que Jeongguk no estaría en paz si lo miraba sangrando.
Permanecieron en silencio durante un momento extenso, Yoongi dejó que Jeongguk mantuviera la concentración, y se tomó el derecho de mirarlo detalladamente mientras lo hacía. Quería sonreír, pero eso dificultaría el trabajo de Jeongguk, y su labio dolía un poco. Nimiedades, había pasado un largo tiempo sin verlo, no iba a negarse nada ahora.
—Es bueno volverte a ver. — Suspiró en su cercanía. Pudo ver claramente el destello de sorpresa brillando en los ojos de Jeongguk y como su piel acaloró. —Había planeado algo mejor, te lo juro. Pero ésto fue una emergencia desafortunada.
— ¿Cómo me encontraste? — Jeongguk fue directo en su curiosidad, sin intenciones de disimularla ni un poco.
Todo era confuso. Él había perdido por completo cualquier rastro de su amigo y aunque lo intentó, fracasó en cada intento de obtener una pista, encontrarlo por su cuenta hubiera sido como la aguja en el pajar. Y aunque había sufrido y padecido durante mucho tiempo, había llegado a un punto de amarga resignación, sin embargo, Yoongi aparecía de la nada en la puerta de su casa, como si no lo hubiera deseado durante miles de noches antiguas.
—A diferencia mía, el orfanato sí guarda registros de ustedes dos, debido a que llegaron a la mayoría de edad para salir. Solo obtuve algunos contactos con información.
Jeongguk dejó a un lado las gasas sucias que había empleado y guardó todo de vuelta, en un pobre intento de no verse tan abatido. Si era así, entonces Yoongi habría podido cumplir su promesa de reencontrarse desde hacía muchos años atrás, en cambio, había esperado tanto tiempo. Tiempo que Jeongguk resintió.
— ¿Y por qué ahora? — El remolino de angustia en su estómago lo hizo hablar sin pensar, Yoongi lo miró curioso, casi tomado por sorpresa.
— ¿No querías volver a verme?
— ¡No! Es decir, sí quería, por supuesto. Desde que te fuiste yo... — Jeongguk iba a comenzar a explicarse pero una repentina vergüenza lo invadió ante sus infantiles represalias. Daba igual el pasado y todo lo que había esperado, lo único que debería importarle era que estaba de regreso, por fin serían ellos tres. —Te buscamos, tratamos de preguntar por ti. No teníamos nada de información, no sabíamos a quien preguntar, simplemente desapareciste.
—Lo siento, debía ser así. De esa forma no volvería al orfanato o a cualquier otro del país. Sabes que odiaba ese lugar y no podría soportar tantos años ahí encerrado...
—Sí... — Jeongguk suspiró, miró a los ojos de su amigo con melancolía, recordando cómo habían sido los años de Yoongi en ese lugar. Sencillamente un caos.
—Y cuando ustedes salieron... Bueno, supe que Jimin entró a la universidad y él aún tenía a su madre esperándolo. Tu aún debías organizar muchas cosas en tu vida, sobre tí mismo. No quería ser un obstáculo para ninguno de sus planes, y yo también tenía cosas que hacer antes de volver. Esperé el momento adecuado.
Jeongguk asintió con comprensión, pero eso no impidió el nudo en su garganta antes la sola ilusión de haber podido encontrarse con Yoongi desde antes. Entendía lo que decía, pero no por eso era menos doloroso. Y ahí estaban ahora, después de todos esos años.
—También estoy feliz de volverte a ver... — La confesión fue pulcra y sincera, viniendo tan del fondo de su alma como nada nunca antes. Jeongguk sonrió ampliamente, por fin.
