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26 | Cambio de apariencia

26 de mayo de 2021

| CAMBIO DE APARIENCIA |

AU: Hakuouki ruta de Hijikata Toshizō

Me detuve dejando la gran canasta en el suelo aprovechando el pozo para beber agua, aunque fuera primavera el sol ya daba mucho calor a esta hora de la tarde, pero el viento que soplaba podía causar mucho frío.

Creo que hace años, cuando aún trabajaba en Shimabara, no notaba en absoluto esto, es decir, sólo debía ponerme un abrigo más o menos caliente, pero ahora que paso prácticamente todo el día caminando es mucho más duro, aún así no me quejo de esto, creo que era lo que realmente quería.

No niego que cuando veo a algunas maikos por la calle me vienen recuerdos nostálgicos de cuando yo también me vestía así cada día, recuerdo lo cómoda que era la vida teniendo un lugar seguro donde vivir, lo que era no preocuparse por si esa noche podría cenar o no. Veo a esas chicas tan radiantes caminar tranquilamente por la calle para comprar o ir a comer a algún restaurante mientras y una parte de mí desea volver a ese tiempo.

Hace un año me llegó la noticia de que me habían comprado, habían comprado mi libertad, según el señor Yamamoto podría tratarse de algún samurái importante, incluso podría ser de alguien con altos puestos en el gobierno ya que no vino en persona, envió a un samurái de rango promedio a entregar el dinero con una carta firmada anónimamente, según el mensajero, su señor deseaba comprar a la señorita Kohana, es decir, a mí.

Por el miedo de que fuera alguien del gobierno y nos metiéramos en problemas por rechazar su petición, acepté y después de varias quedadas con el mensajero recibiendo cartas y el dinero correspondiente, yo me fui con él.

Me llevé puesto uno de mis mejores kimonos y decorados, fui maquillado como para una fiesta súmamente elegante, incluso me llevaron en un transporte hasta donde su señor lo había pedido. Y al bajar de la cesta del transporte me sorprendí estando a las afueras de la ciudad, literalmente estaba en la carretera que cruzaba los campos de arroz. Miré a mi alrededor empezando a asustarme, pero aquel hombre que fue el mensajero sólo se dirigió a mí con la misma calma de siempre.

—Nuestro señor nos pidió que la liberáramos, ahora puede volver a su pueblo si así lo desea, no tiene por qué seguir sirviendo a otros si no lo desea. Por favor, acepte este regalo de parte de nuestro señor —me entregó un pequeño paquete que, al abrirlo, me encontré con bastante dinero.

Tras unos segundos de no saber reaccionar, lo acepté.

—¿Podría saber el nombre de su señor? Quisiera agradecerle apropiadamente... —pedí pero la sonrisa de ambos hombres fue casi de lástima. Uno de ellos era súmamente alto y corpulento mientras que el otro lucía algo más mayor, aún así sus expresiones eran amables y cálidas, más allá de lo que aprendí como maiko, no me resultaba difícil hablar con ellos.

—Lo sentimos mucho, nos ordenó no decirlo —se disculpó el más alto.

—En ese caso... Díganle que estoy muy agradecida con él —entonces llevé la mano a mu cabeza y quité uno de los adornos que tenía en el pelo, una varilla de bronce decorada en un extremo con una flor blanca de marfil y con unas pequeñas cadenas de bronce también—, por favor, quisiera que aceptara esto como agradecimiento.

Lo recibió y sonrió.

—Se lo haremos llegar, puede estar segura.

Ellos se ofrecieron para acercarme a mi pueblo para que no fuera peligroso y realmente lo acepté, llegamos en poco tiempo y volví a agradecer.

Así como imaginé: mis padres no podían creer en quién me había convertido, no dejaban de insistir en que mi forma de hablar ahora era muy linda, que mis manos se veían finas y suaves, y justo como había pensado, mi madre lloró sólo al ver la ropa que llevaba puesta y jamás podrían haberme comprado ellos.

Estuvimos unos meses juntos, volví a ayudar en los campos de cultivo y retomé mi vida anterior, pero el dinero que aquel hombre me dio se agotó, mi madre nunca me dejó vender mi kimono por más que nos diera un buen tiempo de comida, dijo que jamás podría volver a tener uno, que quería que lo conservara al menos como un recuerdo de mi vida como maiko, igualmente quería que lo usara el día de mi boda aunque no fuera el tradicional traje de boda, aunque supiera que mi boda tendría que ser forzada y me esperarán años de vivir como mujer sólo para poder comer.

Pero la zona se volvió peligrosa, incluso se libró una pequeña batalla en nuestro pueblo, por eso mis padres se fueron junto a varios vecinos a una zona segura pero yo quise quedarme, me quedaría para cuidar los cultivos, para venderlos y enviarles dinero, para poder ayudar de alguna forma. Y en el fondo también pensaba en él, quizá sea por mi mercancía que la vida de Heisuke se salve, quizá sea una cena preparada con la verduras que yo vendo la que evite que muera de hambre.

Con la guerra y todo lo que había sucedido, mi única esperanza se volvió que algún día él pudiera comer algo de lo que yo vendía, ya ni siquiera pedía verlo de nuevo, debía ser realista.

Pero al pensar en él sigo llorando, sigo sintiéndome solo y desesperado por verlo. Las lágrimas caían en el pozo donde miraba mi reflejo en el agua gracias a la luz del día.

Mi cabello ahora era mucho más corto y escaso, sólo lo recogía en una coleta delgada que a veces caía en mi hombro y a veces sólo se balanceaba en mi espalda. No he vuelto a maquillarme desde el día en que me liberaron, tampoco he vuelto a comer con tantos lujos, ahora incluso veo cómo mis mejillas redondeadas que tanto endulzaban mi sonrisa y atraían a los clientes, se hundían en mi cara formando los huecos que son tan comunes entre nosotros los campesinos: el resultado del trabajo tan duro en comparación con la comida poco balanceada. Creo que no he comido carne o pescado desde hace un mes...

Ahora mi rutina es trabajar en el campo hasta que llega el momento de cosechar, llenar mis cestas y caminar hasta la ciudad, merodear por allí hasta que se agote por completo la mercancía incluso teniendo que hospedarme en posadas asequibles o en casa de alguien que me acoja y después volver a casa.

Tampoco he tenido noticias de mis padres así que envío el dinero a ciegas y me repito a mí mismo que aún viven para no vender mi kimono en un ataque de desesperación y romper una de las pocas ilusiones que le quedan a mi madre.

Me sequé la cara con las manos raspadas y llenas de callos y arañazos por el trabajo y me di la vuelta acomodando mi kimono de simple algodón azul marino para llevarme la cesta a la espalda para seguir caminando por la ciudad.

—¡Disculpa! —inmediatamente me di la vuelta encontrándome con un hombre alto que me estaba llamando. Llevaba ropa occidental como es cada vez más común entre los militares, además al ver sus katanas e incluso la lanza que llevaba no me quedó duda de que se trataba de algún samurái.

—Dígame, ¿qué le puedo ofrecer?

—Umm... ¿Para qué nos alcanza con esto? —rio amablemente extrayendo dinero de su bolsillo.

—Déjeme ver... —nos orillamos un poco y dejé mis cestas en el suelo para luego abrirlas— Bueno, con este dinero puede llevar un costal de rábanos, dos manojos de cebollín y... un costal y medio de zanahoria o papa.

—¿Tanto? —se sorprendió mientras se ponía en cuclillas para mirar mejor lo que tenía en las cestas.

—Sí, no vendo muy caro, la verdad —reí con sinceridad y dejé que escogiera. Puede que ya haya pasado casi año y medio desde que me fui de Shimabara, pero nunca quise perder mi acento de maiko para poder vender mejor, a veces he conseguido que gracias a una buena charla con mi acento elegante me compren más, y parece que él lo notó.

—Oh, ¿eres de aquí, de la ciudad? —preguntó llevando la vista a mí mostrando una sonrisa amable.

—No, soy un pueblo, tampoco está muy lejos pero es que estuve trabajando aquí un buen tiempo.

—Con razón, tienes un acento muy... de ciudad —ambos reímos un poco y luego él se me quedó mirando unos segundos más—. Ah, disculpa, es que... por un momento me pareciste familiar.

—La verdad es que también me suena un poco su cara, si soy sincero.

—¿Sí? Seguro que habremos coincidido en alguna vez en un restaurante o quizá ya te he comprado verdura en algún momento.

—Debe ser eso, sí —asentí. Realmente una de mis opciones era que él hubiera sido algún cliente mío, es lo más seguro, pero si yo como hombre le digo que pudo ser cliente mío siendo maiko tendría que explicar muchas cosas, por eso simplemente lo dejé pasar.

—Bueno, creo que me llevaré todo lo que dijiste, la verdad es que la verdura se ve muy fresca.

—Claro que sí —empecé a sacar todo lo que le había dicho y lo coloqué sobre una telita que puse en el suelo—, sí, la cultivo yo mismo, esto lo coseché justo esta mañana así que estará fresco tal vez dos días más, aproveche.

—Lo haré —rio un poco.

—¿Va a querer el costal y medio de zanahorias o de papas? —le enseñé la canasta que tenía dividida a la mitad con las distintas verduras para que las pudiera mirar mientras yo cerraba la cesta mediana donde tenía los rábanos y la más pequeña donde tenía el cebollín.

—Mmm... Dame uno de zanahorias y medio de papas.

—Claro que sí —rellené un costal con las zanahorias y luego otro a la mitad con las papas, lo puse también en la tela y recibí el dinero guardándolo en mi bolsita para luego entregarle todo lo que había comprado—. Muchísimas gracias, que tenga un buen día —me despedí con una pequeña reverencia una vez levantados, incluso me ayudó poniendo la tela dentro de una de las cestas y colocándola en mi espalda.

—Gracias a ti —con una última sonrisa se fue mientras yo me llevaba al hombro la canasta más pequeña e iba a retomar mi camino en dirección opuesta.

—¡Oye, Sano, aquí hay lugar, Shinpachi ya apartó una mesa, ven!

Me di la vuelta inmediatamente al escuchar esa voz, pero al intentar encontrarlo no podía, no sólo por lo pobre que es mi vista de lejos sino porque tampoco veía a nadie de siluera similar a él cerca.

—Ya voy, Heisuke.

Pero en ese momento no pude simplemente dejarlo pasar, acababa de decir su nombre, era él, definitivamente lo era pero yo no lo podía ver.

—Heisuke... —llamé su nombre sin alzar mucho la voz, pero justo cuando vi al hombre que acababa de comprar entrar en un restaurante no muy lejando, otro chico fue después de él. Tenía que ser él, pero ahora se iría y ya no podría verlo, por eso reuní aire y miré insistentemente hacia él— ¡¡Heisuke!!

Él se quedó quieto mirando hacia aquí tratando de encontrar a quien lo había llamado, pero tampoco parecía reconocerme. Me quité las cestas rápidamente y corrí hacia él... quizá ni siquiera era ese Heisuke, quizá ahora sólo vaya a avergonzarme confundiéndolo con alguien más, pero si no sólo habré perdido mi oportunidad de verlo de nuevo.

—¿Maki?

Sentí las lágrimas resbalarse por mi mejilla al escucharlo llamarme también, era él. Corrió también hacia mí y pronto nos encontramos en un abrazo del que no quise soltarme, quería quedarme así por siempre.

—No es cierto... ¿Kōhei, de verdad eres tú? —preguntó perdiendo la calma mientras me tomaba las mejillas para verme.

Hasta entonces pude ver su rostro y quedarme sin ninguna duda de que era él. Esos preciosos ojos azules seguían brillando y haciéndome sonreír por tan sólo verlos. Su cabello ahora estaba corto, seguía teniendo ese tono café claro y seguía un tanto revuelto, pero no dejaba de verse hermoso. Si lo hubiera visto simplemente pasando a su lado sin escuchar su voz o ver sus ojos no lo habría reconocido, y apuesto a que él tampoco, nunca me había visto con ropa de hombre ni mi pelo sin arreglar.

—Pero... ¿por qué estás aquí? Dios mío, en serio no creí que te encontraría en Kyoto... —la sonrisa en su rostro se ampliaba por cada vez que hablaba aunque siguiera confundido, realmente los dos estábamos eufóricos por habernos vuelto a encontrar.

Él siguió visitándome en Shimabara durante mucho tiempo, no sólo cuando iban a nuestro local, a veces me invitaba a pasear o incluso iba fuera de horas para hablar un rato. Así fue hasta que me dijo que se iría a Edo, que el Shinsengumi se iría y seguirían viajando para combatir y cumplir sus órdenes, que quizá nunca podríamos volver a vernos.

Creo que también fue la tristeza de recibir esta noticia lo que me hizo aceptar ciegamente que me comprara aquel samurái cuyo nombre nunca supe.

—Me compraron pero nunca supe quién fue, sólo me dijeron que podía irme y volví con mi familia pero ahora ellos se fueron hacia Osaka, yo estoy encargándome de los campos y ahora trabajo vendiendo —traté explicar lo más resumido posible, pero en vez de ver asombro en su rostro sólo vi una sonrisa tranquila, quien realmente empezaba a sorprenderse era yo.

—Así que al final lo aceptaste... Me alegro de que te haya servido el dinero.

—¿Aceptar que me compraran? —mumruré confundido y él asintió. Tan sólo se me cerró el mundo, de nuevo quise volver a romper a llorar sólo con pensar en esto— ¿F-fuiste tú..?

—Sí —acarició mi cabello entristeciendo un poco su mirada—, así como están las condiciones no sé si fue lo correcto pero... realmente quería hacer algo por ti y sé tú querías dejar de servir a otros hombres, que sólo estabas allí porque era una forma cómoda de vivir así que quise ayudarte, así podrías ser libre pero aún así ayudar a tu familia. Lo siento.

—¡No, no lo sientas! Eso fue... En serio que muchas gracias, nunca pensé que hubieras sido tú. Fue muchísimo dinero, quien debe disculparse soy yo, en verdad lo siento.

Negué varias veces antes de colocarme de rodillas para disculparme, pero él ni siquiera lo permitió, se agachó de inmediato y me sostuvo la frente para que no tocara el suelo y luego me levantó por los hombros para que pudiera mirarlo sonreírme.

—No, no tienes nada de lo que disculparte, tampoco nada que agradecer, yo sólo quería ayudarte y en serio me alegro mucho de haber podido hacerlo —me fijé en sus ojos que también se empezaban a cristalizar pero entonces sonrió—. Sólo esperaba porque finalmente acabara la guerra para poder vernos de nuevo, pero hasta entonces siempre te tuve conmigo...

Señaló un pequeño bolsillo que había en su chaleco y cómo tenía prendido en él el decorado que le envié sin saber que su destinatario sería Heisuke. Aquella flor blanca contrastaba con su ropa negra y sólo pude sonreír al verla, jamás pensé que precisamente él la llevaría puesta con tanto cariño, jamás pensé que alguien usara mi decorado como amuleto, para sentirse cerca mío.

—Aún la conservas...

—Claro que sí, y siempre la tendré, me la regalaste tú después de todo. Muchas gracias —me acarició la mejilla sonriendo con calidez—. Y siento mucho no haberte dicho que fui yo y tener que enviar al señor Inoue y Shimada haciendo el teatro de que eran mis sirvientes, sólo eran medidas para mantenerte a salvo, hemos estado en muchas batallas últimamente y no quisiera que estuvieras en peligro sólo por tenerte conmigo.

Pero empecé a negar, esto significaría que nos tendríamos que volver a despedir sin la certeza de vernos de nuevo.

—No importa, por favor déjame ir con ustedes. Ya nadie está a salvo, a las afueras del pueblo hay peleas a veces, vivo solo... no corro menos peligro que yendo con ustedes, déjame estar contigo, por favor, a estas alturas eres lo único que tengo. Heisuke, por favor, haré lo que quieras pero déjam-

—Lo que en verdad quiero es que estés conmigo —me apretó en un abrazo escondiendo la cabeza en mi hombro—, quiero mantenerte a salvo pero quizá a estas alturas ya es imposible así que sólo quiero estar junto a ti, y si también es lo que quieres, ya no hay nada más que hacer. En serio te quiero, Kōhei, y ojalá nos hubiéramos dado cuenta de esta realidad hace tiempo, así no habrás tenido que pasar por todo esto solo.

Apreté de vuelta su cuerpo y él me ayudó a levantarme haciéndolo también.

—Lo bueno es que nos dimos cuenta —sonreí tras secar mis lágrimas y ver cómo correspondía.

—Heisuke, ¿qué pasa? —preguntó el otro hombre asomándose desde el restaurante, pero al vernos sólo hizo un gesto de disculpa y volvió adentro.

—Ven, vamos adentro, ¿sí? —me tomó una mano y yo asentí yendo a recoger las canastas que había dejado atrás para luego ir hacia el restaurante— Siempre eras tú quien me servía el sake y se quedaba viendo cómo comíamos, ahora déjanos invitarte la comida y servirte las veces que quieras, ¿sí? Como la vez que bebimos fuera, sólo disfurta.

Asentí riendo un poco y justo entramos al local yendo hacia la mesa donde estaban sus compañeros.

—¿Sabes? Te ves muy diferente —no contuve mi comentario mientras dejábamos mis canastas en un rincón para poder comer tranquilos.

—Sí, la verdad es que sí, aunque ya me estoy acosumbrando a esta nueva ropa —rio rascando un momento su nuca—. Pero tú tampoco te quedas atrás, te ves muy diferente así, pero te queda muy bien la ropa de hombre también, siento que eres más... tú —reí con algo de vergüenza agachando la cabeza mientras él me tomaba la mano—. Te ves muy guapo, ¿sabías?

—Tú también, Heisuke.



¡Ahora sí que esto es un secreto de amor! Quiten la versión triste de violín, pongan la versión sexy, los chamacos acabaron juntos!! Wuuuu~

Me encantó escribir este capítulo y tenía muchas ganas de hacerlo además salió muy largo :'0

Espero que les haya gustado y nos vemos mañana~

Atsushi~

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