6. Propuesta de navidad
No se olviden de dejarme sus opiniones! los quiero
Tiago intentó aventurarse hacia el sonido. Lo detuve con una mano.
—Puede ser una trampa —le dije en voz baja.
Caminamos con cautela. Prestando atención. De pronto, otro sonido atrajo nuestra atención. Voces adultas.
Bajamos las linternas mientras las otras personas se acercaban.
—¡Matt! —el grito se escuchó cerca.
Volvimos a iluminar y nos encontramos con otros dos sujetos, un hombre mayor y otro más joven. No los reconocí, pero al parecer Tiago sí, y ellos lo reconocieron a él.
—Son del círculo—me susurró.
Crucé miradas con el mayor de ellos, un tipo robusto de cabello gris, vestido con una camisa negra y pantalones vaqueros. De los típicos sujetos ricos de Almarzanera.
—¿Vienen por el night crawler? —preguntó con una sonrisa socarrona.
Decidí no responder.
—Es nuestro, se escapó—intervino el otro hablando con tono de burla—. Así que regresen por donde vinieron.
—¿Se les escapó? ¿No aprendieron nada y siguen trayendo criaturas que no pueden controlar? —Tiago les hizo frente.
—¿Quién dice que no las podemos controlar?
El llanto agudo de antes retumbó en la selva y eso llamó la atención de todos.
Los tipos corrieron hacia el sonido.
Tiago y yo los seguimos y les tomamos la ventaja teletransportándonos varios metros adelante de ellos.
Alumbramos al rededor, buscando entre las enormes hojas. La respiración agitada de los hombres del Círculo nos alcanzó.
Un movimiento tenue y un crujido nos reveló la ubicación de la criatura.
Apareció frente a nosotros. Sabía que lo buscábamos.
Su cuerpo esquelético de largas extremidades se confundía con las ramas de los árboles, pero sus ojos enormes inyectados en sangre y su boca sin labios con una sonrisa perpetua eran claramente visible.
Los otros sujetos se apresuraron a sacar un arma. Pensamos que le dispararían, mas lo que llevaban no tenía balas, sino una red que cayó donde estaba la criatura. Esta se movió con velocidad y escapó a último momento. Lo perdimos de vista.
—¡¿Qué rayos hacen?! —les reclamé. Sacando mi cuchillo.
—No se atrevan a matarlo, lo queremos vivo —me respondió el más joven.
Pedido que sirvió para que Tiago y yo supiéramos exactamente qué no hacer.
Mi compañero sacó una granada de sal de su mochila y la soltó, con la esperanza que eso revelara el nuevo escondite de la criatura.
No estaba seguro de su eficacia ya que estábamos al aire libre.
Los cuatro permanecíamos quietos y callados en la oscuridad y de pronto el nigth crawler saltó sobre uno de los sujetos del Círculo. Él gritó, el ente le rasguñaba el rostro con furia. Su compañero trataba de volver a cargar otra red en su arma.
Tiago no se veía dispuesto a ayudarlo y por un momento yo también pensé en lo mismo. Me apuré a tomar a la criatura por la espalda y lo dejé en el espacio interdimensiones.
—¡No! ¡¿Dónde lo llevaste?! —el sujeto tiró su arma al suelo, ignorando al otro que se incorporaba como podía, con el rostro ensangrentado.
—A casa. —le dije con cinismo.
Furioso volteó hacia mí y no quise tener una confrontación. Mientras menos me cruzara con gente del Círculo era mejor, así que le hice un gesto a Tiago y nos fuimos de ahí.
—¿Para qué quieren night crawlers? —me preguntó cuando subimos al auto.
—No tengo idea, en el proyecto atrapábamos algunos con fines de investigación, estos dementes, no lo sé. Tal vez con fines similares a los carroñeros.
El gesto de Tiago cambió a uno pensativo y perturbado. Recordé que su madre y su hermana mayor habían fallecido devoradas por los carroñeros, que el Círculo mantenía en una fosa.
Decidí no hablar más. Habíamos cumplido con nuestra misión y solo quería irme a casa a descansar.
***
La navidad llegó rápido para mí y fue una espera tortuosa para Dylan. Quien no aguantaba para abrir sus regalos. Esperaba con ansias la moto eléctrica, que todos dijimos no le íbamos a comprar... hasta que pasé por la juguetería y no me resistí. No sabía si Grecia y Tiago se enojarían, pero si Dylan la tenía en sus manos, no serían capaces de quitársela.
El trabajo en el estudio de tatuajes había incrementado una semana antes de las fiestas y luego caído en picada dado que todos los estudiantes habían regresado a sus hogares. Así que trabajé más en la pastelería de Grecia, ayudándole a decorar pasteles de navidad que ocupado en otras cosas.
Era tradición de la isla comer pastel de frutas en la noche buena y ahí estaba desde temprano en la mañana, haciendo decoraciones con fresas mientras Grecia y sus ayudantes hacían entregas a lo loco.
Cerramos en las primeras horas de la tarde y por fin fuimos por nuestra propia celebración. Dylan ya había pasado su noche buena en la dimensión T51 y moría de ganas por indagar qué había hecho con Sophie.
Él y Tiago se quedaron todo el día juntos, decorando galletas.
—Santa es verde.
—¡Es rojo!
Tiago discutía con el niño en la mesa de la cocina, como si tuvieran la misma edad. Con Grecia nos aproximamos soltando un resoplido.
Las galletas decoradas, o al menos en un intento de decoración de Tiago, eran las típicas galletas de limón navideñas. O las típicas de Valermo, decoradas con aves coloridas, jaguares y ciervos.
Mientras que las de Dylan eran un muñeco de nieve, un copo y un Santa Claus de traje rojo. El niño dibujaba muy bien, por supuesto porque yo le enseñaba y Tiago... dibujaba igual a un niño de cuatro años, así que las galletas parecían un cuadro abstracto.
—Dile a tu hijo que Santa es verde —Tiago le pidió a su novia.
—¿Están discutiendo por eso?
—Le intento explicar a Dylan sobre la navidad y que las cosas que hacen en la otra dimensión no tienen sentido. Es decir, ¿por qué hombres de nieve? Estamos en pleno verano y aquí no nieva. ¿Por qué el traje de santa es rojo? ¿y cómo que tiene un trineo tirado por renos? Se mueve en una carroza tirada por pegasos. ¿O allá las cosas son tan diferentes? —me preguntó
—Es cosa de la globalización y una marca de gaseosas—le respondí—. Es un niño de cuatro años, deja que decore las galletas como quiere—le dije como regaño.
—Claro, él puede decorar como quiere, pero nos ridiculizaron por nuestro árbol de navidad—se indignó y Grecia le dio la razón.
Miré hacia la sala, donde había una palmera pequeña en una maseta, con pelotas de plástico de colores colgando de ella. El intento de Tiago y Grecia de hacer un "árbol de navidad".
—Los árboles de navidad no son así —reclamó Dylan—. Son así—. Usó el glaseado verde para dibujar un árbol tradicional de navidad de la dimensión T51 para explicarle.
—¿Eso es un pino?—preguntó Grecia.
—Sí, los árboles de navidad son pinos y se los decora con esferas especiales para ellos y luces.
—Aquí no hay pinos. Hay palmeras y tienen esferas naturales, se llaman cocos —consideró Tiago, muy frustrado.
—Allá tampoco, los árboles son sintéticos.
—¿O sea que en navidad ponen un pino sintético en medio de su sala, le compran esferas y ¿luces? —Grecia preguntó.
—Son como pequeños foquitos de colores con una música aguda y horrible.
—Eso no tiene sentido y suena a tortura.
—Es para que Santa deje los regalos —respondió Dylan.
—¿En el árbol? Santa deja los regalos en los zapatos que debemos dejar bajo la ventana. Lo del árbol no tiene sentido.
—Santa entra por la chimenea —volvió a recalcar el niño.
—¡Eso es estúpido! ¿Cómo pasa por ahí? ¡se atoraría y moriría! ¿y qué pasa si no tienes chimenea?
—Dylan—ya un poco harto me dirigí a él—. Seguro ya celebraste la navidad con esos decorados del otro lado. Así que aquí hagámoslo a nuestra manera, ¿te parece?
—Mi mamá Sophie dijo que la navidad de aquí es más bonita y que la extraña, por eso hicimos cosas con flores y aves y dijo que seguro tus extrañas la navidad de allá, por eso quise hacerla como esa—dijo con un deje de tristeza y me sentí fatal.
—No... Dylan, gracias. Lo único que extraño de allá es estar con Sophie. Así que no pienses en mí y haz las cosas como te gusten a ti ¿de acuerdo?
—Sí, si hiciste galletas de animales con tu otra mamá, conmigo puedes hacer las cosas de nieve—Grecia se sentó a su lado y revisó con cariño las galletas que había decorado.
—Mi mamá y yo intentamos hacer galletas y se quemaron. Así que compró unas, pero ya no habían de navidad así que compró oreos y las decoramos con temperas, pero no me dejó comerlas.
Sonreí, no me sorprendía. Sophie era capaz de quemar hasta el agua. Al menos no habían incendiado la casa.
—Seguro la pasaron muy bien —comencé a conversar con él. Tomé una galleta, glaseado y de pronto los cuatro decorábamos prestándole atención al pequeño.
—Sí, comí mucho. Igual tengo hambre, la panza de este cuerpo está vacía.
—¿Festejaron navidad en casa de tu abuelo? ¿Llevaron invitados? — pregunté hecho al distraído.
—Mi mamá, Daniel, mi abuelo y su amiga.
—¿Tu abuelo tiene una amiga?
—Sí—dijo sin importancia. No sabía que más preguntar. Ese tiempo había evitado indagar sobre Sophie y Daniel. Si ellos estaban teniendo una relación, no quería oír al respecto.
—Me regalaron una moto y una bici y un dron y muchos animales y un cuchillo.
—Voy a pretender que te creo—dijo Tiago tratando de darle forma a las alas de una galleta en forma de tucán.
—¿Por qué no viene nadie más para la navidad aquí? —Dylan nos sorprendió con su pregunta.
—Porque, la gente pasa estas fiestas con sus propias familias ¿a quién invitaríamos? —le preguntó Grecia.
—¿A mis abuelos? —el niño dijo sin dejar de pintar su galleta.
Los mayores cruzamos miradas.
—Nos tienes abuelos aquí —sentenció su madre.
—¿Tus papás murieron?
—Eh, sí, Dylan....—Tiago trató de explicar, Grecia lo interrumpió.
—No Dylan, solo la mamá de tu papá Tiago murió. Mis padres y el padre de Tiago, no están en nuestras vidas. Porque a veces hay gente mala, que por más que sean de tu familia, es mejor alejar, ¿entiendes? —Grecia habló sin pelos en la lengua.
Sus padres, siempre habían sido nefastos, no solo le habían hecho creer toda su vida que era una mentirosa cuando aseguraba ver entes, sino que habían intentado controlar cada aspecto de su vida para obligarla a pertenecer al Círculo.
—Puedes armar tu propia familia ¿sabes? Y en la nuestra el más viejo es Aaron, así que él puede ser el abuelo—complementó Tiago.
Dylan pareció entender, no hizo más preguntas y pasamos una velada tranquila, a nuestra forma, con nuestras propias tradiciones.
Solo había pasado dos navidades con Maya, solo los dos, asando malvaviscos frente al mar. Y habían sido las mejores navidades de mi vida.
Antes de eso, no festejábamos mucho con el proyecto. Sí nos dejaban pedir algún regalo, nos sentaban a comer en una mesa larga con nuestros cuidadores y mi padre se sacaba unos minutos para visitarnos y dejarnos el regalo que habíamos pedido. Como no disfrutábamos del mundo igual a un niño normal, muchas veces no sabía qué pedir.
Pinturas y lápices era lo que me daban con regularidad.
Grecia se encargó de la cena, mientras Tiago yo y Dylan poníamos la mesa. Mi amigo estaba muy nervioso. Tenía el anillo en el bolsillo y no estaba decidido en qué momento le haría a Grecia la propuesta.
—¿Qué hago? ¿lo pongo en sus zapatos? —me preguntó en susurros, sacando la caja de su bolsillo. Dylan se acercó con curiosidad a ver de qué se trataba.
—Eso tienes que decidirlo tú—le respondí.
Tiago se quedó viendo la cajita y la abrió para satisfacer la curiosidad de Dyla,n que intentaba bajar su brazo a su altura para ver el regalo de su madre.
—No le digas a mamá —le pidió.
—Es como el compramos con Daniel —dijo con una sonrisa y volvió a colocar los tenedores que llevaba en la mano sobre la mesa.
—¿El que compró Daniel?—lo interrogué en voz baja, mirando hacia la cocina, Grecia seguía muy entretenida condimentando el pollo.
—Compró uno así para navidad, le saqué un anillo a mi mamá para medir el tamaño y ayudé a escoger el más bonito, quería uno de gatito como el que tú tienes, pero no había—explicó con orgullo.
Yo me quise morir. Tiago lo notó.
—Seguro es un regalo para alguien más.
Me quedé quieto. Con ganas de romperlo todo. Había ignorado el tema de Daniel y Sophie por días, para que ahora Dylan me contara eso.
—Aaron... vamos, seguro no es nada. O mira el lado bueno, seguro tu propuesta en el otro lado fue tan especial que la de Daniel lucirá muy mal y ella se dará cuenta que te prefiere, aunque no te haya visto en años... y posiblemente no vuelva a verte. Pero eso no va a pasar, porque seguro el regalo es para otra persona —habló cada vez más rápido y enredado, dándose cuenta que ni él sabía qué decía.
—No le pedí matrimonio al otro lado —dije, queriendo esquivar el tema. Porque ya iba a quebrar en mi mano la copa que ponía en su lugar.
—¿Se lo pediste aquí, pero no allá?
—Allá no se dan anillos de compromiso, es salgo de aquí.
Tiago hizo un gesto de victoria y me dijo:
—¿Entonces por qué te haces problema por el anillo?
—Allá no es algo, pero aquí sí y Daniel y Sophie conocen las tradiciones de aquí. Un anillo no es un regalo que das a cualquiera —consideré. La intención de Tiago por minimizar el asunto no me ayudaba.
—¿Entonces como pides matrimonio allá? —si hubiera tenido un papel a mano de seguro se habría puesto a tomar notas, toda idea le servía para saber cómo hacer su propuesta.
—Casi nadie se casa. Es mucho papeleo y la mayoría termina divorciándose, que es aún más papeleo. Y los que lo hacen, pues... nada, solo lo acuerdan. Supongo que no hay tanto romanticismo. No vi necesario pedírselo, de momento, hablamos sobre tener una familia e hijos en esta dimensión, no en la otra. Además, la gente no se casa tan joven como acá. Pero ya da igual.
—Vamos. —Me tomó por el hombro—. No sabemos qué pasa en realidad allá. Regresarás y todo será como antes, estoy seguro.
—Con un viaje al mes, dudo mucho regresar en un futuro próximo —le dije con reproche.
—Hablaré con Grecia —me aseguró con complacencia—. Para dejarte un viaje más al mes.
—Necesito más de dos viajes al mes.
—Imposible. Es peligroso, no solo por las drogas que te metes, acabas en muy mal estado físico cuando regresas.
—No si estoy poco tiempo. Voy, miro y regreso si no es lo que busco —traté de convencerlo.
—¿En serio te ves capaz de vencer la curiosidad y no hacer turismo interdimensional?
—Sí, yo...—Grecia entró al comedor y dejamos de hablar del tema.
***
Nuestra velada fue familiar y tranquila. Dejé de preguntarle a Dylan cosas sobre el otro lado. Tal vez era mejor no saber. Así que conversamos sobre lo que ocurría en esa dimensión, mientras disfrutábamos de una cantidad exagerada de comida.
Grecia había preparado un pollo, unos filetes, un arroz con mariscos y muchas bolitas de papa. Para el postre teníamos un gran cheese cake con arándanos y el pastel de frutas navideño.
Tiago no hablaba mucho, por momentos interrumpía la conversación, como queriendo decir algo, luego se arrepentía y me estaba poniendo muy nervioso. Se comportaba peor que un adolescente.
Así que intervine.
—Oye Grecia—llamé su atención. Respondió con un gemido mientras masticaba—. ¿Tú y Tiago ya llevan cuanto tiempo juntos? ¿Siete años? Además, ya tienen un hijo, ¿No crees que deberían casarse?
Grecia dejó de masticar de imprevisto, tragó lo que tenía en la boca y se fijó en Tiago, quien no decía nada, pero estoy seguro se imaginaba ahogándome hasta la muerte en el pastel de frutas.
—Sí, tienes razón, creo que deberíamos hacerlo...—respondió tranquila cortando un trozo de filete.
—¿En serio? —Tiago se sorprendió.
—Sí, como que lo hemos pospuesto demasiado y la directora del preescolar nos mira feo. Como si hiciéramos algo malo. No es que quiera darle el gusto, pero la gente se pone muy especial cuando sabe que no estamos casados y eso repercute en Dylan. ¡Oye! —exclamó de pronto —. Podemos hacer una boda en la playa y tengo el pastel perfecto. —Me miró—. ¿Recuerdas la idea en tonos azules que te mostré? Sería perfecto. Pastel, cupcakes, una mesa dulce. Todo lo que otras novias no se atreven por ir a lo tradicional y aburrido, nosotros podemos cambiarlo y marcar tendencia y claro seremos los únicos que hagamos ese servicio.
—Es buena idea —consideré. Grecia tenía siempre ideas espectaculares para bodas y nadie se las aceptaba.
—¡Y los sabores! Olvídate del chocolate o la vainilla, súper aburrido. Escucha esto: paste de amapola y limón.
—Suena bien, y podemos hacer las capas de colores —sugerí.
—¡Sí! ¡Tal vez una figura adentro! Sé que tú puedes hacerlo y nadie más en esta isla, será un éxito.
—¡Oigan! ¿Nadie va a preguntar mi opinión? —Tiago se levantó de su asiento para hacer notar su presencia.
—¿Quieres amapola y limón? —preguntó Grecia.
—¡No! O sí... no me refiero a eso. Sino a lo de casarnos —suavizó su voz.
—¿No quieres casaste conmigo? —Grecia frunció el ceño, decidiendo si enojarse o no.
—Sí, sí quiero, por eso compré un anillo y te lo iba a pedir, pero tú y Aaron me dejaron de lado y planean convertir nuestra boda en un evento publicitario. —Disgustado sacó el anillo y lo dejó sobre la mesa. Grecia se apresuró a tomarlo.
—Está precioso Tiago—sonrió, sacando la joya y colocándosela en el dedo.
—No se suponía que debía ser así —Tiago refunfuñó.
—¿Y cómo debía ser? no tenías nada planeado —le eché en cara.
—Sí, pero... debía ser especial o no sé.
—Tiago —Grecia llamó su nombre y rodeó la mesa para darle encuentro—. Me compraste un anillo precioso y es navidad, es muy especial. Ya estamos demasiado tiempo juntos, si quieres pedirme algo, solo hazlo. No necesitas impresionarme.
—Bueno... entonces, ¿te casas conmigo? —le preguntó con dulzura. Grecia asintió y se lanzó a sus labios.
Dylan y yo desviamos la vista. El niño no dejaba de comer.
—Tus papás se van a casar—le dije, esperando escuchar su opinión.
—¿No se casaron antes? Mariana me dijo que los bebés llegan en la noche cuando los padres se casan.
—No en realidad, no necesitas estar casado para tener un hijo.
—¿Como tú y mi mamá Sophie?
—Sí, como ella y yo—resoplé.
—¿Entonces cómo llegan los bebés?
—Esa es una muy buena pregunta. ¿Y sabes quién es experto en responder eso?: Daniel, pregúntale cuando estés en tu otra vida. Y pídele detalles no te conformes con una respuesta simple, él sabe bien—le dije. Dylan aceptó con entusiasmo.
Me retiré para darles a Tiago y Grecia un momento a solas y me llevé a Dylan conmigo para hacerlo dormir. Como cada noche me preguntó si tenía un mensaje para Sophie.
—Dile que... la pasamos bien y que le deseo feliz navidad —le di un beso de despedida a Dylan y lo dejé durmiendo.
Salí de la habitación con un nudo en la garganta. Consideré recuperar mis pastillas y tratar de hacer un viaje esa noche, pero estaba algo agotado y faltaban pocos días para la luna nueva.
****
Dylan despertó muy temprano para abrir sus regalos.
Por suerte Grecia y Tiago se habían acordado de acomodarlos, porque yo me había dormido profundamente ni bien mi cabeza tocó la almohada.
Nuestros zapatos estaban debajo de la ventana y encima varios paquetes, por supuesto los de Dylan no entraban y rodeaban toda nuestra palmera de navidad.
—¡Parece que santa te trajo muchas cosas!—exclamó Grecia.
—Santa no existe, los regalos los dejan ustedes. —Con normalidad, Dylan le respondió y corrió a abrir una de las cajas más grandes.
—¿Quién te dijo que Santa no existe? —se enojó.
—Mi mamá Sophie—encogió los hombros y celebró al descubrir una consola de videojuegos nueva.
—Cuando te reencuentres con ella, mátala de mi parte por destruir la magia —me pidió Grecia.
Abrí el par de regalos que había para mí, los de Grecia y Tiago y aparte había uno plano y rectangular, era un cuaderno grande de dibujo con marcadores, me lo había mandado John, mi colega del estudio de tatuajes y me sorprendió un regalo más de Iris. Era un paquete pequeño, saqué una bolsa de tela con un símbolo bordado que parecía una serpiente enrollada y adentro unos triángulos de incienso. No se sentía el olor y no sabía para qué me regalaba eso, igual me sentí un poco mal, yo no le había regalado nada, tampoco había pensado en hacerlo. Apenas la conocía y era su jefe. Tal vez era su forma de querer congraciase conmigo.
Mientras Dylan abría sus regalos, fui a la parte posterior de la casa y saqué la moto que tenía escondida en el depósito, así cerraba con broche de oro dándole el mejor regalo de navidad.
Y eso pensé que sería, hasta que al enterar de regreso a la casa vi a Dylan montado en otra moto, una roja, casi igual a la mía.
—¿¡Qué rayos?! —le pregunté a sus padres.
—¿Tú también? —Grecia se sorprendió—. ¡Quedamos en no motos!
Tiago y yo nos miramos. Ambos habíamos pensado en lo mismo.
—¡Sí! ¡Otra! —Dylan saltó del entusiasmo y corrió hacia la moto verde con un moño de regalo gigante que yo le había comprado.
—¡Ambos son terribles! Deben mantener los acuerdos. —Grecia nos regañó.
—¡Gracias papá! —Dylan corrió a abrazarme y arrastró una moto hacia la otra, para tenerlas juntas.
Era la primera vez que Dylan me llamaba papá. No sabía si se había equivocado, mas él no se dio cuenta, igual que sus padres, quienes actuaron como si nada hubiera pasado.
Mi celular sonó, no era una llamada, sino una alarma. Tenía cámaras de seguridad en el estudio de tatuajes que se activaban con el movimiento. No se veía nada, pero algo las había activado. Así que tuve que salir.
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Gracias por la paciencia. No estuve durante las fiestas en casa y por eso no pude escribir nada.
pero al menos ya estamos y el siguiente capi es un nuevo viaje de Aaron!
Estoy emocionada, la dimensión que visitará me gustó tanto que he pensado en hacer un spin off de este libro cuando lo termine, en base a esa dimensión
¿que les parece la idea?
Bueno, actualizaré pronto. porque ya estoy en casa y nos leemos pronto. recuerden ir a mi Instagram, ahí pongo un sticker de preguntas para conversar un rato y resolverles la vida.
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