Yoongi disfrutó la cálida sensación abriéndose paso por su pecho, revoloteando en su estómago y burbujeando en sus ideas. Jeongguk seguía luciendo igual de encantador que la última vez que lo miró. Incluso le daba la impresión de que no había pasado todo el tiempo que pasó; seguía conservando su dulce sonrisa, no había cambiado nada y lucía igual de auténtica que siempre. Es cierto que ahora era un hombre, lo podía ver claramente, pero algo a su alrededor lo hacía sentir como si continuara siendo el tierno y valiente niño que había conocido.
Su inocencia y bondad se habían congelado en el tiempo, no lo habían abandonado con el paso de los años. No como a él.
Yoongi retuvo un tenso suspiro, decidido a poner un alto a toda la bruma de felicidad y nostalgia que lo empezaba a consumir. Se recordó a sí mismo el porque estaba ahí, la razón por la que realmente había decidido aparecer nuevamente en la vida de Jeongguk, antes de que no pudiera dar marcha atrás.
—Ya no eres tan pequeño. ¿Eres más alto que yo ahora?... — Bromeó, atrasando un poco más la avalancha que lo perseguía.
—Creo que sí. — Jeongguk sonrió ampliamente, recordando como Yoongi solía llamarlo en el orfanato y cómo lo sobreprotegía debido a eso. —Ahora yo podría ser quien te defienda a ti, pero siguen sin gustarme las peleas. Por lo visto, tu sigues siendo bueno en buscarlas...
—Oye, yo no fui esta vez, en serio. Solo pasaba y un borracho se aventó sobre mí, no iba a quedarme de brazos cruzados.
—Y tampoco ibas a dar marcha atrás, ¿no?
—Supongo que hay cosas que nunca cambian.
Jeongguk no pudo evitar la enorme sonrisa puesta en sus labios y Yoongi le correspondió. La cálida sensación de familiaridad lo hizo sentir como en un sueño del que no quería despertar. Le gustaba la idea, que ciertas cosas escenciales no cambiaran con el paso de los años; la rebeldía de Yoongi era una de ellas.
— ¿Quieres tomar algo? — Jeongguk se apresuró a regresar a la tierra, se puso de pie para caminar a la cocina a lado de ellos, recordando que ni siquiera había tenido la cortesía de ofrecer algo más que primeros auxilios.
— ¿Guardas licor en casa? Mi trago terminó en el suelo antes del primer golpe...
—Uh, creo que Jimin dejó algo por aquí... — Jeongguk rebuscó en los estantes antes de sacar dos vasos de vidrio, la botella la encontró al fondo de la alacena y estuvo de regreso. — ¿Sirve?
—De maravilla. — Yoongi suspiro agradecido y se apresuró a destapar el licor que Jeongguk le había ofrecido y servirlo en ambos vasos. Le ofreció a Jeongguk su trago y luego levantó el suyo en su dirección, con una sonrisa. —Haz un brindis.
Jeongguk pensó un momento, pero el pensamiento brotó fácilmente de sí. Quería brindar por Yoongi. Ahora mismo era por lo que más se sentía agradecido y aunque no lo había dicho jamás, esa desagradable sensación de soledad que se había estado extendiendo dentro suyo con los años, se estaba mitigando increíblemente. Sabía que era por Yoongi, por no poder retener la felicidad de tenerlo de nuevo, por la anticipación de todas las cosas buenas que vendrían, esta vez juntos.
—Por nosotros tres contra todos... — Dijo finalmente, poniendo en orden todas las emociones revueltas. Yoongi lo miró con una profunda devoción.
—Por exactamente lo mismo. — Chocaron sus vasos y el tintineo llenó la estancia antes de que el alcohol bajara por sus gargantas. Las cosas deberían ser así de fáciles como brindar por ellas y esperar buena fortuna. —Háblame, Jeongguk. Quiero escucharte.
Jeongguk estuvo a punto de objetar algo, confundido por cómo empezar, pero con el segundo trago fue más fácil dejarse llevar. Comenzó dubitativo, contándole a Yoongi sobre el lugar en el que trabajaba y lo que estaba haciendo en ese momento, pero pronto se dejó ir con soltura al notar el interés de Yoongi en ello y el cómo lo animaba con preguntas al respecto. Él respondió con gusto, reconociendo por primera vez el toque de orgullo que sentía por sí mismo, y aún más satisfecho ante la aprobación de Yoongi por ello.
