Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

11 | Espadas del Shinsengumi

11 de mayo de 2021

|ESPADAS DEL SHINSENGUMI|

AU: Touken Ranbu

—¿Crees que estén aquí? —le pregunté en voz baja a Nagasone tras eternos segundos de silencio.

—No lo sé... Pero el comandante parece muy decidido, supongo qu- —entonces se calló haciendo un pequeño ademán de silencio.

—Vamos a entrar —anunció Kondō.

Todos asentimos y empezamos a caminar en dirección a la entrada.

—Vamos, Kashuu —Okita me tomó del brazo y se puso justo detrás del comandante en el momento en el que este abrió la puerta y gritó con fuerza anunciando que el Shinsensgumi ya estaba aquí, que era el momento de la batalla.

Allí estaban, justo delante de nosotros, en un momento estábamos rodeados de enemigos e inmediatamente de muerte.

Okita esquivó el ataque de un enemigo y lo empujó hacia mí para que yo pudiera acabarlo de una estocada. Cuando vi su cuerpo caer, inmediatamente lo escuché de nuevo.

—¡Kiyomitsu, vamos arriba!

Hice caso de inmediato. Saqué la espada del cuerpo de aquel hombre y subí corriendo las escaleras yendo detrás de Okita.

De pronto sólo estábamos nosotros dos en el piso de arriba, éramos los únicos del Shinsengumi en este piso rodeados por varios rōnin enemigos. Pero él no se paró a pensarlo, cuando me di cuenta, él ya estaba cortando en diagonal el pecho de un hombre, y yo tampoco podía quedarme quieto o dejarlo solo.

Nos metimos en una de las habitaciones y pude ver de reojo cómo Kondō y Nagakura ya estaban subiendo las escaleras también.

Me tranquilizó saber que tendríamos refuerzos. Y seguramente que la unidad de Hijikata no tardaría en llegar con Izuminokami y Horikawa.

Bloqueaba los ataques consiguiendo una posición ventajosa para que Okita pudiera acabarlos fácilmente. Estábamos trabajando como cada día en las prácticas, como todas las batallas que he tenido a su lado, esto no era nuevo en lo absoluto, a decir verdad es la única forma de pelea que conozco.

He pasado por varios amos, pero puedo asegurar que por más que haya vivido varias batallas y muchos años con otros amos a quienes he querido tanto, con ninguno he sentido lo que siento por Okita. No sólo siento mucha más facilidad para conectar con él, gracias a Okita siento que he llegado al punto máximo de mi habilidad en batalla, como si siempre hubiera tenido una barrera que me limitaba pero yo no sabía de su existencia hasta que Okita la rompió.

Es joven, me encanta descubrir aún más cosas sobre la vida a su lado y verlo asombrarse con lo que yo ya sé pero él aún no. Pero aunque yo quise trabajar con él desde el primer momento en el que lo vi, aquello que me hizo sentir como nunca fue ver cómo él me recibió con los brazos más que abiertos. Fui su primera espada, me recibió con una ilusión que nunca había visto en nadie, ni en mi propio padre el día en que nací en mitad de aquel barrio pobre y olvidado.

Y tampoco le importó que yo viniera de los suburbios de Edo, no me despreció por ello ni mucho menos, ni siquiera le dio importancia, simplemente me recibió más feliz que nunca y hemos estado juntos desde entonces.

Incluso cuando llegó Yasusada yo temía que me reemplazara, que me olvidara o abandonara, puede que ese siga siendo mi mayor miedo hasta ahora, pero no lo hizo. Comenzamos a trabajar entre los tres, nos convertimos en un verdadero equipo, por eso mismo hoy debo pelear por Yasusada aunque él no haya venido.

Al darme la vuelta vi cómo un rōnin lo golpeaba de lleno en el pecho haciéndolo chocar contra la pared, y también pude ver cómo el tiempo se detenía y él al recuperar el aire sólo lo sacó de golpe tosiendo y dejando varias gotas de sangre volar por instante.

Con el tacón conseguí empujar al hombre apartándolo de Okita evitando que en ese momento lo atacara y, probablemente, acabara con su vida. En su lugar yo me llevé la vida de ese hombre de un rápido movimiento por todo su cuello.

—¡Okita! —me di la vuelta y me agaché a su altura viendo cómo seguía de rodillas y apoyado en su mano para no caerse mientras recuperaba el aire.

—Estoy bien, tú sigue... —murmuró con la voz ciertamente ronca, pero antes de decir nada más, él volvió a toser escupiendo más gotas de sangre, sólo me apretó el brazo e intentó volver a hablar— Kiyomitsu, sigue...

Me levanté apretando los labios por saber que si me quedaba ahí sólo conseguiría que nos mataran y de un solo movimiento lleno de furia obtuve un corte limpio y profundo a través de todo el cuerpo de un enemigo utilizando únicamente mi mano derecha.

Quedaban pocos en la sala, tres, es decir, dos ahora. Los miré con ira y me lancé a atacarlos también. Estaban lejos de Okita así que no debía preocuparme por él, pero realmente sí me preocupaba aquel golpe, para haber conseguido tirarlo y sacar tal cantidad de sangre prácticamente en el mismo instante debieron haberle roto las costillas.

He visto gente morir por esto, incluso yo he roto costillas viendo cómo es cuestión de tiempo hasta que los huesos rotos perforen el corazón y los pulmones y el sujeto muera tras agonizar.

Para entrar al campo de batalla hay que estar preparado para la muerte. Claro que lo estoy, pero no para la muerte de mis compañeros, para ello nunca voy a estar preparado y tampoco lo voy a aceptar.

Okita se levantó y se encargó del otro rōnin justo cuando unos cuantos más entraron desde el pasillo. Me lancé directamente contra ellos y pude escuchar a Okita caer de rodillas y quejarse mientras seguía escupiendo sangre.

—¡Sōji!

Kondō estaba aquí, los dos estábamos igual de preocupados por él, pero debíamos seguir peleando o sino nada tendrá sentido.

—¡Kiyomitsu, protege a Sōji!

Nada más empujar a uno de ellos, corrí hacia Okita donde me encargué de rematar a su actual enemigo aunque eso pudiera suponer una ofensa por impedirle terminar su batalla.

—Okita, quédate atrás, vamos a intentar salir —esta vez fui yo quien lo tomó del brazo intentando ayudarlo a mantener su equilibrio.

Asintió y mientras intentábamos avanzar tuve que ocuparme de un rōnin que notó nuestra intención. Al regresar vi a Okita luchar contra uno más, no importa que tan poco pudiera aguantar, se sujetaba de la pared pero aún así seguía peleando y por ende yo también.

Corrí hacia él al verlo caer de rodillas de nuevo y aceleré aún más cuando se acercaba desde detrás suyo un hombre alzando su katana pretendiendo acabarlo de un único corte.

Su vida acabaría sin que él lo supiera, sin que lo sintiera o lo hubiera visto... No podía ser así, Okita no podía morir de esa forma, alguien que no se rinde ni en los peores momento no merece una muerte tan deshonrosa como esa...

—¡¡Okita!!

Grité con todas mis fuerzas preparando una estocada mientras corría contra el hombre intentando alertarlo para que por lo menos pudiera cubrirse o esquivarlo.

—¡¡Okit-!!

Pero lo único que vi fue esa sonrisa diabólica y victoriosa clavarse en mis ojos mientras la punta de mi katana se clavaba en su corazón y la suya en mi cuello.

Él cayó antes que yo, no podía mantenerme pero tampoco moverme, el tiempo se detuvo unos instantes pero luego conseguí dar unos pasos hacia atrás que, sin querer sacaron la hoja de mi espada de su cuerpo viendo cómo la punta de esta estaba rota. Pero antes de caer, Okita sacó el filo enemigo de mi cuello usando su propia mano y una vez llegué al suelo se acercó a mí.

Sólo podía mirar al techo, pero mi vista se obstruyó con la presencia de un enemigo que se acercaba a nosotros.

Okita se intentó levantar, pero el impulso fue más que necesario para que su espada atravesara el torso enemigo y al salir, la punta de esta también se quebrara.

Hasta ese momento sentí la necesidad de respirar, pero al intentarlo y no poder sólo pude toser viendo cómo la sangre salía con fuerza hacia arriba por mi boca así como por mi cuello y luego caía sobre mí de nuevo.

