━CAPÍTULO 1
─El santuario rojo
Los tres estudiantes del primer año del colegio técnico de la magia se encontraban bajando de la estación de la prefectura de Ishikawa-ken, enterando se que estaban al rumbo a un santuario común y corriente, y que dos de ellos, Kugisaki y Itadori, lanzaban una ola de quejas hacia al profesor porque éste les había prometido ir a un lugar divertido, sin embargo se encontraban de camino a aquel lugar aburrido y para nada divertido.
—Llegamos —el mayor avisó a sus estudiantes, deteniéndose en la entrada del dichoso lugar, con una sonrisa y con un entusiasmo muy diferente a los estudiantes.
—¿A qué venimos aquí?— preguntó el de las hebras rosas—. ¿Nos pondremos a rezar?
—¿Iré a desperdiciar mi tarde aquí?— agregó Kugisaki.
—Que chistoso, pero no. Venimos a exorcizar a una maldición— apenas terminó de hablar y los tres cambiaron de aptitud. Y siguieron a Gojo-sensei cuando éste entró.
Era algo extraño el lugar pues, si bien el profesor había dicho que iban a exorcizar a una maldición, pero no sentían ninguna presencia maligna ni nada por el estilo.
—Buenos días —alguien les habló por detrás con una voz serena y joven.
Los cuatro voltean a ver para saber quién era el que les habían hablado. Y vieron a aquel chico vestido de un sacerdote de rango alto con las típicas color blanco y rojo.
—Mi nombre es Yonezawa Shinshi —era un joven sacerdote, sonriente, con el pelo de color castaño, tenía unos ojos verdes y parecía ser muy carismático—. Soy el sacerdote de este lugar. ¿Les gustaría un recorrido? —sonrió aún más.
—No, gracias —rechazó el de los cabellos blancos—. Verá, nosotros venimos a exorcizar.
—Pues, como pueden ver —extendió el brazo para que echaran un gran vistazo al lugar—. Aquí es un santuario, un lugar sagrado, no van a encontrar ningún objeto maldito.
—Buen intento —dio un aplauso como si lo estuviera felicitando—. Por ahora, no buscamos un objeto maldito, buscamos a una persona maldita y tenemos razón para creer que se trate de su hermana.
El joven sacerdote dejó de sonreír y miró con más detalle sus uniformes y no tardó en darse cuenta que todos ellos eran hechiceros, chamanes, eran el número uno de su lista de amenazas para su hermana. Estaba convencido de que esos tipos nunca iba a venir aquí pero ese día cambió todo sus planes.
—¿Cómo es que está seguro?
Gojo dio una vuelta lenta para observar bien el sitio con una expresión alegre, comprobando que era verdad lo que le habían dicho acerca del lugar.
—Es extraño, ¿no lo creen? —preguntó para sus alumnos. Ellos no sabían a qué se refería por lo que comenzaron a mirar al alrededor tratando de saber de qué se trataba—. ¿Por qué será que este lugar, siendo un lugar limpio, acogedor y tranquilo, no hay nadie más salvo nosotros?—detuvo la mirada en Shinshi.
—¿Y eso qué tiene que ver? —esta vez ya dejó todo el carisma, observando con una seriedad al sujeto que tenía los ojos vendados.
—Pues, según lo que me contaron, nadie de este pueblo se acerca a este lugar "sagrado" porque saben que aquí pasan cosas extrañas y los únicos vienen a este lugar son los turistas muy inocentes que no saben nada de este sitio y al entrar aquí, desaparecen sin ninguna explicación. Y me pregunto: qué hubiera pasado si aceptaba su recorrido.
El sacerdote de los ojos verdes ahora tenía una expresión nerviosa, mirando de uno para el otro lado, sin saber qué decir para poder salir de esta situación. Acudiendo, sin ninguna otra opción, a la excusa más común y poco creíble.
—Eso... tiene que ser una mentira.