Después retrocedió un poco en el tiempo, solo para traer algunas anécdotas viejas sobre sus tiempos en el orfanato. Hablaron de algunas personas, lo que había sido de ellas y los recuerdos que compartían. Por supuesto, le contó sobre Jimin y su trabajo de detective, y que ahora estaba casi por casarse si las cosas marchaban bien.
Se sintió bien después de todo. Normalmente hablar del pasado lo hacía sentir melancólico y adolorido, pero por alguna razón esa ocasión ya no era así. Se sentía tranquilo. No se trataba solo del creciente alcohol en su sistema, era la pacífica sensación de bienestar que ahora atribuía a Yoongi y su regreso. Como una pieza de rompecabezas que por fin es puesta en su lugar.
— ¿Y qué hay de ti?... — La pregunta fluyó finalmente, Jeongguk no había querido hacerla abiertamente, no aún al menos, puesto que Yoongi no pareció tener la iniciativa de hablar sobre él mismo, pero no pudo retenerla más. — ¿Conseguiste lo que querías?
—Algunas cosas. — Yoongi respondió estoico, no incómodo con la pregunta, pero sí deseando que no llegara. —Las que eran posibles y realistas. Fui un joven ingenuo.
—Creí que ese era yo...
—En gran medida. Es decir, es parte de tu encanto. Pero sabes a lo que me refiero... No viajé por el mundo exactamente, el país por lo menos.
Jeongguk asintió, recordando las aspiraciones infantiles que Yoongi alimentó en su juventud. Por supuesto que en aquel entonces y en esa edad, resultaba esperanzador tener sueños poco realistas, es una forma adecuada para las infancias precarias. Ahora que crecieron, solo les quedaba mirar a ello con resignación.
—Decías que buscarías a tu padre... — Jeongguk agregó con cuidado, no muy seguro de si era una pregunta adecuada, pero la curiosidad fue mayor.
—Sí. Lo encontré, de hecho.
— ¿De verdad? — Jeongguk respondió sorprendido. No esperaba que fuera así, en realidad anticipó algo triste y por eso se arrepintió de indagar. —Eso es genial...
—Es una forma de verlo. — Yoongi sonrió con amargura, el tono en su voz no contrastó con la efusividad de Jeongguk, como si no la compartiera en absoluto. Se sirvió otro trago. —Lo encontré vivo, un hombre siniestro y complicado, por si tienes curiosidad. Ahora trabajo con él. Un negocio familiar, podría decirse.
—Vaya. Eso está muy bien. — Jeongguk omitió pedir detalles sobre la inusual descripción del hombre, nada seguro de que sonara agradable conocer a un hombre "siniestro y complicado". Pero era su padre, lo había encontrado después de todo, justo como quería. —Me alegra escuchar que lo conseguiste después de todo.
— ¿En serio?... — Yoongi preguntó extrañado, confundiendo al menor. Tal vez era que él había perdido todo rastro de ilusión a sus antiguos sueños infantiles, que ahora era incapaz de sentirse tocado por ellos. —No ha sido mucho. Realmente no me convertí en el hombre que quería ser...
—Lo que hayas querido antes, lo que sea que quieras ahora, me hace feliz escucharlo. Y sé que no sé nada de ti ahora ni de lo que tienes planeado para el futuro, pero no pienses que no eres suficiente. Siempre has sido increíble.
Yoongi fue terriblemente consiente de la densidad en su mente ante la gloriosa expresión de Jeongguk, sonriéndole con sinceridad. Era impresionante su capacidad para sentirse así por deseos ajenos, incluso cuando no los conocía. Ahora mismo, sin tener idea de la cosa en la que se había convertido, era capaz de mirarlo con tal ilusión, ajeno a cualquier perturbación. Perturbaciones que estaban por llegar.
