《01》
Cuando vio tierra se dio cuenta que era hora de poner fin a esta vuelta por el mundo.
- ¡Tierra a la vista! – Gritó con diversión.
Todo este tiempo en la soledad le enseñó disfrutar su propia compañía. Así que si comportarse así le subía en ánimo, tenía que seguir comportándose como una loca desquiciada hablando sola. De todas formas ¿Quién la iba a criticar?
Cuando encalló en tierra le dio un último vistazo al barco.
- Hasta la próxima…
Nuevamente esas lágrimas rebeldes le obstruyeron la vista. Las limpió y con una sonrisa melancólica apretó las asas de su mochila. Se dio la vuelta y caminó alejándose de ese barco con la promesa de que tenía que volver por él, no porque fuera un barco, sino por lo que le significaba y todo lo que le había vivido en él.
- Google ¿Podrías decirme en dónde estamos? – Le preguntó a su asistente de google a través de su reloj inteligente.
La respuesta de google la confundió, ya que según él la chica se encontraba en el medio del mar.
Ante la inexplicable ubicación donde se encontraba decidió que era preferible recorrer todo el lugar.
A unos metros de la orilla se veían los altos y frondosos árboles de que estaba compuesta esta isla. Se adentró en lo parecía un bosque de larga dimensión que la cubría de la luz solar con la sombra de los árboles. Observó bien el lugar para no perderse ningún detalle y lograr volver por el barco algún día. El verde predominaba, los altos robles parecían acariciar las esponjosas nubes. Algunos rayos del sol se colaban entre las hojas, y estas con un vaivén con el viento hacían una espectacular danza de luces. Aspiró el aroma del lugar. Todo olía a tierra, a flores dulces, a árboles, a felicidad, a paz, a vida. El aroma de la vida, según ella imperaba el lugar.
El aroma de la vida…
Sus sentidos se agudizaron con esa exquisita fragancia. Sintió ganas de correr, saltar, brincar, cantar y abrazar al mundo en sí. En ese lugar podía respirar paz.
Quería estar aquí para siempre ¡Para toda la vida!
A las dos horas de caminar y de dolerle los pies, se tumbó en el verde pasto. Abrió su mochila gigantesca y sacó una barrita energética que acompañó con unos tragos de agua dulce. El agua dulce era la principal razón de que el viaje concluyera. No tenía suficiente y tenía que abastecerse o si no se acabaría para siempre la humanidad.
Ya un poco descansada se levantó y siguió su camino.
Parecían de cuentos de hadas las flores de aquel lugar. Una purpura y rosada le llamó la atención demasiado, estaba abierta y tenía unos puntos dorados en el tallo y hojas. Pensó en arrancarla y llevarla consigo, pero la castaña jamás sería capaz de dañar algo tan frágil e inofensivo como la vida de una delicada flor. Sacó su cámara y le tomó una foto. La foto era la mejor forma que la acompañara cuando la sacara y pegara en su libro, sin tener que dañar esa vida.
El sonido de agua corriendo fue captado por sus oídos, emocionándola.
Aumentó su ritmo y en unos minutos más estaba frente a un caudaloso lago. Dejó la mochila a un lado. Sacó unos pomos vacíos y los lleno con agua, luego vertió gotas de lavandina para purificarla. No pensaba llenar todos los embalses que tenía porque iba aumentar el peso en su espalda y ella lo que quería era ir ligera para llegar más rápido a una ciudad. Se inclinó para tomar agua con sus manos y salpicarla en su cara, también se remarcó la camisa para el sol y frotó agua en sus brazos y cuello.
Dejó los zapatos y la ropa en un lado de la mochila, y se adentró en el lago.
El agua era tan cristalina que podía ver sus pies, las rocas y las algas de lo profundo. Al principio sólo jugueteó y chapaleteó un rato antes de lavar su cuerpo y cabello.
Al salir se secó un una toalla y vistió.
Dejó detrás el bosque y entró en un sendero que la llevó directamente al pueblo. Sonrió para sí misma al ver unos bajos edificios y escasas casas en su campo de visión. Se veía más viejo y desgastado que los demás lugares donde había llegado de turista. Visualizó un auto pequeño y se dirigió a él. Al mirar por el cristal toda la paz y alegría se le convirtió en una mueca de repulsión.
El cuerpo putrefacto del conductor seguía ahí.
En otros tiempos más cercanos al fin de la vida en la Tierra se habría retorcido y vomitado, pero ya estaba adaptada a ver cosas así.
Al estar ahí el conductor (o lo que quedaba de él) significaba que el auto no tendría seguro. La castaña se hizo un moño alto, abrió la puerta y la cerró de un tirón más rápido que cuando lo abrió. La peste que salió de ahí fue tan grande que se negó a tomar ese auto porque aunque hubiera sacado el cadáver (que era lo que quería hacer) esa pestilencia no saldría con él por estar tanto tiempo sellada ahí dentro.
