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IV. ¿Qué dijo de mi mamá?

DÍA 4
MAFIA

El día de Hitoshi va de lo más normal posible, con una junta de negocios con gente del bajo mundo, una señorita llena de diamantes en los dedos y un anciano que bebe como marinero y- ah, si, su novio peleándose con un mafioso ruso por hablar de su mamá.

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Denki apuntó el cañón del arma asegurándose de no fallar; apretó el gatillo y, acostumbrado al sonido del arma resonar por toda la habitación, siguió su camino en la bodega abandonada; por detrás de él, Sero lo siguió disparándole a todo lo que se moviera, porque el desgraciado estaba loco y aburrido.

Apenas estaban en mitad del quinto nivel del videojuego cuando el televisor donde se reproducía se apagó y el resto de las luces comenzaron a parpadear, llamando la atención de sus amigos y haciendo refunfuñar a Kaminari.

— No otra vez —gruñó molestó, mientras Hanta y Ejiro le preguntaban si todo estaba bien— Un falló en el generador, seguramente; iré a ver.

Bakugo se encogió de hombros y siguió tecleando algún mensaje en su teléfono. Kirishima y Sero volvieron a tomar los controles cuando la pantalla se volvió a encender y Denki salió de la habitación con una sonrisa casi forzada.

Bajo molestó las escaleras de la gran casa, caminando al elevador y tecleando el código que pocos conocían, bajando a los niveles inferiores escondidos de su hogar y fulminando con la mirada al par de guardias de seguridad que ni siquiera se atrevieron a pedirle su nombre para dejarlo pasar.

Caminó por los largos pasillos subterráneos, ignorando a los hombres de traje con armas que se aseguraban de que ningún intruso pasara y esperando poder volver a su videojuego pronto para seguir aplastando zombies y cumpliendo demás misiones absurdamente peligrosas.

Entro a la única puerta que no era de metal casi blindado, sino de una madera cara detalladamente tallada con una escena de Alicia en el País de las Maravillas, solamente por el capricho de su novio.

Su novio...

Pobre hombre.

— ¡Hitoshi! —grito, pateando la puerta sin importarle lo cara que fuera y alertando a más de uno afuera.

— ¿Den?

— ¡Hitoshi, tus hombres están volviendo a jugar a la silla eléctrica y la luz está fallando allá arriba!

— Amor, estoy en una reunión importante.

Denki se detuvo un segundo a ver a todos los hombres a su alrededor, la mayoría personas de seguridad resguardando a sus jefes; un anciano, otro tipo alto y fumador y una mujer de vestido rojo y anillos de diamantes.

— No me importa —le resto importancia, sin importarle la mirada ofendida del anciano y los ojos furiosos del sujeto que fumaba por ser casi barrido con la mirada— Yo también estaba jugando a los mafiosos, con la diferencia de que yo podía escapar a caballo.

— Amor, le pediré a alguien que lo solucione ¿si?

— Pero-

Кто этот мальчик? [¿Quien es este chico?] —preguntó la gruesa voz del fumador.

— ¿Qué dijo de mi mamá?

— No, cariño, él preguntó quién eras tú. El señor es ruso, no creo que conozca a tu mamá.

— Ah, bien, te creeré, ¡pero soluciona mi videojuego!

— Claro bonito, en este mismo momento ordenó que nadie toque ni un apagador para que tu videojuego esté seguro.

— ¡Que bien! —dio un saltito de la emoción y besó la mejilla ajena.

La mujer detrás de ellos soltó una risita aguda y resonante, murmurando algo al anciano a su derecha y luego soltando una oración al aire.

— Ella tampoco dijo nada sobre mi mamá, ¿verdad?

— No, ella dijo que eras adorable. Créeme, Den, tu mamá está a salvo aquí.

— Más te vale, Toshi —lo señalo acusadoramente, girándose después a la mujer y sonriéndole alegre— Usted me agrada, no como el grandote ruso de allá.

La fémina volvió a reír, seguramente sin entender ni una palabra.

Hitoshi tradujo para ellos y el anciano rió, burlándose en su idioma extraño y recibiendo reclamos del otro hombre, mientras la señorita reía.

— Den, ¿por qué no vuelves arriba con tus amigos? La luz no se volverá a ir, te lo aseguro; le pediré a alguien que les lleve muchos dulces para compensarlo.

— Bien, pero si no hay pastel vendré otra vez a quejarme con tus amigos mafiosos.

— Correré el riesgo.

Hitoshi dejó un besito en la cabecita rubia de su novio y se despidió de él, mordiéndose el interior de la mejilla para no reír cuando el rubio le mostró infantilmente la lengua al ruso, llevándose la sonrisa de los otros dos presentes.

— Tiene carácter —confesó el hombre, suspirando pesado y tomando su licor de un solo trago— Es molestó; pero también es el tipo de persona que necesitas a tu lado en este negocio; alguien que te recuerde que no tienes el poder absoluto.

— Con Denki, entiendo que no tengo ni el poder de elegir qué película de Toy Story ver.

— Ese mocoso te tiene en la palma de su mano —se burló el viejo, suspirando con nostalgia al llevarse una mano al pecho— Lo mismo me paso con mi bella Dorotea.

— Si el anciano empieza con sus historias de guerra me largo de aquí —advirtió la mujer, moviendo su copa de vino y bebiendo de ella como si necesitara emborracharse para sobrevivir a esa conversación—. Tienes un gran compañero Hitoshi, ese niño es adorablemente perfecto para ti, son el contraste perfecto, un buen equipo sin duda alguna.

— Pero cuidado, niños, que el amor, por más bello que sea, se puede convertir en el punto débil de cualquiera. Podemos aceptar perder nuestro imperio, nuestra fortuna, incluso nuestra libertad; pero nunca nuestro amor.

— Lo se, y créanme que me he encargado de que todo aquel que conozca mi nombre, sepa que a Denki Kaminari no se le toca ni un cabello.

El ruso rió y levantó su vaso en forma de brindis.

Hitoshi podía ser tan peligroso en los bajos mundos como solo el sabía, podía aliarse con las personas más influyentes y peligrosas, pero jamás había podido decirle no a los caprichos de su novio.

Y todo aquel que conociera su nombre, o hasta su organización, sabría que Hitoshi Shinso tenía una sola motivación para seguir y crecer.

Una motivación que lo interrumpía en sus juntas mafiosas y le enseñaba como quitar sangre de las alfombras.

Una motivación de cabellos rubios, hiperactividad al límite y sonrisa bonita.

Una jodida motivación que amaba y cuidaba con su ser; que tenia nombre y apellido y una bonita sortija de compromiso.

— Bueno, señores, creo que es momento de retomar los planes sobre los negocios de-

— ¡Hitoshi!

— Carajo.

Otra vez, pateando la puerta y con una pecera en la mano, el rubio apareció en la habitación.

— Mis pez dorado se murió.

— Tu pez estará bien, cariño, solo-

— ¡No respira!

— Los peces no respiran, Den.

— Pero-

— Разве твоя мать не учила тебя спрашивать разрешения войти?*

— ¡Está vez si dijo algo sobre mi mamá!

Lo siguiente que supieron es que estaban todos intentando evitar que un pequeño rubio rabioso se arrojara al mafioso ruso y provocará una guerra imparable y mortal por un pez dorado muerto.

Un día demasiado normal, si se lo preguntan.

* ¿Su madre no le enseñó a tocar?

Técnicamente si dijo algo sobre su mamá. Denki tiene buen instinto ruso.

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