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Capítulo 1: El refugio

...Recordatorio para todos los habitantes del refugio: no están permitidas las actividades que impliquen contacto físico con personas que no tengan estrechez directa; quedando totalmente prohibida la venta de alimentos, cosméticos, o enseres personales. Así mismo esta prohibida la prestación de servicios que incluyan contacto físico de cualquier índole: masajes, servicios de peluquería, maquillaje, y toda aquella actividad que requiera de un contacto directo con personas que no pertenezcan al núcleo familiar. Sólo personal cualificado podrá ejercer algunas profesiones, vitales para el mantenimiento y seguridad de todos los residentes.
Queda terminantemente prohibido estar en posesión de animales y/o vegetales para consumo alimenticio; el sistema de racionamiento brinda a los habitantes del refugio todo lo necesario para subsistir. Los castigos para el incumplimiento de estas leyes pueden ir desde la retirada de la cartilla de racionamiento, hasta la muerte...

-Vamos zorrita, sigue mamando -jadeó el repugnante y obeso Robert -No he bajado hasta este pocilguero para que estés pendiente del transistor.

Akshara volvió a introducir el flácido pene del encargado de seguridad del refugio, en su boca. Gracias a dios, ya había eliminado la capa de semen reseco con su lengua y el acceso de arcadas no era tan violento cómo cuando comenzó a hacerle la felación. Se preguntó si no sería mejor que la pillaran ejerciendo la prostitución y terminaran ejecutándola; tener que recurrir a prestar esos servicios para no morir de desnutrición era algo miserable.

Robert se estaba empezando a irritar; había pagado por un puta que se lo hiciera con ganas, que devorara su corto y blandengue miembro como si fuera el manjar más delicioso que pudiera llevarse a la boca. Para una mamada a desgana ya tenía a su regordeta e infeliz mujer.

Jaló con fuerza de la larga y oscura trenza de la joven, obligándola a alzar el mentón y clavar la mirada en sus pupilas.

-O empiezas a comerme la polla de verdad, o me voy a encargar de que esa puta vieja hedionda que vive contigo, no vuelva a ver un medicamento en su puñetera vida -. Amenazó mientras partículas de saliva pastosa salían disparadas de su pestilente boca.

Akshara pensó en su abuela, la joven no tenía más familiares vivos; todos habían muerto con la primera ola de la enfermedad de Hansen. Sólo ella y su abuela Daksha habían sobrevivido a duras penas, ocultándose en una vieja fábrica abandonada sin mantener contacto con nadie más. Así, habían evitado el contagio y por lo tanto, salvado sus vidas.

Cuando los militares hicieron un barrido por toda el área de Bihar encontraron a abuela y nieta acurrucadas entre un montón de palés, orina, y restos de ratas muertas, las cuales les habían servido de alimento. Les prometieron llevarlas a un lugar seguro, donde no tuvieran nunca más que preocuparse de no ser contagiadas o comer insectos y pequeños roedores. Akshara, en su inquebrantable inocencia les creyó.

De todos modos, ¿que otra salvación tenían? Las brigadas de rescate eran imparables por mar, cielo y tierra, no dejando ni un solo centímetro sin explorar. Aquellos que tenían mayor poder adquisitivo y pudieron acceder a los fármacos contra la lepra, siguieron en la zona lujosa de la ciudad gozando de medidas de protección, chequeos médicos regulares, comida en abundancia y una vida "seminormal".

Por contrapunto, la parte de la población que vivía en pobreza extrema no se podía permitir gastar dinero en medicamentos, cuando difícilmente les alcanzaba para el alimento diario. Así que, esta nueva cepa mortal de la enfermedad de Hansen acabó con más de la mitad de la población obrera de Bihar. Los pocos que tuvieron la ventura de sobrevivir a la enfermedad fueron trasladados a las afueras de la ciudad, y alojados en cabañas provisionales las cuales no les protegían en absoluto de los fenómenos metereológicos.

