♡ ⁺ 15 › YOONKOOK
“después de algunos postres”
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› pt 1
Yoongi había despertado más temprano de lo que su rutina le exigía, sin ninguna razón en particular, pero con una extraña sensación en su interior.
El haber perdido unas horas adicionales de sueño lo mantuvo con un humor desfavorable desde que sirvió su taza de café por la mañana. No es que se hubiera desvelado o algo por el estilo, pero le gustaba la idea de respetar sus diez horas consecutivas de sueño y no había sucedido así esa ocasión.
Desayunó un decente plato con dos huevos estrellados y tiras de tocino frito, además comió un poco de melón que había picado el día anterior. Le gustaba mucho acompañar sus carnívoras comidas con alguna fruta dulce, aunque eso no era muy común en los de su especie.
Por supuesto, ser un cambiaformas de león tenía sus particularidades estrictamente marcadas, pero él había escuchado toda su vida que era diferente y le gustaba darse cuenta que incluso en su dieta lo era.
Siendo un majestuoso y colosal león blanco, creció con una especie de estatus en su mente: no hay muchos como tú.
A decir verdad, los leones blancos ya no existen en su estado salvaje, el gen había sobrevivido gracias a la rama de los cambiaformas felinos, pero de igual forma era una rareza natural.
"Eres único", es lo que solía decirle su madre cada vez que acomodaba el cuello de su impecable uniforme escolar. Al principio creyó que solo era su madre adulándolo, como toda madre tiene derecho de hacerlo, pero conforme fue creciendo se dio cuenta de que era mucho más que eso.
La gente suele trabajar con lo primero que ve de ti. Las primeras impresiones, la información que pueden tener con solo una inspección, un vistazo superficial. Y para todos era impresionante conocer a un animal tan único y especial.
Yoongi sabía que a la gente no le importaba qué clase de persona era, su sola especie determinaba el resto de la interacción social. Dependiendo de cómo lo vieras, eso era bueno y malo también.
Por ejemplo, solía fácilmente ganarse la confianza y el respeto. No necesitaba mucho más que una mirada estática y una inhalación profunda para imponer su presencia. Sus ojos parecían un cielo nublado que presenciaba todo, sus mechones blanquecinos le daban un aura irreal, su cuerpo ahora era más fuerte y había ganado volumen tras empezar a hacer rutinas de ejercicio; durante su adolescencia y temprana adultez había sido más delgado de lo que se esperaría de un león alfa, pero se había esforzado en sí mismo para sentirse cómodo con su aspecto físico. No era precisamente un hombre agresivo pero su escencia era fuerte.
El lado negativo, tal vez, era que no podía terminar de sentirse capaz de él mismo otorgar su propia confianza a alguien más. No le gustaba pensar mucho en eso, pero su profunda mente muchas veces terminaba jugando en su contra.
¿Y si no fuera un león blanco? ¿qué pasaría si fuese un pequeño gatito doméstico y no tuviera toda esa cualidad que tanto le habían celebrado en su vida? ¿la gente lo admiraría tanto si no supieran cuál es su animal? ¿la gente lo querría igual?...
Algunas veces se sentía muy lejos de ser todo lo que el mundo creía.
Encendió el televisor para sacar provecho de ese tiempo extra despierto para ver algún programa casual o simplemente escuchar las noticias del día. No pudo ignorar esta vez la extraña agitación en su pecho.
Su cuerpo vibró en un mudo gruñido que lo hizo tallar sus ojos para tratar de despejarse. Había algo extraño en el ambiente que lo estaba molestando, que lo había despertado tan temprano esa mañana y que definitivamente tenía todos los sentidos de su león despiertos y atentos.
Entonces escuchó un fuerte sonido de algo cayendo cerca, tras la puerta de su casa precisamente. Frunció el entrecejo y se levantó rápidamente de su sillón en aquella dirección.
Cuando abrió la puerta para descubrir qué lo había ocasionado, un fuerte olor a lágrimas, pan de vainilla y césped recién cortado lo recibió con fuerza, todo en una mezcla difusa que lo dejó un poco pasmado.
Una mirada brillante y asustada que de repente hizo que su mandíbula se apretara y su agarre contra la puerta se ajustara.
