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Los celos de Afrodita

Ahí le tenía, frente suyo; atormentando a la que podía llamar su mejor amiga. Miró el rostro de su madre que aclamaba molestia a la vez que diversión, entretenida mientras apretaba el rostro lloroso de Chloe mientras pensaba en qué hacerle por haberse metido con Ares.

Siendo sincero, Adrien se acordaba muy poco del tiempo que pasó con su madre y eso era porque antes de ser expulsado del Olimpo, no fue más que algo que la diosa ocultaba, una vergüenza e incidente del que se apenaba bastante. No entendía porqué si todos sus medios hermanos eran bastardos, pero al parecer, Adrien fue el hijo por el que Afrodita desarrolló menos empatía.

Siempre pensó que era debido a su padre, quizás era un dios muy déspota u horrible físicamente, incluso una bestia, o tal vez un simple mortal. Sea cual sea, Adrien siempre entendió que cuando fue desterrado su madre no lo extrañó.

Aún así le aturdía verla frente a él, con esa mirada tan intensa y pasional amedrentando a la pobre ninfa. Él también se sentía congelado ante la presencia de Afrodita, mas no permitiría que la siguiera lastimando.

—Déjala ya.— dio un paso hacia enfrente Adrien. La diosa ni siquiera volteó.—Que la dejes, te he dicho.— Adrien no gritaba, pero si utilizaba un tono de voz que podía hacer estremecer a cualquiera. La diosa seguía ignorándolo. Sentía la impotencia recorrer por las venas. Alzó su mano y empezó a avanzar hacia ella.— Suéltala, es una orden,— dijo en tono seco.— no te lo quiero volver a repetir.

Para ese punto el rubio ya estaba frente a la diosa y la ninfa, colocando su mano (dadora de la destrucción) a un par de centímetros de la muñeca de la diosa que sostenía con fuerza el cuello de Chloe. Afrodita sólo sonrió.

—Adrien, cuanto tiempo sin verte.— mencionó Afrodita con cierto tono ácido.— Hijo, por favor, entiendo tu enojo contra mí pero mi asunto con ella es aparte.

—Tu asunto con ella me corresponde a mí también.— respondió casi de inmediato, sintiendo como sus venas se tensaban.— Dime, si toco tu rostro ¿Cuánto tiempo tardará en regenerarse tu belleza?— la amenaza era clara, sin embargo, Afrodita rió.

—¿Regenerarse?— tiraba entre risas.— Soy una diosa, no me confundas con una alimaña cualquiera. Tus poderes no hacen efecto en mí.— la mujer regresó a verlo. Si bien, su belleza era indescriptible, también se opacaba con ese carácter tan irritante que tenía.

—Recuerda que fue un mismo castigo de Zeus el que me dio este don ¿Eres tan estúpidamente egocéntrica para creer que tus poderes son superiores a los de él?— la mujer apretó los labios y por fin, soltó el rostro del suelo aventándola al suelo de inmediato. Adrien quería ayudarla a levantarse, pero en este momento no podía bajar la guardia. Había hecho enfierecer a una diosa olímpica.

—No eres más que un dios menor para llamarme así, conoce tu lugar.

—¿No eres tú la diosa que se vino a humillar con una ninfa haciendo una escena de celos por alguien de más baja categoría? — contestó. La verdad es que ni siquiera sabía cómo estaba formulando las palabras sin titubear. Podía ver el semblante tenso de la diosa, claramente esa situación la estaba sacando de quicio.

Chloe seguía tirada en el suelo, inmóvil, no podía ver su rostro, ni siquiera parecía estar respirando. Mierda.

—Una ninfa no se puede meter con el dios de la guerra, y tú no eres nadie para nosotros. Sólo acomodo a ambos en su posición.— la diosa puso un pie sobre el torso del cuerpo tirado de Chloe. Adrien tenía miedo, podía sólo estar,e colocando un peso ligero o podía estar apretando con toda su fuerza y él no lo notaría.

