Narrador, Sherlock Holmes.

Llegué a Baker Street con John y Helen ya estaba ahí.

Todo estaba extrañamente ordenado. Había espaguetis a la boloñesa en el comedor e incluso habían velas.

Esto había sido planeado y no me había dado cuenta.

—chicos, mi turno empieza en 10 minutos. Será mejor que me valla –dijo John yendo a la puerta.

—o, no. Ahora mismo me vas a decir que está pasando –exclamé

—tu sabes perfectamente lo que pasará. Solo confía en el proceso –respondió John saliendo rápidamente.

Esto no era bueno.

—soy yo, o esto se puso incómodo –exclamó la hermosa chica a mi lado.

Muy bien. Por lo menos lo acepté.

—si, algo. ¿te parece si comemos? –dije cambiando de tema.

—si, está bien –respondió

La mesa estaba servida para ambos y aunque me sorprendió, todo eso se convirtió en nervios cuando mini Keller se sentó junto a mí.

—¿cómo te fue con mi hermano? –pregunté

—muy bien. Creo que le agrado –respondió con una sonrisa

Dios, amo esa sonrisa.

—¿Qué te dijo?

—dijo que MackenzieWilliams es de Londres y es hija de un empresario muy importante. Tiene 24 años y toda su vida a vivido obsesionado con destruirme. Al parecer, mi padre era enemigo de el suyo –me respondió llevándose espagueti a la boca.

—creo que debe tener algún motivo. Eso lo averiguaremos tu y yo –afirmé.

Ella suspiró

—supe que Moriarti y tu hablaron hoy. ¿Cómo te fue?

—fue mucho mejor de lo que esperaba. No tenía intención de hacer las paces con el pero creo que comienza a agradarme –respondí.

Y era cierto. Hoy me había pedido disculpas por todo lo que había hecho y aunque me pareció imposible de creer, terminé perdonándolo.

—¡lo sabía! Ya vamos avanzando –dijo ella riendo.

—si, supongo

Ambos guardamos silencio y el ambiente se puso un poco tenso.

Terminamos de comer y nos sentamos en el sofá.

Helen intentó enfocar mi rostro y eso me provocó una sensación muy extraña.

Tomé sus mejillas entre mis manos e hice que me mirara. Sus ojos mostraban una confusión impresionante.

Sentía que mi corazón iba a estallar.

—mini...mini Keller. Tengo algo que decirte

—creo que ahora las palabras sobran, mi dulce Sherlock –me respondió asercándose más a mí.

y como si hubiera sido parte de una película romántica, nuestros labios se unieron apasionadamente, confirmándonos uno al otro lo que sentíamos.

A regañadientes, nos separamos por falta de oxígeno y Helen se recostó en mi hombro.

—¿desde cuando lo sabes? –me preguntó

—desde que tomé tu pulso –respondí con orgullo

—mmm, entonces creo que se podría decir que el amor es ciego –me respondió sabiamente.

—¿por qué?

—porque yo me enamoré de ti sin verte –respondió con ironía.

Sonreí y le di un beso en la mejilla.

—te amo, Mini Keller. Te amo como jamás lo e hecho –exclamé

—yo también, Sherlock. Yo también.

Narradora, Helen Wemblei.

Todo lo que alguna vez soñé, se estaba cumpliendo.

Sherlock y yo nos fundimos en un tierno beso y una voz muy familiar nos hiso cepararnos.

—los felicito. Desde que los conocí supe que serían una linda pareja –exclamó Venedict Cumberbach sonriente.

—como es que...de donde...

—todo estaba planeado –dijo Amenadiel abrazándome.

—si, así es –exclamó Gleri

—¿quién más sabía de esto? –preguntó Sherlock incrédulo.

—John, Moriarti, Venedict, Gleri, Caleb, la señora Hudson y yo –respondió Amenadiel.

—aún no me explico como hicieron todo esto pero les agradecemos muchísimo –dije sonriendo.

—fue un placer ser tus casamenteros –respondió Caleb llegando a mí.

—lo mismo digo –exclamó John

Todos reímos y fue cuando me di cuenta de que todo por lo que había luchado había valido la pena.

Y que hasta una persona con discapacidad puede amar y ser amada.