¿Qué significaba un iris tan acaramelado como un montón de dulces y bebidas de chocolate revueltas, con un refrescante aroma a césped con rocío y pan recién horneado fuertemente impregnado? Yoongi era diferente, no solo por ser un león blanco, sino porque era un gran felino fanático de los dulces.
— ¡L-lo siento! Yo quería... — la voz entrecortada del chico que tenía en su patio lo hizo aterrizar. —Lo siento tanto...
Detalló la escena: había un desastre de pan aplastado en su entrada, un plato tirado tan lejos que pudo imaginar la clase de caída que había sufrido el culpable, y un tembloroso chico que avergonzado intentaba juntar en un solo sitio lo que debió ser un pastel de vainilla recién horneado.
— ¡Ah, niño estúpido! — una voz aguda lo hizo voltear la mirada del desastre y miró en la dirección de donde provino. La mujer que maldecía era su vecina, una mujer mayor de mejillas infladas y revueltos mechones oscuros. — ¡Jeongguk, pide una disculpa al joven Min y vuelve acá antes de hacer el ridículo!
Confundido, Yoongi regresó su atención al chico en su entrada. No sabía qué rayos estaba pasando justo en sus narices pero no pudo evitar la amarga sensación instalándose en su estómago ante la tensión, desilusión y vergüenza que podía percibir del pelinegro ante él.
Antes de siquiera decir una palabra se apresuró a recoger el plato que antes había visto y se inclinó frente al chico para ayudarle a depositar los restos del postre en éste. El chico alejó sus manos ante su acercamiento, pero rápidamente recobró la compostura y fue parte de la limpieza.
—En verdad lo siento mucho... — dijo una vez más, sus mejillas rojizas y su porte cabizbajo hicieron a Yoongi pensar que, si tuviera orejas de algún animal, estarían acostadas sobre sus revoltosos mechones.
—Sí, ya lo dijiste tres veces.
El chico levantó la mirada, temeroso de percibir algún rastro de molestia en el semblante del hombre, al que en teoría, debía de impresionar, aunque no de la forma en la que lo había hecho. El alfa vecino de su tía parecía serio e intimidante, aunque le habían hecho jurar que no sería un mocoso cobarde y buscaría llamar su atención.
En realidad lo último que Jeongguk quería era llamar la atención de alguien que parecía poder regresarlo a su granja de una patada.
—Perdón... — Jeongguk se deshizo nuevamente con pena.
El alfa de cabellos blancos mostró un porte fastidiado, lo cual lo hizo sentir aún más decaído; eso era exactamente todo lo contrario a lo que había planeado. Ese hombre lucía muy poco amigable, ¿no se supone que los herbívoros eran mansos? Además, qué había con su cabello, no recordaba que existieran bisontes blancos...
—Cuatro. Ahora, ¿puedes decirme porqué la señora Park está gritándote desde su ventana?
El chico volvió en sí y miró en dirección hacia la casa de su tía. Pensar que ahora tenía que ir a escuchar cómo lo regañaría lo hizo sentirse aún más desanimado. Había arruinado el plan, ahora había perdido una oportunidad más.
Ya no quería dar más explicaciones insulsas a sus padres, tampoco ser regañado ni obligado a hacer cosas que no quería. Pero era lo que sus padres querían, él no podía negarse a nada.
Siendo un omega de ciervo nacido y criado en una rústica granja a las afueras de la ciudad, su vida había estado siempre determinada por dos cosas claves: hijos y matrimonio. Él tenía tantos hermanos, primos y tíos, que algunas veces ya ni siquiera sabía a la boda de quién estaba asistiendo, sus padres solo se reían de él y le decían que algún día él estaría en sus zapatos también.
No es que Jeongguk detestara la idea pero... Él siempre había sido un cervatillo miedoso. Siendo el menor de toda la familia siempre había sido extra protegido y extra cuidado por todos. Sus hermanas mayores velaban por él como si fuese su propio hijo, y aunque Jeongguk agradecía todo el amor y el cariño de su familia, muchas veces se sentía en la desagradable obligación de hacer todo lo que ellos esperaban de él para compensarlos.
