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XIX

-¿Cómo es que estabas en Italia?¿ Qué hacías allí?- pregunté al azabache quien comía tranquilo los sándwiches que prepare.

- Nos iban a ascender de grado- respondió... en un momento lo vi parar de comer.

- ¿Estabas con alguien más?- pregunté.

- ¿Qué hiciste con Itadori?- pregunto bajando la cabeza al suelo. Ahí entendí a lo que se refería. Yuji también estaba en Italia y ahora se dirigía a Sukuna.

Mire al pelirosa quien seguía comiendo sin ningún problema y desinteresado. Fingia el no haberlo escuchado.

-Sukuna..- lo llame. Este levantó la vista.

-¿Si?- pregunto inocente.

-Megumi te acaba de preguntar algo- le dije seriamente. Este se encogió de hombros y siguió con lo suyo.

- No se de que hablan- se hizo el desentendido.

- ¡Si lo sabes! Antes de noquearme dijiste que "Primero el mocoso y ahora tu", ¿qué hiciste con Yuji?!- grito el azabache.

-Espera..- frunci el ceño- ¿Lo noqueaste? Te dije que le preguntarás si quería venir- frunci el ceño- y si estaba Itadori quiero saber la verdad.

- Tsk- dejo de comer y se dirigió a nosotros- si se preocupan por el mocoso, está bien, no le hice nada... sólo hable con él de algo relevante- mencionó.

Suspire tranquila, sabía como era Sukuna, pero también sabía que en ningún momento desde que volvió, me había mentido... ni tampoco antes, desde que lo conocí sentado bajo aquel árbol.

-¿Tu le crees?- me pregunto el azabache. Mire a Sukuna quien esperaba expectante una respuesta de mi parte también, como si le importará mi opinión.

- Si, le creo- sonreí- es mi esposo después de todo- al parecer mis palabras lo convencieron en cierta parte, ya que dejo el tema de lado.

-¿Enserio te casaste con él?- dijo haciendo una mueca mientras cambiaba de tema. Sonreí divertida al ver como Sukuna lo miro- habiendo tantos hombres.

- No juegues con tu suerte mocoso- dijo el pelirosa asesinando con la mirada a Megumi- además... te guste o no ahora ella es la Sra. Ryomen.

Las siguiente media hora se basaron entre burlas del azabache hacia la maldición y este tirandome amenazas las cuales yo le negaba y se enojaba. Todo hasta que Uraume llegó y se fue con Sukuna.

Ahora me encontraba preparando el cuarto donde Megumi se quedaría. Preparaba las cosas con calma, pero no sabía cuanto dudaría el dolor en mi pecho.

- Sabes que no está mal llorar- escuche a Megumi hablar. Gire mi vista y lo vi apollado en la puerta- si te soy sincero, nunca creo ver a los ojos al Rey de las maldiciones y ver lo que reflejaban.

- Los monstruos no siempre son monstruos, Megumi- dije terminando de acomodar las cosas.

- Eso cuando era más chico, siempre me lo decías- hablo acercándose- ahora puedo verlo. En este caso, los malos son los humanos, ¿no es así? Los hechiceros.

- No hay buenos ni malos, no hay alguien que quiera conquistar el mundo- explique- las desiciones equivocadas y el saber lo que provocaría es lo que sucede.

- Sigo sin entender...

- Satoru sabía que si asesinaba a Den, por más de que yo sea su hermana, provocaría la ira del Rey de las maldiciones, quien no dudaría en saciar su sed de sangre vengandose, y es eso lo que sucedió o está sucediendo- explique.

El azabache escuchaba atento, lo sabía por su expresión sería típica de siempre. Se sentó a un lado mío en la cama y sin dudar apoyo su cabeza en mis piernas.

Sonreí, siempre lo hizo desde que era pequeño y hablábamos de temas serios. Acariciaba su cabello azabache mientras lo miraba.

-¿Puedes detener a Sukuna?- pregunto- hacer que no haya guerra.

- Por más que sea su esposa, reina o la única persona a la que escucharía, Sukuna no es la única amenaza Megumi, ¿crees que la tranquilidad de hechiceros y maldiciones duraría para siempre?

- No- contestó en un susurro.

- Hay personas que quieren que haya guerras para ganar beneficios de estas por más que mueran personas inocentes- lo note cerrando sus ojos de a poco, sonreí con nostalgia- ¿quieres descansar?

- Si- murmuró casi imperceptible.

Sr acostó en la cama, lo arroje como cuando era apenas un niño que no conocía el mundo de la hechicería y salí de allí. Cerré la puerta y fui hacia donde estaba Sukuna con Uraume.

- Lo tratas muy cariñosa- hablo con una mueca el pelirosa. Solté una risita antes sus celos.

- Lo conozco desde que era apenas un niño que no sabía que era una maldición- dije divertida, pero luego deje mis comentarios al ver lo que se encontraba arriba de la mesa-¿que es esto?

- Eso quisiera saber- dijo Sukuna.

-Es escritura antigua de las maldiciones, debe de tener más de diez mil años- explico Uraume- es difícil de leer si no sabes lo que significan ciertos símbolos.

- Este lo trajeron hoy más temprano- dije mirando el pedazo pequeño de las planchas- vino de Salt Lake- explique.

- Estos estaban en el Vaticano- dijo Sukuna- y al parecer la pieza que faltaba ya estaba, sólo nos falta la traducción, sólo entiendo hasta ciertas partes- dijo.

- De acuerdo, veré que encuentro y me acuerdo- dije- si pudiéramos traducirlo al idioma antiguo de los hechiceros ahí si lo entendería.

-Uraume, ¿puedes hacer algo al respecto?- dijo el pelirosa.

- Si, lo intentaré traducir al idioma de los hechiceros- asintio.

- Bien, cuando este llamanos- sin más el albino se fue de allí dejándome con Sukuna- no se de que se trate, pero las pocas palabras que logré entender no creo que te gusten.

-¿Cuáles eran?- pregunté.

- Ryomen, Gojo, heredero, guerra y fin del mundo cual conocemos.

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