“de un alfa temeroso y un omega valiente”
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El sonido de sus pasos torpes fue lo suficientemente evidente como para maldecir un par de veces por ser tan descuidado, antes de llegar finalmente a su escondite habitual. La corteza de un fuerte y enorme roble le servía de barrera frente a la razón de sus suspiros desde hacía unos años.
Min Yoongi era el alfa que Jeongguk quería como compañero.
¿Solo como compañero? Jeongguk en realidad quería que fuera su lazo destinado, su pareja para toda la vida, pero también quería algo como, que fuera su mejor amigo, que lo escuchara cuando expresara sus pensamientos y que riera cuando se comportara como un payaso. Quería todo eso. Y quería serlo también para él, solo que había un pequeño pero importante problema...
—Cada vez eres más obvio, cachorro tonto. Será mejor que regreses a la aldea o le diré a tu padre.
« Estoy tratando de llamar tu atención, alfa idiota... »
Jeon Jeongguk no era el omega que Yoongi quería como compañero.
El mencionado se refugió aún más contra el tronco del árbol, aunque tenía claro que eso no era de mucha ayuda si Yoongi ya lo había escuchado aproximarse. Suspiró ante la advertencia, lo último que necesitaba era escuchar algo sobre su padre, ya tenía suficiente con la extraña invitación que le había hecho para una tarde en su despacho, solo esperaba que no fuese regañado una vez más, aunque sabía que no tenía tan buena suerte.
—Solo vine a hacerte compañía, ¿qué tienes en contra de eso? — Jeongguk se cruzó de brazos, una diminuta molestia se instaló en su interior, mientras se recargaba contra el árbol. Escuchaba a los pocos metros, el cómo Yoongi seguía en lo suyo, escarbando la tierra de su huerto y trabajando sus plantas.
—Que no te invité.
—Podrías hacerlo entonces, ser un poco amable conmigo no te afectaría...
—No, gracias. No invito a los cachorros de la manada a mi casa.
Jeongguk bufó ante su persistente excusa. Estaba seguro de que si tuviera el coraje suficiente ya habría golpeado a su mayor en la nuca por siempre llamarlo cachorro y ser tan poco cordial con sus visitas. No es que fuese una clase de ogro o algo así, pero Yoongi era conocido por ser casi un lobo solitario; Jeongguk había crecido escuchando rumores sobre él, y un día había decidido dejar de creerlos.
No era un ser amargado; de hecho lo había escuchado haciendo bromas con algunos de sus compañeros del trabajo, e incluso las respuestas repelentes en las que se basaban sus conversaciones, eran bastante ingeniosas, podía pensar que solo tenía una clase de humor ácido, que no a todos les gustaba.
Definitivamente no era un bicho raro; Jeongguk estaba ciento por ciento seguro de que su apariencia no tenía nada que ver con su mezquina reputación, de hecho, él podía asegurar que Yoongi era el alfa más atractivo de toda esa manada apestosa, eso basado solo en su criterio, aunque no le importaba calificar a los demás, él solo tenía ojos para Yoongi.
Tal vez era su extraño aroma a césped el que no terminaba de hacerlo encajar. Aunque él en realidad no veía ningún inconveniente con él, y le gustaba mucho. Todo en cuestión sobre Yoongi le gustaba, y le daba igual que todos decidieran hablar pestes de él solo por ser reservado y distante aún siendo integrante de una numerosa manada.
De hecho, Jeongguk podía compartir ese sentimiento. Él no estaba precisamente unido a lo que en sí significaba ser parte de una manada. Lo estaba a su familia, a sus orígenes y a sus responsabilidades, pero no en el corazón realmente. Eso lo había descubierto muy joven, cuando fue inmiscuyéndose cada vez más en la realidad fuera de su aldea; sabía sobre las grandes ciudades y los estilos de vida tan diferentes de los humanos, tenían formas distintas de mantenerse y existir, definitivamente había aprendido a apreciar el contraste entre su vida en manada, y la de otras personas.
¿Lo envidiaba? Algunas veces. Especialmente cuando su padre lo reprendía por culpa de sus polémicas actitudes y respuestas a los miembros del consejo. Pero aún así, sabía que no podía irse. No aún, aunque ni siquiera lo tenía planeado. Irse de la manada, aún cuando el exterior lo llenaba de curiosidad, suponía una aterradora sensación. Lo hacía para cualquier lobo nacido en una, era normal. Además, ahí estaba Min Yoongi, y él no estaba interesado en ningún otro alfa, así que no tenía intenciones de irse de ahí, de alejarse de él.
— ¿Por qué sigues llamándome cachorro? Sabes que no lo soy. — Jeongguk frunció sus labios. Sabía que su expresión era bastante infantil, pero afortunadamente Yoongi no estaba viéndolo.
—Porque eso te molesta, ¿no? Además, eres el hijo del líder, claro que eres un cachorro para mí. — la voz de Yoongi a la distancia tenía un toque burlesco al respecto, eso era algo con lo siempre hacía enojar al menor.
La primera vez que notó la presencia de Jeongguk observándolo entre los árboles, pensó que solo estaba perdido o jugando como cualquier lobo joven, por lo que no le tomó importancia y lo ignoró mientras trabajaba su huerto de vegetales. La segunda vez se extrañó más, pero de igual forma lo dejó pasar, no iba a ponerse a interrogar lo que hacía cualquiera en el territorio de la manada, aunque estaba evidentemente inmiscuido en su propiedad.
Las siguientes veces, sin embargo...
—Los cachorros crecen, Min. ¿Acaso no lo sabes?
—Claro que lo sé, tonto. Aunque me pregunto porqué tú no lo haz hecho.
Yoongi reprimió una risa al escuchar un tenue gruñido de Jeongguk detrás del árbol. Incluso cuando era una broma obsoleta y simplona, seguía haciendo exasperar al tozudo lobo. Y le divertía seguir haciéndolo con cada visita.