La forma en la que había terminado viviendo en casa de la tía Mina había tenido mucho que ver con sus padres y los planes que tenían para el futuro de Jeongguk.
—Es que... Se supone que tenía que traerle este pastel y... — el chico limpió su rostro con el dorso de su mano y se levantó cuando Yoongi lo hizo también, con el plato de residuos en sus manos. Avergonzado, lo tomó de vuelta. —Cuando estaba llegando a la puerta tropecé y caí sobre él, siempre me pasan estas cosas... No quería molestarlo, en serio.
Yoongi sentía que había más que solo esa inestable explicación y colección de tartamudeos, pero no insistió en saberlo. Primero, porque el chico frente a él ya se miraba lo suficientemente avergonzado como para un interrogatorio más exhaustivo, y segundo, porque parecía bastante nervioso por la mujer que le gritaba a pocos metros. No entendía porqué ese chico debía regalarle un pastel para empezar, aunque la noción lo tomó por sorpresa.
—Será mejor que vayas de regreso... — Yoongi no estaba seguro de qué era lo correcto por decir, pero es que la extraña situación lo tenía sin muchas opciones.
— ¿Lo he hecho molestar? — el chico preguntó con tímidos ojos curiosos. Yoongi no supo de dónde salió el pensamiento de que lucía como un lindo roedor miedoso en busca de respuestas.
—No, da igual. Solo ten más cuidado la próxima vez... — se encogió de hombros.
No era como si le molestara el desastre si ya lo habían limpiado, además no estaba dormido así que no fue el causante de un abrupto despertar. Él chico ya parecía lo suficientemente mortificado como para que él debiera darle más razones para estarlo.
— ¿La próxima vez?... — entonces, de un segundo a otro, el rostro del chico pareció iluminarse y dejar de lado todo lo negativo que había estado sintiendo. — ¡Sí! La próxima vez lo haré mejor.
Con un ánimo renovado, el joven se dispuso a caminar en dirección a la casa de su tía, con su desastre en manos y una sonrisa resplandeciente en los labios.
Yoongi no entendió absolutamente nada de ese momento de su día, pero no quiso obtener respuestas y decidió continuarlo, aunque le fue imposible no traer a su mente de vez en cuando el agradable aroma a pastel recién horneado. Le hubiera encantado probarlo.
Ese mismo día por la tarde después de salir del trabajo, Yoongi se encontró nuevamente sorprendido al abrir la puerta de su casa y ver de nuevo un obsequio en su puerta, solo que esta vez no había un chico sollozando ni ningún desastre en su patio.
Había una canastita café cubierta con una manta, rápidamente detectó el aroma de algún postre bajo ella. Antes de inclinarse a tomarla, pudo ver a la distancia al agitado chico de la mañana corriendo rápidamente de regreso a la casa de su vecina, quién justo al acercarse por la puerta tropezó con sus propios pies, provocando un grito de la señora Park al casi ser arrollada por éste y su torpeza, y empezando una ola de regaños inofensivos hacia el chico.
Yoongi no pudo evitar reír ante la escena, y simplemente levantó la canastita que habían dejado y entró de nuevo a su casa para ir a la cocina. El obsequio eran unas galletas que lucían increíbles, la boca de Yoongi se hizo agua y de inmediato cedió al impulso de dar una mordida y deleitarse con el sabor.
Una paqueña nota fue dejada junto al recipiente, que decía con una linda y limpia letra: "Mi tía y yo hemos horneado estas galletas, espero que le gusten! Con amor, Jeongguk".
Esa curiosa rutina se repitió los siguientes días.
Yoongi había comenzado a despertarse más temprano de lo habitual casi instintivamente, solo porque sabía que tal vez habría un mocoso dejando presentes en la puerta de su casa o dándole los buenos días mientras regaba las plantas o limpiaba el patio.
Yoongi era agradecido y cortés en la medida que más se le permitía, ya que Jeongguk no se acercaba a platicar formalmente en ninguna de las ocasiones. La mayoría de las veces huía con el rostro rojo después de dejar sus obsequios o actuaba tímido y nervioso cuando se le acababa el guión que su tía le daba.
