Humano inútil
Marinette permanecía callada mientras sus padres la veían encantados. Hacia unos minutos un vocero había anunciado que la joven había sido escogida para convertirse en la esposa de un dios y que por lo tanto nadie podía osar tener ni siquiera sucios pensamientos sobre ella.
En cualquier otro momento estaría feliz, después de todo aquel ser divino le dispondría de una vida donde ella se sentiría en calma, amada, infinita. Mas la imagen de aquella Ninfa persistía en su cabeza, la horrorosa consecuencia de llegar a estar en la atención de un dios, y si bien Adrien era un dios distinto a todos, nada le decía que un ser divino no llegaría a intentar matarla sólo por ser cercana a él.
Aún así ella decía que amar era un juego de valientes, y que morir es un precio muy bajo para la sensación de vivir aquella emoción.
Pero si moría, Adrien volvería a estar solo, su pueblo sufriría las consecuencias; realmente se estaba muriendo de miedo.
—Yo siempre supe que mi línea se cruzaría con un dios, era demasiado obvio.— exclamaba su madre a una de sus amigas.— Imagínense si engendra a un semidiós, que honor.— las mujeres reían con ella, pero desde ahí podía notar como aquellas sólo veían con envidia y discordia a su madre. Era una imagen triste en realidad. Marinette se levantó de la mesa, no soportaba más esto.— ¿A dónde vas, mi amor?
"Mi amor" su madre nunca pronunció una palabra dulce a ella todas esas veces que le limitaba la comida, que le gritaba cuando llegaba con un pequeño rasguño, ni todas esas veces que la hizo llorar diciéndole que ni siquiera era digna de existir.
Pero ahora, la mujer la amaba.
—Voy un rato al campo.— respondió seria.
—Pero no es la hora indicada para salir para una mujer como tú. Además tu prometido no está ahora en el pueblo, deberías quedarte en casa hasta su regreso.— no necesitaba que ella le recordara que Adrien y Plagg habían llevado con un protector a aquella ninfa, y que aunque ahora era protegida por la palabra de Adrien, no volvía más que a ser una simple mortal.
Solamente se paró sin prestarle mucha atención a su madre, escuchó su voz de fondo llamándola pero ni siquiera le prestó atención. Necesitaba respirar.
De camino al campo pudo sentir como la mirada del pueblo se cargaba sobre ella, sobre el hecho de que todavía siguiera caminando entre ellos como si nada, cuchicheando si era o no merecedora del amor de un dios. "Es demasiado delgada" decía una mujer, "es sólo una mugrosa niña" escuchó a alguien más.
—No les prestes atención.— a su lado escuchó la voz triste de Luka, incluso algo acida. Volteó a verlo, caminaba a su paso como si quisiera acompañarla, sin embargo parecía tan ensimismado en sus pensamientos que incluso se sentiría como una intrusa si se atrevía a preguntarle que le sucedía.—¿Vas al campo?— Marinette sólo asintió.— Bien...— continuó sin regresar a verla.— Te acompaño.
Sonaba muy mal: herido, débil, de alguna manera lastimado. Era su mejor amigo, incluso alguna vez se llegó a imaginar la idea de que serían más; era una tonta por no haberle preguntado cómo se sentía al respecto con todo esto, por ni siquiera haberlo considerado.
El resto del camino fue en completo silencio, algo extraño en él: siempre hacia una charla amena, buscaba sacarle risas; pero aunque no sabía cómo, él de alguna manera se había involucrado en este asunto con Afrodita, y quizás no la estaba pasando bien.
Se sentaron en un pequeño sumidero al que solían ir antes de todo esto, donde el panorama sólo se acompañaba con sonidos de aves y el viento silbando contra los oídos. Lo escuchó dejar caer su espalda contra el césped y soltar un largo suspiro.
—Has cambiado.— soltó de repente llamando la atención de la azabache.— Recuerdo hace unos meses que veníamos aquí, me parecías una frágil crisálida que soñaba con proteger; yo, incluso, consideré que si lograba convencer a tus padres de que te casaras conmigo, construiría nuestra casa aquí, alejada de todos los problemas para mantenerte a salvo.— Luka siempre fue muy claro con sus sentimientos hacia ella, y normalmente ella no tenía problema con que los expresara; pero podía ver venir lo que trataba de decir.— ¿Sabes? A pesar de que desde niña fuiste criada para casarte con un dios o un adinerado, yo siempre creí que tus padres te terminarían casando con cualquier otro y tú lo terminarías aceptando; pero de alguna manera cambiaste tu destino y encontraste el amor por tu propia mano.
Marinette sonrió, parecía aceptar la idea de que estuviera con Adrien; pero aún así se le veía un mal gesto en el rostro. Tomó valor.
—¿Hay algo más?— preguntó la fémina temerosa de la respuesta.