—Tú lo haz dicho: no sabes nada de mi ahora. ¿Cómo puedes estar tan seguro de eso? Ni siquiera me conoces. Ya no. — Yoongi habló tenso, cayendo un poco en aquella desagradable sensación.
Esa que le recordaba la distancia entre ser la clase de persona que había aspirado y en lo que se había convertido ahora. No había nada bueno en ello, si bien había sido necio e infantil en sus deseos, ni siquiera tuvo la voluntad de detener su propia destrucción. Cayó sin más en sitios terriblemente oscuros.
—Estoy viéndote ahora, Yoongi. No estarías aquí en primer lugar si hubieses cambiado tanto, regresaste y cumpliste tu promesa. — Jeongguk respondió con decisión, muy a pesar de la repentina brusquedad en el tono de su amigo, la cual no le agradó ni un poco.
Yoongi apreció el consuelo en la voz del hombre frente suyo. Hombre. Se sentía extraño pensar en Jeongguk como tal, seguía sintiendo como si estuviera en presencia del mismo niño pequeño pero valiente que conoció antes, demasiado gentil para su propio bien. Ni siquiera sabía que fuera posible seguir albergando tales cualidades al crecer, quizá porque él las había perdido.
—Es peligroso que veas el mundo de esa forma, Gguk. Promesas, sueños, aspiraciones... Nada de eso importa al final. — Yoongi dio el último trago a su bebida, bajo la mirada desconcertadamente triste de Jeongguk. Sabía que sus palabras estaban siendo duras, pero para eso había venido en primer lugar. —Alguien podría lastimarte.
Jeongguk llenó sus pulmones de aire, dispuesto a responder con algo que aligerara el ambiente de nuevo entre ambos, decidido a dejar el tópico de lado. No tenía ánimos para discutir por sinsentidos, podía ver que la visión de Yoongi a la vida se había ensombrecido un poco y lo entendía, después de todo, ¿quién en el mundo se convierte en lo que imaginó de niño? Pocos afortunados, no estaba juzgando a nadie por ello, mucho menos a Yoongi.
—No importa. No busco discutir contigo sobre eso. — Cedió finalmente, esperando que eso fuese suficiente para cambiar el rumbo de la conversación.
Sin embargo, no esperó el rápido movimiento de Yoongi poniéndose de pie de la silla, un suspiro tenso tras el movimiento, y pasos lentos y elegantes hasta el lado opuesto de la mesa. Su mano pálida y delgada acarició la madera, deteniéndose finalmente en la hoja arrugada que reposaba ahí, ajena a ellos después el inicio.
— ¿No importa, realmente?... — La pregunta arrojada al aire fue extraña, Jeongguk estudió los movimientos, la respiración pausada y el fino toque al cartel de aquel criminal que era buscado por la zona. —Hablemos de lo que sí, entonces. ¿Sabes lo que ha hecho este hombre?
Yoongi acercó la hoja del retrato hasta el lugar de Jeongguk, reposó frente a él contra la pared, sus brazos se cruzaron contra su pecho y mantuvo en escrutinio a Jeongguk, quien comenzó a sentirse extrañamente tenso por el giro de las cosas.
—No exactamente... — Fue sincero, pero la incomodidad brotó por toda su postura. —Mujeres desaparecidas, o algo así...
Jeongguk fue vago, tratando de mostrar su desinterés en el tema. No porque no fuera importante, sino porque se sentía asquerosamente nervioso por todo lo que le recordaba ese mencionado sujeto. No quería hablar de ello además, no quería señalar ciertas cosas. Cosas que lo ponían nervioso.
— ¿Y te parece familiar?... — La pregunta directa viajó como si hubiese salido de su cabeza, como si Yoongi hubiera visto ahí dentro y quisiera pinchar ese botón.