Yoongi no hizo mucho por cambiar eso realmente. Era normal que el chico estuviese tímido a su alrededor, en especial emprendiendo esa clase de cortejo (así lo catalogó después de unos días pensándolo) impulsado por la señora Park. Yoongi no había pedido explicaciones pero estaba totalmente seguro de que la señora Park tenía mucho que ver en estar enviando a su sobrino a darle presentes.
La mujer no era necesariamente de su agrado, pero era ese tipo de vecina entrometida a la que no podías ignorar fácilmente, él era amable siempre, así como ella también, pero no compartía su entusiasmo por los chismes y las actividades recreativas del comité de vecinos (el cuál ella encabezaba junto con otras vecinas parecidas a ella).
Pese a todo, pensó un día que era suficiente. En especial cuando un sonrojado Jeongguk apareció de nueva cuenta en la puerta de su casa, sosteniendo una cacerola entre sus manos y casi temblando en su lugar.
—B-buenas tardes señor Min, le traigo un poco de ensalada de frutas, espero que le guste...
Yoongi mantuvo su mirada inquisidora en el rostro sonrojado de Jeongguk, quien no fue capaz de sostenerle la mirada mucho tiempo y rápidamente terminó desviando la vista hacia la cacerola en sus manos, su postura encogida y la forma en la que movía sus pies en su lugar, hicieron a Yoongi sentir un extraño enternecimiento.
Es decir, el chico era una cosa linda. Pero no podía evitar sentir pena por él al verlo en cada una de esas ocasiones, en las que parecía casi obligado a acercarse a él con un presente y una insípida conversación orquestada que siempre terminaba en una incómoda interacción para ambos.
Yoongi creía que no era justo para ninguno de los dos, aunque adoraba cada uno de los postres con los que el menor había estado llamando su atención.
—Gracias, Jeongguk. Siempre tan amable. — Yoongi le sonrió, justo como cada ocasión debía hacer, sabía que la señora Park estaba mirando por algún lado de su casa hacia ellos, por lo que no quería provocar una ola de gritos para Jeongguk por estropear su plan. —Parece bastante ensalada, ¿te gustaría acompañarme con un plato?
Los brillantes ojos de Jeongguk se abrieron con sorpresa ante la invitación de Yoongi, sintió sus orejas calientes y tuvo que tragar saliva ante los nervios que lo invadieron. Estaba hecho, ¿lo había logrado?...
Jeongguk miró disimuladamente y con indecisión hacia su costado, justo hacía la casa de su tía. Yoongi lo notó a la perfección, así como la evidente tensión en el lenguaje corporal del chico; sabía que ahora mismo el pobre no tenía idea de qué hacer, seguramente no había esperado ese movimiento por parte suya, aunque en teoría parecía ser todo lo que estaba buscando, según las acciones que había estado tomando. Solo que no parecía estar preparado para cuando lo consiguiera.
—Yo... Eh, sí. ¡Sí! Claro, gracias por invitarme. — Jeongguk sonrió finalmente, levantando sus pómulos encendidos y dejando su asombro de lado.
—Perfecto. Adelante, estás en tu casa. — Yoongi se hizo a un lado, ofreciéndole el paso al nervioso chico, quién asintió y entró a su casa con pasos pequeños y dudosos. Yoongi pudo escuchar con claridad un chillido de la señora Park a la distancia, delatandola y comprobando su teoría.
Iba a averiguar de qué se trataba todo eso, aunque eso significara exponer al pobre de Jeongguk.
—Espero que le gusten la manzanas... Yo no estaba seguro de qué frutas usar, no conozco muy bien la dieta de los bisontes pero es una receta familiar que funciona con todas las frutas así que si me dice sus favoritas la próxima vez puedo preparar una...
—Espera. — Yoongi detuvo las rápidas palabras del menor cuando algo en ellas sonó extraño, y no solo los nervios con los que las soltó. — ¿Bisontes?...
La confusión en su rostro combinó con la duda en el de Jeongguk. Había escuchado mal o se estaba volviendo loco. ¿Qué tenía que ver la dieta de los bisontes con la ensalada de frutas de Jeongguk? Ni siquiera sabía si los bisontes comían frutas, pero él sí que tenía frutas favoritas, aunque no era habitual en los carnívoros.
—Sí... Su animal. — Jeongguk pareció inseguro en su contestación, pero no borró su expresión gentil pese a su confusión. —Nunca había conocido a uno, pero... Pero supuse que podía gustar de las mismas cosas que nosotros los ciervos, como verduras y frutas, ya que también son herbívoros.
— ¿Tu tía te dijo que soy un bisonte?... — Yoongi se cruzó de brazos. Las mangas de su camisa se apretaron contra sus brazos fuertes y no pudo evitar levantar una diminuta sonrisa ante el evidente desconcierto del menor.
—Sí... Ella me recomendó algunas recetas y... — Jeongguk fue cayendo poco a poco de su papel, poco a poco sintiendo cómo algo no andaba bien ante la expresión burlesca de Yoongi y la evidente verdad cayendo sobre él. —Ella... ¿Se equivocó?
Yoongi decidió darle tregua por fin. Tenía razón, había sido suficiente para el pobre chico. No entendía las razones de la señora Park para querer arrojar a un inocente cervatillo a la guarida de un león a base de engaños, pero no pensaba ser parte de ello.
—No creo que se haya equivocado, bambi. — Yoongi dijo con gracia, acercándose al repentinamente decaído chico y tomando de entre sus manos la cacerola que había traído consigo. —Más bien creo que te mintió deliberadamente.
Yoongi se encogió de hombros ante el ceño fruncido del chico. Se limitó a dar media vuelta y colocar la cacerola en la encimera de su cocina mientras Jeongguk terminaba de atar los cabos en su cabeza.
¿Por qué razón la tía Mina le había mentido de esa forma? Había estado preparando sus mejores recetas de postres y bizcochos para el señor Min, había estado llevando a cabo el plan de su tía y de su madre para tratar de conseguir que un alfa fuerte, bien posicionado, guapo y herbívoro (éste último punto era el más importante a su parecer), lo tomara como su compañero y pudiera tener una gran boda en la granja como todos sus hermanos y primos habían conseguido.
Se sentía como un tonto. De hecho estaba seguro de que lucía como uno. Recordar todo lo que había pasado para llegar hasta ese momento, y que todo fuera un engaño o una broma lo hizo sentir aún peor. Él había tenido que irse a vivir con la tía Mina a la gran ciudad y dejar de lado su pacífica vida en la granja, dejar sus paseos por el bosque cercano y a todos sus amigos del pueblo, él había dejado su trabajo en la fábrica de granos y harinas, había tenido que olvidarse de su "estúpida idea" de ser repostero y abrir una panadería por su cuenta, una que fuera completamente suya y donde pudiera crear y perfeccionar todas sus recetas.
Se sentía un completo tonto.
— ¿Por qué tía Mina haría eso?... — Jeongguk preguntó en voz baja, más para sí mismo que para el hombre frente a él, que había tomado asiento en una de los taburetes de la barra.
—No lo sé, justo iba a preguntarte eso. — Yoongi notó la desilusión en toda la postura del ciervo. Había algo evidentemente triste en su porte, algo que iba más allá de una simple mentira por parte de su tía.
—No lo sé... Ella le dijo a mamá que su vecino era un cambiaformas bisonte y que... Que era muy amable y apuesto, que podría ser... — Jeongguk explicó a medias, parecía abatido en su mente, aún sin encontrar la razón por la que había terminado en esa situación.
Yoongi lo escuchó atento, leyó sus movimientos aún nerviosos. Estaba debatiéndose entre si decirle a Jeongguk cuál era su verdadero animal o dejar que confrontara a su tía y le pidiera una explicación. Ambas opciones sonaban bien, pero solo una le iba a dar explicaciones a él.
Además, había algo extrañamente satisfactorio en qué Jeongguk no supiera que era un león blanco. No lo malentiendan, no era que disfrutara ver ese semblante de decepción en la expresión del chico, ni que aprobara que fuese engañado o las razones por las que le habían mentido, pero ciertamente había algo gratificante para él en todo eso.
Jeongguk no estaba orbitando alrededor de él solo porque era un león blanco, no estaba ahí diciéndole que era alguien increíble y especial sin conocerlo. No tenía siquiera un interés auténtico en estar justo ahí, llamando su atención. Era un inocente granjero que había sido arrojado a esa extraña situación en la que no tenía control, y no solo le parecía injusto, sino que sentía como si debiera ayudarlo.
En especial por todos los deliciosos postres que había preparado para él. Yoongi definitivamente pensaba que alguien capaz de preparar tales delicias no se merecía ningún tipo de mal, mucho menos proveniente de su propia familia.
—A ver si entendí... Tu mamá y tu tía te han dicho que me envíes todos esos regalos, y que de esta forma te acerques poco a poco a mí, ¿cierto?... — cuestionó finalmente, hablando pausado y tranquilo para evitar que Jeongguk pudiese sentirse aún más incómodo con todo eso. —Supongo que con el fin de que yo me interese en ti y te tome como compañero, ¿es así?...
El pelinegro asintió ante su declaración, sintiendo sus mejillas arder otra vez ante su clara exposición. Después de todo parecía haber fracasado también, no había conquistado a un apuesto alfa bisonte, ni mucho menos llamado su atención para hacer que lo cortejara y le propusiera matrimonio, para finalmente irse a vivir con él, llenarse de hijos y hacer feliz a su familia.
Todo estaba mal. Todo era parte del plan de su madre para conseguirle un buen alfa y estaba arruinado, seguramente todos se sentirían decepcionados de que no lo hubiera conseguido una vez mas. ¿Por qué parecía tan fácil para los demás?
Jeongguk había visto a sus primos y hermanos ser cortejados y estar enamorados con sus parejas, parecía tan fácil solo ir a alguna festividad del pueblo y encontrar al amor de tu vida. Jeongguk algunas veces los envidiaba, aunque en el fondo solo era porque sabía que era lo que su familia esperaba de él, no porque realmente fueran sus deseos.
No era que odiara la idea del matrimonio y todo eso, solo que lo asustaba un poco. Tal vez había visto muchas cosas tristes al respecto, como a uno de sus cuñados engañar a su hermana. Tal vez había visto como una de sus primas agonizaba al dar a luz por cuarta vez. Quizá se había preocupado mucho cuando uno de sus tíos omega fue de visita a su casa con un gran moretón en el rostro, diciendo que se había golpeado con la puerta y después haber escuchado a su madre murmurar que había sido su esposo quien lo golpeó.
Jeongguk se había cansado de intentar hacer algo para disuadir a su madre de sus ideas. Pero era imposible, su madre era casi casamentera por naturaleza, y también había crecido en una numerosa familia, siendo adiestrados desde muy jóvenes con la idea de formar una propia.
Jeongguk sí quería formar una familia. Pero no quería que fuera como la de sus hermanos, no quería que fuera con alguien a quien no amara, o alguien a quien le tuviera miedo. Jeongguk quería algo con lo qué sentirse feliz y protegido, y si no era así, preferiría no tener nada. Pero eso jamás lo aprobaría su familia.
—Dijiste que eres del campo, ¿no?... — Yoongi volvió a preguntar, interrumpiendo los densos pensamientos del cervatillo frente a él.
—Sí... Mi familia tiene una granja a las faldas de la ciudad, por el pueblo. Ahí trabajaba y vivía antes de mudarme con tía Mina. — explicó con voz suave. Ya no quería verse tan decepcionado como se sentía, realmente estaba buscando fuerza para tener que regresar a casa y explicarle a su tía que había fallado. Además aún había algo peor. —Lo siento tanto señor Min, por todo eso... Tía Mina convenció a mamá, ella solo hablaba de que tenía un vecino guapo y rico y mamá... Mamá dijo que estaba de acuerdo, y tuve que aceptar porque ella tenía la loca idea de emparejarme con el hijo de los Kim, ¡ellos son lobos! ¡quería que me casara con un carnívoro!
Yoongi observó con pena la declaración de Jeongguk. Ahora entendía mejor las cosas. Solo era un chico manipulado por su familia, tal vez de una forma ridícula y anticuada a su parecer, pero no dejaba de darle pena. Jeongguk no tenía ninguna mala intención y de hecho era la víctima en toda esa situación. Yoongi ahora sentía una mayor necesidad de hacerse responsable.
—Entiendo. Escucha... — Yoongi meditó sus palabras un momento, el tiempo en el que los ojos brillantes de Jeongguk lo miraron con una clase extraña de esperanza. O tal vez él estaba imaginando cosas para ese punto después de haber escuchado toda esa dramática historia. —Voy a proponerte algo. Ven siéntate.
Jeongguk se dirigió hacia el taburete que Yoongi le indicó cuando se puse de pie. Se sentó y recargó sus brazos sobre la encimera mientras miraba cómo el alfa tomaba un par de platos de uno de los estantes superiores. Yoongi se dispuso a servir la ensalada de frutas que Jeongguk había preparado.
— ¿De qué se trata?
—Qué tal si le pagas a tu tía con la misma moneda, ¿eh? — Yoongi se encogió de hombros con una sonrisa ante la expresión confusa del ciervo, pero aún así le ofreció un plato ya servido. —Ella te mintió sobre mí, ¿por qué tú no le dices que realmente todo salió conforme a su plan?
Jeongguk tomó el tenedor que Yoongi le ofreció, mirando cómo éste comenzaba a degustar su porción de ensalada. Se sintió un poco mejor al ver el entusiasmo con el que el alfa peliblanco comió su regalo. Estaba feliz de que por lo menos esa parte si le hubiera salido bien.
— ¿Pero eso para qué servirá?... — Jeongguk confesó su incomprensión. Más mentiras sonaban como más problemas.
— ¿No acabas de decirme que tu madre quiere emparejarte con un lobo? Si le dices que no has logrado conquistarme probablemente ese tipo parecerá la mejor opción nuevamente.
El rostro de Jeongguk se iluminó en una notoria preocupación. Yoongi tenía razón, él no había tenido en cuenta ese importante detalle. Si él regresaba a la granja sin un alfa como su prometido, su madre probablemente continuaría con la idea de que Kim Taehyung fuera su compañero. Un jodido lobo. No había forma de que Jeongguk pudiera aceptar aquello, él iba a pasar la mayor parte de ese matrimonio muriendo de miedo y temiendo por su seguridad, no deseaba una vida así, y tampoco someterse a un cambiaformas tan salvaje e impredecible. Ahora estaba terriblemente asustado.
—Es cierto... Dios, tienes razón... — Yoongi pudo darse cuenta del temor reflejandose en los ojos de ciervo. —Mamá quería elegir un carnívoro pero yo le supliqué que no, le dije que prefería el plan de tía Mina y... Los lobos son... Son impulsivos y revoltosos, son aterradores...
Yoongi dejó de lado su plato de deliciosa ensalada y tuvo que sujetar las manos de Jeongguk cuando se percató de la forma en la que comenzaron a temblar, y de que sus ojos se llenaron de lágrimas mientras hablaba.
—Tranquilo, Jeongguk. — habló suave, tratando de capturar su mirada y que dejara de mirar hacia todos lados asustado, como si en cualquier momento un lobo pudiera aparecer y atacarlo. Se dio cuenta de cómo eran las cosas por completo con tan solo un vistazo . —Tú no quieres un compañero, bambi. ¿Estoy en lo cierto?
Yoongi declaró finalmente, cuando los ojos asustados de Jeongguk finalmente lo miraron. Acarició sus suaves manos entre las suyas en un intento de consolarlo, trato de reflejar en su rostro la paz que quería transmitirle y la verdad que estaba descubriendo. Jeongguk se sintió ido por un momento, la voz serena de Yoongi lo hizo sentir mejor, igual que sus manos sosteniéndolo, sus ojos grises eran ciertamente hermosos y hacían mucho por ayudarlo a mantener la calma.
—Sí quiero un compañero... — retractó Jeongguk, pero sus palabras sonaban más convincentes en su mente, que diciéndolas frente a Yoongi con ojos llorosos.
—Pero no lo quieres ahora. En este momento de tu vida. Y tu familia no parece entenderlo.
Jeongguk miró con impresión hacia los ojos de Yoongi. Lo que estaba diciendo era la verdad, pero él nunca había tenido el valor para decirlo en voz alta, para siquiera compartirlo con alguien. Era un secreto, uno que decepcionaría a su madre.
