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5-La ira del dragón. Parte 2: el dolor de la sombra.

Shirakawa, Japón.
Año 1868, principios de Diciembre.
Era Meiji.

Un mes había pasado desde la muerte de Akira-san y de Aiko-kun. Nadie aún podía obtener sosiego a su dolor. 

Los rituales funerarios se llevaron acabo 2 días después de su muerte, ya que debieron acondicionar los cuerpos para que no quedaran rastros de los brutales asesinatos. Todos vistieron de blanco como lo dicta la tradición. Los cuerpos de ambas fueron puestos con sus cabezas mirando hacia el oeste y, mientras el monje cantaba el Sutra (canción religiosa), Liam dejaba sobre cada cuerpo 6 monedas para que pudieran pagar su viaje por rió de los Tres Cruces. 

El pobre estaba devastado. No había comido, ni dormido, tampoco quería hablar. Sus ojos estaban hundidos, sus parpados negros y su piel con una palidez enfermiza. Tiritaba y lloraba en silencio como un alma en pena. Harry todo el tiempo sostuvo su brazo para que no se cayera por la debilidad. Cuando se les asignó a ambas su correspondiente kaimyo (nombre asignado después de la muerte para que no pudiera volver a vivir esa vida), Liam gritó de dolor. 

Oficialmente las había perdido para siempre.

Luego de su entierro y durante todo ese mes cada habitante del pueblo vistió kimonos negros y dejaban flores fragantes en sus tumbas. Era tanto el amor que a ambas les tenían que no podían dejarlas ir. No se volvió a escuchar música, se cancelaron las obras del teatro kabuki (teatro típico japonés donde actuaban exclusivamente hombres), los festivales y funciones del circo. El crudo frió del invierno calaba hondo en sus corazones, pero las flores, aun si se congelaban, florecían. Pero más sufrían por su pobre señor.

Este se sumió en un estado de ausentismo total: dejó de hablar, primero se comunicaba por señas, luego dejó de hacerlas. No quería comer, estaba pálido y delgado. Su belleza moría cada día. No quería salir de su habitación, se la pasaba acostado mirando a la nada con el rostro vació. Ya ni siquiera lloraba. Sus estridentes kimonos estaban guardados juntando tierra, solo usaba ropa negra y andaba descalzo. Ni siquiera se abrigaba. Estaba más que claro que solo deseaba morir.

Steve decidió hacerse cargo de sus deberes mientras el estuviera así y Harry realizaba los suyos y los de su maestro para alivianarle la carga. 

El mundo se les caía lentamente a pedazos. Con la desesperación ya aplastando sus espíritus, Steve, bañado en lágrimas, pidió de rodillas a Harry que lo hiciera reaccionar.

—Te lo suplico habla con él— imploraba abrazado a las rodillas del más joven— a ambos los cuide y crié con la devoción de un padre, siempre los consideré mis hijos, no puedo verlo así. No me escucha, ni me mira. Moriré de odio si no puedo hacerlo reaccionar— gritó ahogado en su miseria.

Harry, sin decir nada, ayudó a su maestro a levantarse y fue hasta la habitación de del daimyo. Al llegar vio el circo tétrico que allí acontecía: médicos, monjes, sacerdotisas, guardias y sirvientes daban vueltas por toda la habitación. Liam solo miraba a la nada, acostado en su cama, tapado con un kakebuton negro. La habitación se veía demasiado opaca, como si la luz la hubiera abandonado. El gran cerezo que se veía desde el ventana de la habitación estaba totalmente blanco y sin flores, como si fuera a morir de frió, al igual que su alma en ese momento. 

—Salgan todos inmediatamente— ordenó serio y todos salieron corriendo. Eran conocedores del mal carácter del joven samurái

— Ryu— lo llamó—Ryu mírame— nada aún— Liam por favor reacciona—. Al llamarlo así consiguió que lo mirara. 

Tuvo que contenerse de no llorar al ver la mirada vacía que éste le dedicaba, era como si no lo conociera.

—Hermano por favor no puedes seguir así. Sé cuánto te duele haberlas perdido, pero te necesitamos. El pueblo te necesita... yo necesito a mi onii-sama (hermano mayor) —. Esto último lo dijo llorando desconsolado sobre el regazo de Liam. Se sobresaltó al sentir una mano que soltaba su rodete y acariciaba suavemente sus cabellos. Al parecer su onii-san no se había olvidado que cuando era pequeño él siempre consolaba a Harry acariciando suavemente su largo cabello hasta que dejara de llorar. 

Cuando se hubo calmado levantó el rostro y lo vio sonreír lánguidamente. Harry también sonrió y subió a la cama para abrazarlo fuertemente, como si al soltarlo se evaporara como el humo del incienso. Estuvieron así por un largo rato hasta que Harry sintió la necesidad de hablar. 

—Liam por favor permíteme ejecutarlo con mis propias manos—. Liam negó con la cabeza—. Por favor. Debo limpiar a la faz de la tierra de ese ser execrable que nos arrebató a nuestras luces—. Liam volvió a negar.

—¿Qué es lo que esperas? Los interrogatorios no dieron frutos, no va a hablar. ¿Al menos me dejarías tratar de interrogarlo por mi cuenta? —. Liam asintió luego de momento—. Gracias. Descansa hermano, luego vendré a verte para conversar—. Se despidió luego de arroparlo y dejar un beso en su frente.

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Un grito desgarrador se oyó en todo el cuartel. De la boca del joven comenzó a salir espumosa y negra sangre mientras tosía. Rouisu miraba con rabia y desdén a quienes lo agredían impunemente sin poder hacer nada. Estaba tirado en el suelo, encadenado de pies y mano. Ni siquiera en los más duros entrenamientos en su clan había recibido tal paliza. «Los asesinaré cruelmente cuando tenga oportunidad», pensó el ninja. En sus ojos se podían ver las maldades que maquinaba en contra de los dos.

— ¿Así que no vas a hablar? — dijo Ruke, agitando en su mano el látigo. Sonreía cínicamente.

— Como si fuera a hablar con un mocoso como vos, que solo sabe agitar su juguetito y chillar como perra en celo — contestó Rouisu de modo desafiante.

— Maldito insolente— gritó Asuto pateando al ninja y pisoteando su cabeza.

Rouisu gritaba y maldecía mientras los otros se reían a carcajadas de su sufrimiento.

— El gran señor Ryamu debe estar orgulloso de sus samuráis. Solo son un par de ratas malditas que se regodean en la miseria del pueblo y me torturan para no sentirse culpables de disfrutarlo— escupió con desdén en joven de ojos azules en medio de los golpes.

—Ya cierra esa sucia boca— dijo Ruke.

—Sigamos golpeándolo, así confiesa y nos podemos ir al diablo de aquí — continuó Asuto tomando una vara de bambú para golpear a Rouisu. Siguieron golpeándolo con saña, mientras lo maldecían, hasta que la puerta de la celda se abrió de golpe dejando ver una figura amenazante que los miraba con desprecio y decepción.

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Salió corriendo por los pasillos del palacio hasta la entrada. La nieve en los jardines era densa, sus pisadas quedaron marcadas dejando un rastro irregular y presuroso que conducía al palacio de justicia donde tenían apresado al ninja. Pensó en el y recordó sus ojos azules. Recordó la forma en al que se miraron y aminoró la marcha. 

Le dio miedo la idea de llegar y tener que enfrentarlo. Temía caer ante esos orbes malditos que lo perseguían desde aquel sueño.

Llegó finalmente al edificio donde se entrenaba al ejército, que a la vez funcionaba como ministerio de justicia y guerra. Era una enorme fortaleza de paredes cobrizas y tejados negros. Al entrar los guardias lo reverenciaron, Harry los saludó con un ademán de su mano. 

— ¿Dónde se encuentra alojado el prisionero? — preguntó seriamente.

— En las mazmorras, está encadenado. Ruke-san y Asuto-san lo están interrogando de nuevo. Se rehúsa a hablar— respondió el joven rápidamente mientras abría el portón de rejas que conducía a la escalera que llevaba a las mazmorras. 

Dentro de ese lugar roñoso, infestado de ratas, cucarachas y vaya dios a saber que otra plaga, apestando a humedad, se hallaban los calabozos donde se encerraba a los prisioneros de guerra y enemigos del pueblo hasta su juicio y probable ejecución. Seis calabozos contó en su mente hasta llegar al séptimo donde se oían golpes, latigazos e injurias de todo tipo.

La escena dentro de la celda lo descompuso de sobremanera: el joven ninja estaba solo con el fundoshi puesto, despeinado, sucio y sudado, con múltiples golpes y heridas inmundas y chorreando sangre. Cerraba los ojos con fuerza al recibir cada golpe del látigo de Ruke.

— ¡Habla de una vez sucia bestia maldita! — gritó dándole una patada en el vientre, haciendo que se encoja y quede en posición fetal.

— ¿No vas a hablar? Tendré de cortarte la lengua entonces— amenazó Asuto sacando su katana de la vaina.

—No te atrevas Ashton— dijo Harry seriamente sujetando su mano con fuerza—. Es suficiente.

— Aru, este desgraciado asesinó a la esposa y a la hija de tu señor, ¿Por qué lo defiendes? Además, te hemos dicho que no nos llames por esos nombres. Son una deshonra para nosotros — preguntó Ruke indignado. Su kimono estaba manchado de negra sangre.

— No me interesa, Luke. Liam me dio permiso de interrogarlo así que lárguense. Debe estar vivo para que pueda ser enjuiciado. Ustedes mocosos impulsivos e irresponsables no saben controlarse — dijo indignado ante la mirada sorprendida de ellos por el atrevimiento de llamar por ese nombre a su señor. 

Comenzaron a dirigirse a la salida cuando Harry dijo sin voltearse a mirarlos: — Y si para ustedes es tanto la deshonra, usen las espadas que tienen en su cintura ¿o acaso son de adorno?—. Ambos simplemente bajaron la cabeza en silencio y se retiraron. El guardia cerró la puerta dejándolos solos. Solo se escuchaba la pesada y dificultosa respiración del joven agredido.

Harry se acercó y lo sentó con cuidado de no lastimarlo más. Tenía el rostro lastimado, un enorme corte surcaba su mejilla y tenía los ojos llorosos y manchados de sangre. Tomó un pañuelo que tenía guardado en su kimono y lo acercó para limpiarle el rostro.

—No me toques, samurái— dijo el chico abriendo los ojos. Otra vez esos ojos lo dejaron sin habla. 

—Solo quiero ayudarte—contestó sin pensar.

—Ayudarme... me acusan de asesinar a la familia de daimyo-san y al samurái dokoro se le ocurre ayudarme. Debes ser toda una luminaria— dijo derrochando sarcasmo.

«Es insoportable y testarudo. Si no fuera que debe vivir para ser enjuiciado, ya lo abría ejecutado», pensó Harry cerrando con bronca sus puños. 

— Al menos dime tu nombre— le dijo desanimado.

— Rouisu — contestó secamente sin dejar de mirarlo a los ojos. 

— ¿Por qué lo hiciste? — preguntó. Rouisu aparto su mirada— ¿Quién te contrato?- nada. Silencio. — ¿Quién te ayudo?

—Nadie— respondió.

— Mientes aun sabiendo que no te sirve de nada. Solo quiero una respuesta. Tal vez te salves de morir o te permitan practicarte seppuku (suicidio ritual).

— ¿A mí precisamente me permitirían acabar con mi vida? Por favor. Ese honor solo esta reservado para ustedes samuráis estirados— escupió socarronamente. 

—Veo que no hay caso— dijo Harry resignado saliendo de la celda.

— Soy inocente— se escuchó finalmente la cansada y entristecida voz del ninja. Ese tono derrotado de voz denotaba que ya no podía más, que ya se había caído a pedazos.

— ¿Qué? —. Se volteó Harry.

—Yo no lo hice. Me tendieron una trampa— dijo el ninja resignado mirándolo a los ojos de forma suplicante. Parecía que con la mirada quería devorar el alma del samurái. Era su última oportunidad. 

Sin responderle nada Harry salió y se dirigió a su hogar. Ya no quería estar allí ni quería volver al palacio. Se sentía sucio, miserable, embargado por la pena. 

Se sentía un traidor. 

En el fondo le creía, esos ojos no podían mentirle.-

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Perdón la tardanza. Problemas técnicos je.

Hasta a mi me dolió todo lo que Rouisu sufrió 😭

En el próximo capitulo se resolverá su situación y al final les tengo preparada una pequeña sorpresita  😈😈😈😈 Gracias por leer. 😘😘😘

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