Se decidió a seguir caminando hasta que apareciera otro auto. La calle se le hacía larga y solitaria. El camino no sabía a donde la llevaba pero lo siguió recorriendo.
Empezaba a oscurecer y eso a ella no le gustaba. Las luces de muchos lugares se encendieron porque seguramente estaban programadas para hacerlo cuando comenzaba a anochecer.
Vio a su sombra como única acompañante, y el pensamiento de poder encontrar alguien vivo que caminara a su lado le dio un remolino de sentimientos en el estómago.
La chica quería a alguien. No quería seguir siendo solamente ella en este mundo tan grande.
Encontró otro coche, este estaba más lujoso y no tenía ningún cadáver dentro. Era perfecto. Rompió el cristal con una roca, provocando que el coche comenzara a sonar una alarma irritable entre tanto silencio. Abrió la puerta y desconectó los cables de la alarma. Se sentó en el piloto y soltó una carcajada al ver las llaves puestas.
Condujo hasta que le entró hambre. Comió algo y se hecho a dormir ahí.
♡♡♡
A la mañana siguiente ya se encontraba conduciendo directo a la entrada del bosque con todos los suministros que tomó de diferentes lugares para volver al barco. Decidió no quedarse en la isla, no parecía demasiado importante para guardar las respuestas de lo que buscaba.
Cuando el auto llegó a las afueras de la ciudad se detuvo y con su mochila pesada la cargo a sus espaldas para comenzar el recorrido al barco.
Creyó por unos momentos que la seguían ¿Se estaba volviendo paranoica? Quién la seguiría en un lugar donde no hay vida.
Se sintió gravemente loca cuando la sensación de ser observada recorrió por todo su cuerpo en un escalofrío que puso hasta los pelos de su cabeza de punta.
Realmente había perdido la cabeza.
¿Desde cuándo no se sentía “observada” así? Puede que desde que su acosador vecino dejó de vivir.
Entre el cansancio y la perturbación se lanzó al suelo en el verde pasto. Agarró su cabeza con ambas manos y se despeinó frustrada. Realizó unos de los ejercicios de respiración que había aprendido en uno de los tantos libros de medicina para mantener su mente en blanco.
Relajada, inhaló el olor a vida que desprendía el pasto. La hierba ya ni siquiera olía como antes del treinta y uno.
Serró sus ojos en paz por unos segundos.
Paz que duró muy poco.
Al abrirlos había ¿alguien? ¡Alguien frente de ella!
- ¡Levanta las manos e identifícate! – Ordenó apuntando un arma a la cabeza de la chica.
¡Demencia! Definitivamente se había vuelto esquizofrénica, pero.. ¿En qué momento?
- ¿Estas viva?
Ella asintió lentamente, aun procesando su incapacidad mental ahora certificada. Se sentó en el pasto y miró de forma inquisitiva lo que había creado producto de su imaginación. Bajo toda aquella extraña vestimenta negra que cubría todo su cuerpo, podría decir que parecía una persona bajo aquella rara ropa de ¿cosmonauta evolucionado?
- ¿Qué demonios se supone que eres y cómo diablos estas respirando? – La voz sonaba igual a la de un buzo bajo del agua.
- Ahmm…– Se puso ansiosa, era la primera vez que hablaba con alguien durante muuucho tiempo – Soy Ka-Katherine.
Sintió el corazón martillándole en el pecho, la respiración agitársele, sus manos sudar y un poco de falta de aire. Era como ansiedad social.
- ¿Qué? – Apuntó más cerca el cañón del arma hasta que su frente y el metal rozaron. Katherine se dio cuenta de que ya no solo lo veía, sino, lo sentía.
¿Podría… ser real?
La esperanza fluyó con agua salada por sus mejillas, emocionada. Tal vez no sea la única ¡Tal vez haya alguien con quien compartir la soledad del universo!
- Dime como mierda estas respirando el asfixiante.
- ¿Asfixiante?
- ¡No lo volveré a repetir!
La curiosidad. La nostalgia. Todo la esperanza que en cada célula de su cuerpo despertó. La impulsaron a levantarse con el arma en la frente.
- ¿Estas vivo? – El labio inferior le tembló a la femenina.
- ¿Estas llorando? – Bajó aquella arma de la frente de la chica y la guardo en su traje. Sonaba muy confundido.
- ¡Eres real! – Se precipitó encima de aquella cosa fuera lo que fuera eso.
La persona intento sacar el arma pero no pudo. Ambos cayeron al suelo, Katherine encima de él lo envolvía en un abrazo. Lo sentía, y lo que más le emocionaba era que ¡estaba tocando vida!
✨️✨️✨️✨️✨️
Ya terminé esta historia. La empezaré a subir de dos capítulos por día. Espero que les guste🫶🏻😊
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