Adrien la empujó y avanzó hacia ella. Ya no la estaba viendo como su madre, como una figura olímpica, ni siquiera como una diosa: sólo era una mujer enferma que lo estaba amedrentando.

Esta vez, Adrien la sujetó con fuerza de la muñeca y la miró con todo el odio que pudo. Sí, en parte era por lo de Chloe, pero también había más historia entre ellos: abandono y humillación, Adrien no se había percatado cuanto rencor le tenía a la diosa hasta ese momento, y en verdad que era demasiado.

—Suéltame de una vez y lárgate antes de que te arrepientas.— exclamó la diosa intentándose zafar en vano del agarre del joven. Afrodita sabía muy poco de su hijo, pero entendía que Zeus realmente había sido un estúpido al darle tanto poder a un desterrado. Podía verlo en sus ojos, todo lo que habitaba ahí era caos y un deseo voraz de destrucción, tan incontrolable en su estado más puro, tan infinitamente distopico para ser parte del equilibrio.— Por eso es que estás aquí ¿Qué no lo ves? Jamás vas a figurar con el resto. Eres una completa vergüenza.

Cuando era más joven muchas veces imaginó cómo sería el reencuentro con su madre. Se sentaría con ella y charlaría por horas sobre todo lo que había aprendido en el plano mortal, lo poco mucho que sabía del amor y despedirse con un abrazo.

Pero se le olvidaba como eran los dioses, incapaces de sentir amor más que por ellos mismos, de entender el significado de "familia". Ella no era su madre, nunca lo fue.

—Lárgate.— exclamó una vez más, siendo incapaz de responderle otra cosa. La mujer lo vio con coraje y después sólo cerró los ojos relajando la quijada. Se zafó por fin del agarre del rubio.

—Me retiro, no vale la pena seguir esta discusión.— respondió Afrodita y viró hacia el piso donde se hallaba aún tirada Chloe.— Entérate, sucia ninfa, qué sigues viva por el amor que le tengo a mi hijo.— alzó la mirada hacia Adrien. Por dios, ni siquiera mentía bien.— El amor de un dios te salvo.— y empezó a dar sus primeros pasos alejándose, mientras Adrien todavía la observaba sintiendo que todo su interior hervía.— Esto no pasara por alto, haz crecido siendo un niño muy caprichoso.

Y se alejó por fin, caminando con la gracia de un cisne. Adrien se mantuvo viéndola hasta que por fin desapareció del plano.

—Chloe.— escuchó exclamar al mortal que se acercaba corriendo hacia el cuerpo tendido de la rubia. La tomó entre sus brazos y por fin volteó su rostro hacia la luz. Sucia Afrodita.

No se dio cuenta ni cuando lo hizo, pero el rostro de lo que solía ser una muy atractiva Ninfa ahora tenía piel rugosa, como si se la hubiera quemado, sus labios carnosos y dulces ahora eran delgados y seco. El resto de su cuerpo permanecía igual, así como su cabello. Seguro era un castigo para ella, atraer a los hombres con lo que aparenta ser para cuando se acerquen vean el horrible ser en la que la convirtió y se alejen.

—Chloe.— volvió a pronunciar Luka. ¿De dónde salió él? ¿Desde hace cuando se conocían? ¿Por qué lucía muy preocupado por ella?  Adrien agachó la mirada apenado, eso no importaba, lo que importaba era lo tarde que había llegado para salvarla de los celos legendarios de esa diosa.

—Ella sigue viva.— decía con pesar.— Aunque no sé la vida que le espera ahora.

Plagg quien había permanecido con Marinette contemplando aquella escena se acercó hacia el rubio y colocó una mano sobre su hombro en señal de apoyo. Podía imaginar el odio que ahora mismo Adrien sentía por los dioses, algo mismo le seguía ocurriendo tras imaginarse la caótica y asquerosa muerte de Tikki. Sin embargo no podía admitirlo en voz alta.

