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9- Perspectiva

Casa de Harry, Shirakawa, Japón.
Primeros días de Enero, año 1869.
Era Meiji.

Narración de Harry:

«Estas últimas dos semanas fueron un desastre. Nunca creí que sería tan difícil lidiar con Rouisu, es imposible.

Creo que, en primer lugar, fue un error hacer que use los kimonos de mi hermana. La idea era humillarlo pero en cada oportunidad que tiene se burla de mí por ello.

—Mi querido samurái, has venido a verme —me dijo con sorna y sarcasmo al verme en la puerta —pensé que te habías aburrido de mi —. Estaba en el futón ya que era de mañana. No llevaba más que el jinbei blanco (camisa que se utiliza abajo del kimono) y el fundoshi (ropa interior de la época). Se veía tan lindo con el jinbei tan suelto y ¿qué carajo estoy pensando?... En fin.

—Buenos días —dije ignorando lo que dijo —te traje el desayuno. Por favor haz el intento de comer algo, te enfermaras si sigues tan delgado —. Deje la bandeja cerca suyo y una caja con un kimono limpio. Estaba listo para irme antes de que me dé dolor de cabeza, pero me detuvo.

— ¿Acaso a los samuráis grandes y pomposos como ustedes no les gustan sus hokanes delgaditos y adorables? —preguntó y se destapó dejando ver sus finas piernas pero de músculos marcados. Eran de un tono acanelado, y parecían ser tan suaves como la seda. Debí resistir la tentación de tocarlo. No dejaría nunca que me seduzca, menos con un truco tan barato.

—Cúbrete, hace frió —traté de sonar lo mas seco posible. Incluso me voltee para no verlo.

—Eres un aguafiestas ¿no es tu hogar acaso? —dijo. Pude oír como trataba de acercarse a pesar de las cadenas —. ¿No eres libre aquí acaso de hacer lo que deseas? —. No resistí y me voltee.

Mala idea.

Se sacó lentamente el jinbei dejando ver su pecho vendado y sus brazos con algunos moretones. Se me cortó la respiración. Hice un esfuerzo sobrehumano para volver a la
realidad, salir de allí y cerrar la puerta. Me dolió escuchar como se reía de mí a carcajadas.

No lo vi en todo el resto de ese día, pero fue divertido escuchar cuando Gemma le gritó por que le devolvió el primer kimono arrugado.

Al cabo de unos cuantos días descubrí que estaba arañándose las muñecas los tobillos. Tuve que llamar a dos sirvientes para que me ayuden a sostenerlo para curarlo yo mismo. Pude hacerlo, pero Gemma tuvo que curarnos a los tres luego. Jamás vi una persona que pudiera librarse de 3 hombres con tanta facilidad, y que tuviera los dientes tan afilados. Las marcas de mordidas aun no se van. ¿Habrá sido caníbal o algo así? No quiero averiguarlo definitivamente. Pero para evitar más problemas decidí alargar un poco su cadena y darle algo para que se entretenga: pinturas, pinceles y unas hojas.

Otra mala idea.

Fui a ver que estaba haciendo, pensé que estaría pintando o solo durmiendo. Entré y me miraba sonriente. Me dieron escalofríos al no ver los pinceles, ni las pinturas, y las hojas regadas por todos lados.

— ¿Qué paso aquí? —preguntó y Rouisu me señaló el techo. Estaba todo pintarrajeado, con maldiciones escritas en los lados más altos de las paredes y muchas marcas de pies y manos por todos lados —. ¿Cómo es que después de hacer todo eso estás tan impecable? —pregunté.

— No me subestimes samurái, jamás mancharía mis manos por algo que no valiera la pena, como por ejemplo ese horrible techo blanco. Ahora se ve mejor —seguía sonriendo, burlándose de mí.

— ¿Y los pinceles que te deje? —pregunté bastante molesto, con el ceño fruncido.

—Ah eso, aquí están —dijo y los lanzó como si de un arma se tratara. Uno llegó a rozarme la mejilla y se clavó hasta la mitad en la pared.

Cerré las celosías y corrí hasta la casa. Quería encerrarme en mi habitación y no salir hasta el día siguiente. No iba a aceptar que me causaba dolor que me tratara de ese modo. No podía dejarme vencer.

