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15. La subasta de la luna llena2

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—¡Tres millones!—un hombre se adelantó a ofrecer y Adam le bajó el entusiasmo.

—No hemos empezado con la puja. La base es de cuatro millones. Carroñero de metro ochenta de largo, colmillos de treinta centímetros. Un ejemplar joven, todavía va a crecer.

El martillero empezó oficialmente y mientras todos se atropellaban ofreciendo dinero por ejemplar me dirigí a Adam.

—¿De dónde lo sacaste?

—Mi proveedor me pidió confidencialidad, mi estimada Sophie.

—¿Es otro portal?

—Confidencial—me repitió, poniendo su dedo índice en mi mentón y acercando su boca a la mía.

No era el primer carroñero vivo que esa gente tenía. Ya había atestiguado en Almarzanera con qué fines los usaban. Eran criaturas extremadamente peligrosas e invisibles para casi cualquier persona que no fuese portal o poseyera algunas habilidades especiales. Esa gente no solo estaba demente, era peligrosa y yo estaba en la boca del lobo.

Ocho millones fue el precio final por el que se llevaron al carroñero. Con eso la subasta concluía, la fiesta empezaba y algunos objetos se venderían en la galería.

Adam era quien conversaba, yo trataba de no prestar atención a nadie. Solo observaba, memorizaba nombres, actitudes.

Una pequeña orquesta de violines entonaba melodías suaves y las luces eran tenues. La gente hablaba y compartía copa tras copa de licor. No todos eran viejos. Había mucha gente de mi edad. Las generaciones más jóvenes del Círculo que se estaban ganando un lugar. Tal como Steve y mi hermana Coral junto al supuesto grupo juvenil hicieron en Almarzanera.

En un lugar privilegiado, detrás de una cortina de terciopelo donde en días comunes se exhibiría la escultura de mármol de una mujer envuelta con delicadeza en tules, tan perfectamente tallados que parecían reales; Benjamin tenía un exhibidor, con una bolsa llena de polvo y en una mesa sus dos empelados lo pesaban en una balanza vintange y lo entregaban en una bolsa de terciopelo.

Ese polvo se llamaba malaquita. Adquiría un tono verdoso a la luz de la luna. Siempre compraba un poco, cinco mil créditos el gramo. Ya había intentado descifrar con Daniel en el laboratorio qué elementos contenía, los huesos triturados de entes interdimensionales era el elemento principal, el resto, desconocido. Era tan extraño, que resultaba inclasificable, al menos en esa dimensión.

La gente del Círculo le daba diferentes usos. En teoría ayudaba a abrir portales interdimensionales y estaba segura que eso era lo que Amanda había usado cuando era niña para bloquear mis poderes.

Compré cien gramos y cuando me daba la vuelta para irme, Amanda me tomó por los hombros.

—Sabes que puedo enseñarte a utilizarlo de la manera correcta. Nadie sabe tanto sobre el uso de la malquita como yo —me dijo.

—¡Ja! —Benjamin la oyó e intervino. —. Vamos cariño, yo lo fabrico.

—Exacto, lo haces, no lo usas. —Amanda le respondió. Quise aprovechar su discusión para irme, pero ella me tomó por la muñeca.

—Suéltame Amanda, no hay nada que me interese aprender de ti.

—Pero te interesa aprender, por eso vienes cada luna llena. Y tarde o temprano, aceptarás el lugar que te pertenece en el Círculo.

—Lo siento Amanda, pero en verdad Sophie no está interesada. Viene aquí por mí —Adam se nos acercó, me rodeó con un brazo y me miró a los ojos mientras hablaba.

—Ten cuidado y no acabes como su otro novio. —Andrés, un metiche que hasta donde sabía era un primo hermano mío, se metió a la conversación. El idiota se rio. Miré a mi alrededor, mucha gente estaba pendiente de nuestra conversación.

—Mejor vamos a bailar, princesa. —Adam lo ignoró, al llevarme la pista de baile se abrió paso empujándolo.

—Por algo no hablo con mi familia materna, son desagradables todos—le comenté, mientras entramos a la pista con un giro. Puse mi mano en su hombro y él me apretó la cintura.

—Los Ayala, gente interesante. Se creen dueños del mundo, y en cierta forma lo son, o lo serán. Si tu abuelo gana las elecciones...

—Ni lo menciones, prefiero matarlo antes que asuma la presidencia.

—No digo que no me parecería interesante, pero eso sería lanzarte a todo el Círculo encima y créeme que eso es lo último que quieres.

—Qué más da, ya intentaron matarme antes. Seguro están esperando al próximo eclipse lunar.

—Vamos, no te quisieron matar. Solo te iban a utilizar como medio para traer su demonio mayor o lo que sea. Luego te tratarían como una diosa. Después de todo, eres la única portal sobreviviente de tu generación.

—Imagino que ya tienen nuevos.

—Seguro que sí. Se han estado reproduciendo como conejos.

—Eso es lo peor. Tener un portal no es fácil, deben coincidir los nacimientos en ambos mundos. Por eso arreglan matrimonios.

—Lo sé... ¿te cuento algo curioso? Mi primo era el elegido para ti.

—¿Qué? —me acercó más a él, solo nos movíamos por instinto, ya ni escuchaba la música.

—Mis tíos son miembros del Círculo, mi padre se salió de eso. Yo aproveché las conexiones de mi padre para venderles esa basura interdimenional que les interesa. Y a veces me cuentan cosas. En la otra dimensión tu prometido era un tipo llamado Steve. Aquí, el sujeto más similar a Steve es Esteban, creo que iban preñarte al mismo tiempo, todo muy espeluznante.

—Pues sí, demasiado. Están dementes. Embarazan chicas para jugarle a la lotería de los portales.

—Si ambos padres son portales, la probabilidad es alta. ¿No es así?

—Eso dicen...—me hice a la desentendida.

—¿Tu hijo es portal? —preguntó poniendo un rostro de astucia, demostrándome que sabía demasiado de mí. Me asusté.

—¿De qué hablas?

—He explorado con mucho cuidado cada centímetro de tu cuerpo y aunque casi no se note, tienes una cicatriz de cesárea. Tuviste un hijo, o hija.

—No es portal. —dije rápido—. Y en caso remoto de que la gente del Círculo pregunte.

—No tengo por qué dar esa información, lo que pase o vea en nuestra intimidad no es asunto de nadie más que de nosotros. Pero te aseguro que deben saberlo.

—¿Que tengo un hijo y que es un niño normal? Mi contra parte de la dimensión t52 murió. Así que solo es mi hijo en este mundo.

—En caso de que el tema surja, se los haré saber, para que no te molesten.

Confiaba en Adam, mantener su palabra y ser confiable era fundamental para su negocio. Igual no me sentó bien que se hubiese dado cuenta. Era consiente que no podía ocultar la existencia de Nicky por siempre. En algún momento sería de conocimiento público y solo no quería que el Círculo o los otros dementes del proyecto Transalterna quisieran obtenerlo como un trofeo de caza.

Volví a escuchar la música. Adam y yo seguíamos en la pista dando vueltas, como si el tiempo se hubiese detenido con nuestra pequeña conversación. La luna estaba en su punto más alto, la luz empezó a entrar por los ventanales y el ambiente se puso pesado.

Cerré los ojos y los labios de Adam me atraparon. Puse ambas manos en sus hombros y traté de corresponderle, mas el ambiente me estaba empezando general una migraña y él lo notó.

—¿Te sientes bien?

Negué con la cabeza. El sonido de la fiesta se volvió difuso. Empecé a ver manchas, tal vez entes desfilando entre la gente que bailaba. Espectros, que se empezaron a hacer visibles. Aparecían y desaparecían.

—Mejor vamos a un lugar más íntimo.

Asentí y me llevó de la mano a un cuarto privado, o era así como lo llamaban, la música no se escuchaba y las luces azules apenas dejaban ver las parejas que se encontraban ahí.

Parejas, por decirlo de alguna forma. En un sillón contra la pared izquierda dos hombres acariciaban el pecho desnudo de una mujer y en el sillón contiguo una mujer con el vestido subido hasta la cintura se arqueaba de placer sobre el regazo de un hombre.

Me senté en uno de los sillones vacíos, tratando de mantener la vista al frente. Adam me sirvió un vaso con agua del mini bar.

—Creo que... no es el tipo de privacidad que estabas esperando.

—No —reí ligeramente. Saqué unas pastillas de mi bolso y me las tragué.

—Esto ya está por terminar, dejaré instrucciones y mejor te llevo a mi departamento.

Me quedé semi recostada en el sillón hasta que Adam regresó, salimos por la puerta trasera de la galería y subimos al asesor privado que llevaba al último piso del edificio, donde Adam vivía.

Ya conocía el lugar, fui directo a tomar asiento y le rechacé una copa de vino.

— Ya he bebido demasiado y eso solo me empeoraría la migraña.

—Cuando eso pasa traes cosas ¿no? cosas interesantes —consideró con una sonrisa.

—¿Hay algún momento en el que no pienses en vender? —le pregunté.

—Tomo cada oportunidad que veo. Por cierto, tu paga ya está en tu cuenta, menos mi porcentaje. Imagina cuanto habríamos ganado si el carroñero seguía vivo, el tuyo era más grande que ese cachorro que vendimos.

—Hay cosas que no haré Adam, ni por todo el dinero del mundo.

—No es que necesites dinero. —Vino a mi lado y me jaló hacia su regazo. Me senté sobre él y lo rodeé con mis brazos—. ¿Por qué lo haces? —quiso saber con genuina curiosidad.

—Información y el dinero no me viene mal.

—¿En serio? —se rio, él sabía perfectamente sobre mi estatus social.

—El dinero que tengo viene de la empresa de mi familia, así que ellos saben cuánto tengo y en qué lo gasto. Y digamos que hay ciertas inversiones de las que no quiero que mi padre se entere, así que necesito otra fuente de ingreso.

—Entiendo, te revelas contra papi.

—No exactamente.

—No quieres que él sepa lo que haces con el lado de la familia de tu madre, que te metes en sus asuntos, pero no tanto. Me pasó lo mismo, mi padre no quería que fuese parte de este mundo. Sin embargo, hay algo que te llama, algo que está dentro de ti. Al final de cuentas, ambos somos el resultado de seis generaciones de crianza selectiva. Sobre todo la familia Ayala, escoge el mejor material genético en sus mujeres. Que seas tan perfecta no es casualidad.

—Creo que mi padre tuvo un cincuenta por cierto que ver en ello.

Ya me sentía mejor y vi mi oportunidad de regresar a casa, no me gustaba dejar a Nicky durante la luna llena. Me levanté del asiento y tomé mi bolso.

—Un placer como siempre. Trataré de tenerte algo increíble para la próxima luna llena, que será el próximo año.

—Oh no princesa. No me hagas esto. —Me abrazó por la espalda—. Quédate.

—No puedo.

—Claro que puedes, además...—Se separó de mí y me observó de lejos—. El vestido es un préstamo, tendré que exigirte que me lo dejes doblado en mi habitación.

Resignada, lancé mi bolso sobre la mesa y caminé hacia su habitación, mientras me bajaba el cierre del vestido. No terminé de hacerlo y él me empujó contra el dosel de la cama.

—Déjame ayudarte. —Terminó de bajar el broche y deslizó el vestido por mis brazos—. Te ves hermosa con el vestido, pero te ves más hermosa sin él.

Estaba de espaldas a él. Completamente desnuda, él me acarició por debajo de los senos, delineando el tatuaje que tenía alrededor pecho izquierdo. El segundo tatuaje que Ian me había realizado: un hermoso diseño floral en media luna.

Su otra mano bajó por mi vientre a mi entre pierna y solté un gemido cuando empezó a acariciarme. Sentí su lengua en el lóbulo de mi oreja y cerré mis ojos con fuerza.

Nos echamos en la cama para estar más cómodos. Él se iba quitando la ropa sobre mí y comenzó a besarme con delicadeza. Se tomaba su tiempo, iba con cuidado, pensando cada paso, era placentero y al mismo tiempo muy diferente a Ian, por lo que a veces me costaba imaginarlo a él. Porque era lo que hacía. Cuando tenía sexo con Adam cerraba los ojos ye trataba de imaginar que estaba con Ian. Tal vez, de esa manera sentía que lo traicionaba menos.

Dejó de besarme los labios y fue bajando, me tomó por los muslos y de manera premeditada puso toda su palma sobre mi ingle derecha, para tapar el tatuaje que tenía ahí.

La primera vez que Adam vio el nombre de Ian tatuado en una de mis zonas más íntimas, noté lo incómodo que se puso. Y es que ese tatuaje estaba hecho solo para los ojos de Ian. Él mismo me lo había hecho, un día que estábamos un poco ebrios y muy excitados. Estoy casi segura que ese día fue el que concebimos a Nicky.

Después de un excitante juego previo, le pedí que usara un preservativo. No me puso ninguna objeción, me pido que me pusiera de a cuatro y comenzó a penetrarme con lentitud, moviendo la cadera de forma circular, sin sacar más de la mitad de su miembro. Procurando que sintiera el roce de sus testículos en mi clítoris.

Llegamos al clímax casi al mismo tiempo. Odiaba eso, porque de alguna manera sentía una conexión con Adam.

—Ahora sí debo irme. —Después de descansar un rato bajé de la cama.

—Ya son las cuatro de la mañana, durmamos un rato y desayunemos—me propuso.

—Lo siento, pero... tengo un hijo al que debo ver.

—Eso es nuevo, esquivarme con responsabilidades maternas.

—Porque ahora ya lo sabes ¿puedo llevarme el vestido y devolvértelo luego? ¿O debo irme desnuda?

—Eso sería tentador. —Sonrió—. Te lo regalo si me aceptas una salida esta semana.

Comencé a vestirme, evitando el contacto visual. Y me tomé unos segundos antes de empezar a hablar.

—Adam, me agradas y me gusta hacer tratos contigo. Pero no estoy para relaciones, ni nada similar. Si estás buscando algo así conmigo, pierdes el tiempo.

—Vamos princesa, seríamos imparables. Verte una vez al mes no es suficiente. —Se acercó a mí y me ayudó a cerrarme le vestido—. No voy a presionarte, solo piénsalo. Hasta que nos veamos de nuevo—. Me obligó a mirarlo a los ojos y me dio un beso muy corto a modo de despedida.

Salí de su casa sin decir nada y por suerte Leonardo no tardó más de un par de minutos en recogerme.

Ya se veían los primeros rayos del sol cuando regresé a casa.

La sala estaba vacía. Tal vez mi padre se había ido o dormía en la habitación de invitados.

Quise ir al cuarto de Nicky a verlo, pero consideré que tal vez lo iba a despertar. Me metí en mi habitación, Daniel no estaba ahí, mejor, no quería darle explicaciones.

Me apoyé contra la puerta y como pasaba siempre después de esas reuniones, me senté en el suelo a llorar. 

***

bueno este capítulo sí coincide con los de ian, esta es la noche en la que ian se fue a la dimensión de la telenovela.

Nos leemos prontito, les dejo un sticker de preguntas en mi instagram.

los amo, gracias por leer,

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