—Yoongi, ¿por qué hablamos de esto?... — Jeongguk exigió piedad, ansioso por zanjar el tema y deshacerse de toda esa incomodidad. Tomó el retrato y se dispuso a doblarlo, por lo menos para no tenerlo más a la vista, pero la mano de Yoongi en su muñeca lo detuvo, inclinado contra la mesa y buscando directamente su mirada dura.
— ¿Crees que puedo ser yo?
Jeongguk lo miró atónito, sus ojos llenos de confusión y miedo. ¿Por qué Yoongi le preguntaba tal cosa? No había hablado de eso absolutamente con nadie, tan solo con Jimin y no mencionó exactamente que el retrato le recordara a Yoongi de una extraña manera. Era una locura, ni siquiera lo había querido decir en voz alta y el pensamiento fue densamente apartado, lejos, donde no pudiera causar ningún daño. Sin embargo, Yoongi lo había puesto justo sobre la mesa, como la cosa más obvia del mundo.
— ¡No! ¿Por qué tú... — Jeongguk soltó su mano bruscamente del agarre de Yoongi, se aseguró también de arrojar la hoja ya doblada lejos de él, como si quemara. —No bromees con algo así...
—No estoy bromeando, Gguk. Estoy hablando de cosas importantes, solo es una duda. Me preguntaba si mis amigos de la infancia me reconocerían incluso en un insulso dibujo...
Jeongguk sintió el retumbar de sus latidos contra su pecho. Ninguna sonrisa, ninguna risa o mueca, no encontró nada que le pudiera decir que las palabras de Yoongi solo eran una broma desviada. ¿Qué era esa extraña situación?
— ¿De qué estás hablando?... — La pregunta como mera formalidad fue tensa, las ideas corriendo en su cabeza también, y la nueva postura de Yoongi frente a él, simplemente estudiándolo en la penumbra, como un depredador tras su objetivo.
—No es algo que quise hacer en un principio, Jeongguk. No es algo que me de placer, ni mucho menos, pero yo tengo un trabajo que hacer. ¿Crees que esto me hace un monstruo? Pues no estás equivocado y no gastaré energía en negarlo. Llevo a esas mujeres inocentes al matadero para que sus órganos sean vendidos en el mercado negro. He visto y presenciado cosas en este mundo que me hacen pensar que es un final misericordioso para ellas: la muerte sin más. No está en mis manos salvarlas o cambiar su destino, no soy juez pero soy su verdugo y las llevo al cadalso. No deben nada ni son culpables pero mi misión se debe cumplir.
— ¿Por qué estás confesándome todo esto? Si le doy tu nombre a los detectives...
— ¿Qué encontrarán? Tú no encontraste nada por años. Sé que no me quieres entregar realmente, ¿por qué lo harías después de haberme esperado por tanto tiempo? Te lo prometí, Jeongguk. Te dije que volveríamos a vernos y aquí me tienes. ¿No estás feliz?
Jeongguk sintió sus ojos arder y la conocida sensación de su corazón oprimiéndose contra su pecho. Es cierto, había deseado con tanto fervor volver a ver a Yoongi, había sido su mayor anhelo durante muchos años, el volver a tener su amistad y formar parte de su vida mutuamente, pero jamás se imaginó que sucedería en tales circunstancias, de una forma tan... Cruel.
¿Qué había sido del excéntrico niño que le había enseñado a soñar? A imaginar cosas que, probablemente nunca tendrían, pero que los divertían en el proceso de planear un futuro. ¿Qué le había hecho el mundo allá afuera, para que terminara en un sitio tan oscuro y ominoso, del cual no saldría jamás?
Estaba tan devastado y triste. Todo lo que añoró siempre, ahora estaba perdido nuevamente. El niño rebelde que lo había cautivado y lo había impulsado a sus mejores versiones, había crecido para convertirse en un demonio sin alma que lo tenía aterrado.