Otro día, otro intento de acercarme. Pude escuchar desde afuera de la habitación unos quejidos lastimeros. No eran de llanto, sino de dolor. Me apresuré en abrir los candados para luego entrar y encontrarme con que estaba recostado en su futón dándome la espalda y agarrándose su costado vendado. Preocupado, traté de acercarme para ver que le sucedía. Si el ser un tonto fuera una virtud, ya tendría un cargo honorifico. Fueron solo instantes en los que me acerqué y él se volteó rasguñándome el rostro.

Me alejé de un brinco hacia atrás confundido por la velocidad de los acontecimientos y vi como se miraba las uñas y se reía por lo bajo.

—Samurái crédulo, ¿acaso aún no entiendes que no debes confiar en nadie? —susurró sin dirigirme la mirada. Era una pequeña y maldita amenaza.

Había noches en las que no nos dejaba dormir con sus gritos, ordenando que lo soltáramos, maldiciéndome, diciendo que moriría de odio. En las mañanas lo encontraba dormido, despeinado, pálido, con las muñecas y los tobillos aún más lastimados. Siempre aprovechaba su profundo sueño para curarlo y vendar sus heridas, solo para que al día siguiente volvieran a estar abiertas y sangrando.

Una mañana se le ocurrió dejar el obi (cinturón) del kimono en la puerta, como el piso de tatami es muy resbaladizo lo pisé y caí hacia atrás manchándome con el té y la  comida que le llevaba. Soy tan tonto que me dio pena y busqué otra bandeja para llevársela. Él no comía casi nada, pero yo no perdía la esperanza. Me hizo la broma del obi otro par de veces.

Dentro de la casa las cosas se desmoronaban también. Kaoru estaba enloquecido con que lo deje matar a Rouisu, y Gemma cada vez que iba a dejar los kimonos limpios y buscar los sucios al igual que las bandejas, lo golpeaba, amenazaba o lo quemaba con los inciensos. Más de una vez se lo reclamé y ella tiraba de mis orejas como si yo fuera un niño. Y hablando de niños, Yuki, mi sobrino, tenía pesadillas con el ninja gritando maldiciones o atacándonos como lo decía en sus amenazas.

Mi vida al cabo de unos días se volvió una horrible pesadilla. No dormía por vigilar que los candados estén bien cerrados, no podía comer sabiendo que él no lo hacía, tenía miedo de que logre abrir sus venas y acabar con su vida de forma tan dolorosa. Si el debía morir, sería luego de ser juzgado. Si iba a dejarlo morir, yo sería su kaishaku (asistente que debia cortarla cabeza del suicida para no prolongar su dolor). Para mi ya era una carga tener que ir al palacio y que todos me miren, o con pena por el estado en el que me encontraba, o con diversión, como si con sus miradas me dijeran 'te lo dije'.

Solo me daba algo de sosiego ver que Liam ya no estaba solo. A Steve se le ocurrió la loca idea de regalarle un hokan. Creí que había perdido la cabeza, pero funcionaba de a poco. Liam le contaba historias y el muchacho las escuchaba en prudencial silencio. Me enteré que es oriundo de Pakistán y que su nombre es Zayn. Cuando me sienta mejor tal vez hable con él para sacarme la curiosidad.

Me estoy desviando del tema.

Hubo un día en el que ya no soporté sus idioteces. Fui a dejarle el desayuno, como todas las mañanas, estaba con un kimono celeste liso y un hakama gris, listo para partir al palacio. Entré y fue el espectáculo de siempre: Rouisu medio dormido, sin voz por haber estado gritando toda la noche, todo un desastre, las paredes rotas y pintadas, despeinado, pálido y con cara de que va a asesinarme. Ya no me interesaba en lo más mínimo si trataba de lastimarme.

—Come si quieres —le dije con desgano, ni se porque seguía gastándome en lo mismo —le diré a Gemma que venga luego a buscar la bandeja.

—Siempre tan amable samurái —dijo con sarcasmo. Traté de entrar, pero me resbale, de nuevo, con el obi que dejo en el suelo. Comenzó a reírse a carajadas —. Siempre tan torpe, no hay un día en el que no caigas con eso.

—Cierra la boca, me tienes cansado —escupí con enojo, estaba a punto de lanzarle con la bandeja por la cabeza. 

—Eres tan inútil, ni siquiera puedes cumplir bien con tus deberes ¿y así te haces llamar samurái? —dijo con malicia y sonriendo de forma desafiante. No se estaba refiriendo a eso... ¿o sí?

— ¿A qué te refieres? —pregunté frunciendo el ceño. Hizo contacto visual conmigo de forma aún más desafiante. Hiriente mejor dicho —A que si fueras un buen samurái, correcto y habilidoso, no tendrías que estar en esta situación. Es más ni siquiera hubieran ocurrido estas desgracias y nosotros nunca nos hubiéramos cruzado —dijo finalmente, restándole importancia a todo lo que decía.

Si. Se estaba refiriendo a esa noche.

Eso fue demasiado para mi.

En un terrible arranque de ira tomé la bandeja y la arrojé con fuerza contra la pared. Todo se hizo pedazos y la comida quedo esparcida por la habitación. Rouisu me miraba con miedo, por primera vez pude ver en sus ojos otro sentimiento que no fuera odio. Me fui porque no quería empezar una pelea que no podría terminar más que con su muerte....

Esto sucedió hace cinco días. Durante ese tiempo me dediqué de lleno a mis deberes y a los preparativos para la guerra, otras prefecturas directamente estaban destruídas a causa de los avances del Bakufu en su búsqueda desesperada de apoyo y armamento. Después de la toma fallida del stonewall (buque de guerra más poderoso que Japón tenía en ese momento) estaban desesperados.
Le pedí a Gemma que se encargara de él, yo no quería verlo. El silencio en la casa se volvió abrumador, ya me daban nauseas de solo pensar que tenía que vivir allí. Por las noches era peor el silencio. Aún así no podía dormir.

Al sexto día, Gemma preparó ramen (comida tradicional japonesa) para ver si me levantaba el ánimo. Dejo en mi habitación una bandeja con el tazón de ramen, una taza de té verde, un pan de arroz y dos onigiri (sushi de arroz con alga). Se veía delicioso pero se me ocurrió una idea, tal vez porque quería ver que hacía ella.

—Prepara una bandeja para que le lleve al prisionero —dije sin mirarla y sin que me reproche o se enoje, la preparó y me la llevo en una bandeja más grande para poder llevar todo de forma cómoda a la celda. Se lo agradecí con la mirada y salí de la casa.

Dejé la bandeja en el suelo y abrí los candados. Grande fue mi sorpresa al verlo; seguía igual de pálido, pero estaba sentado en el futón como un niño regañado. Las cosas estaban medianamente ordenadas, el techo seguía sucio pero los muebles rotos fueron removidos. Llevaba un kimono color durazno con flores color rojo y un obi del mismo color. Me miró como si temiera que fuera a regañarlo o a golpearle. Pude ver sus muñecas y ya no estaban lastimadas.

—Traje ramen —le dije sin querer mirarlo —por lo menos hoy perdóname este almuerzo y comamos en paz —. Asintió en silencio, como si aceptara lo que le dije y me senté frente a él con cuidado de no tirar la bandeja y comimos en silencio.

—Louis —dijo luego de un rato de silencio.

— ¿Eh? —pensé que había escuchado mal.

—Mi nombre occidental... es Louis —dijo finalmente.

—Ah —no quise decir nada más. No quería arruinar el momento.

Tal vez, solo tal vez, nos empecemos a llevar un poco mejor, si los dioses quieren».-

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(Amo esta imagen 😍😍😍😍)

Wiiiiiii!!!! Ya llegamos al capitulo 9 👏👏👏👏
Debo admitir que este capítulo en particular me costó hacerlo. Es difícil, al menos para mi, imaginar a Louis con esa personalidad tan fría y maligna y es triste pero tierno ver que Harry no desea rendirse con él.
Las cosas van a mejorar, lo prometo.
Y lamento la demora, tuve un problema ayer al querer subirlo (f**king wattpad)
Gracias por leer y nos leemos la semana que viene 😘😘😘😘

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