—Conozco a alguien que quizás pueda tomarla como protegida.— mencionó.— Puedo hacer que le lleven su cuerpo, vivirá de forma decente; te lo puedo asegurar.— en ese momento Luka aferró el cuerpo de la fémina hacia él y lo tomó como si no quisiera que nadie más en ese mundo le pusiera una mano encima, como si fuera oro y el un avaricioso rey.

—No.— dijo casi gruñendo Luka. Marinette podía notarlo tenso, molesto, con un tono de rencor en su mirada. Él ladeó la vista intentando tranquilizarse.— Agradezco su ayuda, mi dios; pero, si me concede su permiso, quiero hacerme cargo de ella de ahora en adelante. Ya bastante ha tenido con estos conflictos divinos.— Adrien apretó los labios, estaba hablando estupideces.

—¿En serio? ¿Y cómo planeas cuidar de una ninfa? ¿Llevándola a tu pueblo y fingir que son sólo una pareja más?— interrogó con coraje. Es que estaba siendo demasiado ingenuo, demasiado descuidado. Luka negó.

—¿Y ha vivido una vida mejor entre los dioses y criaturas divinas?— no lo veía a los ojos, sin embargo sus palabras eran directas.

—Lo dices como si los humanos nunca la hubieran lastimado.— respondió.

—¿No entiende? Esto no se trata de quien la ha lastimado más, sino de donde puede estar a salvo. Y, créame...— alzó la mirada viendo directamente hacia Adrien, sinuna pizca de temor. Ni siquiera el mismo sabía de donde conseguía el valor para hablarle así al dios de la destrucción.— le doy mi palabra de que cuidare de ella con toda mi alma.

No había duda, estaba hablando en serio ¿pero eso podía significar algo? Si Ares volvía fácilmente se podría deshacer del chico y hacer de las suyas con Chloe.

—Plagg ¿quién es el protector?— no tomaría una decisión hasta que el sátiro le respondiera esa pregunta.

—No lo puedo decir.— respondió. Adrien bufó.

—Necesito saber si es mejor dejarla con un simple humano o con quien sea que tú dices.— Marinette en ese momento notó lo diminutos que eran los de su clase en ese mundo, de remplazo fácil; incluso para él. Ahora entendía mejor la impotencia de Luka, pero no interferiría porque Adrien tenía un punto, cualquier otra criatura tenía más poder para cuidar a una ninfa vulnerable.

—Tengo prohibido decirlo.— Adrien volteó a ver exasperado hacia el sátiro. Todo esto ya lo estaba sacando por completo de quicio. No pudo llegar a tiempo, y ahora no podía protegerla del caos que seguramente estaba por venirse sobre él. Por Zeus, se sentía tan asqueroso.

—Plagg no te lo estoy pidiendo, tu dios te lo ordena.— su voz era ronca, imponente; estaba en una posición amenazante, parecía que su torso de alguna forma se había ensanchado más y unas venas negras se dibujaban sobre sus brazos de manera tenue. Sí, al azabache también se sentía amenazada, intimidada.— ¿Me lo vas a decir?

Plagg suspiró y apretó los ojos.

—No.— respondió una vez más. Al menos si ahora moría a manos de ese dios, podría alejarse de este lío. Adrien por fin entendió a que se debía todo esto. Si Plagg no se sentía en deber de decirlo en presencia de un dios menor, era porque sus órdenes iban de otro dios, uno olímpico quizás.

Un dios le daría protección a Chloe y con eso le bastaba a él.

—Llévatela.— ordenó más relajada. Luka no soltaba el cuerpo aún así, parecía que acaba de notar algo. La ninfa por fin abrió los ojos, seguían siendo tan atractivos a pesar de sus párpados irregulares. Luka y Plagg permanecieron en silencio mientras veían a la ninfa. Adrien no entendía lo que estaba sucediendo.— ¿Pasa algo más? Porque de repente ambos han callado.

Luka tomó un mechón de la rubia y lo quitó de rostro con dulzura.

—Su voz le fue arrebatada.

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