—Si es mentira, por qué no nos presenta a su hermanita y ya nos vamos.
Esta vez sus brazo temblaban, no por miedo, sino por la fuerza que usaba para apretar su puño por la rabia que sentía. Esto era el límite. Ese grupo no le iba dejar en paz hasta que vieran a su hermana; además quería alejarse de aquel sujeto que no lo dejaba en ponerlo en aprieto.
—Esta bien —intentó dibujar una sonrisa en sus labios—. Síganme.
—¡Por fin! pero —se acercó al oído del joven y susurró—. Cuidado con engañarnos, créeme lo pagará muy caro.
—Soy un sacerdote, las mentiras son un pecado.
A medida que andaban más al fondo del santuario, los tres estudiantes han notado algo extraño, algo más que falta de personas, más bien por las paredes y los techos.
—¿Por qué este lugar se llama "Santuario Rojo"? —murmuró Itadori cuando notó que el lugar no era tan rojo como decía el nombre porque habían espacios por rellenar—. Hay muchos espacios en blanco si su nombre dice que es rojo. ¿Les habrá faltado pintura? —preguntó a Fushiguro.
—A decir verdad— respondió Shinshi a lo que el menor sobresalto, ya que creía que no lo estaba escuchando—. Este lugar antiguamente se llamaba "Santuario Blanco", en serio, este lugar era tan blanco que parecía que nevaba aquí todos los días pero en el año mil ochocientos y algo, ocurrió un horrible terremoto, sacudiendo todo el pueblo que estaba debajo del templo y fueron aplastados por las rocas que bajaban de las montañas y la causa de ese gran catástrofe era un enorme serpiente blanco, tan enorme como el tamaño del pueblo, que se movía de manera tan agresiva hundido en la tierra. La serpiente no dejaba de moverse, cada día se movía más agresivo que el día anterior, hasta que el sacerdote del santuario, mi bisabuelo, habló con la criatura y este dijo ser un Dios, que se llamaba Shirohebi, dijo que dormía por más de mil siglos pero que ha despertado por el hambre por eso ocasionaba el terremoto para comerse las almas de las victimas. Claro que nadie quería más muertes por eso preguntó qué podía hacer para calmar ese horrible hambre, entonces la serpiente respondió que si pintara las paredes del santuario con la sangre de las víctimas, acabaría todo esto y el dormiría otra vez. Mi abuelo y todas las personas del pueblo comenzaron a pintar las paredes, el techo, todo. Parando el catástrofe y desde ese momento se dice que este santuario es el cuerpo de Dios.
—¿Y esa historia es real?—preguntó Yuuji algo curioso.
—No lo sé —los tres estudiantes se quedaron algo decepcionados por la respuesta—. Simplemente es una leyenda que me lo aprendí.
Itadori, ahora murmurando más bajo que antes, preguntaba a sus compañeros si la historia era verdad o no, a lo que sus Kugisaki y Fushiguro no tenían ninguna respuesta para ello, limitándose solamente a encoger los hombros.
Cuando la caminata se detuvo, estuvieron al frente de una puerta realizadora roja que tenía al costado escrita Yonezawa Chiho.
—Chiho, soy yo, ¿puedes abrir la puerta?— sin embargo la respuesta nunca llegó—. ¿Chiho?—el joven sacerdote desliza lentamente la puerta a la vez que salió una pequeña serpiente blanca que corrió a toda prisa por debajo de las personas dirigiéndose hacía al jardín sin que nadie se diera cuenta.
Tanto los estudiantes como el profesor y el sacerdote se quedaron palarizados al ver el macabro escena: la habitación era oscura por falta de ventana; había un enorme charco de sangre con muchas cadáveres de serpientes blancas, alguno de ellos aún brotando ese liquido rojo; las paredes, no sabían qué era lo que más escalofrío daba, si era la sangre salpicada o las serpientes clavas en ella chorreando un hilo de sangre.
