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Para Sana la vida con Tzuyu era realmente un regalo del cielo, era de lo mejor habitar junto a la taiwanesa, la consentía bastante y le daba muchísimo amor por lo cual a donde sea que Tzuyu iba Sana le seguía el paso de cerca, aún si fuera al lugar más ridículo ahí estaba Sana moviendo la colita con el simple hecho de sentir el aroma de Tzuyu cerca de ella.

Desgraciadamente no podía pensar lo mismo de los sábados pues a pesar de que los meses siguieron transcurriendo los sábados por la noche eran un infierno para la canina ya que no podía ir con Tzuyu al lugar que la taiwanesa frecuentaba, esa linda personalidad de Tzuyu se tornaba en una muy insoportable y llegaba a la casa apestando a alcohol, cigarro y muchas asquerosidades más que Sana detestaba con el alma, en el corto tiempo que habitó en las calles y comió de la basura nunca sintió un olor parecido al que Tzuyu traía los sábados por la noche, o tal vez simplemente no lo recordaba pero era algo muy desagradable.

Había tomado el hábito de lamer el cuello de Tzuyu cuando estaba feliz o agradecida, o simplemente antes de dormir pero en esos momentos lo último que quería hacer era eso.

Sin embargo a pesar de lo poco apetecible que le era acercarse a Tzuyu en ese estado Sana lo único que quería era dormir a su lado. Ese sábado cumplía cuatro meses de haber llegado a la casa y Tzuyu no lo celebró como Sana lo esperaba, nuevamente la taiwanesa se había ido por la noche para después regresar hecha un asco pero Sana solo quería un poco de atención por lo cual a pesar de que muchos sábados prefirió dormir lejos de ella por esas razones hoy era especial y quería acabar su día especial al lado de su dueña.

Tzuyu al despertar como cada domingo no recordaba que sucedió anoche, en donde estaba, como se llamaba o en que planeta se encontraba.

Estaba por levantarse hasta que sintió un brazo sobre su abdomen, movió un poco las sábanas y se encontró a una chica durmiendo entre ellas, su espalda no parecía tener rastro de ropa así que Tzuyu se cuestionó si realmente había ocurrido lo que estaba pensando así que levantó levemente las sábanas notando que efectivamente aquella hermosa chica estaba totalmente desnuda, Tzuyu quiso tocar pero se limitó ya que a pesar de lo que tal vez hubiese ocurrido anoche la diferencia era que ahora la conciencia y la vergüenza estaban presentes por lo cual se levantó de la cama intentando no despertar a la contraria notando que ella conservaba su ropa puesta y fué directo a la cocina para preparar el desayuno, le extrañó mucho no ver a Sana por ninguna parte así que después de acabar el desayuno fue a su habitación para buscarla, tal vez estaba bajo la cama o se había quedado encerrada en el baño.

Tzuyu caminó tranquilamente hasta su habitación para después abrir la puerta con calma sin esperar que aquella chica quien minutos antes yacía dormida sobre su cama saltara contra ella logrando derribarla al piso para seguido de eso lamer su cara y cuello.

—¿Que diablos?— Preguntó la taiwnesa al notar el extraño comportamiento de aquella chica

—Buenos días Tzu, ¿Saldremos a pasear? ¿Me llevarás al parque? ¿Sí? Vamos Tzuyu— Habló tan rápido como pudo para después correr en cuatro patas en busca de la cadena que Tzuyu solía usar para pasear a Sana y traerla con los dientes para después ponerla en el piso su lado.

—No puede ser— Habló la morena —No, esto es una locura— Siguió diciendo sintiendo el miedo invadirla.

—¿Que pasa Tzu? ¿Por qué hoy no me diste mimos como cada mañana?— Preguntó la contraria con una expresión de tristeza.

—Carajo, si eres tú— Reconoció Tzuyu al ver el collar que la chica tenía, era el collar que ella misma había comprado para Sana con una plaquita que decía su nombre.

Después de aquello Tzuyu comenzó a ver borroso hasta que su vista se nubló por completo y todo se volvió negro.

Sana por su parte no sabía que hacer, Tzuyu estaba tendida en el piso y no tenía ni la más mínima idea de que hacer hasta que recordó haber visto una película con su dueña en donde alguien quedaba inconsciente y otro lo cargaba. No supo como ni de donde pero sacó todas las fuerzas que tenía guardadas en cada parte de su ser y levantó a su dueña en brazos.

—Ok, ya la levanté, ¿Ahora que hago?— Se preguntó hasta que pensó en dejarla en la cama para que su dueña terminara su siesta.

Una vez la dejó ahí se acostó a su lado y recostó su cabeza sobre el pecho de su dueña.

—No te vas a morir ¿Verdad? No quiero que me dejes sola a solo cuatro meses de haberte conocido, me gusta estar contigo a pesar de lo insoportable que te pones los sábados, no te mueras ¿Si?— Pidió asustada y triste al notar que su dueña no reaccionaba así que solamente la abrazó y cerró sus ojos para dormir junto a su ella hasta que la morena despertara.




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