— ¿Por qué estás contándome todo esto?... — Jeongguk suplicó por un poco de piedad. La mirada helada de Yoongi, acompañada de sus suave toque, no combinaban en absoluto, era como si no pudiera ver ningún rastro de algún sentimiento dentro de su ser. — ¿Por qué estás torturándome así?...
Jeongguk lloró largamente. Sus mejillas empapadas el tiempo que las manos de Yoongi dibujaban círculos abstractos con sus pulgares sobre ellas. Estaban tan cerca el uno del otro, que Yoongi probablemente escuchó el sonido del corazón de Jeongguk rompiéndose frente a él.
—Una suave tortura, si me permites aclarar. No estoy más que contándote quién soy en realidad.
—Estás confesándome tus crímenes, Yoongi... ¡Estás convirtiéndome en un testigo! — Jeongguk tragó saliva y reunió valor para mirarlo. La expresión serena y su semblante pálido solo le hacían doler más el alma. — ¿Me dejas tenerte de regreso para luego tener que entregarte de esta manera? ¿Es eso lo que me prometiste?...
—Te tengo una nueva promesa ahora, Gguk. Voy a mantenerte con vida. Ayúdame a disuadir a Jimin del caso, y vivirá contigo. — Yoongi recargó sus frentes y por un segundo, cerró los ojos y tomó aire. —Es un buen detective, demasiado para su seguridad y lo quieren fuera del camino. No voy a permitirlo, si ustedes me lo hacen fácil. La organización para la que trabajo no busca objetivos masculinos, o que ostenten cargos públicos importantes, a menos que sea para despejar el camino y evitar problemas mayores. No quiero tener que entregar a mis amigos de la infancia a los carniceros.
— ¿Q-qué?... — Jeongguk tembló sobre el tacto de Yoongi, su cuerpo entero fue recorrido por un escalofrío tenebroso. —Tú no... No podrías...
—No. No, Jeongguk. No podría, no quiero hacerles ningún daño. — Yoongi declaró con franqueza, aumentando la presión con la que acariciaba el rostro de su menor. —Pero las personas para las que trabajo... Soy una clase de monstruo que puedes manejar, a comparación de ellos, créeme.
Yoongi trató de ser los más claro y franco posible, pese a la incómoda presión que sentía en el pecho ante el rostro deshecho de su amigo, estaba diciendo la verdad. Es cierto, era un criminal despreciable por cazar mujeres inocentes y seducirlas a base de engaños para llevarlas a un sangriento final, pero no significaba que quería a sus amigos muertos por ello. Él había elegido ese camino, no había vuelta atrás, pero aún así haría todo lo posible por que Jimin y Jeongguk salieran ilesos de todo eso.
Él no tenía salvación alguna, pero Jeongguk y Jimin sí.
—J-Jimin va a preguntarme, él... — Las palabras cortadas del menor fueron casi inaudibles, presas del pánico ante los escenarios desenvolviéndose en su mente. —Jimin lo descubrirá tarde o temprano...
La afirmación fue más una sentencia que una amenaza, no estaba adivirtiéndole nada a su antiguo amigo, al criminal que tenía enfrente. Lo dijo más como un obscuro presagio abriéndose camino. Jimin siempre había sido bueno para leer sus mentiras y descubrirlo, incluso aunque quisiera, la magnitud del secreto que estaba por guardar lo iba a sobrepasar en algún momento, y entonces, no sabía qué pasaría, si Yoongi tenía razón y corrían peligro.
— ¿No has aprendido a mentir en todos estos años? — La pregunta de Yoongi fue casi cómica, igual que su sonrisa relajada. —No me sorprende, si sigues dándome esa mirada...
Jeongguk sintió fuego en el rostro, la expresión sombría de Yoongi con su toque burlesco lo hizo sentir de nuevo como el niño que fue en el orfanato. Es cierto, podía seguir mirando a Yoongi de la misma manera a pesar de todo lo que estaba sintiendo, lo hacía porque... Porque no podía desprenderse del pecho todos sus sentimientos y tirarlos a la basura, aunque sería más fácil de esa forma.