Sabía que Jeongguk no era ningún cachorro. Lo había sabido desde su primer día después de haberse presentado, y lo había comprobado después de su primera luna llena como un lobo adulto. Su maldita e intoxicante escencia se lo había restregado en la cara con sorna; delicioso chocolate, casi pudo saborear unas galletas recién horneadas la primera vez que lo detectó. Eso sin dudas, fue un golpe bajo a su orgullo. No se suponía que le gustara tanto el olor del hijo del líder. A decir verdad, había pasado un buen tiempo de encontrarse algo así de agradable, casi había olvidado que aún era capaz.
Y el hecho de que Jeongguk hubiese empezado sus esporádicas y cautelosas visitas, hizo las cosas aún más complicadas. Hasta el día de hoy no tenía una respuesta, aunque el menor solo le decía que sentía curiosidad por él y quería aprender sobre lo que hacía en su trabajo de campo. Yoongi sabía que la excusa era muy vaga, ya que algún otro agricultor más afable podría ayudarle a Jeongguk en eso, sin embargo, él iba a su cabaña, la más alejada de la aldea y con el candidato menos idóneo para ello.
Yoongi se había encargado de mantener las cosas a raya. Jeongguk no parecía tener ninguna mala intención, y a decir verdad le entretenía cada que iba, por lo que, mientras no supusiera un verdadero problema, él no tenía nada qué objetar.
Aunque era divertido hacerle creer lo contrario.
— ¿Viniste a ayudar, o te quedarás atrás de ese árbol como un acosador?
— ¡Voy a ayudar, pues qué más! — Jeongguk finalmente salió de su escondite, con el ceño fruncido y unos pómulos colorados. Yoongi sabía cómo hacerlo avergonzar. —Y no soy ningún acosador, ya dije que soy tu visita...
—Indeseada.
—Dices eso pero siempre termino ayudándote. Acepta que soy bueno en esto.
Yoongi dejó que Jeongguk se encargara del lado contrario del huerto, no replicó una respuesta porque sabía que tenía la razón, y no iba a escucharlo dándosela.
Ambos funcionaban de esa peculiar forma. Podía considerarse una amistad extraña, realmente. Yoongi nunca fue grosero, aunque sí trató de hacer que se marchara muchas veces, o en su defecto, que detuviera esa anormal rutina, en la que lo visitaba por las mañanas para ayudarle en su huerto y platicar como si lo conociera desde siempre. La mayoría de las veces Yoongi ni siquiera era partícipe de una conversación tal cual, para él era suficiente solo escuchando lo que Jeongguk decía. Y vaya que tenía mucho por decir.
No iba a negarlo, era encantador. Pero tampoco lo iba a admitir. Eso no sería una buena idea.
—Hyung, terminé aquí... — Yoongi escuchó la voz ahogada de Jeongguk a su espalda.
Las mañanas pasaban tan rápido cuando Jeongguk hacía su visita de ayuda, por un lado, eso le sentaba de maravilla, aunque algunas veces, al terminar el trabajo y ver a Jeongguk hecho un desastre de tierra y sudor, se sentía un poco culpable, ya que no estaba pagándole nada más que el permiso de estar ahí.
—Bien, toma un poco de agua. He dejado una jarra fresca en el comedor, puedes entrar. Terminaré esto pronto.
Jeongguk asintió y no dudo en acatar la orden. Aún le causaba gracia lo fácil que se sentía recibir indicaciones de Yoongi, y cuando lo hacía de cualquier otro alfa, e incluso su propio padre, sentía un fuerte deseo de desobedecer. Pero ya había pensado en eso mucho tiempo atrás, cuando decidió querer a Min Yoongi como compañero.
A decir verdad, Jeongguk podría catalogar1se como, un tipo muy inusual de omega. Aunque si se lo preguntaban, él no tenía nada de diferente al resto, solo por no querer acatar al pie de la letra lo que cualquiera solo por ser alfa le ordenara, no era un defecto. Y está seguro de que hay muchos omegas como él, solo que en las manadas la mayoría de las veces son vistos mal. Un omega que no se somete, definitivamente les parece un error.
Con Yoongi, sin embargo, todo era distinto.
Por alguna maldita razón, sentía como si hubiera un interruptor en su cabeza que se activaba cuando de Yoongi se trataba. Era como si, todo lo que no quería ser y hacer ante otros alfas, se reservara exclusivamente para el que él había elegido. Y eso le revolvía el estómago, como si estuviese enfermo de amor.
No quería que su padre o los ancianos del consejo le dijeran cómo debía comportarse, qué era lo correcto para un omega joven, o qué debería aspirar en la vida. Él quería decidirlo y contemplar a Yoongi en esa decisión. Incluso cuando el alfa no le había dado ninguna señal de querer ser parte de ello; ese detalle le estrujaba el corazón contra su pecho amargamente. Pero si tan solo podía tener esos momentos en compañía de Yoongi, sentía que aún podía ser lo suficientemente fuerte para seguir intentándolo.
Dejó de lado sus revoltosos pensamientos cuando caminó por la cocina hasta la jarra de agua. Nunca había entrado a la casa de Yoongi, y estaba emocionado, pero había visto desde lejos un poco de la cocina cuando dejaba la puerta trasera abierta, que es la que daba a su huerto. Estuvo dispuesto a tomar un vaso y servirse, pero su curiosidad pudo un poco más que eso. Miró un pasillo que daba a otra parte de la casa, él no era un fisgón ni nada por el estilo, aunque seguramente Yoongi pensaba lo contrario, pero no pudo hacer nada contra el impulso que sintió, al notar un cuadro colgado en la pared. Sus pasos lentos lo llevaron hasta allá, sus ojos no pudieron apartarse de la imagen.
Era una foto de Yoongi. A su lado estaba una mujer. En realidad, era la primera vez que miraba una sonrisa tan amplia y brillante en el rostro pacífico de Yoongi. La imagen hizo que su corazón latiera acelerado, estaba seguro de que ahora, al ver que su alfa era capaz de formar esa expresión tan hermosa, había caído un poco más por él. Un profundo y sincero anhelo de hacerlo sonreír así brotó de su ser; él quería ser su motivo y tener esa vista espectacular de su alfa sonriéndole.
