Capítulo 3: Paciente 0
—¿Cómo que estamos en peligro? —preguntó Akshara con la preocupación latente en su voz, ¿es que el día no iba a acabar nunca?
—Hay un grupo de imbéciles en la ciudad; piensan que el origen de todo es por culpa de... bueno... aquellos que no tienen tanto acceso a la higiene personal —Adam bajó la vista avergonzado —se han propuesto acabar con vosotros.
—¿De qué forma? —preguntó la muchacha sin estar muy segura de si quería escuchar la respuesta.
Adam pateó una piedra que había a un costado de su zapato, llenó sus pulmones de aire y lo soltó de un sólo bufido, a la par que clavaba su mirada en los grandes ojos negros de la joven:
—Están enviando a gente infectada hasta Shit Hills, hay un topo pasando información de los túneles. Saben lo que hacéis ahí abajo, y saben también lo que hacemos algunos residentes de la ciudad. No sé de qué forma, pero planean infectar toda la red de túneles con la lepra. Matan dos pájaros de un tiro: acaban con la clase baja y a su vez, con la delincuencia que proviene de ella.
—Son estúpidos... ¿no entienden que si alguno de nosotros se infecta, la gente de la ciudad que viene hasta Shit hills también lo hará?
—Rectifico: matan tres pájaros de un tiro...
Una nube negra ensombreció el semblante de la joven, apagando el fulgor que siempre le provocaba la presencia de Adam.
—Eso quiere decir que... —no se atrevió a terminar la frase, se negaba a aceptar una despedida.
—Durante un tiempo sería mejor que no siguiera bajando, Aksha... no puedo poner a mi familia en peligro
—Pero... ¡Anca seguro que tomará medidas! Además, quizá sólo se trate de habladurías, quizá todavía no hagan nada, quizá... —Akshara se detuvo un instante al sentir que una pieza hacía dolorosamente "click" en su cabeza —¡el leproso...!
—¿Qué leproso?
La joven se llevó instintivamente la mano a la boca, sabiendo que si le contaba a Adam el incidente de esa tarde en el prostíbulo, éste echaría a correr y nunca más volvería a visitar El refugio.
—Es sólo... un mote —dijo agradecida de pensar con rapidez —Adam, no puedes dejar de venir a Shit Hills, hay una razón...
—Sólo será hasta que se calmen las cosas...
—La razón es; que estoy embarazada, y tú eres el padre —soltó atropelladamente.
El silencio inquietó sobremanera a la joven, que arrepentida de su confesión agachó la cabeza ocultando su rostro. No obtuvo el valor de alzar la vista hasta que el sonido de los pasos de Adam alejándose le hizo reaccionar.
—¡Espera! ¡Eh, no puedes irte así! —gritó la muchacha desesperada —sabías que esto podía suceder, eres tú quien se empeñó en hacerlo sin condon, ¡máldita sea!
Adam giró sobre sus talones para encontrarse cara a cara con la muchacha.
—Bajaré pronto Aksara, ahora tengo que irme.
Y se alejó pisando los cristales rotos en los que se había convertido el corazón de Akshara.
*****
Anca hablaba atropelladamente al auricular del telefono:
—¿Quién?... ¡y una mierda!.... ¿Cómo que el 30 por ciento de las ganancias? —estalló en una risa descontrolada —dile a tu superior que puede seguir enviando a todos los leprosos que quiera, lo único que se va a pudrir aquí es su apestoso culo.
La rumana colgó el teléfono enfurecida, no iba a permitir que cuatro imbéciles la amedrentaran. Cuando el mundo se fué a la mierda, en lugar de hacerse un ovillo y llorar en un rincón supo sacar tajada de los acontecimientos, de ninguna forma iba a tolerar que se quisieran lucrar con su esfuerzo.
Se desplomó en la butaca de su desastroso despacho y buscó en los cajones de la mesa una cajetilla de tabaco. Imaginó por un instante el horror que estaría sintiendo en esos momentos la pedante e insolente Myra, eso si Manjula no había acabado por completo con ella.
No le gustaba esa forma de salvaguardar la seguridad de Shit Hills, pero, ¿que otra opción tenia? No podía permitir que ningún infectado llegara a mutar en esa... cosa... Sólo mantenían con vida a Manjula por razones obvias: hacer el trabajo sucio.
Frotó sus sienes olvidando el cigarrillo en sus manos y el dolor que le produjo el quemazo al contacto con sus dedos hizo que su ira creciera aún más. Debía de pensar en algo, antes de que todo se fuera realmente a la mierda y no pudiera seguir pagando las sesiones de quimioterapia.