Se sentía como un hombre perdido en medio de una isla sin compañía ni recursos con qué sobrevivir, esperando por algún barco que pasara y lo rescatara del infierno. Sin embargo, ahora podía ver con claridad que ningún barco jamás llegaría, estaba condenado a un destino tortuoso en el que podría perder para siempre a sus seres queridos. Podría perder a Jimin, estaba perdiendo a Yoongi... Si es que alguna vez lo tuvo.
Yoongi le obsequió una última mirada de contemplación antes de soltar sus mejillas y retroceder un paso lejos de su cuerpo, dibujándolo, detallando y resguardando, casi con miedo a poder olvidarlo ahora que lo había visto de nuevo.
—Siempre has sido un niño valiente, necesito que sigas así, Gguk.
Dio media vuelta, rompiendo por fin el contacto visual que los tenía esclavizados el uno al otro. El destello de ilusión en sus ojos, si es que Jeongguk no lo confundió con otra cosa, no combinaba con la amargura en su voz. Todo en su postura en general, no combinada con lo que decía. Parecía querer horrorizar a Jeongguk con su lúgubre discurso, pero al mismo tiempo consolarlo con su mirada suave y respiración tranquila; sus movimientos parecían querer intimidarlo evidentemente, pero la calidez que aún podía sentir al escucharlo decir su nombre... ¿Estaba imaginando todo eso? Quizá estaba volviéndose loco de tristeza.
— ¿A dónde irás?... — Jeongguk preguntó instantáneamente cuando lo miró avanzar hacia la silla que había usado, tomando su gabardina colgada en ella. La pregunta brotó naturalmente, pero después se percató de lo tonta que fue.
—Yo volveré a encontrarte. Ya hemos comprobado que tú no puedes encontrarme a mi. — Le dio una sonrisa sin ánimos, fría y monótona.
— ¿Cuándo? ¿Estás viviendo lejos? Si vuelven a verte por aquí serás atrapado — Jeongguk sintió la desesperación creciendo en su pecho ante la posibilidad de que alguien más lo pudiera reconocer por la zona. ¿Y si Jimin escuchaba por boca de alguien más que un hombre parecido a su sospechoso había estado merodeando por ahí? ¿Y si lo cuestionaba por no informarle nada? Si una chica más desaparecía, ¿entonces él sería culpable también por quedarse callado? —Yoongi por favor, no lo hagas más... No trabajes para esas personas, no tienes que... — Jeongguk tomó la muñeca de Yoongi, recuperando la mortífera distancia, casi cayendo en la histeria de sus sentimientos. —Quédate conmigo, podemos ayudarte y... Encontrar una forma.
Jeongguk sintió el peso del remordimiento cayendo en su estómago, casi haciéndolo vomitar. Un terrible duelo haciéndose lugar en su ser: hacer lo correcto o proteger a Yoongi. ¿De verdad era capaz de guardar un secreto tan atroz, con tal de protegerse a sí mismo y sus deseos personales?
Al final del camino, era solo un hombre. Un hombre con sus propias ambiciones, deseos e impulsos. El más grande de ellos por un largo tiempo había sido volver a tener a Yoongi. Ahora lo había recuperado, pero no se sentía como imaginó: no era una reconfortante recompensa después de tanta paciencia, era un calvario de dolor. Aún así, no podía luchar contra sus emociones y desearle un mal pese a su terrible confesión. No podía hacerlo, por más que quisiera obligarse a ello.
Yoongi cedió al feroz impulso de tomar el rostro de Jeongguk entre sus manos nuevamente, está vez, acariciando con pulgares tiernos sus colorados pómulos, lo miró con una devoción que le heló los huesos. Tan nítido y real. Podía ver auténtico terror en sus orbes almendrados, pero también una genuina angustia que lo sofocaba. ¿Cómo un ser tan puro podía seguir sintiendo compasión por un monstruo como él?
Eso es lo que siempre ha amado de Jeongguk, su infinita capacidad para ver luz en medio de la tempestad. Sabía que estaba metido en un torbellino de miseria por donde mirara, pero aún así lograba tener fuerza para brillar, tan constante e inmutable. Lo quería así para siempre. Único baluarte firme en el caos de su vida.
Pero no. Se odiaba lo suficiente como para negarse ese privilegio. No quería a Jeongguk atado a él, por más que su pecho se apretujara amargo. Quería asustarlo y hacerlo huir, que temiera y se deshiciera de él, quería dejarle un último recuerdo cruel que le durara para siempre. No porque le gustara torturarlo, sino porque era lo que necesitaba para mantenerlo seguro. Necesitaba que Jeongguk dejara de mirarlo como un desahuciado en medio de un banquete, que lo dejara de necesitar. Él igual quería hacerlo.
—No puedo quedarme cerca de ti, Jeongguk. ¿No lo ves aún? Mira todo el daño que te he traído, ¿crees que no te lastimaré más? — Yoongi mordió su lengua, deteniendo las elocuentes palabras de amor que aún podía ser capaz de soltar, en su lugar, dando su más pura verdad: —Voy a lastimarte si me quedo contigo, dañaré tus sentimientos y pisaré tu corazón. Ahora mismo quiero romperte. Quiero realizar una autopsia de lo que hay en tu alma y pasar mis dedos por las partes patéticas y mutiladas que durante todo este tiempo has ocultado del mundo, quiero saber si coinciden con las mías. Tu buena voluntad no alcanza para los dos, úsala solo en ti.
Yoongi fue severo el hablar y también al estampar sus labios con los de Jeongguk. Un beso feroz y profundo que hizo rodar lágrimas por las mejillas del menor. Tan cerca, lo tenía tan cerca por fin como había deseado siempre, y aún así, dolía sentirlo.
Jeongguk se colgó de su cuello, atrayéndolo más cerca si era posible, el calor de sus cuerpos chocando lo hizo sentir mareado. Ya no sabía si era de terror o de deseo. Estaba mal. Estaba infinitamente mal albergar ese devastador anhelo de proteger a Yoongi y obligarlo a quedarse a su lado en lugar de entregarlo a la justicia, pero el miedo de quedarse solo se sentía tan real ahora que más cerca lo tenía.
Una desolación abriéndose paso, tan triste y gris que se sintió decadente. Es cierto, tenía amigos a los que le importaba, pero la soledad que se encarnaba en sus huesos era mucho más pesada de lo que todos ellos podían ayudarle a cargar. ¿Por qué se sentía como si solo Yoongi pudiera curarlo? Y sin embargo, también aniquilarlo.
Yoongi fue quien rompió el contacto primero, un jadeo grave y un agudo dolor lo hicieron recobrar un poco los sentidos. La mirada ardiente de Jeongguk se congeló en la suya, el instante en el que firmó su condena.
—Los sentimientos te pueden llevar a lugares muy oscuros, Jeongguk. No estamos en el mundo feliz que imaginamos cuando éramos niños. Si cumples con ésta nueva promesa que te traje, yo te prometo que tendrás tiempo de llorar por mi culpa.
El menor se sintió preso en su propio cuerpo al ver rápidos movimientos a su alrededor: Yoongi colocándose su gabardina y tomando de la mesa el retrato doblado. Miró a Jeongguk por vez última, arrugando la hoja frente a él y guardándosela en el abrigo, antes de dar media vuelta y caminar a la puerta.
Jeongguk miró la luna por la ventana durante los siguientes minutos en los que se quedó congelado en su lugar, incapaz de reaccionar correctamente, porque no sabía qué era lo que seguía por hacer.
Había pasado por noches oscuras en el pasado, pero ninguna se sentía como esa.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro