25 | Promesas
25 de mayo de 2021
| PROMESAS |
AU: Hakuouki ruta de Hijikata Toshizō
|Dedicado a TheAiden825|
Los disparos seguían estallando en el fondo, el sonido que ahora más detesto no hacía más que clavarse en mis oídos haciendo que me estallaran los nervios.
—Sōji... Sōji...
—¡No! ¡Ya te dije que no te voy a dejar! —grité furioso al escucharlo, insistía e insistía en que lo dejara, que me escapara.
Aunque me decía que él podía seguir, no llevábamos ni cinco minutos corriendo y ya podía sentir cómo disminuía su velocidad cada vez más y más, cómo se apoyaba en mí para no usar su pierna izquierda, sólo me mentía para que lo dejara y huyera solo.
Cuando consideré que ya estábamos suficientemente alejados del campo de batalla, me detuve bajo un árbol dejándolo recargado en él.
—Sōji, por favor, vete.
—¡No, Hajime!
Sostuve con más fuerza su brazo para ayudarlo a sentarse lentamente, pero cuando su cadera llegó a la base del tronco, aquel grito ahogado habló por él. Me apretó el brazo mientras cerraba los ojos con fuerza, pero en pocos segundos los abrió soltando mi brazo lentamente.
—Déjame revisarte —ya no tenía la chaqueta así que sólo tuve que levantarle un poco el chaleco quedándome con la inmediata imagen de su camisa blanca ensangrentada.
Mordí mi labio y me atreví a levantarla también. Le desabroché el cinturón liberando la presión sobre la camisa y empecé a desabrochar los últimos botones de esta para poder mirar mejor su piel.
Literalmente había un agujero en la parte superior izquierda de su cadera, su piel estaba tan llena de sangre que costaba ver el lugar exacto donde estaba la herida, pero con un poco de concentración pude ver aquella zona mucho más profunda.
—No hay mucho que hacer, ¿verdad? —rio sin fuerza sujetándose el chaleco y la camisa a la altura del ombligo para que yo pudiera mirar.
Me costó mover la vista de aquel sangriento espectáculo, su mano libre temblaba sobre el suelo y con tan sólo centrarme unos segundos más en su abdomen y la forma errática en que este se movía al intentar respirar finalmente reaccioné.
—No, creo que no es tan profunda —le tomé la mano libre apretándola con fuerza y mirándolo de igual manera a los ojos—. Aguanta un poco, te llevaré a un doctor, van a poder curarte.
—Es inútil, no puedes...
—No, no —volví a llevar la mirada a la herida y esta vez reaccioné tomando mi cantimplora y vertiendo agua sobre esta esperando quitar un poco el exceso de sangre, y fue ver el brillo de la bola de acero incrustada en su piel lo que me dio un rayo de esperanza—. La bala está aquí, puedo sacarla, no es tan profunda.
En su mirada resignada pude ver ese mismo rayo de ilusión.
—La sacaré y nos iremos a buscar a alguien, ¿sí? No falta mucho para que anochezca así que hay que hacerlo ya —miré insistentemente a sus ojos y vi cómo asentía levemente—. Toma, apriétate con esto.
Me quité la cinta blanca con la que formaba un cinturón y la doblé colocándola encima de su herida haciendo que la sujetara con la mano. Hajime se veía tan fuerte, mostraba resignación para que yo no me destrozara delante suyo, pero al ver cómo su mano temblaba tratando de hacer presión sobre la herida recordé qué es lo que sucede, recordé quién es él, recordé que es humano.
Es humano porque sufre, porque esta herida no se ha cerrado en segundos, porque la luz del día no le hace daño, pero sobre todo es humano por tener sentimientos, por buscar mi tranquilidad inútilmente antes de caer en la desesperación.
—Vas a estar bien —susurré acercándome lo suficiente como para besarle la frente.
Sus ojos azules me miraron y asintió luchando por mantenerse fuerte.
Busqué cualquier cosa que pudiera servirme como pinzas y poder quitarle la bala con mayor facilidad, pero no había nada. Me mentalicé para tener que hacerlo con los dedos y finalmente aparté su mano con la tela suavemente.
Él hizo el esfuerzo de mirar la herida teniendo todavía el tic de quererla cubrir con la mano, pero al poco tiempo de hacerlo movió la cabeza al lado opuesto chocándola con el tronco mientras que su mano ya llena de sangre apretaba la mía.
—Hajime, vas a estar bien, te lo prometo. Ya voy a quitarte la bala, no hay tiempo—coloqué la mano en su mejilla pudiendo ver su rostro cada vez más pálido. Él asintió apretando un poco los labios—. Muerde esto.
Coloqué la parte limpia de la cinta en sus dientes mientras le ofrecía parte de la tela de mi chaleco para que la apretara con la mano.
—Va a doler pero tengo que hacerlo —ya con la tela entre los dientes me asintió y yo me agaché lo suficiente como para poder ver la herida lo más cerca posible.
En ese momento agradecí como nunca que mis dedos fueran finos, podía deslizarlos en la herida tratando de tocar la bala con más facilidad, pero seguían sin ser adecuados para esto.
Él no gritaba, simplemente apretaba la tela de mi chaleco, pero por su forma de respirar podía verse cómo realmente estaba sufriendo, con tan sólo ver la herida era más que obvio. Como parecía lógico, no pude coger bien la bala, esta se escapaba entre mis dedos sin que pudiera sostenerla y no hacerle más daño.
—Perdóname, por favor —le pedí antes de atrapar la pequeña bola de hierro entre mis yemas sin cuidado, como si no estuviera dentro de su carne. Ahora sí gritó, la cinta calló gran parte de su grito pero aún podía escucharse un poco.
Dejé la bala en la palma de mi mano mirándola por unos instantes antes de sentir cómo él se movía un poco para verla también.
—Fue esto... fue esta cosa tan pequeña —se la mostré sintiendo una ira ilógica hacia aquella bolita de hierro, una sensación de humillación difícil de explicar. Él aún sujetaba la cinta con la boca y en su rostro pálido destacaban sus mejillas sonrojadas por haber mordido con tanta fuerza la tela—. Pero ya está fuera, ahora iremos a que te atiendan. ¿Lo sientes algo mejor?
Le quité la mordaza con cuidado mientras llevaba mi mano cerca de la herida y a la vez veía cómo asentía.
—No puede ser —maldije en el momento en que llevé mi vista a su cadera.
La sangre se había multiplicado, la perdía a chorros por el orificio de la herida. Tomé la cinta y la presioné de cualquier forma contra la herida tratando de que disminuyera el sangrado pero en poco tiempo se empapó.
—Acuéstate, Hajime —sin soltarle la herida, lo tomé de la espalda llevándolo un poco hacia el frente para acostarlo bocarriba.
—¿Qué?
—Te estás desangrando, acuéstate, tenemos que detener la hemorragia —su voz aturdida y cansada de hace instantes había conseguido que me volvieran a estallar los nervios.
Lo estaba perdiendo.
—Aguanta... aguanta, ¿sí? —le suplicaba presionando con desesperación la tela que se manchaba más y más de sangre.
Por más que veía las gotas resbalarse entre mis manos , chorrear de la cinta y ahora también de su boca, lo último que quería hacer mi cuerpo era beberla. ¿Así es como se superan los ataques de locura por la sangre? ¿Teniendo como único alimento el futuro cadáver de quien más quieres? Prefiero mil veces el dolor de la sed de sangre que este.
—No tenemos otra opción —negué sacando de uno de sus bolsillos el frasco de cristal que contenía el ochimizu, lo destapé y se lo acerqué a la boca.
—No —movió la cabeza impidiendo que le diera el líquido.
—Hajime, por favor —le supliqué de nuevo sintiendo cómo ya me caían lágrimas por las mejillas, la desesperación ya me había capturado por completo, la situación me superaba y por mucho.
—No. Sōji, yo te prometí... te prometí que no lo tomaría —negó mientras su voz se debilitaba cada vez más y más.
—¡Eso no importa! Ya buscaremos qué hacer, pero si no la bebes ahora tú...
Pero sólo me miró a los ojos y sonrió débilmente.
—No te preocupes por eso...
Grité dejando el frasco en el suelo, si él no quería beber el ochimizu y convertirse en rasetsu con tal de curarse, yo sólo podía seguir luchando porque su cuerpo humano no cediera ahora.
Le coloqué todas las telas que encontraba intentando presionar y detener la hemorragia, por alguna razón parecía que su sangre no coagulaba de ninguna forma. Y justo cuando llegué a la cúspide de la desesperación él había dejado de sangrar.
Seguía respirando con dificultad, pero su cuerpo estaba algo más frío y toda la sangre que había perdido no era una buena señal en absoluto.
La noche empapó el cielo, finalmente dejé de sentir aquel pequeño cansancio por culpa de la luz del sol, podría compararlo con el agobio de un día muy caluroso, pero ahora ya desapareció, siento cómo todo ese pesar del sol se fue dejándome con más libertad.
Pero Hajime no mejoraba, simplemente se quedó contra el árbol una vez detuve el sangrado, estaba cansado y seguramente mareado por culpa de la anemia, por eso simplemente lo dejé tranquilo y cubierto con mi chaleco a modo de manta apañada esperando que le sirviera un poco.
—Descansa, iré a buscar agua, el río está aquí mismo, necesitas recuperar la sangre —sólo asintió vagamente mirándome desde aquel lugar.
En poco tiempo ya estaba de vuelta con mi cantimplora llena de nuevo, me arrodillé frente a él y le coloqué la boquilla en los labios inclinando muy suavemente el recipiente para que bebiera un poco. Tragaba muy lentamente y podía verse cómo le seguía molestando el mínimo movimiento, pero de nuevo no dijo nada.
Una vez terminó, le dejé la cantimplora al lado por si quería beber más y me coloqué a su lado dejando que se durmiera sobre mí.
Las horas pasaban y yo sólo podía quedarme allí, sujetando su cuerpo con miedo de dejar de sentirlo respirar. No podía llevarlo a un médico porque al mínimo movimiento volvía a sangrar, ¿simplemente iba a esperar allí hasta que muriera o pasara un milagro?
Con la noche sentía que mis sentidos se agudizaban, y por desgracia mi olfato también, el olor de la sangre me empezó a superar, y para no hacer nada de lo que me arrepentiré, recargué Hajime contra el árbol de nuevo con cuidado de no despertarlo ni hacerle daño, y me alejé unos cuantos metros.
En el río me limpié la sangre que tenía en las manos y cuerpo, pero aún así podía seguir percibiendo cierto olor en el ambiente.
Me quedé de rodillas a la orilla del río mirando con odio a la luna que brillaba sobre nosotros, sólo nos miraba sin hacer nada por ninguno de los dos.
Mis manos... no podía hacer nada con ellas, no iba a obligar a Hajime a romper su promesa consigo mismo y sufrir el infierno de perder la humanidad y convertirse en un monstruo como yo. En un monstruo cuyos nervios se alteran sólo con oler sangre, alguien que vive bajo el agobio del sol, no voy a hacer que renuncie a su humanidad. Quizá yo debí haber respetado también a la naturaleza y dejarme morir cuando fue mi hora.
Apretaba mis uñas contra el suelo, aquella sed que me quitaba hasta el aliento sólo se fortalecía más y más apoderándose de mí, el sonido del agua me traía más y más recuerdos de la sangre fresca de Hajime... ¡no quiero beberla! Sólo quiero que deje de salir más, quiero que toda vuelva a su cuerpo y se cure, no puedo llegar hasta este punto donde perderé realmente la humanidad.
Pero duele... duele aguantar todo esto, me duele respirar, me duele estar vivo. Me ardieron un poco las yemas al clavarlas en la tierra con tanta fuerza mientras apretaba los dientes, pero la primera vez que conseguí tomar aire sentí cómo la tuberculosis hacía su aparición en este acto ya caótico de por sí.
Tosí un par de gotas de sangre que cayeron en la tierra seguidas por mis lágrimas.
Me sentía tan impotente, tan inútil frente a toda la situación... Por no asumir mi muerte natural gracias a la tuberculosis, ahora arrastré a Hajime a la suya igualmente prematura.
Me mentalizo por no perder la cordura, por no dejarme llevar por las ansias de sangre, intento controlarme... pero sin que me diera cuenta ya me había convertido en un monstruo. No le chupé la sangre a Hajime o lo ataqué directamente, pero soy yo quien provocará su muerte. No hay otra forma para explicarlo: sólo un monstruo mataría a quien más ama.
—Sōji.
Inmediatamente me volteé al haber escuchado su voz, ¿lo estaba imaginando?
—Hajime... —balbuceé al verlo arrodillarse detrás de mí.
Entonces vi su cabello blanco deslizarse sobre mi cabeza, pude ver el brillo de sus ojos rojos antes de que los cerrara una vez enfundó de nuevo su espada.
Pasó su antebrazo por delante mío y me dejó a la altura de los labios el corte en mitad de este del que emanaba bastante sangre.
Me di la vuelta bruscamente tratando de mirarlo, él había bebido el ochimizu, su herida se habría sanado al instante y ahora iba a darme de su sangre para que yo...
—No, no, Hajime.
Pero mi voz desesperada contrastaba con su tono calmado y confiado.
—Está bien, sólo bebe, ¿sí? —me puso la mano opuesta en el hombro aún manteniendo su posición abrazado a mí por detrás.
Él lo decía tan confiado, tan tranquilo que simplemente no podía contener las ganas de hacerle caso y beber su sangre, pero había algo en mí que me lo impedía, quizá esa última chispa de humanidad que ardía en mí.
—No puedo, habías prometido que no tomarías el ochimizu, por mi culpa ahora tú eres un rasetsu también...
Él se puso de rodillas delante mío justo cuando volvieron a resbalarme las lágrimas con fuerza. Me hacían sentir bien por saber que tengo remordimientos, que puedo sentir culpa, que una parte de mí aún es humana... y esa parte está sufriendo por arrastrar a Hajime a todo esto.
Sólo sonrió con la mirada triste y bebió un poco de su propia sangre. Cada segundo se hacía interminable, las cuchillas de la culpa se clavaban en mí una tras otra.
Y no tuve tiempo de siquiera ver lo que hacía, sólo me di cuenta cuando sentí que me tomaba una mejilla y un segundo después sus labios estaban sobre los míos. Con su propia lengua llevó a mi boca la sangre que yo no quise tomar y ahora tuve que beberla de una forma u otra.
En pocos segundos desapareció aquella presión, aquel dolor en cada órgano se fue tras beber la sangre de Hajime, simplemente me tomó y dejó que me recargara sobre él. En un momento sentí su mano acariciarme la cabeza mientras yo escuchaba cómo su corazón latía con fuerza en su pecho a diferencia de cómo lo hacía hace horas.
—¿Por qué, Hajime? —aunque hablé cuando ya había recuperado el aliento, mi voz seguía quebrada por culpa de las lágrimas y aquella culpabilidad que me oprimía cada vez más.
—Había otra promesa. Prometí que estaría contigo hasta el último momento, y esa era aún más importante que la de no perder mi humanidad, sé que estando contigo nunca la perderé.
Y aquí viene uno de los primeros capítulos escritos, oh sí oh sí, contrastando con el speedrun que hice un día después (capítulo anterior que acabo de subir). El querido Aiden ya lo leyó hace mucho ya que fue el lector VIP por ser este one-shot su regalo de cumpleaños así que este capítulo tiene el visto bueno y aprobado de mi mamu, sello de calidad <3
Espero que les haya gustado el desenlace de las joterías de estos dos en la ruta de Hijikata según mi universo <3 Ayayayay, qué bonis, amo el OkiSai, lo repito por milésima vez!!
Nos vemos mañana~
Atsushi~
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