24. Escapa del demiurgo
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—Por favor Ian, aquí tienes todo lo que deseas—con la voz más dulce y persuasiva, ese ser que se hacía pasar por Sophie, seguía tratando de convencerme.
La casa cambió, ya no estaba esa sala iluminada de un blanco impoluto. Aparecieron almohadas de colores sobre los sillones, una televisión grande prendida en una película animada, varios juguetes regados por el lugar y mi hijo Nicky coloreando sobre la mesa.
—¿Querías al niño? Ahí está. Como estoy yo y quien tú quieras que esté—me dijo, esta vez vestida con un jean y un sweater ancho.
—No, quiero ir al mundo real.
—¿Para qué? Sophie tal vez ya no te ama, está con otra persona, ¿vas a soportar eso? Tu hijo no te necesita, ya tiene padres. Pero para este serás el único—me señaló al pequeño.
Nicky se levantó del asiento, como notando recién mi presencia, tomó su dibujo y lo trajo hacia mí.
—¡Papá! Mira, nos dibujé. ¡Estamos tú y yo, mamá y este perro se llamará Thor! ¿Verdad que adoptaremos uno? —el niño me dijo con tono suplicante.
—Te dije que eso lo pensaríamos—Sophie se agachó hacia él—. Porque... te tenemos una sorpresa, ¡Vas a tener un hermanito!
—¡¿En serio?! ¡Si! —exclamó saltando de alegría por la habitación.
—Espera...—quise detener eso.
—Cariño, ve a tu habitación, es horade dormir, papá y yo debemos hablar cosas de grandes—maternalmente le acarició la cabeza y Nicky enseguida obedeció, desapareciendo por el pasillo.
—¿Lo ves? Puedes tener esto... o también podemos regresar a la época en la que solo éramos tú yo, sin niños —ofreció, y en seguida la casa volvió a cambiar, regresando al blanco con el sillón tántrico y ella apreció vestida con un conjunto de lencería negro—. Lo que desees, aquí es real. —Se apoyó contra mi pecho como escuchando mi corazón, y por más que sabía que aquello no era real, por un momento quise rodearla con mis brazos y aceptar.
Tenerla a ella, sin miedos, sin condiciones, sin dudar un segundo que solo me pertenecía a mí. Eternamente juntos, sin obstáculos, sin problemas, si nadie más...
Y reaccioné. La arranqué de mi lado y me apresuré a la puerta. Todo seguía oscuro, con una imagen totalmente diferente a la que se veía por la ventana.
De pronto algo me jaló hacia atrás, la puerta se cerró y la oscuridad de afuera invadió la casa como una bruma.
—¡¿Qué es lo que quieres?! ¡Te estoy ofreciendo todo! ¡Solo hazme un bebé!—me reclamó. Sus preciosas facciones no eran las de antes, su boca creció tanto que su mandíbula parecía desencajada, varios dientes filosos comenzaron a crecer y sus ojos se volvieron completamente negros. Sus brazos se alargaron como viscosos tentáculos, lo suficiente para rodearme.
Me moví desesperado, la casa había desaparecido por completo. Era yo con esa criatura que al parecer iba a devorarme.
—¡Eres igual a todos! ¡Te di una oportunidad¡¡Ahora vas a morir!—me gritó con su aliento de olor putrefacto contra mi rostro.
—¡Ian! Piensa en deshacerte de ella. Es solo un ente ¡mátalo! —una segunda voz se escuchó.
Pude subir las manos para agarrar a la criatura por los labios y evitar que me mordiera, pero sus brazos me apretaban más y más.
—¡Ian! ¿Cómo la matarías? Solo visualízalo aquí todo se hace realidad—otra vez esa voz que no tenía idea de dónde venía, sonaba como una mujer.
Jugaban con mi mente. De pronto la vi, detrás de la caricatura. Una mujer joven, de cabello rojo llevaba una daga de plata en la mano, la cual hundió en la nuca de la criatura.
Eso sirvió para que me soltara, lanzando un alarido. Volteó hacia la mujer pero esta se defendió con la misma arma, la hundió en su garganta, bañando su brazo y rostro con un chorro de sangre negra que salió disparada.
Sacó la daga y arremetió de nuevo. Esta vez la criatura se desvaneció, de la misma forma en la que lo hacían los espectros.
Me di cuenta que estaba en el suelo, o lo que debía ser el suelo. Me sentía en una habitación oscura, tenuemente iluminada por un cordel largo y plateado que la mujer pelirroja sostenía.
—¿Estás bien? —me preguntó, dando un paso hacia mí.
Me alejé.
—¿Qué cosa era eso?
—Una súcubo.
—¿Qué? Nunca he visto a una de esas.
—Solo las ves en sueños. A menos que vengas hasta su territorio, que es lo que hiciste. Chupan la energía sexual de los hombres hasta engendrar un hijo y alimentarlo. —me explicó—. Pero tranquilo, ya la maté. Ahora ven conmigo—me estiró la mano de manera amistosa.
—¿Y qué rayos eres tú?
—Soy Alice. Soy como tú, una humana de la dimensión T51, Sophie me mandó por ti.
—Sí claro. ¿Por qué no vino ella entonces?
—Porque ella no sabe moverse por el espacio interdimensiones, aún. Pero yo sí. Vine a rescatarte después de que los idiotas de Transalterna lo arruinaran todo.
—¿Por qué debería creerte? Puedes ser una ilusión creada por otro ente.
—Es cierto... no tienes motivos para confiar en mí. Así que tienes dos opciones: te arriesgas o te quedas aquí para toda la eternidad... disfrutando la oscuridad, si tienes suerte podrás formar una familia con otra súcubo. —Sonrió con ironía.
Miré a mi alrededor, o eso intenté. Por donde lo viera tenía razón. Estaba condenado. Si la seguía tal vez podría encontrar la forma de escapar.
—Toma una decisión rápida, no tenemos mucho tiempo. Si un deamon nos ve, le avisará al demiurgo y no queremos que eso pase.
—¿Y cómo vamos a salir de aquí?
Ella estiró el cordón plateado y brillante que agarraba, se acercó a mí con precaución y lo enredó alrededor de mi muñeca. Me sostuvo de la mano con fuerza y se sintió extraño, porque era sólida y tibia, se sentía real en medio de una ilusión.
—Vamos a salir de esta zona, las cosas pueden volverse confusas. Así que no me sueltes. Si nos separamos por algún motivo, sigue el cordón de plata.
Avancé junto con ella y el mundo se puso de cabeza. La oscuridad desapareció. Miré hacia arriba. Vislumbré un cielo gris, o este estaba bajo mis pies... ya no estaba seguro. Tardé un momento en orientarme y el paisaje cobró más sentido. Había más claridad, pero era como si el color hubiese sido eliminado. Caminábamos sobre arena, árboles sin hojas de ramas retorcidas crecían de forma dispersa. Algunas rocas y escombros flotaban a nuestro alrededor, como si la gravedad no existiera para ellos.
—¿Dónde estamos?—le pregunté a Alice.
—Seguimos en el espacio interndimensiones.
—¿Esto existe aquí? es decir, siempre creí que solo era un espacio sin luz.
—Algunas zonas. Aquí las realidades convergen, así que lo que ves varía, la realidad se distorsiona. No hay forma de caminar por aquí siguiendo direcciones. Solo energías.
—Pero esta es la antesala a las dimensiones, ¿no es así? En teoría podríamos ir a la que queramos.
—En teoría, sí. No todos pueden, solo los shifters como tú. Yo puedo llevarte hasta la entrada a una dimensión, pero no atravesarla. Solo puedo ir a la T51.
—¿Por qué yo puedo y tú no?
—Porque no somos iguales. Nuestras habilidades son diferentes. Tu eres un portal y un shifter, rara vez hay gente con ambas habilidades. Sophie solo es portal y los portales están conectados a dos cuerpos en dos dimensiones, así que van de una a la otra. Ni siquiera son conscientes de lo que atraviesan en el espacio interndimensiones. Tienen un camino exclusivo por decirlo de alguna manera. Cuando regreses a tu cuerpo, ese camino se reestablecerá. Mientras tanto debes seguirme por el camino largo.
—¿Y no todos los portales son shifters?
—No, pero hay shifters que no son portales. Pueden viajar de una dimensión a otra con la que no tienen conexión y usar el cuerpo de su alter ego como un avatar. Lo que creo que ya estuviste haciendo.
—Sí, logro hacerlo, pero no elijo donde ir, caigo en una dimensión al azar.
—Bueno, ya tienes dos habilidades... no esperes hacerlo todo bien. Los shifters más hábiles pueden visualizar la dimensión a la que quieren ir y aparecer en ella. Está claro que tú no.
—¿Y tú que eres entonces?
—Una gate keeper, entre otras cosas. No soy portal, ni shifter, puedo moverme en el espacio interndimensiones, crear y abrir portales, meter y sacar cosas. Como ahora, vine aquí a buscarte y a llevarte de regreso. Con el entrenamiento adecuado, estoy segura que Sophie podrá hacerlo también.
—¿Y por qué le vas a enseñar? ¿de dónde la conoces? —la interrogué.
—Es mi prima y tengo una deuda con ella. Haces muchas preguntas y te dije que debemos pasar desapercibidos. No hables tanto. Cuando regresemos responderé lo que quieras. —Mientras hablaba redujo el paso. Se quedó quieta y movió la cabeza con lentitud de un lado al otro, escaneando la zona.
Retrocedió hacia mí, asustada, y noté que justo frente a nosotros comenzó a abrirse un portal, o algo similar. Unas uñas muy largas aparecieron de la nada y las siguió una cara deforme. Como saliendo de atrás de unas cortinas apareció frente a nosotros un night crawler, alto y encorvado.
Tomé a Alice por los hombros. ¿Qué iba a hacer? Cuando me enfrentaba a uno de esos entes tenía dos opciones: matarlo, o regresarlo. Ya estábamos en su lugar de origen y no tenía nada con qué matarlo. La daga que Alice había usado antes había desaparecido.
—¿Te perdiste? —girando la cabeza de lado habló con voz rasposa. Era la primera vez que escuchaba a uno. Se suponía que los night crawlers de mayor nivel razonaban como humanos, pero los que solían cruzar los portales eran de niveles bajos, si hablaban era poco y sobre todo se comunicaban con niños, ya que eran más fáciles de persuadir.
—No, solo estamos de paso—la mujer le respondió con seguridad.
—Los puedo ayudar—el ente insistió.
—No—respondí yo, buscando la manera de escapar.
—No, no, no... deberían aceptar mi ayuda, el Demiurgo los va a ver... eso se pondrá feo—canturreó, ensanchando su sonrisa siniestra.
—Él no sabrá que estamos aquí y tengo un trato con él.
—Un trato para llevarte un humano de aquí, no suena correcto—arrastró las palabras.
Miré de reojo a Alice, esperando sus instrucciones. Ella seguía quieta, desafiando al ente con la mirada.
—Muy tarde, sus emisarios ya llegaron—la criatura desapareció de la misma forma en la que vino.
Me tranquilizó, pero Alice no compartió el sentimiento.
—Ya saben que estamos aquí, corre—rencionó cuando nos vimos solos de nuevo. Apresuramos el paso y frenamos de golpe cayendo al suelo cuando líneas luminosas aparecieron nuestro al rededor.
Eran cinco y se abrían cada vez más. Alice se levantó del suelo y me jaló para pasar entre estos halos de luz, corrimos a toda velocidad; miré hacia atrás, los halos s e habían abierto lo suficiente para que de él salieran varios seres encapuchados que venían hacia nosotros.
—¡No dejes de correr!—me gritó Alice, mientras seguíamos a toda velocidad la cuerda de plata. Volvimos hacer al suelo cuando otro haz de luz apareció frente a nosotros, quisimos ir hacia un lado y no pudimos. Esos seres encapuchados nos tenían rodeados. El último en aparecer, llevaba consigo a un carroñero.
—Centinelas—murmuré, reconociéndolos.
—¿Los conocías? —Alice preguntó, evaluando la situación.
—En una dimensión a la que visité.
—¡Alto!—se dirigió a ellos—. Solo estoy pasando, soy la gate keeper que intercede con el Demiurgo. Deben dejarme pasar.
Los centinelas cerraron el círculo a nuestro alrededor, el que llevaba al carroñero me señaló.
—Él viene conmigo. Solo nos iremos para cumplir el rito —ella volvió a hablar.
Silencio absoluto y no sabía si romperlo. Ya sabía de qué eran capaces esos seres y Alice intentaba negociar con ellos.
—Él se queda—sonó la voz profunda del centinela y los otros cuatro se abalanzaron hacia mí.
Empujé a uno, su cuerpo era corpóreo y esquivé al carroñero. Los despisté por unos metros hasta darme cuenta que Alice seguía con ellos.
—¡Vete! ¡Sigue el cordel ellos no pueden verlo!—me gritó cuando la garra negra de uñas afiladas del centinela rodeó su cuello. Me vino el recuerdo de ese ser espantoso partiendo a un sujeto a la mitad.
No, no iba a pasar de nuevo, no iba a perder a nadie más, no la iba a dejar como a Candance. Quise regresar hacia ella. Sin siquiera tocarme, un centinela me empujó. Los pies de la mujer ya no tocaban suelo. Uno de los encapuchados hizo aparecer una guadaña y el filo ya iba hacia ella, directo a rasgarle la espalda, mientras yo intentaba correr hacia ella.
En eso, el cielo pareció abrirse. Como si alguien lo rompiera se rasgó devalando una iluminación roja e intensa y por primera vez vi a un deamon en su forma corpórea.
Un ojo enorme asomó y los centinelas dirigieron su atención hacia él. Alice aprovechó de arrastrase entre sus piernas y me dio alcance.
—Él no va dejar que te vayas—me dijo entre jadeos. Estiró la mano y un portal apareció frente nosotros. A tropezones lo atravesamos.
—¿Estas bien?—le pregunté. Ella respiraba apenas, pero asintió—. ¿Qué era eso? ¿un deamon?
—Sí, el Demiurgo. Es el vigilante de las dimensiones.
—Es el deamon que querían traer usando a Sophie hace cinco años—recordé.
—El mismo. Todavía lo quieren traer, solo que de otra manera.
—Contigo—afirme.
—No exactamente. Yo puedo comunicarme con él aquí y permitirle la entrada a nuestro universo, para alimentarse, pero necesita un cuerpo terrenal para poder entrar a los diferentes mundos. Ahora eso no importa. Debemos irnos antes que nos encuentre de nuevo. —Volvió a tomarme de la mano.
El nuevo lugar donde nos encontrábamos resultó más confuso que el anterior. Estábamos sobre lo que parecía ser una viga alta, rodeada de espejos. Miré mi reflejo en uno y de inmediato aparecí ahí.
Intenté localizar el lugar donde estaba antes y volví a mirar mi reflejo en un espejo bajo mis pies. Apareciendo en ese lugar.
—¡Deja de hacer eso!—me regañó Alice. La busqué, encontrándola a mi lado, y por supuesto eso ocasionó que mirara mi reflejo nuevamente. Por suerte sentía su cálida mano muy a apretada a la mía.
—Perdón, ¿cómo salimos de aquí? —pregunté cerrando los ojos, para no cometer el error de nuevo.
—Así, siente el cordel—lo puso entre mis manos—. No abras los ojos y solo avanza, no falta demasiado.
—¿No puedes hacer otro portal?
—Puedo, pero si lo hago es posible que nos sigan. Si un deamon atraviesa un portal con nosotros, puede tomar posesión de un cuerpo.
Obedecí y avancé con los ojos cerrados, solo confiando en no caer. El suelo se sentía muy lizo y frio bajo mis pies. Con la mano derecha sostenía a Alice y con la izquierda iba jalando el cordón de plata.
—No falta mucho, ya siento mi energía—me dijo después de caminar un rato.—Puedes abrir los ojos.
Por un momento sentí que no los había abierto, pues estaba oscuro de nuevo. A lo lejos empecé a divisar varios portales, y el cordón de plata nos dirigía a uno de ellos. Ese era mi camino a casa.
Miré hacia atrás, ahí recién pude notar que de mi cabeza salía una estela, delegada y casi imperceptible, que me dirigía a otro lugar.
—Esa estela marca tu camino hacia la dimensión T52—como si leyera mis pensamientos, Alice me respondió—. Eso significa que no perdiste la conexión con ese lado. En cuanto regreses a tu cuerpo de la dimensión T51, la estela recobrara la fuerza de antes. —explicó con una sonrisa y por algún motivo me dio confianza. Por fin regresaba a mi hogar, mis dos hogares, y Sophie sería la siguiente, porque estaba determinado a buscar la forma de regresarla a nuestro hogar en Almarzanera.
El portal estaba cada vez más y más cerca, podía escuchar como ecos lejanos diversas voces. Se iban haciendo más claras. Ya íbamos a llegar y sucedió de nuevo, el espacio comenzó a fracturarse, una luz roja rompió la oscuridad y el ojo del demiurgo se hizo presente.
Un brazo esquelético y largo de garras negras salió directo a tomar a Alice. La jalé con fuerza milímetros antes de ser atrapada, por el impulso nos fuimos hacia atrás, cerca del portal, y caímos en él.
Apenas abrí los ojos, mi cuerpo dolía y el aire fresco lastimó mis fosas nasales. Cuando intenté llevar mis manos a mis oídos para taparlos debido a todo el ruido que me perforaba los tímpanos, estos sufrieron un estirón muscular. Con mucha dificultad levanté la cabeza. Frente a mi vi sombras, ¿o eran personas? Distinguí a Emily peleando contra un ente parásito de varios ojos y tentáculos. Daniel corría a socorrerla. Arriba mío, un portal estaba abierto y la mano del demiurgo intentaba atravesarlo.
El cuerpo de Alice flotaba a mi lado como a un metro del suelo. Cayó con un golpe seco y un grito de dolor, y con eso el portal sobre nosotros se cerró.
El ambiente comenzó a calmarse. Distinguí un olor familiar llenando mis pulmones y la paz regresó por completo a mi alma cuando Sophie se abalanzó sobre mí.
***
Regresaron? por fin?
tal vez... ustedes qué piensan? debió quedarse a hacer una linda familia ente? o seguir a Alice fue una buena desición.
Nos leemos muy pronto! ya por fin acabé el proyecto que les mencione! crucen dedos! ojalá salga!
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