El pensamiento rápidamente retumbó en su cabeza.
« ¿Mi alfa?... »
Jeongguk ahora se fijó en la mujer que lo acompañaba. Ella lo rodeaba con sus brazos del torso en una clase de abrazo fraternal, Yoongi también la sujetaba por los hombros. Ella también tenía una deslumbrante sonrisa puesta en sus rojizos labios. Jeongguk sintió algo extraño formándose en su pecho con cada segundo detallando la imagen. Yoongi parecía más el alfa de esa mujer...
—Dije que tomaras agua, no que hurgaras en mis cosas.
Jeongguk se sobresaltó ante la voz de Yoongi tras él, se dio la vuelta con velocidad y se sintió expuesto ante su filosa mirada clavada en él. Oh, esto era malo.
—Lo siento, hyung... Solo, me llamó la atención. — Jeongguk trató de pensar rápidamente en una excusa, alguna explicación, pero no tenía nada, él solo se había metido donde no debía. Aún así, la presión fuertemente se arrinconó en su pecho, arrojándole una sola y única idea en su revuelta mentecita. Quería saberlo, ahora lo necesitaba y estaba seguro de no ser capaz de dormir sin saberlo primero. —Hyung, ella... ¿Es tu compañera?
No fue consciente de su voz temblorosa. No quería saberlo. La sola pregunta formulada lo hizo decolocarse rápidamente. No sabía lo mucho que le temía a eso, hasta que se presentó frente a él. Si la mujer en esa fotografía era la compañera de Yoongi, pero no estaba aquí con él, se explicarían algunas cosas. Se explicaría la más importante para él: el porqué Yoongi no lo quería.
Había pasado un tiempo desde que iniciaron esa curiosa y extraña relación, o amistad, Jeongguk no estaba totalmente seguro de cómo Yoongi lo interpretaba. Pero a su parecer, estaba siendo lo suficientemente obvio; estaba seguro de que Yoongi lo notaba, que sabía sobre su ávido interés en él, pero aún así, no respondía a ninguna de las señales que le había estado enviando.
En su primer luna llena, cuando inició la carrera por el bosque, su primer y único pensamiento fue dedicado a Yoongi, y había estado tan ansioso de imaginar que el alfa correspondería su cortejo, que tal vez, no había imaginado toda la magia que sentía alrededor de él y que éste también se sentía de la misma forma, aún cuando sus palabras habían sido contrarias. Se decepcionó cuando no fue así, pero no desistió. Por supuesto que no tomó ningún otro compañero, aunque hubo quienes lo intentaron, él ni siquiera podía mirarlos. Él solo quería dirigir sus ojos hacia Yoongi. Y aunque no estaba siendo bien recibido con su intento, no iba a cansarse, no iba a tirar la toalla tan fácilmente.
También sabía lo mal que estaba eso ante los ojos de todos, y no le importaba en lo más mínimo. Sabía que un omega eligiendo a su alfa era una clase de buen chiste para todos, una tontería... Porque los que son elegidos, son ellos, no al contrario. Jeongguk estaba cansado de esas anticuadas ideas tradicionales, ¿qué había de malo con lo que él quería? Solo no encajaba en lo que todos esperarían de un omega, de un hijo líder, pero hace mucho había decidido que no tendría esas cosas en cuenta, ellos no iban a tratarlo como quisieran solo por su condición biológica.
Él había elegido a su alfa, ese alfa era Yoongi. Lo había estado buscando y emprendió ese tipo de sutil cortejo, en el que lo visitaba siempre que podía y se llenaba de verlo trabajar y escucharlo en las pocas ocasiones en las que el hombre le compartía algo. Sabía que era extraño, pero no por ello estaba mal, y todo mundo tendría que entenderlo.
Era sincero y no estaba haciéndole daño a nadie. ¿Por qué no podían entenderlo?
Aunque ese no era su único inconveniente. Porque si de verdad Yoongi no lo quería...
Su mente rápidamente trabajó para hacerlo sentir miserable, se estacionó en un desagradable sitio, en ese invisible, pero helado, rechazo intrínseco. Ese en el que, el único alfa por el cual quería ser cortejado, no estaba dispuesto a hacerlo, en el que la única voz a la que ansiaba seguir, no quería llamarlo, y en el que el único alfa que lo hacía querer ser un "omega normal", no lo quería para él.
—Eso no te importa, Jeongguk.
Jeongguk se quedó congelado en su lugar. Sabía que Yoongi era capaz de dar espeluznantes respuestas y gélidas expresiones, pero nunca imaginó que dolieran tanto. Odió el sabor de la amargura extendiéndose por su cuerpo, sus manos ahora se sentían temblorosas y el deseo de huir fue tan intenso que lo hizo dudar de su valía. Pero no más que su determinación, nada era más fuerte que su determinación. Y aspiró valor.
—Sabes que me importa, Yoongi hyung... Sabes que lo hace. — Jeongguk no estuvo seguro de dónde consiguió la franqueza para pronunciar aquello, pero esperaba que no se le terminara ahora que había decidido comenzar. —Tú... Realmente lo sabes todo, ¿no es así? ¿por qué pretendes no notarlo?
Yoongi tensó su mandíbula ante la imagen deshecha del omega frente a él, no le gustó para nada presenciarlo. Creyó ilusamente que no tendría nunca que enfrentar está situación, en la que daba la cara hacia las acciones de un omega enajenado con él, de alguna forma, conectado a él. Que se tratara de Jeongguk solo complicaba más las cosas. Antes había vivido algo como eso, y no quería, no quería en verdad, pasarlo otra vez. Esta vez, parecía incluso más difícil.
—Porque es lo correcto...
Yoongi no iba a esforzarse en poner excusas sobre la mesa. Jeongguk tenía razón en eso. Era su oportunidad de dejar las cosas en claro de una vez, de romper esa especie de fina tensión en la que se había formado su inusual relación, de dejarle claro a Jeongguk que él no era un buen alfa para él.
— ¿El qué, hyung? — su murmullo fue lo suficientemente tembloroso como para que Yoongi maldijera internamente, no había querido que el corazón ingenuo de ese omega volara tan alto, y de repente cayera así, de verdad no lo hacía. — ¿Qué es lo correcto para ti?...
—Que tomes otro alfa. Uno diferente a mí en todos los sentidos. Necesitas a alguien joven como tú, alguien más fuerte y apegado a la manada. Necesitas un compañero que encaje con lo que todos esperan de ti, no necesitas perderte en el bosque y cazar al que es todo lo contrario a eso. Y deberías saberlo, Jeongguk. No soy para ti.
Los ojos de Jeongguk brillaron cada vez más ante cada palabra pronunciada por los labios de Yoongi. Una grieta más, una después de otra, abriéndose paso. Sintió como si un agujero negro se extendiera por todo el lugar en el que debería estar su corazón.
¿Yoongi también? ¿Incluso Yoongi pensaba que debía forzarse en ser algo que no quería, en lo que no cabía?
— ¿Cómo es que puedes decir eso?... ¿Por qué piensas igual que todos los demás? ¿por qué tiene que haber un tipo específico de compañero al que debo elegir? ¡eso también lo tengo que decidir yo! Si tú me gustas... Es solo mi problema, es lo que yo siento, ¿porqué debería cambiarlo?
Yoongi apartó la mirada del rostro enrojecido de Jeongguk cuando éste dejó caer la primera fina línea de lágrimas. No quería tener que guardar en su memoria tal imagen, porque estaba seguro de que la conservaría por muchísimo tiempo, y no quería someterse a tal tortura.
—Jeongguk... Solo, verás con el tiempo que tengo razón. Cuando tengas un compañero, vas a recordar esto solo como una ridícula experiencia, y entenderás lo que estoy tratando de decirte. — Yoongi esperaba que lo hiciera, porque él no terminaba de convencerse.
—No voy a tener otro compañero, ¿no entiendes que te quiero a ti?... — Jeongguk se arrepintió un poco ante su apresurada declaración. —Si te quiero solo a ti y no puedo tenerte... — guardó silencio. No, eso sonaba tan egoísta. Él no quería tener a Yoongi, quería que él decidiera estar a su lado así de tanto como él quería estarlo del suyo. —Si no quieres estar conmigo entonces lo entenderé y me quedaré solo, eso es todo. No trates de decidir por mí como todos los demás aquí, yo mismo me encargaré de ello.
Su corazón terminó de caer un poco, ante la sorpresa en los ojos de Yoongi. Había algo más, pero la nube de lágrimas en sus pupilas no lo dejaba ver con claridad. Lo único que quería era tenderse en el suelo y llorar. Llorar por Yoongi. Llorar porque estaba cansado de que todos le dictaran una forma de cómo ser el omega perfecto, y que él no encajara en ella ni haciendo su mayor esfuerzo. Quería llorar por ser un fracaso, porque la única razón por la que aún deseaba permanecer en la manada estaba dejándolo caer, por la sensación de abandono que estaba instalándose cruelmente en sus entrañas. ¿Así de tanto dolía un corazón roto?
—Ella no es mi compañera... — Yoongi finalmente contestó la pregunta que había iniciado toda esa escena. Lo hizo rendido ante la firmeza en las palabras de Jeongguk. Podía lucir destrozado y agitado, pero el valor en su voz nunca se disipaba. Jeongguk reaccionó un poco después ante el repentino desvío en la conversación. Lo recordó, aquella mujer. —Pero yo quería que lo fuera...
Jeongguk talló sus ojos y contuvo el aliento por unos segundos. ¿Eso era?
—E-ella... ¿Por qué no lo es? — Jeongguk despreció su maldita curiosidad. Su deseo de saber la verdad. No sabía si de verdad quería saberlo, porque el dolor era nítido y preciso. Pero lo necesitaba, de alguna forma lo necesitaba.
—Ella tomó a otro compañero. Ella hizo su vida con alguien mucho mejor a mí... — Yoongi no lo miró a los ojos mientras confesó su verdad. —Y aún la amo a pesar de eso. Es por eso que no puedo estar contigo.
Jeongguk inhaló. El aire le supo a dolor.
Y corrió lejos de ese lugar, finalmente lo hizo. Corrió antes de terminar tendido en el suelo, implorándole a Yoongi que retirara su pie de encima de su corazón, que lo estaba quebrando.
•
Jeongguk tomó un sorbo de la taza de café humeante que su madre había servido frente a él. El sonido de la cuchara tintineando contra la porcelana le hizo erizar la piel. Tal vez era su tendencia a pensar pesimista, o su malditamente lastimado estado de ánimo, pero sentía que algo no andaba bien.
— ¿Y bien?
Él no esperó. No quiso hacerlo, después de todo se trataba de sus padres. Ellos siempre tenían algo entre manos, y aún más si lo hicieron guardar una tarde para ellos con el fin de tener una conversación, de la cuál no había recibido ni una sola pista sobre qué trataría. Ser el hijo de los líderes le había enseñado a pensar de esa forma.
Si bien no era el mayor, si era el más problemático. O eso es lo que había escuchado por ahí. A él le gustaba pensar que solo eran palabrerías de viejos y anticuados lobos. ¿Problemático? Él solo era fiel a sus ideales y convicciones, solo que algunas veces éstas no coincidían con las de su familia, con las de su padre especialmente. Y definitivamente no lo hacían con las del consejo; esos hombres de pensamientos antigüos le colmaban la paciencia la mayoría de las veces, y odiaba lo fácil que influenciaban a su padre y a sus hermanos. Él no se dejaba llevar, ni mucho menos intimidar por sus ridículas advertencias.
Es por eso que lo tenían parado en un mal lugar, y se encargaban siempre de darle quejas a su padre sobre su comportamiento o cualquier cosa que se atreviera a contradecir, eso solo para mantenerlo en la mira de su padre. Ahora se preguntaba, qué había hecho esta vez para ganarse un llamado más de atención.
— ¿Acaso tu padre no puede invitarte un café y a charlar por la tarde? — el hombre sonrió, acentuando las líneas debajo de sus ojos. Jeongguk casi se siente convencido por el aire animoso de su progenitor, pero realmente no puede deshacerse del mal presentimiento que le aprieta el estómago.
—Mi padre puede hacerlo, seguro. — Jeongguk ladeó su cabeza levemente, entrecerrando la mirada a su padre. —El alfa líder, por otro lado, tendría un motivo.
Su padre suspiró, rindiendo su actuación. Por supuesto que Jeongguk sabía que habría algo detrás de todo eso, no era ningún tonto. Al contrario, estaba orgulloso de saber que era todo lo contrario. Aunque le gustaría que utilizara esa inteligencia para agradar un poco más a los miembros del consejo, en lugar de causarle tantas discusiones. Como fuese, hoy habían llegado a la cúspide de ese insensato teatro, en el que Jeongguk era odiado por los ancianos del consejo, solo por no encajar en el modelo de omega que ellos consideraban adecuado para la manada.
—Sabes que tienes una responsabilidad muy grande como hijo del alfa líder, ¿cierto?
—Sí, padre. Lo sé. — Jeongguk soportó con todas sus fuerzas el deseo de rodar los ojos. Casi podía escuchar en su mente la voz de cualquiera de los ancianos de la manada repitiendo esa oración. No era la primera vez que lo hacían.
Y a decir verdad, Jeongguk ya no lo sabía más. ¿Que implicaba una responsabilidad en la que tenía que sacrificar su escencia misma, sus ideas y su felicidad? Él definitivamente llevaba una vida planteándolo.
—Como padre, lo único que quiero es que seas feliz. Pero como líder, sabes también que tengo que darte órdenes. Por el bien de todos.
Jeongguk frunció ligeramente el entrecejo. Bien, se estaba cansando de eso. Odiaba la sensación de ser rebajado y reprendido por su padre, por culpa de esos viejos. No le gustaba ser tratado como un tonto, como alguien incapaz de entender o como alguien inferior, y eso era algo en lo que su padre era muy bueno, lamentablemente. No lo culpaba, después de todo, él era un líder, tal vez solo se trataba de su altanera naturaleza, esa picante rebeldía que se agitaba en su interior cada vez que hacía lo contrario a lo que se supone, tenía que hacer.
Sin embargo, no sabe porqué ésta vez se siente diferente.
— ¿Qué te han dicho ésta vez esos viejos? Sabes que siempre te contaran las cosas a como mejor les convenga. Por lo que mejor me deberías dejar dar mi versión antes de que decidas cualquier cosa... — Jeongguk estuvo dispuesto a empezar su defensa, pero las siguientes palabras que su padre pronunció le dejaron la mente en blanco.
—Tomarás un compañero.
Era eso. Se trataba malditamente de eso. Su lobo lo sabía, de alguna forma, y lo había mantenido inquieto y alerta desde que se enteró de ésta dichosa reunión. Aún con eso, trató fuertemente de alejar tales sensaciones, debía mantener la compostura ante algo tan delicado, porque definitivamente no podía ser en serio.
—Es una mala broma, ¿verdad?
La mirada que su padre le dedicó fue todo un poema. No sabía exactamente qué podía ver, pero estaba seguro de que no quería hacerlo más. ¿Lástima? ¿condescendencia? ¿resignación? Jeongguk sentía su estómago revuelto de solo ver la mezcla de todo eso en los ojos imperturbables del hombre.
— ¿Crees que jugaría con algo así?
—No haré eso... — Jeongguk descansó sus manos en la mesa de madera, tratando de buscar un soporte que de repente necesitaba con vehemencia. Escuchó a su lado el corazón agitado de su madre, había olvidado que ella también estaba ahí.
—Es una orden, se decidió en la última junta que tuvimos. — la voz del hombre fue estable y inexpresiva, como si absolutamente no hubiera nada más que hablar del tema.
— ¿Estamos en el jodido siglo pasado? ¿Qué maldito derecho tienen esos viejos de emparejarme en contra de mi voluntad?
Jeongguk ni siquiera creía que fuera necesario explicar porqué algo como eso era repugnante y detestable. Creía que ya todos lo sabían, por supuesto.
En el pasado tales prácticas habían sido muy comunes y aceptadas, y aunque con el tiempo las cosas habían cambiando mucho, aún había manadas que consideraban que el seguir al pie de la letra sus ancestrales tradiciones era su deber predilecto. Esa era la razón por la que en los últimos años muchas comunidades de cambiaformas fueron desintegrándose, había nuevas formas de vivir, y el mundo ya no solo se reducía a la realidad en manada, que, aunque fuese importante, no podía significar el núcleo de una vida si simplemente no lo hacía, la vida en manada no estaba hecha para todos y era completamente válido; se originó un éxodo hacia los centros urbanos, y ahora había gente de su especie conviviendo con los humanos en los mismos lugares. Los omegas especialmente habían impulsado todo este movimiento, porque estaban cansados de que el tiempo pasara, pero sus posiciones jerárquicas en las manadas se mantuvieran estables. Estables y deplorables, pensaba Jeongguk.
Es por eso que, aunque habían ganado una cantidad considerable de derechos y libertades, seguían viviendo bajo un estigma social que los categorizaba inmediatamente. Y Jeongguk había decidido que cada uno de sus días, se esforzaría por salir de él. Aunque le pareciera incorrecto a su familia, a su propio líder, a todos los ancianos de ese lugar. Él no debía ninguna clase de degradación a nadie solo por ser justo como era, y estaba dispuesto a desmotrárselos.
Sin embargo, jamás imaginó que llegaría hasta esa clase de situación.
—Jeongguk, ha sido una decisión unánime. No es solo para ti, tu hermano también tomará un omega de nuestros aliados, sabes que esto traerá beneficios a la manada. Lo has sabido siempre, como hijos del líder, siempre han sabido su destino.
Jeongguk había estado esperando con fuerza que su padre pronunciara que todo era una mentira, pero la determinación en su voz y su rostro ensombrecido no le sugerían algo más. Quería golpear. No a su padre. O bueno, sí, quería hacerlo. Por no poder defenderlo en medio de un cuarto lleno de ancianos que lo odiaban y solo buscaban lo peor para él, quería golpearlos a ellos también, por siquiera atreverse a pensar que podían decidir sobre su vida solo por ser un omega, por ser solo hijo de un líder. Todo estaba terriblemente mal, y la sensación de desestabilización fue amarga en su interior.
—Mamá... ¿Tu qué opinas sobre esto? — Jeongguk fue brusco en su hablar. Si bien no estaba tratando de ocultar su molestia, quería por lo menos fingir un poco de compostura, solo para tener un poco más de tiempo y pensar en cómo salvarse. El confirmar si sus padres estaban o no de su lado, solamente terminaría de darle un trágico punto de partida.
—Hijo, el alfa al que te han prometido es un buen hombre. Tu tendrás mucho tiempo para aprender a quererlo...
Jeongguk sintió caliente detrás de sus ojos. Sabía que iba a llorar, y detestaba hacerlo frente a sus padres. Eso era todo, sus padres habían elegido por él. Y ellos habían hecho una elección propia también: dejarlo de lado.
Se tragó la amargura. Tener la clara noción de que solo eso había obtenido de sus padres, aún cuando sabía que no podía confiarse, fue de igual forma desgarrador. Le hubiera gustado tanto que ellos hubieran protestado por él. No, con él. Que pensaran igual que él siquiera en ese aspecto, que no lo quisieran arrojar a las pretensiones de un puñado de personas que no conocía, de un consejo que no velaba por su bienestar, de un destino que solo existía en sus pesadillas.
Él no quería saber si lo que decía su madre era cierto. A él no le importaba si el hombre era bueno, si no debía juzgarlo sin conocerlo. Lo único que le importaba era obtener su derecho a elegir. Incluso si era un tonto y al final elegía al peor alfa o beta del mundo, él lo afrontaría, porque habría sido su maldita decisión, habría sido totalmente su libre albedrío y lo arreglaría de alguna u otra forma.
Él solo quería...
« Yoongi. »
Recordar lo que había pasado días atrás con aquel alfa solitario que tenía cautivado su corazón, terminó de fulminar su fortaleza. Ahora, ni siquiera tenía de opción correr y refugiarse en el huerto de Yoongi, en su presencia, en ese relajante pero reconfortante silencio que le daba su compañía. Todo estaba tan mal.
¿Era posible terminar de derrumbarse? Creyó que ya había sido suficiente con el rechazo de Yoongi, creyó que ya había terminado de llorar, creyó que ya nada podría ser peor, pero eso definitivamente estaba terminándolo.
Habían pasado algunos días desde aquel terrible encuentro. O despedida más bien, Jeongguk aún no había decidido cómo catalogarla. Yoongi había dejado claro su punto, en efecto lo hizo. Pero Jeongguk aún sentía una incesante agonía en su interior, como si no pudiese ser suficiente una vaga promesa de amor no correspondido. ¿Por qué tenía que ser tan terco? ¿Por qué no podía desprender a Yoongi de su mente?
Él de nuevo huyó. No pronunció nada más para sus padres, que ya lo habían condenado sin ninguna oportunidad de redimirse. Solo le quedaba una cosa por hacer, su última alternativa. Algo que siempre habia añorado, pero también temido.
¿Y qué si dejaba la manada?
Eso era lo único que le quedaba en sus manos. Era eso, el destino para el que, de una u otra forma, estuvo siempre preparándose. Yoongi había sido siempre la única razón por la que mantuvo los pies fielmente plantados en ese lugar, no lo era una conexión fraternal, lo había dejado de ser su familia. Ahora se debía a sí mismo encontrarse un lugar nuevo, uno donde nadie lo obligaría a traicionarse a sí mismo.
Mientras corría en su forma animal, gruñó y chilló adolorido en su trayecto. Perdió la noción del tiempo. Las patas del lobo corriendo hacia una específica dirección, la única a la que querían correr. Sabía lo que tenía que hacer. De quién tenía que despedirse antes de cambiar totalmente el rumbo de su vida.
— ¡Yoongi! — sus llamados no fueron discretos, y por el contrario, trató de ser escandaloso en su llegada, que Yoongi lo notara rápidamente, quería mirarlo y llenarse de su imagen, tan solo por última vez.
Funcionó, porque un preocupado Yoongi salió tras la puerta de la cabaña, alarmado por haber escuchado la voz de Jeongguk llamándolo tan tarde. Verlo fue su primer error, su cabello revuelto por el aire y sus hombros desnudos lo hicieron replantearse todo lo que había dicho y hecho en torno a él. El tiempo asimilándolo había sido una agonía, pensó que si liberaba a Jeongguk todo volvería a la normalidad, pero no hizo más que complicarle las cosas a su mortificado corazón.
Lo extrañaba. Lo hacía en verdad, y ahora de repente, a plena noche solitaria y llena de estrellas, aparecía tras su puerta de esa forma, tan deshecho y melancólico como la última vez que lo había visto, como lo había dejado.
— ¿Jeongguk?...
—Vine a despedirme, hyung. — Yoongi formó una confundida expresión en sus rasgos, pero no le fue posible preguntar algo porque Jeongguk se abalanzó precipitadamente a su encuentro. Se abrazó a él con fuerza, sintió sus brazos suaves rodeando su torso y su rostro enterrado en su pecho. —Dios, solo... — el hueco de su cuello se sintió ardiente por el agitado respirar del omega que buscaba refugio en él, podía sentir cómo los suspiros brotaban de su pecho adolorido. —Déjame abrazarte por última vez.
Jeongguk saboreó el amargo sabor de sus palabras. Del trágico final de su historia. Si bien no lo quería, si bien no lo entendía, si bien calaba profundamente en su ser, podía sobrevivir con el corazón roto, caminar hacia el futuro cauteloso y adolorido. Pero podía. Sin embargo, unirse a un alfa que no conocía, que él no eligió, tener que doblegarse ante alguien que no tenía ningún gramo de su aceptación... Eso, definitivamente no pensaba soportarlo.
—Jeongguk. — Yoongi lo llamó, pero no hizo ningún movimiento para apartarlo, se dejó envolver. Y lo rodeó también, cuando sintió al caudal de lágrimas deslizándose por aquel rostro. —Cómo que por última vez, ¿a dónde piensas ir?
Se sentía culpable, no podía evitarlo. Él nunca habría querido que un omega tan gentil como Jeongguk tuviera que pasar por los toques amargos del desamor, y recordar que estaba en sus manos la decisión le oprimió el pecho de culpa. Si tan solo Jeongguk pudiera entenderlo, que él no era su pareja ideal.
¿Y quién lo había decidido?
Él mismo. Él lo hizo hace mucho tiempo atrás, con la mujer de la fotografía. No le mintió a Jeongguk del todo, solo lo utilizó como una excusa para que el menor pudiera aterrizar de su nube con más facilidad, su intención no había sido herirlo en su totalidad, solo quería que pensara con claridad.
Yoongi no se consideraba la clase de alfa merecedor de un omega tan perfecto como Jeongguk. Las cosas ni siquiera se trataban de él mismo exactamente, eran sobre Jeongguk, lo que él merecía tener. No importa que existiera una natural atracción entre ambos, o que el tiempo juntos hubiera sido reconfortante, no importaba lo bien que se sintiera tener a Jeongguk alrededor y escucharlo canturrear por su patio. La vida le había demostrado que él no era digno de algo tan bueno, y no quería atar a Jeongguk a algo como eso.
Además, hace mucho tiempo le habían dejado muy en claro que él no era la clase de alfa que valiera la pena. Lo hizo la mujer de la que tontamente se enamoró en su juventud. Era cierto que, Yoongi tenía un temperamento un poco más manso y menos imponente que el de la mayoría de los alfas, era cierto también, que no era precisamente el ser más dinámico ni entusiasta del mundo, que muchas veces prefería bajar la cabeza y guardar silencio a discutir y enfrentarse, que no le gustaba meterse en peleas y alegatos innecesarios, que estaba más conectado con su lado humano que con sus instintos innatos. Y eso, es bastante contrario a la percepción de un alfa promedio en las manadas.
Todo eso lo llevó en su juventud, a ser visto diferente, a ser tratado como extraño y a ser comparado también. "Ojalá fueras..." se convirtió en un mantra perpetuo en su mente, y luchó mucho tiempo contra él.
Ahora pues, que había aprendido un poco más de sí mismo, ahora que estaba protegido en su soledad y reacio a dejar que alguien más lo determinara... Llegaba de la nada y de repente, un cachorro entrometido a robarse el tiempo de sus pacíficas mañanas en el huerto, a llenar su espacio con risas y pláticas destentidas sobre una y mil cosas sin importancia pero interesantes, a hacerlo sentir cómodo con la forma en la que simplemente era, sin exigirle cambiar, sin compararlo o empujarlo a más, sin pedirle nada que no tuviera ya. Simplemente, aceptando lo que era capaz de dar, y apreciándolo en el camino.
—Me obligarán a tomar un compañero.
Los balbuceos de Jeongguk llegaron hasta sus oídos y su sangre terminó por helarse entre sus venas. La espesura del desagrado en cada palabra del omega fue suficiente para acurrucarlo aún más contra su cuerpo en ese abrazo protector que compartían. Maldijo, porque si había algo que sabía sobre el cachorro necio, era que odiaba que le quitaran sus elecciones, que lo rebajaran a un ser manso y obediente. Algo que definitivamente no era.
—Jeongguk, eso... Iba a pasar, ¿cierto? Lo sabes bien... — Le recordó con pesar.
Era cierto. Todos sabían que algo como eso podía pasarle, así es como la manadas suelen funcionar, lo que los omegas deben hacer. Jeongguk sintió su sangre arder, justo como cuando se dio cuenta de que sus padres no estaban dispuestos a entenderlo ni defenderlo. ¿Yoongi tampoco lo hacía?
Tal vez solo pensó, en su errada mente fantasiosa... Que Yoongi lo salvaría, que él intentaría ayudarlo para poder estar juntos. Porque... Él lo había elegido como su alfa, podían ser compañeros, ¿no?...
Se apartó súbitamente de su abrazo, con pesar, porque lo que más quería en ese momento era fundirse a él, estar tan cerca y sentirlo tanto que pudiera sentir su aroma encima suyo aún después de días, lo quería tan grabado en la piel como en su memoria, porque tenía miedo de no volver a verlo nunca más.
—Mis papás ni siquiera se detuvieron un momento a preguntar, y esos estúpidos ancianos, ellos solo quieren deshacerse de mí, no les importa lo que me pase, lo que yo quiera, o lo que sienta... — El alfa se mantuvo callado ante aquellos sinceros reclamos, no sabía qué decir, porque aunque tuviera la razón, ellos no tenían la facultad de contradecir ninguna decisión del líder y su consejo, Jeongguk solo estaba siendo movido como pieza sobre el tablero, y todo estaba fuera de sus manos. —Yo te elegí a ti...
—Jeongguk... — Yoongi se detuvo. No sabía qué decir, algo que no lastimara más al adolorido ser frente a él. Él de alguna forma se sentía igual, porque pensó que tener algo tan bueno como la compañía de Jeongguk, podía alargarse, que tal vez podría mantenerlo, y la realidad cayó sobre él como un balde de agua fría.
—Ya, hyung... Lo sé. Tu no me elegiste a mí, ya lo sé... — El omega lo interrumpió, siendo consciente de su propio declive y de su propia realidad. —Pero aún así, no puedo hacer nada en contra de lo que siento aquí. — una mano en su pecho se resguardó. —Eso nadie lo puede cambiar, ni siquiera el líder de la manada y los consejeros, ellos no pueden ordenarme por quién debo tener sentimientos. Y es lo único que me queda, es lo único que no podrán arrebatarme una vez que me marche, hyung.
—Te lastimarán a donde sea que vayas por esos sentimientos, Jeongguk. ¿Crees que el alfa al que seas entregado estará feliz de escucharte decir que amas a otro? Si sigues aferrándote a eso, van hacerte daño, Jeongguk. Por mi culpa.
Jeongguk negó con la cabeza. Yoongi no estaba entendiendolo.
—No seré entregado, Yoongi hyung. No voy a irme con ningún alfa, estoy hablando de huir. Estoy diciendo que me iré de la manada si es necesario, si ellos no quieren entender que no soy solo un objeto que pueden regalar.
Yoongi exhaló. Por supuesto que hablaba de eso. Jeongguk era el omega más valiente que jamás haya conocido, el más determinado y el más seguro. Ni siquiera estaba sorprendido por su decisión, pero sí estaba asustado. Yoongi era bueno en sentirse así, después de todo.
—Jeongguk. Si te vas, si te vas de la manada te buscarán por todos lados, ellos van a... — Yoongi guardó silencio por un momento, saboreando sus cobardes palabras. ¿Por que no podía prometerle a Jeongguk una oportunidad de ser libre y feliz lejos de toda esta mierda? Toda esta mierda de la que incluso él estaba cansado ya.
—Voy a conseguir algo mejor que esto. — algo cambió sobre la mirada de Jeongguk. Había algo detrás de su habitual dulce brillo, era nuevo, como una ola de ira y redención. Tal vez decepción. —Lo haré incluso si tu no eres parte de ello.
—Jeongguk. — Yoongi lo miró con devoción, motivado por la decisión en la voz del menor, inspirado por la determinación en sus ojos de estrellas. —No soy la clase de alfa valiente que esperas que sea... Difícilmente soy considerado uno, lo sabes bien. Todo lo que dicen de mí, sobre lo débil que soy, lo inadaptado, lo defectuoso... — Yoongi suspiró ante el verdadero peso de sus propias palabras sobre sí mismo, él sabía que todos en la manada lo miraban de esa forma. Y él aprendió a creerlo también. —Sabes que no soy capaz de defenderte de ellos, esto es más grande que tú y yo juntos. Es muchísimo más de lo que yo puedo manejar, soy muchísimo menos de lo que deberías aspirar.
—Hyung... — Jeongguk sintió sus ojos arder. Quería quitar todos esos pensamientos de la mente de Yoongi, quería arrancarlos de ahí. Sabía que no eran suyos, que era los de toda la aldea y los miembros de la manada. Todos se creían en el derecho de decirles cómo y qué ser, y si eran diferentes, entonces eran culpables. —Eres exactamente a todo lo que aspiro, no hay algo que cambiaría de tí.
—Cachorro tan necio... — Jeongguk le sonrió en medio de su pesar, su aspecto estaba decaído, pero aún podía sentirse feliz por tener a Yoongi llamándolo cachorro aunque en otra situación se hubiese molestado.
—Estás sonrojado, hyung. Te ves tan lindo.
—Basta, mocoso. — Yoongi apartó el rostro de la mirada examinadora del omega frente a él. Sabía que tenía razón porque sentía el rostro rojo, pero quién no lo tendría si estaba alguien jurando amor eterno y diciendo cosas tan cursis a los ojos. —Jeongguk... Si te llevo a la ciudad, conozco a alguien que...
Yoongi cortó sus palabras haciendo una mueca, pero era tarde ya, los ojos de ciervo lo analizaron cómo quien buscara una revelación milagrosa. Estaba hecho, no había forma de que dejara que Jeongguk se fuera a su suerte y abandonara la manada sin un plan o sin ayuda. Él no quería imaginar los peligros a los que podría exponerse, si bien ya no era un niño, cómo muchas veces se había encargado de replicarle, seguía siendo un omega joven con solo una luna llena encima; el mundo dentro de la manada era una locura pero allá afuera encontraría igual o más peligros de los que preocuparse. Yoongi no podía dejarlo solo en eso, si algo malo le pasaba no iba a ser capaz de perdonarse a sí mismo.
—Dime, hyung... — la ilusión en la mirada del menor le dio a Yoongi el valor para continuar, un valor que creyó haber perdido hace mucho tiempo. —Por favor.
—Tengo conocidos en la ciudad. Un buen amigo decidió dejar su manada hace años, cuando su líder lo condenó por haberse emparejado con una humana. Estando fuera del territorio y sus órdenes, él fue libre de adaptarse al estilo de vida de los humanos, asumir sus leyes y todo eso... Él vive bien ahora, tiene hijos y dice que todo ha marchado bien desde que huyó. — explicó finalmente. Jeongguk lo miraba expectante. —Te dicen que es desastroso dejar las manadas, pero no te hablan de lo mucho que puedes lograr hacer fuera de ellas.
—Hyung... Eso, tu... — Jeongguk trató de ordenar sus agitadas ideas. Su corazón latía rápido ante la efímera posibilidad presentándose. Él jamás había escuchado de un exiliado por primera mano, solo historias y lo que normalmente los miembros decían sobre despreciar a los humanos y toda esa basura. Sin embargo, teniendo a alguien que lo ayudara... — ¿Crees que tú amigo pueda ayudarme?... Yo... Quiero irme, hyung. Sé desde hace mucho tiempo que no pertenezco aquí, y aunque estoy asustado por dejar todo... Yo...
Yoongi tomó el rostro de Jeongguk entre sus manos, lo hizo porque no pudo evitar el instinto de tranquilizarlo. Podía ver sus manos temblando y sus ojos brillantes ante la posibilidad que se abría ante él. Él estaba tomando una decisión que iba a romper su mundo, Yoongi entendía lo asustado que debía sentirse. Sin embargo estaba siendo valiente, como siempre. Ambos lo estaban siendo.
—No voy a dejarte solo, cachorro tonto. No iba a dejar que te fueras solo. No vas a estar solo en esto, ¿bien?
Jeongguk asintió ante cada palabra de su hyung, inmediatamente aliviado y agradecido. El agobio de su corazón poco a poco fue aligerándose y la carga fue menos pesada sobre sus hombros. No tenía idea de lo que seguía ni de lo que iba a pasar, solo sabía que teniendo a Yoongi a su lado, podría hacerle frente a cualquier cosa que viniera.
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