El lugar no era más que un vertedero abandonado, dónde era más fácil temer por enfermedades provenientes de la falta de higiene que de la misma lepra.
Los servicios de ayuda humanitaria les entregaron un par de cobijas por familia, y alguna muda de ropa vieja y roída acompañada de sendas cartillas de racionamiento. En un principio, las raciones eran medianamente aceptables, teniendo en cuenta que mucha de la gente que fué trasladada al lugar no acostumbraba a comer a diario. Pero conforme fueron pasando los meses, las raciones se vieron ridículamente reducidas a un trozo de pan, 300 cl. de agua potable y un trozo de cecina.

Pronto llegaron las muertes por desnutrición y deshidratación, sembrando el pánico entre los habitantes. Ya nadie hablaba de la enfermedad de Hansen, la unánime preocupación era cómo poder sobrevivir con esos escasos recursos.

El gobierno bautizó al lugar como "El refugio", los habitantes del mismo lo llamaban "El basurero", y la organización corrupta que se encargaba de comerciar con la vida, cuerpo y órganos de los habitantes; lo renombraron cómo Shit hills.

Crearon una red de mercado negro en las profundidades del vertedero; una mini cuidad subterránea donde no llegaba la ley. Venta de órganos, prostitución, medicamentos clandestinos, invernaderos e incluso carnicerías -de dudosa procedencia-inundaban la red de túneles. Akshara llegó allí por casualidad, y ahora no sabía cómo escapar.

Cada vez que hacía un servicio intentaba que su mente viajara a lugares y momentos reconfortantes, aquellos pensamientos que le hacían mantener viva la ilusión que su mente soñadora se negaba a perder.

-¡Maldita India de mierda! -gritó Robert mientras le propinaba un guantazo -, no sirves ni para hacer una mamada en condiciones.

Agarró a la joven de la cabellera e hizo que se levantara, de un embentón la tiro contra la cama y comenzó a penetrarla violentamente. Gracias a dios, el pene de Robert era ridículamente pequeño, y excepto una leve molestia por la fricción no podía causar mucho más daño en la vagina de la muchacha.

-Mmm creo que podré perdonarte... -gimió babeante en su oído -, tienes el coñito tan cerrado como una niña pequeña.

Akshara contuvo las náuseas que le provocó ese comentario. No dudaba en absoluto de que ese patán fuera capaz de violar a una menor, de hecho, estaba segura de que lo disfrutaría, así que agradeció que se conformara desfogándose con ella y no con alguna de las pocas niñas que habitaban en El refugio. Era conocedora de que muchas madres prestaban a sus hijas para tan sucias finalidades, sólo por dos pedazos más de cecina. Le resultaba repugnante.

-Si vas a golpearme, deberás pagar un suplemento -. Se atrevió a imponer Akshara. Había aprendido a ponerle un precio a su cuerpo, pero no iba a tolerar que por pagar por él nadie se sintiera con derecho de dañarlo.

Robert le lanzó una mirada furiosa, ensanchando las aletas de su grasienta nariz. Normalmente le excitaba sobremanera que las mujeres que contrataba fingieran resistencia; para doblegarlas con un par de guantazos bien dados y enseñarles que con él, no se juega. No había nada en este mundo que le pusiera más cachondo que sentir que tenía el poder, pero esa joven India le estaba sacando de quicio sobremanera: realmente se estaba resistiendo, no era parte del juego sexual.

-Te voy a golpear las veces que me salga de la polla -susurró retorciéndole un pezón al punto de hacerle gritar del dolor, mientras sacaba su pene para introducir todo su puño por su estrecha vagina -el suplemento es permitirte que sigas pudiendo mear sin sangrar.

La joven intentó zafarse del obeso hombre, pero sus apenas cuarenta y cinco kilos no fueron suficientes para mover a esa mole ni un solo ápice. Robert siguió retorciéndole el pezón, sintiendo cómo su pene se endurecia vigorosamente con el sufrimiento ajeno. Akshara apretó fuertemente los dientes ahogando un grito; sabía que si le daba el placer de dejar ver su angustia y dolor se excitaría aún más. Liberó uno de sus brazos que se encontraba aplastado debajo de la enorme barriga de Robert y golpeó contra la pared. Un golpe seco, tres golpes rápidos, silencio y otro golpe más: era la señal de socorro impuesta por la red de prostitución.

Anca, una mujer cincuentona, de cuerpo robusto y nacionalidad rumana, era la responsable de las chicas que ejercían la prostitución dentro de Shit hills. Irrumpió en la habitación como un huracán. En su mano derecha, llevaba un bate en el cual habían incrustado clavos oxidados por toda su superficie, y en su mirada el odio incandescente que sentía por los hombres.

-¡Al naibii de fiu de cățea! -vociferó la mujer mientras lanzaba el bate hacia la cabeza de Robert -, no quiero volver a ver tu gordo y apestoso culo cerca de mis chicas.

-Vamos Anca, ¡iba a pagarle más!

La rumana dirigió la mirada hacia Akshara, todavía desnuda con gotas de sangre resbalando por sus piernas. La muchacha con valor infundado gracias a Anca soltó toda la ira que llevaba tiempo conteniendo:

-¡Serás desgraciado! Te has negado a pagarme el suplemento, me has destrozado el coño con tu puño porque tu miserable rabo no hace ni cosquillas, ¿y aún tienes el valor de justificarte? Ni por todo el dinero del mundo vuelves a ponerme una mano encima, puto gordo de mierda.

El hombre recogió su ropa y se vistió torpemente, sabía que enfrentarse a Anca sería firmar su sentencia de muerte. Esa maldita rumana no tenía ningún escrúpulo a la hora de torturar a hombres.
Alguna vez, Robert se había hecho una paja imaginando que la violaba y que finalmente terminaba disfrutando pidiéndole más... sabía muy bien que eso jamás pasaria; seguro que era una asquerosa lesbiana.

Cuando el hombre salió de la habitación, Akshara estrechó a la rumana con cariño genuino.

-Gracias Anca, sabes que no suelo quejarme de los servicios, pero he tenido miedo de verdad.

-Lo sé pequeña, no tienes que justificarte -dijo la mujer mientras acariciaba su rostro tiernamente.

La joven se metió dentro del cuarto de baño dispuesta a limpiarse los restos de sangre y babas, Anca la miró desde el marcó de la puerta con desaprobación en el rostro.

-No vas a hacer más servicios hoy, Aksha -sentenció firmemente -debes de recuperarte.

-¿Esto? No es nada Anca, seguramente es el inicio de mi menstruación.

-¿Olvidas que tengo tu ciclo menstrual anotado? -contrapuso la mujer.

Akshara lanzó una mirada suplicante a su madame.

-Vamos Anca, me dijo que hoy vendría, si ve que no estoy puede que se enfade.

-No voy a permitir que hagas un servicio con la vagina sangrando, Aksha. No todo tiene un precio, ¿sabes?

-¿Acaso crees que lo hago por el dinero? -preguntó incrédula la joven. Le ofendía esa suposición, ella solo necesitaba lo justo para su abuela, su propio bienestar económico no le importaba en absoluto.

-¡No me jodas, Akshara, por dios! ¿Te has enamorado de un putero?

El labio de la joven tembló, y miles de lágrimas se acumularon detrás de sus párpados. Odiaba que la frustración tuviera ese efecto en ella, le hacía parecer débil.

-¡No! Pero... -jugueteó nerviosa con un mechón de cabello -veo que realmente no sigues tan a rajatabla mi ciclo menstrual, tengo un retraso.

Y sabía bien, a pesar de ser prostituta, quién podría ser el causante de esto.

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