—Pero mamá... — Jeongguk trató aún de salvar algo, lo que fuese. Ni siquiera sabía porqué aún lo estaba intentando. Tal vez solo estaba asustado de enfrentarse a la verdad.
—Mamá quiere llevarte con el lobo feroz y tú pareces terriblemente asustado con la idea. — Jeongguk se tensó ante la mención y apretó las manos de Yoongi entre la suyas, sintiendo esa ola de miedo nuevamente al imaginarse siendo pareja de un cambiaformas así. Mantuvo la calma aún así, evitando verse tan atemorizado como antes.
—Solo... Me gustaría que me diera más tiempo. Quizá... — Jeongguk comenzó a hablar. Ahora finalmente podía hacerlo. —Me gustaría dedicarme a ser repostero, y... Es decir, sí buscaré un compañero, tal vez lo haga después... Primero quisiera seguir trabajando y quiero aprender a cocinar más recetas, de otras partes del mundo. Y quizá... Podría tener mi propia tienda de postres, aunque eso es mucho trabajo y sé que tomará mucho tiempo y todo eso...
Jeongguk relató con una sonrisa levantándose sobre sus labios conforme le confesaba a Yoongi sus deseos. Todo el temor y la inseguridad que había sentido antes se esfumaban por completo cuando hablaba de sus sueños, de lo que realmente quería hacer. Yoongi no pudo evitar sonreírle de vuelta, agradecido de poder ver cómo el omega ahora parecía completamente relajado y lejos de la preocupación que lo había estado invadiendo.
—Eso suena perfecto. Tus postres son increíbles.
— ¿De verdad? — Jeongguk preguntó curioso, la expectativa lo invadió ante el asentimiento sincero del alfa y consecuentemente su expresión se iluminó.
—Hey, yo no miento sobre las mejores galletas de esta maldita ciudad. — Yoongi disfrutó la felicidad en el rostro del menor ante su halago.
—Me hace sentir mejor que tan siquiera esa parte del plan me salió bien. — Jeongguk le agradeció sus palabras.
—La señora Park no te mintió en eso, amo las cosas dulces. Y tus postres son un buen método de conquista. — Jeongguk soltó un pequeña risa al tiempo que bajaba la mirada tímidamente, se sentía inmensamente reconfortado con que Yoongi hubiese disfrutado todos sus regalos, aunque todo se hubiese tratado de esa extraña situación que ahora los estaba haciendo tan cercanos.
—Gracias. Tal vez algún día sí logre conquistar a alguien con ellos. — Jeongguk bromeó para afrontar su timidez, pero Yoongi pensaba que eso era totalmente posible.
No sabía porqué no estaba sintiéndose terriblemente ofendido con toda esa situación. El hecho de que la señora Park hubiera enviado a su sobrino a la casa de un extraño sin saber si corría o no peligro, solo con la idea de entregarlo como una presa fácil, en base a engaños y temores infundados. Jeongguk ni siquiera sabía aún que Yoongi era un carnívoro, y a pesar de que actualmente las sociedades solo hacían la distinción carnívoro/herbívoro por mera formalidad, podía entender que algunos cambiaformas resguardaran los temores básicos de sus especies. No iba a culpar a Jeongguk por nada de eso.
—Entonces... Tú le dices a tu tía que su plan ha salido bien y que lograste conquistarme, para que no tengas que ser entregado a ese lobo. A cambio, tú puedes venir a mi casa mientras trabajo y preparar unas cuantas galletas más para mí al regresar. ¿Te parece bien?
Yoongi propuso finalmente, no del todo convencido de si estaba tomando la decisión correcta. En primer lugar, no estaba pensando en decirle a Jeongguk que era un león, aún no por lo menos. Y en segundo, no sabía por cuánto tiempo podría sostener un trato como ese sin que la familia de Jeongguk lo descubriera. Estaba el hecho además de que él no debería estarse metiendo en asuntos que prácticamente no eran de su incumbencia, y que él no tenía ninguna responsabilidad ahí.
Aún así, no pudo terminar de arrepentirse al ver la sonrisa estelar que Jeongguk le regaló y la ilusión renovada en sus ojos acaramelados. Tal vez luego podría preocuparse por todo lo demás.
Lo haría. Seguro. Después de algunos postres.
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