—Kiyomitsu... —ni siquiera pude mover mi cabeza hacia él, escuché el golpe de su cuerpo contra el suelo y derramé lágrimas por la impotencia, por la furia de no poder hacer nada por él, absolutamente nada.

—¡Sōji! ¿¡Dónde están!? —esa voz era la del vicecomandante, Hijikata se estaba acercando, podía sentirlo— ¡Sōji!

Nos encontró, ¿cierto?

—Kashuu —Izuminokami se arrodilló a mi lado viéndome con horror en la mirada, ni siquiera puedo hacerme una idea de cómo se debe ver la herida... Me duele tanto que a la vez no siento nada, es difícil de describir.

Sentí cómo colocaba una tela en mi cuello y la apretaba para luego tomarme en brazos y salir de allí justo detrás de Hijikata quien hacía lo mismo con Okita.

—Los daños son irreparables... Lo siento, Sōji, vas a tener que dejarlo ir.

Aquella frase me lastimaba peor que nada en ese momento, la había escuchado cuando nadie creía que lo haría, lo mismo con el llanto culpable de Okita.

Habían conseguido un tubo corto de cristal que me colocaron en la herida para que respirara mientras intentaban hacer algo conmigo, pero había sido inútil y ahora dejarían allí ese vidrio hasta que mi cuerpo cediera y finalmente muriera, de otra forma lo haría instantáneamente.

—Lo siento, dicen que no podemos darte nada —murmuró Yamatonokami aún a mi lado—. No puedes tragar nada así que queda descartado darte medicina... —aunque él fuera quien lloraba cada vez con más amargura, también fue él quien me secó las lágrimas con un trapo blanco y suave.

Lo entiendo, y no lloro precisamente por eso. Es insoportable, sí, por cada minuto que pasa siento cómo mi cuerpo pesa cada vez más y más, cómo el aire es insuficiente, tiendo más ganas de respirar con profundidad como hice hace unas horas sólo consiguiendo que me ahogara por unos minutos críticos, ya no puedo seguir... ya no quiero seguir así. Pero tampoco quiero dejarlos, no quiero dejar solo a Yasusada, tampoco quiero que Okita me deje.

—Debí haber ido yo... Tendía que haber sido yo —me apretó con algo de fuerza la mano—. No podría haber evitado nada de lo que pasó, pero al menos tú no estarías...

—No.

Mi voz no salía para nada, pero parece que él consiguió leer mis labios ya que se derrumbó en pocos segundos.

Se cubrió los ojos así que tuve que dar un pequeño tirón a su mano para que me viera y leyera los labios también.

—Cuida... a Okita por mí...

Conseguí pronunciar su nombre, pero nada más hacerlo e intentar seguir con la frase, volví a ahogarme, la sangre me subía hasta la boca, volvía a caer por mi cuello, incluso se acumulaba en el tubo de cristal.

—¡Kiyomitsu! ¡Kiyomitsu! —Yasusada empezó a gritar desesperado cuando me levantó por el torso haciendo que la sangre saliera y pudiera volver a respirar.

Kondō, Okita e incluso Izuminokami entraron. Izuminokami se colocó a mi lado opuesto y ayudó a Yasusada a sujetarme.

—Levántale la barbilla —aunque se lo dijo a Yamatonokami, fue él quien me sujetó el mentón y lo alzó un poco con tal de que mi cuello no se doblara. 

Cuando lo dijo yo intenté hacerlo por mí mismo, pero ni siquiera pude, no podía moverme para nada. Estuvieron unos minutos así hasta que me calmé un poco y luego Okita se acercó a mí después de hablar con Kondō.

Los demás se fueron y pude ver cómo Yasusada e Izuminokami se despedían de mí con la mirada antes de que sólo pudiera observar los ojos de Okita. No dejaba de preguntarme si estaba bien, ¿realmente le habían roto las costillas? No lo parece teniendo en cuenta de que se mueve con bastante normalidad pero aún así yo quería saberlo con seguridad, no dejaba de preocuparme por saberlo...

—Lo siento mucho —fue lo único que dijo mientras me tomaba una mano.

No... no puede ser así... No me abandones, Okita, por favor, te lo suplico, déjame seguir contigo, déjame poder pelear a tu lado muchos años más.

—Dicen que no pueden hacerte nada, tienes muy lastimado el cuello y... realmente me hicieron ver que va a ser una crueldad dejarte así por días, tarde o temprano no podrás respirar y... —no me dolía lo que decía, es algo que ya sé y de por sí lo intuía, pero es que su voz demostraba que también estaba sufriendo...

Me abandonará pero tampoco quiere hacerlo... creo que eso puede hacerme sentir un poco mejor. Me quiere aunque tenga que abandonarme, creo que podré recordar este sentimiento, voy a recordar que él realmente me quería... No, no lo haré. Voy a morir, no podré recordar entonces.

Ver morir a mis amos uno tras otro hace que piense que es imposible que yo muera, es imposible que sea yo quien lo abandone. Pero no, es lo que sucederá ahora mismo, quizá me aterra tanto por no saber lo que se siente.

—Entonces... ¿Estás de acuerdo? —preguntó poniendo un poco más de fuerza en las manos.

Lo miré a los ojos y abrí los labios tratando de hablar de nuevo.

—Sí.

Tampoco lo escuché, no hablé, pero me pudo entender y asintió con la mirada dolida.

—Está bien —suspiró y llevó su mirada frustrada hasta mí.

Cuando deslizó el tubo de cristal hasta sacarlo sólo pude apretar los labios intentando no llorar, estaba dando un paso adelante directamente hacia la muerte, pero sentía que él seguía a mi lado, ¿estará hasta que llegue al final del camino?

De nuevo empecé a sentir cómo ya no podía respirar, sentía miedo. Él me apretó la mano antes de volver a secarme los ojos con cuidado.

—Estoy contigo, tranquilo... No tengas miedo.

Mirarlo hacía que sintiera menos temor, pero aún así sentía que había muchas cosas por hacer a su lado, no tenemos tiempo pero aún así  no se puede hacer nada.

—Okita —se sobresaltó al escuchar cómo intentaba decir su nombre, pero el resto ya no lo pude decir, de nuevo saqué unas gotas de sangre al intentar respirar. Él se manchó por culpa de ellas pero aún así no parecía importarle— te quiero...

Sonrió y le empezaron a escurrir las lágrimas.

—Yo también. Hemos pasado por tanto... Y quisiera que estuviéramos los tres juntos por mucho más tiempo, crecer y vernos seguir con la vida pero... Ahora ya no tendrás que pelear cada día, al fin vas a poder descansar tranquilo, ¿sí?

Fue aquella última sonrisa la que me tranquilizó de verdad.

El tiempo pasaría y Okita crecería, cumplirá veinte años el próximo año, luego tendrá treinta, cuarenta y algún día llegará al final de su vida mientras que la mía seguirá, ¿podría seguir sin él? Faltarán muchos años para eso, al menos el triple de su edad actual, pero aún así me alegro de que irme ahora haga que no tenga que ver a Okita morir cuando llegue la hora.

Los ojos se me cerraron lentamente aunque pude volver a abrirlos, el aire ya era muy escaso y la vista de nuevo se me volvía borrosa, creo que él también empezó a notarlo.

—Gracias por todo, Kashuu Kiyomitsu.

Sentí cómo me daba un último beso en la frente antes de que sus manos lentamente llevaran aquella tela blanca que me cubrió el rostro justo cuando cerré los ojos.

Ya no quise ver nada después de su sonrisa, después del acto que me confirmaba que no me estaba abandonando y que me aseguraba que, sin importar qué, él realmente me quiso tanto como yo lo quiero a él.





Bueno, aquí está uno de los capítulos más dramáticos, de los primeros que fueron planeados y el primero que fue escrito :^)

Desde hace tiempo tenía ganas de escribir algo así, de la perspectiva del Kashuu sobre esto, y originalmente iba a ser más dramático, como que Okita lo iba abandonar así muy feo pero después de pensarlo y pensar en mi shinai que pronto se jubilará por estar roto lo hice más bonito ;w; </3

En fin, espero que les haya gustado aunque haya sido un tanto sad. Nos vemos mañana.

Atsushi~

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro