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celos

Narradora, Helen Arrison.

Pasaron los meces.

los exámenes finales de primer año habían pasado y Caleb y yo habíamos aprobado con un 9.

Había convencido a mis padres de llevarme a Londres como regalo de graduación. Sherlock no se había metido en problemas, pero necesitaba estar más cerca de él por cualquier cosa.

—dios ¡que hermosa! –dijo Caleb mientras le mostraba mi habitación de hotel por video llamada.

—¡si, lo sé!

—¿y cómo está Moriarti? –preguntó

—bien. Amenadiel me ha dicho que está respondiendo muy bien a su tratamiento. De hecho, los médicos dicen que encontró una nueva pación. La danza, ¿lo puedes creer?

—¡no! ¡es genial! Aunque aterrador –respondió mi amigo mientras reía.

—sí, algo. Pero es bueno –dije sentándome en la cama —así no va a matar a nadie más

—tienes razón, ángel de la muerte –se burló

—no me digas así. Aún debo hablar con él para explicarle todo y no sé como

—solo tienes que ser tú. Si intenta algo, solo defiéndete –aconsejó.

—gracias, mon ami

—por nada. ¿Cuándo irás? –preguntó

—por la tarde. Sherlock pidió acompañarme y aunque me negué, insistió y al final me convenció –expliqué

—ay Mademoiselle, me parece que Sherlock se está enamorando

—¿de mí? No, claro que no. Sherlock es inmune a esas cosas –me reí

—recuerda que hasta el corazón más helado puede derretirse con la persona correcta

—no lo sé. De cualquier forma, soy su ángel de la guarda y no puedo enamorarme de él –repliqué

—estoy seguro de que dios lo permitirá, ¡es amor! ¡no se opondría a eso!

—tienes razón. Pero...—solo piénsalo un poco. –me interrumpió

—bueno, está bien. Debo ir a desayunar. Te llamaré más tarde.

—nos vemos, Mademoiselle.

Colgué y me cambié para bajar a desayunar.

Después del desayuno, fui a visitar a Sherlock.

Lo encontré haciendo un experimento químico muy mal oliente

—hola –saludé

—no te oí entrar –dijo vertiendo algo en un tubo de ensayo.

—estabas muy absorto en ese experimento. ¿estás aburrido? –pregunté

—sí, algo. No ha habido casos últimamente –respondió con amargura

—que mal. Por lo menos ahora nadie muere –respondí con tranquilidad

—eso no sirve de nada si no hay algo que resolver –protestó

Detestaba que fuera tan insensible pero no tenía sentido discutir con él.

—no, no soy insensible. Solo me aburro –dijo respondiendo a mis pensamientos como siempre

—¿a qué hora es la cita con Moriarti? –pregunté cambiando de tema

—a las 4. –respondió

De repente, escuché unos pasos subiendo la escalera y mis ojos comenzaron a adquirir visión.

Apareció una mujer hermosa frente a mí. Un vestido rojo ajustado a su medida dejaba ver su esbelta y hermosa figura.

—hola cariño –dijo ella mientras se abalanzaba sobre Sherlock y le besaba en los labios.

De repente, comenzó a sentirme furiosa. Él y yo no éramos nada, pero no lo podía evitar.

—hola –respondió Sherlock fríamente separándose de ella.

mi rostro se iluminó. Se notaba que a él no le agradaba.

—¿estoy pintada? –dije con descaro

—ha, sí. Perdona. Mini Keller, ella es Irene Arler

—un gusto –dije dándole la mano

—el gusto es todo mío –respondió con una sonrisa de lado.

—creí que no tenías novia –espeté volviéndome hacia Sherlock

—sí, sí la tiene –dijo Irene con una sonrisa arrogante

Dios porque me haces ver justo ahora

Me resistí a darle un puñetazo en su perfecta cara porque no lo negaré, ella tenía una cara hermosa.

—no, no eres mi novia –dijo Sherlock seriamente

—pero podría –dijo la mujer sentándose en su regazo.

Lo que más me dolió, fue que Sherlock se lo permitió.

—¿vas a algún lado en la tarde? –preguntó la tipa esa acariciándole el cabello a Sherlock.

—voy a acompañar a Helen a algo importante –respondió

Sonreí por dentro y asentí.

—¿con ella? Podrías divertirte más conmigo –respondió con un tono coqueto.

—no, iremos a hacer algo importante. Así que iré con ella –dijo Sherlock mirándome.

Ella puso cara de disgustada y se retiró, no sin antes darle un beso de despedida a Sherlock.

—¿celosa? –preguntó Sherlock una vez que Irene se fuera.

—no, por supuesto que no. Pero esa mujer no se ve de fiar –respondí

—no te creo –respondió con una sonrisa.

—te lo digo como que soy tu ángel d la guarda. Esa mujer no te conviene

—ella y yo no somos nada –respondió acariciando mi cabello.

Estaba a punto de volverme loca cuando la señora Hudson entró y le avisó a Sherlock que tenía un cliente.

—te veré a las cuatro –dije levantándome para marcharme.

—por supuesto –respondió con algo que a mí me pareció pena.

Esto estaba siendo sospechoso.

Ahora que lo pensaba, A Sherlock no le agradó que ella se pusiera tan melosa con él. Pero eso no quitaba el hecho de que la había sentado en su regazo.

No entendía cuando empecé a sentirme celosa. Sherlock no me pertenecía y yo era solo su ángel de la guarda.

Llegué al hotel y le conté esto a Caleb y a Gleri.

—es claro que está intentando ponerte celosa. Es típico de cuando a alguien le gustas –dijo Gleri

—Gleri tiene razón. El la sentó en su regazo para darte celos. Pero si te gusta, hazte la difícil –aconsejó Caleb.

—no sé si me gusta, pero no pude evitar sentirme mal por eso –dije

—es normal, amiga. Tu solo actúa como si nada. Eres su ángel de la guarda y eso le dará más confianza para decirte lo que siente –respondió Gleri

—¡que emoción! –dijo Caleb.

—¡ya se! ¡yo seré la dama de honor! –dijo Gleri

—¡y yo tu padrino de anillo! –respondió Caleb con una sonrisa.

Sonreí también. Me encantaba que ambos estuvieran ahí para mí siempre.

—debo irme. Ya casi son las cuatro y debo ir a ver a Moriarti

Ambos hicieron gestos de adiós con las manos y colgué la llamada.

Y de un segundo a otro, mi visión volvió a ser normal.

Me cambié de ropa. Me puse unos Jeans azules y una chaqueta negra.

Muy oscuro, pero no tenía ganas de buscar entre mi ropa en esos momentos.

Me puse mis zapatos negros y fui a Baker Street.

—¿estás listo? –pregunté a Sherlock.

—sí, vamos –respondió tomándome de la mano.

En ese momento, si deseé ver.

Llegamos al hospital y una enfermera nos indicó la habitación de Moriarti

—tómalo con calma. Si intenta algo, yo me encargo –dije

—está bien –respondió abriendo la puerta.

—hola –saludé.

—¡no! ¡aléjate de mí! –respondió Moriarti casi gritando.

—tranquilo, no vengo a hacerte nada. Solo quiero explicarte lo que pasó.

Sherlock me tomó de la mano y me dirigió a una silla.

—hazlo entonces –pidió

Le conté todo lo que había pasado ese día y tuve que pedirle que guardara el secreto de mi divinidad y aunque se negó al principio, Sherlock lo convenció.

—entonces... ¡tú me salvaste! –dijo sonriendo

—sí, así es. Jamás quise lastimarte –expliqué

—santo dios, eres un amor –dijo canturreando las palabras.

—gracias –respondí y le sonreí

—bueno, bueno. Vasta de sentimentalismo. Mini Keller, hay que irnos –ordenó Sherlock.

—¿mini Keller? ¿es enserio? –dijo Moriarti con una risa

—es que mi nombre es Helen –respondí

—sí, lo sé. ¿pero es lo mejor que se te ocurrió? –preguntó Moriarti a Sherlock

—no tengo que darte explicaciones. Mini Keller, vámonos –respondió cogiéndome de la mano

—No, aún no. Además, tu no me das órdenes –respondí —soy tu ángel de la guarda, pero también soy humana

Sherlock soltó mi mano

—dios ¡cada vez te amo más! –exclamó Moriarti sentándose en la cama para acariciar mi mano

Sherlock se volvió hacia mí y me rodeó con su brazo.

—tienes 5 minutos –me dijo con suavidad que jamás había escuchado en él.

Era idea mía, o estaba celoso.

—y tú, no la toques –dijo quitando la mano de Moriarti de la mía.

Definitivamente mi detective estaba celoso.

—tú no eres nadie para decirme lo que tengo que hacer –dijo Moriarti agresivo.

—haber, cálmense los dos –exigí.

—¡el empezó! –dijeron a unísono como dos niños pequeños.

Yo solo me reí.

—bueno, bueno. Pero ya vasta. Y Sherlock, tu quita tu brazo porque me estás poniendo nerviosa –confesé

Y era cierto.

Lo retiró de inmediato y mi respiración se normalizó.

Moriarti y yo hablamos por un rato más hasta que mi teléfono sonó.

—Helen ¡donde estás –gritó mi padre al otro lado de la línea.

—en un museo. Voy para allá –respondí rápidamente.

Ay, por favor ahora no.

—Sherlock, hay que irnos –dije algo asustada

—sí, oí a tu padre. Vamos –respondió levantándose de la silla.

—nos vemos, mi angelito –dijo Moriarti dándome un beso en la mejilla.

Lo abracé para despedirme y caminé hacia la puerta.

Moriarti le susurró algo al oído a Sherlock y nos fuimos.

Ambos permanecimos callados durante todo el camino de regreso al hotel y me sentía demasiado asustada.

Trataba de no manifestarlo pero sentía que Sherlock se había dado cuenta.

—¿todo bien? –preguntó

—si, eso creo –respondí

—soy detective. No puedes mentirme. Estás asustada por tu padre pero te resistes a aceptarlo porque jamás le has temido a un hombre ¿me equivoco?

Dios, detestaba que fuera tan bueno.

—no, pero no necesito que deduzcas eso. Y si, estoy terriblemente asustada ¿contento? –espeté.

—si –respondió fríamente.

Odiaba cuando se ponía de esa manera conmigo. Me decepcionaba demasiado y no estaba para soportarlo en esos momentos.

Llegamos a mi hotel y me solté de su mano para entrar. La recepcionista me dio mi llave y antes de entrar en mi habitación, una voz ronca me detuvo.

—¡donde carajos estabas! –dijo mi padre arrastrando las palabras.

Me giré y noté que su respiración olía a alcohol y me puse en alerta.

—fui a dar un paseo por Londres –respondí de inmediato.

—¿crees que por ser adulta puedes llegar a la hora que tú quieras? –preguntó con furia.

Esto se estaba complicando.

—aúnes temprano –musité.

—¡son las 7 de la noche!. ¡y si te pasaba algo? –exclamó

—eso nunca te ha importado –espeté

—Helen, no me colmes la paciencia –dijo acercándose a mí.

Me giré y entré ha mi habitación. No tenía ganas de hablar con él. Comenzaba a cansarme de que fuera tan controlador y si algo más pasaba, tendría que usar mis manos.

Por otro lado, Sherlock estaba confundiéndome. No tenía por que sentir celos de Moriarti así como yo tampoco debía sentirlos por Irene Arler.

Me recosté en mi cama y me envolví en las sábanas pensando en eso hasta que me quedé dormida.

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