—¿Qué es esto? —murmuró uno de el joven de los ojos verdes.
Pero un sonido de una persona tropezándose hacen que desviaran la vista hacia donde provino el ruido. Y vieron a una chica joven con el cabello castaño, piel pálida, vestida de un hakama y haori que en lo tradicional sería vestirse de blanco y rojo pero vestía de rojo y negro, por último alcanzó ver sus ojos que, por más que el flequillo intentara cubrir su mirada, expresaban un miedo profundo.
—Ella es... —pero antes que Yuuji terminara de hablar el joven sacerdote lo interrumpió.
—¡CHIHO, HUYE!—exclamó Shinshi al mismo que se abalanzó encima de los que estaban cerca, el mayor y el pelinegro, agarrándose muy fuerte para que, aun que sea, ellos dos no fueran detrás de ella.
La joven asustada hizo exactamente lo que su hermano le dijo, dando media vuelta y correr lo más rápido que podía.
—¡Ah, no! —exclamó Kugisaki—. Ya que desperdicié toda mi tarde, tu me dibertiras.
Sacó de su cinturón los tres clavos, lanzándolos al aire envueltas en llamas de color azul que salieron disparándolos cuando los golpeó con su martillo.
Los clavos volaron hacia a la dirección de la castaña pero ésta logró esquivar dos de ellas y el último lo único que logró hacer era un rasguño.
—Qué jodido —bajó la mano para tomar los clavos de su cinturón pero sintió una textura como una cuerda que enrollaba ligeramente su brazo—. ¿Qué es esto?—apenas vio, gritó de horror y comenzó a sacudir su brazo con el fin de que aquel reptil blanco la soltara.
—¿Qué haces, Kugisaki? —preguntó Itadori cuando veía que su compañera se sacudía bruscamente su brazo cuando no había nada, pero ella seguía gritando e insistía que había una serpiente enrollada en su brazo.
Mientras que el joven de los cabellos negros hacía todo lo posible para quitarse a ese sacerdote encima pero éste no los soltaba, aferrándose más a ellos dos.
—Megumi —dijo el mayor de los cabellos blancos llamando a su estudiante que estaba en la mismo situación que él pero parecía estar menos preocupado—. Este es un claro ejemplo de las cosas que no hay que hacer a los civiles.
Sin esperar la respuesta de su alumno agarró del cuello de Shinshi y con un movimiento rápido lo golpea contra el suelo, rompiendo el piso de madera, logrando también que los sortalan.
—Te dije que lo ibas a pagar muy caro—con sonrisa dibujado en sus labios cruzó los dedos para invocar una maldición contra el joven tirado en el suelo.
—¡Ya déjalo, por favor!
Gojo deja la maldición y miró a donde provino el grito. Era ella, la chica de pelo castaño e Itadori la sujetaba por detrás.
—Por favor, no... no le hagas nada a mi hermano, ya me tienen a mí. Déjalo.
—Chiho... —con las pocas fuerzas que aún le quedaban a su hermano intentaba hablar—. Usa el poder de.
—No, hermano —la interrumpió—. Si, si, prometen que... — ahora les dirigía la palabra a los hechiceros tratando de controlar sus nervios—. Llevarán a mi hermano a un hospital, no me resistiré e iré con ustedes.
—Perdón pero —se acercó el hombre que tenía los ojos cubiertos dejando al joven sacerdote tirado en el piso—. No te puedo prometer que lo llevaré a un hospital pero —cambió su tono de voz a una más seria que a la menor le entró un escalofrío—. De todos modos no te resistirás y vendrás con nosotros.
Y antes que ésta pudiera reaccionar y decir algo él posó una mano al frente de ella e hizo desplomar y perder la consciencia.
Primer capitulo con éxito. Digo eso porque los siguientes capítulos son los que más estoy dudosa y confundida.
Cualquier comentario (no destructivo) es bienvenido.
Meccha doki doki suru ♥
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