Palpó su pecho derecho buscando el tacto rígido que le infundaba fuerzas para dejar los escrúpulos y la culpabilidad a un lado, y puso el cerebro a trabajar alentada por ese objetivo: acabar con el puñetero cáncer que atentaba contra su vida.
Los equipos de seguridad del prostíbulo habían puesto todo en marcha, mandando a las chicas a sus respectivos hogares no sin antes hacerles pasar por las duchas químicas. Intentó hacer memoria sobre el recorrido del leproso: había entrado al lugar mostrando mucho nerviosismo, algo que no llamó la atención de Anca, a fin de cuentas, estaba haciendo algo ilegal y era la primera vez que lo veían por ahí.
Ella apenas había mantenido contacto con él, y acto seguido del incidente, fué la primera en tomar una ducha química, de todos modos... el miedo latía en una parte de su cerebro, mordiéndole inquisitivamente. Volvió a descolgar el teléfono y marcó rápidamente el número del doctor Kumar. Seguidamente, contacto con una empresa farmacéutica ilegal y encargó 2000 PCR para ese mismo día, no importaba el precio a pagar.
*********
Akshara no había pegado ojo en toda la noche, ni siquiera había sido capaz de pasarla llorando, quizá eso habría aliviado el nudo que le oprimia la garganta. Pasó todo el crepúsculo hecha un ovillo a los pies de su pordiosera cama.
Cuando los primeros rayos vespertinos rozaron sus mejillas inundándolas de calidez, la infundada esperanza emergió en su pecho. Quizá Adam había pasado toda la noche pensando en ella y en la criatura que crecía en su vientre. Tal vez, después de meditar toda la noche se presentaba por la mañana en Shit Hills, debía darse prisa en arreglarse.
Arrastró sus pies hasta el baño y comprobó que les quedaba muy poca agua. Hacía días que no llovía y las provisiones se estaban viendo disminuidas. Los servicios militares de ayuda humanitaria no se preocupaban en absoluto por eso... eran los propios habitantes los que habían tenido que agudizar su ingenio para construir duchas rudimentarias.
Observó la tinaja mientras soltaba un suspiro de resignación; dejaría lo que quedaba del líquido elemento para su abuela, no quería que agarrara ninguna infección y ella siempre podía usar las duchas del prostíbulo después de un servicio. Salió al patio y corto un jazmín blanco para restregarlo por sus axilas, cuello y brazos. Gracias a dios, las noches eran gélidas y no había transpirado tanto cómo para tener mal olor corporal.
Se dirigió al túnel que conectaba con el prostíbulo y la sorpresa le azotó cuando se encontró con la puerta de entrada cerrara a cal y canto y un gran cartel, con demasiadas faltas ortograficas:
SUSPENDIDOS LOS SERBICIOS POR SEJURIDAD SANITARIA PASAR POR ENFERMERIA PARA COMPROVACIONES DE SALUD
Giró a la derecha en dirección a la enfermería, mientras la creciente preocupación seguía devorándole las entrañas. Al llegar, se encontró con una larga fila de chicas, muy espaciadas entre sí, que malhumoradas por no poder hacer un servicio se quejaban de la situación.
—¡He dicho que mantengáis una puta distancia de dos metros entre vosotras! —gritó un hombre cubierto de pies a cabeza con un equipo de protección individual
Algunas muchachas alzaban el cuello intentando ver que ocurría dentro de la sala de enfermería. De la puerta, salió una de las enfermeras vestida también con EPI, repartiendo unos botes:
—Aquellas que hayáis ingerido algo de comida, marchaos ya y volved mañana en ayunas —Ordenó la pequeña mujer —las demás orinad en estos botes y entregadlos en ésta misma sala... ¡Por orden! Por favor.
Aksahra entró en pánico, con manos temblorosas recogió el bote sin saber muy bien que hacer. Imaginaba que los análisis eran para detectar si se había producido algún contagio, pero ella no podía orinar en ese bote.... estaba embarazada, no podía estar más segura de ello, si la descubrían, acabaría como aquella chica que...
—¡Harshita! —la esperanza llegó personificada en su amiga.
La joven se acercó a Akshara, dejando que otra chica ocupará su lugar en la fila.
—En menudo lío nos ha metido Myra, ¿verdad?
—Necesito que me hagas un favor —Harshita abrió los ojos horrorizada al sospechar el favor que su amiga quería pedirle.
—No puedo, Akhsa, si nos pillan estaremos las dos metidas en un buen lío.
—Por favor, lo necesito. Te lo imploro dost.
