Si algo sabía julio, es que a Kiku le encanta mucho la música de los demás, de la manera tal manera, que no pudo evitar regalarle varios instrumentos al japonés.

En unas de las tantas cartas que se intercambiaban, Japón le dijo que necesitaba ayuda para tratar de entender el funcionamiento de instrumentos.

Julio como alguien amable, tomaba un viaje hacia la casa del japonés. Unas pequeñas vacaciones de un mes.

Nunca antes se había sentido tan cómodo con alguien. Más que nada por la forma reservada de Japón, era muy lindo con sus expresiones cuando no podía lograr algo, pero tambien se veía la forma de actuar muy cauteloso de este.

En uno de esos tantos días, estaban en el jardín del japonés, tomando un té, y relajándose lo más posible. Hasta que el silencio fue interrumpido por la voz de Kiku — Gracias Julio, apreció mucho que vengas, siempre esperaré con un cuarto reservado para ti. — tocándole el hombro.

Aquella vez Julio no entendió, hasta años después, dado al comportamiento reservado, y quizás a que Japón no podía ser directo en su forma de actuar. Hasta que se enteró por parte de su vecino Argentina, que Japón no se dejaba tocar y ni tocaba a nadie, esto solo ocurría cuando el japonés tenía interés en alguien, en ese momento Julio no pudo sentirse más imbécil al no darse cuenta de ello.

Más que nada porque compartían muchas cosas, o había momentos en que el japonés se atrevia a tocarle la mano, aunque para julio parecía una muestra de amistad, no se dió cuenta que Japón quería otra cosa.