—Marinette, tú lo amas ¿verdad? Lo amas de esa forma que te hace sentir que cuando estás con él, ni tú eres una mortal ni él un dios.— era demasiado directo para su comodidad. Ella giró la vista, ya no entendía a donde estaba tratando de ir con todo esto.— Tomaré tu silencio como un sí.— dijo con pesar volviéndose a sentar y agachando la vista.— No seas ilusa.— su tono era cada vez más agrio.— Él sí es un dios.
Marinette se levantó molesta, aunque ni siquiera entendía bien por qué lo hacía.
—Luka, si esta es una escena de celos yo...
—¡No es una escena de celos!— gritó poniéndose de pie de inmediato. Marinette se sorprendió, él jamás le había alzado la voz ni mucho menos había lucido así de enojado con ella. Su rostro estaba totalmente descolocado, su respiración agitada y sus manos temblando. La tomó por el hombro.— ¿Qué no ves que tengo miedo por ti?— podía oír la desesperación en su voz. Pasó saliva con dificultad, seguía sin comprender.
—Luka...
—Marinette, yo...— apretó la quijada.— Estoy muy asustado.— su voz se quebraba.— Yo cuide de ti toda mi vida, después de Alya y luego de Nino; pero ahora, desde que te empezaste a juntar con ese dios has aprendido a defenderte sola por culpa de lo débil e incapaz que soy, igual los otros. No puedo proteger a nadie, antes de que pueda hacer algo me derrumbo. Desde que supe lo que te hacían tus padres prometí ser yo quien te sacara de esa situación...— se ahogaba con sus propias palabras, la angustia en su rostro era tanta que parecía obvio que el llanto no tardaría en llegar.— pero soy un inútil...— esa última palabra lo dijo con pesar, como si se hubiera tragado una piedra al momento de que lo decía.— y ahora no sólo los dejé de ayudar...— la ansiedad de su voz había desaparecido, siendo remplazada por una gran resignación y soledad.— si no que también soy el que tienen que salvar.
Dejó caer su cabeza sobre el hombro de la azabache y ahí, como si fuese un acto secreto, las lágrimas se empezaron a salir.
—No sé cómo seguirlos protegiendo si yo no soy más que un insecto aplastable.— artículo con dificultad, sintiendo cada vez más grueso el nudo de la garganta, sintiendo cada vez más difícil el acto de respirar.—No he hablado mucho con ella, es más, casi nada; pero sé que los dos nos sentimos igual de insignificantes.— soltó un profundo suspiro.— Pensé en que sí le hacía ver a ella que valía mucho, yo podría sentir que ayude a alguien. Pero el camino me puso a un dios, y recordé nuevamente que no puedo.
Marinette aguardó silencio sintiendo a la vez como las lágrimas de su amigo resbalaban por su hombro. A penas y podía imaginarse la impotencia por la que estaba pasando: siempre que pensaba en la imagen de alguien fuerte, imaginaba a Luka y sólo esperaba un día poder llegar a a ser como él.
Nunca pensó en lo débil que él percibía a su propia persona.
—Nadie puede contra un dios, Luka, ni siquiera yo.— respondió con tristeza.— El hecho de que me puedo enfrentar a otros mortales es porque me siento respaldada por uno, no por otra cosa.— apretó sus labios.— Sólo somos eso, humanos inútiles, la pieza más débil de un juego de guerra y control para ellos.— su amigo no regresaba su vista hacia ella,pero aún así sabía que la estaba escuchando con detención.— Pero aún así, tú siempre me inspiraste a que podía tener el control sobre mi propio destino. Sé que involucrarme con asuntos de dioses puede ser riesgoso, sin embargo es gracias a ti que siento que pase lo que pase conmigo al final, habrá valido la pena porque el tiempo que estuve viva viví mi propio concepto de felicidad y no el de nadie más.
Luka finalmente la regresó a ver anonadado por sus palabras, un poco incrédulo de ser la fuente de inspiración de una criatura tan temeraria como Marinette; pero se limitó a sonreír y abrazarla con fuerza, sintiendo que ahí siempre encontraría la paz y la fuerza que necesitaba para seguir adelante.
—¿Sabes que eres la mejor amiga del mundo y eso no quitará el hecho de que siga teniendo por ti?— Marinette respondió a su sonrisa de igual manera y le tomó la mejilla con dulzura.
—Y agradezco tu preocupación, saber que te importo me hace muy feliz.— le tomó las manos con fuerza y se les quedó viendo fijamente.— También me importas, Luka, y por favor, quiero que busques algo que te haga feliz a tu manera; no sólo algo a lo que te sientas destinado.
Luka sonrió y le depositó un beso en su cabellera como cuando eran niños, se despidió y por fin permaneció un rato sola.
—Ahora es mi turno de hablar contigo, Marinette.— ni siquiera se atrevió a voltear su mirada, reconoció perfectamente esa voz. Sintió un escalofrío pasar sobre su propia columna.— ¿Por qué no hablamos sobre mi hijo?
Era Afrodita.
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