Harshita le arrebató el bote de las manos y con gesto de enfado se metió en el cuarto de baño. Repartió su orina entre ambos recipientes y al salir se lo entregó a escondidas de las miradas ajenas.
—Es la última vez que te ayudo con tu problema —dijo muy seria —la siguiente, o se lo cuentas a Anca o yo misma lo haré.
—No puedes hacer eso, ¿acaso quieres que desaparezca como desapareció Manjula?
*********
Dos meses antes:
—¡Eres una niña muy valiente! —dijo Malini con dulzura a su pequeña, mientras le acariciaba el cabello.
Por fin, había conseguido reunir el suficiente dinero para pagar la última dosis de la vacuna contra la lepra. Sólo podía permitirse hacerlo con su hija, desde que su esposo desapareció, llevando consigo las tarjetas de crédito, la economía de la que disponía era reducida.
Varias veces se planteó buscar una forma de conseguir dinero, pero pronto deshechaba la idea; si consideraban que no podía hacer frente a los gastos médicos por si misma, las autoridades la trasladarían a El refugio sin más dilación. No se andaban por las ramas, todo aquel que no pudiera protegerse contra la enfermedad, era excluido del área metropolitana.
Atesoraba como oro en paño las mascarillas que en su día compró su esposo desaparecido, para ambas, y las lavaba a mano concienzudamente dejándolas tan impolutas que parecían nuevas. Era consciente de que no podía continuar así por mucho más tiempo, pero por el momento era todo lo que se le ocurrió hacer para proteger a su hija.
—¿Qué efectos puede tener esta dosis? —preguntó la mujer a la enfermera.
—Es posible que se encuentre somnolienta durante 24 horas, nada preocupante —contestó la docente con una sonrisa —. Eso sí, si llegara a presentar fiebre, delirios o rojeces en la piel, es de vital importancia que ponga a la niña en cuarentena y llame inmediatamente a las autoridades sanitarias.
—¿Cuánta probabilidad hay de que eso ocurra?
—Puede estar tranquila, señora Kumar—Malini se estremeció al escuchar el apellido de su ausente esposo —está haciendo lo correcto protegiendo a la pequeña Kali, ¡es una niña preciosa!
La mujer sintió que la enfermera desviaba su atención, no siendo concisa con los efectos secundarios que la vacuna podría tener. No obstante, decidió no darle más vueltas y llegar lo antes posible a casa; no quería cruzarse con nadie que pudiera llegar a preguntarle dónde estaba el papá de su hija.
Cuando entraron al coche, una sonrisa orgullosa iluminaba la pequeña carita de la niña.
—Mami, ¡me ha dolido un montón! Mira —Kali extendió su brazo mostrando la moradura que había en el lugar donde minutos antes estuvo la aguja —¿ves eso? Es una "morratura"
—Eres toda una campeona, mi vida.
Decidió que esa noche volvería a dormir con la pequeña. Esta vez para asegurarse de que la vacuna no le causaba reacción. Se arroparon juntas en la mullida cama y Malini durmió profundamente abrazada al cuerpo de su pequeña hija, con la tranquilidad de estar velando por su salud.
A la mañana siguiente, se levantó a preparar su desayuno como de costumbre, eran las 10 de la mañana y la nena aún no había despertado. Malini se extraño, pero no le dio más importancia, la enfermera ya le había comentado que podía causarle somnolencia.
Cuando llegó a la habitación principal, la bandeja que sostenía en sus manos con el desayuno cayó estrepitosamente al suelo. Kali se encontraba desmadejada en la cama, su nariz chorreaba montones de espesa sangre manchando las inmaculadas sábanas. Posó una mano en la frente de la niña y se asustó al sentir que estaba ardiendo.
El pánico retumbó por todo su cuerpo, si llamaba a las autoridades sanitarias como la enfermera le había recomendado, pondrían a su hija en cuarentena y dios sabe si la volvería a ver. Además, no estaba segura de estar en posesión del suficiente dinero para pagar el ingreso.
Corrió a la cocina como alma que lleva el diablo en busca de una tableta de antipireticos, si al menos conseguía bajarle la fiebre...
Para acelerar el proceso, agarró unas patatas del cesto de las verduras y las cortó por la mitad. Recordaba que su madre las utilizaba para bajarle la fiebre, y siempre le funcionó. Cuando llegó a la habitación y descubrió los pie de su hija, dispuesta a poner en ellos los tubérculos, un grito de histeria se hizo eco en toda la casa.
El pie de la pequeña estaba completamente cubierto de rojas y supurantes ampollas.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro