confeciones
A la mañana siguiente, me desperté muy temprano.
No había podido dormir en toda la noche por la terrible desepción y el miedo que había tenido el día anterior.
Nunca me había sentido tan aterrada en toda mi vida. Reconozco que siempre había sido muy valiente pero bien dicen que hay una primera vez para todo.
Me levanté de la cama y me metí en la ducha para despejarme un poco.
Salí del baño en cuanto terminé y decidí ponerme un vestido casual de color blanco y unos zapatos negros.
Después de desayunar, me quedé un rato sentada frente a la piscina para poder pensar en paz.
Sherlock y yo no habíamos hablado aún y eso no me gustaba. Lo confieso, lo extrañaba.
Me levanté de la silla y fui a la habitación de mi madre. Me costó un poco encontrarla porque el hotel era muy grande, pero cuando lo logré hablé con ella para que me dejara salir.
Ella aceptó sabiendo que lo que menos quería era estar en el mismo hotel que mi padre así que me fui a Baker Street.
El aire fresco de la mañana me daba directo en el rostro y hacía que mi cabello se revolviera un poco.
Mejor, imposible.
Llegué a al 221 B con mi bastón en mano y casi me desmallo cuando en lugar de la señora Hudson, Sherlock fue el que apareció en el umbral de la puerta.
—hola, mini Keller –dijo amablemente.
—hola –dije fríamente.
—escucha, no debí presionarte ayer. Estabas asustada y no debí meterme en eso. De verdad lo siento –dijo Sherlock mientras me dirigía a una silla.
Por un segundo, creí que estaba soñando. Sabía que Sherlock no es de las personas que piden disculpas y no podía notar ningún rastro de malas intenciones en su voz así que traté de ocultar mi asombro y respondí.
—está bien, te perdono
Sentí unas tremendas ganas de abrasarlo, pero justo cuando lo iba a intentar, él se me adelantó.
—creí que odiabas los abrazos –dije sonriendo.
—mmm, ya no estoy tan seguro –respondió acariciando mi cabello.
Después de un pequeño rato, ambos nos separamos y creo que estaba mucho más relajado.
comencé a creer que Sherlock si tenía un lado tierno después de todo.
De repente, mi teléfono sonó.
Era un mensaje de un número desconocido que decía lo siguiente.
Hola. Tu no me conoces, pero yo a ti sí. Mi nombre es Mackenzie y tengo algo muy importante que contarte. Nos vemos a las afueras de Londres hoy a las 5. No le digas a nadie y ni se te ocurra ir con Holmes porque esto es sobre ti.
Leí el mensaje en voz alta y tanto yo como Sherlock, nos quedamos con la boca abierta.
—¿tienes idea de quién sea? –pregunté
—no, en absoluto. Pero no irás sola –respondió
—debo hacerlo. Soy mitad ángel así que no me pasará nada. No creo que intenté algo por ahora –respondí seria.
—está bien. Pero ten cuidado.
No podía creer que estaba preocupado por mí. Tal vez Caleb si tenía razón después de todo
Él si estaba enamorado de mí.
Decidí no hacerme ilusiones y aunque confieso que yo si lo estaba, tenía que encerrar mis sentimientos por él hasta que no supiera si sentía lo mismo que yo.
Cuando llegaron las 5, me despedí de Holmes que esperaba un cliente y me tele transporté a las afueras de Londres.
El lugar era aterrador. No podía verlo, pero sentí que el ambiente era realmente espeluznante.
—Helen Harrison. Te vez mejor que en las fotos –dijo una voz de mujer de tras de mí.
Me giré y mis ojos se iluminaron.
y la vi. Era una chica alta, delgada, de tez blanca y ojos marrones. Su cabello es rubio y había una sonrisa enigmática en su rostro.
—¿tú Eres Mackenzie? –pregunté a la recién llegada
—si. Así es. Empecemos de una vez, porque no tengo todo el día –dijo con amargura.
Me crucé de brazos y ella empezó a hablar.
—estoy muy segura de que crees que George Harrison es tu verdadero padre ¿verdad? –dijo
—¿qué quieres decir?
—hace mucho tiempo, exactamente antes de que tu nacieras, tu verdadero padre falleció de cáncer de pulmón. Tu madre te contará la historia completa, y realmente espero que sea tan doloroso como quiero–me respondió con descaro.
No entendía a esa chica, pero no pude pensar en eso porque literalmente me paralicé.
—bueno, debo irme. Dile a tu amigo que Mackenzie Williams le envía un saludo. Muy pronto nos volveremos a ver –dijo con suficiente maldad para alertarme.
—alto ahí –dije sujetándola de un brazo —como es que sabes de mí –dije tajante
—suéltame o te vas a arrepentir –dijo con furia.
—si no me dices, tú eres la que te arrepentirás –respondí con odio.
Esa chica ya me estaba sacando de mis casillas y aunque sabía que no podía matarla, tenía que hacer algo.
—no, ¡tú no eres rival para mí! –respondió mirándome a los ojos.
—sí, claro que lo soy. Y si te metes en mi vida o intentas hacerle daño a Sherlock, no tendré piedad y te puedo asegurar que lucifer te recibirá con gusto –respondí apretando mi agarre.
—no me asustas, Helen Harrison o debería decir ¿Helen Wembley?
Sabía que debía hablar con mi madre sobre esto, pero esta chica era mi prioridad en ese momento.
—eso no te incumbe. Ya estás advertida –respondí con dureza.
Se soltó de mi mano bruscamente y se perdió en la oscuridad, no sin antes darme una mirada acecina.
Esto estaba terriblemente mal.
regresé a Baker Street y le conté a Sherlock con detalle lo que había pasado.
—dios, ya no sé qué pensar. Esto no puede ser –dije luego de un rato.
—tranquila, todo va a estar bien. Tienes que hablar con tu madre sobre esto. Ella te dirá si lo que te dijo esa tal Mackenzie es cierto –respondió Sherlock acariciando mi mano.
—tienes razón. Iré allá ahora mismo. Y si eso es cierto, iré con George y le partiré la cara –dije con ira.
—está bien. Pero primero habla con tu madre antes de cometer una locura –dijo Sherlock algo impaciente.
Asentí y dije.
—lo que no me explico es como sabe de ti
—voy a investigar eso. Tu encárgate de averiguar lo de tu padre –respondió el tomando su teléfono.
Salí de Baker Street y me dirigí al hotel con paso rápido. Ya se estaba haciendo de noche y yo necesitaba respuestas.
Mi madre me confirmó lo que Mackenzie había dicho. Con lágrimas en los ojos.
—antes de que nacieras, tu padre si falleció –comenzó a decir —y aunque no podía superarlo, decidí intentar pasar página. Fue entonces cuando George apareció.
El solo quería quedarse con la herencia de mi padre y sus empresas en el extranjero y dijo que, si te decía algo, él las mataría a las tres. Te pido perdón, mi dulce niña, pero no podía dejar que algo les pasara.
Fue por eso que les cambiamos el apellido y jamás supiste nada de todo esto.
No lo resistí y también lloré.
no lo podía creer. A mi mente acudieron todos los malos recuerdos que tuve junto a mi supuesto padre y la ira me invadió.
Comprendí a mi madre y le agradecí que se sacrificara por nosotras. Eso es algo que realmente admiré de ella. Pero, aun así, no era justo y yo iba a remediar eso.
—mamá, tenemos que volver a Chicago –le dije
—si él nos encuentra, te hará daño –se excusó.
—confía en mí. Yo puedo protegerme sola. Además, tú ya no mereces cargar con esto –respondí intentando convencerla.
—Helen, no puedo arriesgarme a...
Ella se vio interrumpida cuando extendí mis alas.
—te lo voy a explicar todo, pero tenemos que irnos
—no puede ser... ¿eres un ángel?
—sí, algo así. Amenadiel y yo te lo diremos todo. Empaca tus cosas y dime cuando estés lista –pedí.
Ella asintió y yo salí de su habitación para cambiarme.
Sentía unas tremendas ganas de ir con George y darle la paliza de su vida, pero decidí que lo haría luego.
Ahora, debía proteger a mi madre a toda costa.
Le envié un mensaje a Amenadiel para contarle todo y me respondió que nos esperaría en Chicago y se encargaría personalmente de explicarle todo a mi madre.
Y así fue. Mi madre se sintió muy emocionada e impactada por todo lo que le dijimos y yo estuve mucho más tranquila porque no tendría que seguir mintiéndole.
Sherlock también estaba al tanto de la situación y ya se había puesto a investigar a Mackenzie.
Ya en Chicago, le conté a mis amigos lo que había pasado y ambos prometieron apoyarme en todo lo que pudieran.
Sabía que no estaríamos a salvo por mucho tiempo. Pero ahora que ya sabía que George no era mi padre, podría hacerle pagar todo lo que hiso.
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