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Capítulo 1: "¿Y qué carajos te pasó a ti?"

   —Estoy en camino, espero que sus culos estén esperándome en la estación en cuanto llegué, ¿me entiendes, Chase? —les advertí a través del teléfono, subiéndome al tren con destino a casa.

Aunque mi verano no había sido tan malo como esperaba, la sensación de volver a mi ciudad, con mis chicos, a mi vida habitual, era verdaderamente reconfortante.

Hacía un momento, me había despedido de mi tía y de Katia y Lana, quienes a pesar de estar tristes por mi partida, lucían al mismo tiempo ansiosas de lo que me esperaba al regresar.

—Ve allá y mueve ese gran trasero en esos sensuales shorts —me dijeron.

Durante el verano, ellas tiraron casi toda mi ropa holgada y reemplazaron la mayoría de mi equipaje con ropa nueva. No se trataba de ropa color rosa ni alguna prenda de otro color que me hiciera sentir mareada. Siendo honesta, era el tipo de ropa que me permitía usar. ¿Diferente? Sí, bastante, no tienen ni idea, pero a la vez, seguía siendo yo, solo que con unos arreglos nuevos; un ligero corte en mis ondas castañas, un poco de maquillaje, nueva ropa de la cual no me quejaba.

Nunca creí decir esto... pero me divertí mucho con las chicas.

Sí, con chicas.

Sin embargo, era hora de volver a la realidad. Probablemente la realidad significaba tener que enfrentar las caras y las burlas que sabía vendrían cuando los chicos me vieran luciendo así.

Por suerte, mi carácter seguía intacto, por lo que aún seguía teniendo dos buenos puños que podían impactar sus caras fácilmente si se atrevían a pasar el límite con sus comentarios.

Mientras viajaba a casa, no pude evitar pensar en todas las cosas que había experimentado con Lana y Katia. Les digo, "épicas" es la mejor palabra para definirlas. Debo confesar que tuve algunos microsegundos de culpa al estar consciente de que la tía Deph no sospechaba en absoluto que en vez de ir a reuniones con grupos de la Iglesia, íbamos de fiesta como si no hubiese un mañana.

Resulta que mis queridas primas tenían unas amistades un tanto salvajes, las cuales no estaban nada cerca de ser parte de grupos de la Iglesia. Era complicado mantenerles el paso a sus planes diarios de hacerse mierda y vivir para contarlo, sobre todo cuando era yo quien tenía la mejor tolerancia al alcohol de las tres y muchas veces se volvía mi responsabilidad arrastrarlas escaleras arriba sin que nadie se percatara de sus estados de ebriedad. Hubo muchos sustos incluidos en estas misiones extremas.

No hubo un día, después de esa llamada vía Skype, que me sintiera aburrida o fastidiada. Pasar tiempo con ellas fue tan divertido que más de una vez olvidaba contestar los numerosos e-mails que los chicos enviaban para saber de mí. Aunque eso no quitaba el hecho de que ningún momento dejé de pensar en ellos, preguntándome si la estaban pasando tan bien como yo.

Por supuesto que la pasaban de maravilla. Quien conociera lo suficiente a West, Chase y Sawyer, tenía claro que uno de sus tantos fuertes eran las fiestas... y las chicas. Siempre había sido así.

Ah. Hogar, dulce, hogar.

Tomé una profunda respiración, aspirando el aire de la ciudad mientras bajaba del tren. Al fin, estaba en casa. Por ahora, todo lo que quería hacer era tomar una siesta que durara una semana.

Katia y Lana se habían encargado de darme menos horas de sueño y más horas de diversión, así que no había dormido nada bien los últimos meses.

Uff, gloriosas resacas.

Saqué mi teléfono del bolsillo para marcarle a Chase, caminando dentro de la estación con mi equipaje ya en mano.

Joder, ¿se había vuelto más pesado o qué?

—Querido hermano —lo saludé colocando mi mejor voz burlona en cuanto contestó—. ¿Dónde diablos estás?

—Estamos esperándote en la salida, mueve tu trasero hasta aquí.

Colgó el teléfono antes de que pudiese decir alguna otra cosa y maldije internamente antes de comenzar a caminar hacia la salida, pasando por una multitud de sudorosas y ocupadas personas.

Todo en mí saltó de felicidad en cuanto vi a mis tres chicos parados justo en la puerta de la estación.

Dios, cómo los había extrañado.

Mi hermano Chase hablaba animadamente con West en su habitual vestimenta de camisas a botones y jeans favoritos. West, llevaba una camiseta del equipo de Baltimore de fútbol americano y se reía de algo que él estaba diciendo. Sawyer permanecía junto a ellos escuchando con atención, manteniendo su reputación de chico encantador, con su camiseta gris bajo una chaqueta de cuero y unos jeans grises oscuros, acompañándolos con unas muy geniales zapatillas negras.

A una vista muy, muy, muy alejada, podía entender la atracción que les generaban a las chicas de la escuela.

Repito, una vista muy, muy alejada.

Me acerqué a ellos, sonriente, aunque intentando ocultar lo ansiosa que me encontraba por ver sus reacciones. Me situé justo frente a los tres, esperando alguna respuesta efusiva de sus partes ante mi presencia. Sin embargo, al parecer ellos estaban ocupados mirando por encima de la multitud, buscando a alguien... buscándome a mí.

Estaba a unos pocos metros de ellos, ¿cómo era que no podían verme?, ¿tan cambiada les parecía?

—Eh, tontos —los llamé lo suficientemente alto para que me escuchasen.

Los tres bajaron la mirada hacia mí al mismo tiempo y sus ojos me examinaron durante demasiado tiempo como para hacerme sentir cómoda. No lo sé, supongo que se aseguraban de que fuese verdaderamente yo.

Les sostuve la mirada, fastidiada.

¿Solo se quedarían ahí paralizados sin decir nada? Hombre, ya me estaba dando hambre.

—¿Y qué carajos te pasó a ti? —West dio un paso atrás de la sorpresa, pestañeando repetidas veces, como si esa acción fuese a traer a la Dylan de antes.

Los tres habían paseado sus ojos desde mis zapatillas negras con tachuelas doradas, subiendo por mis piernas desnudas hasta mis shorts de mezclilla (nunca había usado shorts en público) y llegando hacia mi nueva camiseta atada sobre mi ombligo. Como aún no terminaba de acostumbrarme a la falta de ropa en mi piel, necesité acompañar el atuendo con una chaqueta de estampado militar.

Además, llevaba una considerable cantidad de maquillaje ahora mismo.

—Dylan... ¿Eres tú? —preguntó Chase, frunciendo el ceño.

Su rostro todo arrugado me decía que se encontraba sumergido en una especie de procesamiento mental. Pues sí, le pasaba cuando su única neurona trabajaba en exceso. Se recalentaba el pobre.

—Luces... eh... bien... como... eh... ¿una chica? —Sawyer sacudió la cabeza, balbuceando.

Puse los ojos en blanco, tratando de no mostrar el nerviosismo que de repente sentía.

—Bueno, pues, la última vez que fui al baño seguía teniendo una vagina, entonces supongo que sí, debo lucir como una chica —bromeé con completo sarcasmo.

Los tres se rieron histéricamente de mi comentario. Hasta parecían estar aliviados.

—¡Mierda! Me has dado un susto tremendo, Dylan, pensé que la tía Deph y mamá habían logrado cambiarte —suspiró mi hermano, llevándose una mano al corazón—. Pensé que te habíamos perdido, hermanis.

Él se acercó a tomar mi equipaje.

—Cierto —concordó West, sonando igual de aliviado.

—Cierto —añadió Sawyer también.

Me encogí de hombros, un poco intimidada por todo el momento. Para este punto no sabía si hubiese preferido las burlas que esa extraña reacción de sus partes.

—¡Bien! Salgamos de aquí ya, necesito arreglar unos asuntos antes de esta noche —comentó West, logrando aligerar la extraña atmósfera que se había creado.

—¿Quién será la afortunada esta noche, West? —le pregunté burlona, esperando su evidente respuesta.

Siempre había una chica.

—Nada de eso —contestó, con sus ojos azules revoloteando con entusiasmo—. Iremos a una fiesta, bebé.

"Bebé", desde que tenía memoria de nuestra amistad, ese era su sobrenombre para mí, el cual me había costado un buen tiempo digerir, pero ya me encontraba en un espacio donde podía tolerarlo.

—La fiesta del final de verano —inquirió Sawyer, dedicándome una media sonrisa—, este año será una fiesta rompe-culo. ¡Estará genial!

—Y tú, sexy shorts, vendrás con nosotros. —West se acercó a colocar su brazo sobre mis hombros, poniendo todo su robusto peso sobre mí.

—Oye, idiota, no soy tu mesa, largo de aquí. —Lo empujé lejos, aunque sin tener éxito en eso de no reírme.

—Sí, esta vez te llevaremos con nosotros. Pensamos que es una compensación por el hecho de que no fuimos a secuestrarte en New Orleans y pasaste todo un verano con una especie de Hitler —me explicó Chase mientras salíamos hacia el aparcamiento en busca de su camioneta—. Estoy casi seguro que siquiera te dejaban ver una fiesta por televisión.

No respondí a eso.

Sí, claro, si tan solo supiera...

—¿Acaso tenían una televisión? —indagó Sawyer, divertido.

Los cuatro soltamos una carcajada.

—Sí, tenían una... solo una. Y con canales restringidos —le contesté, encogiéndome de hombros.

Porque era cierto, la tía Deph tenía un serio problema en cuanto a lo que Katia y Lana pudieran ver en la televisión, algo así como si pensara que un programa de televisión como Grey's Anatomy las corrompería y las llevaría a tener sexo en un hospital, por lo que el único aparato estaba en la sala de estar y se utilizaba en pocas ocasiones solo para ver películas familiares estrictamente elegidas por la tía Deph.

Se volvieron hacia mí, mirándome como si estuviese loca.

—¿Me estás jodiendo? —expresó West con ojos muy abiertos—. Vaya, eso sí que es una mierda.

—Lo es, pero ya la tortura pasó, hermanis, es hora de que festejemos al mejor estilo de la ciudad —intervino mi hermano, luciendo emocionado.

Cuando ya nos encontrábamos cerca del Jeep de Chase, fue imposible para mí no escuchar el absurdo, pero digno comentario que salió de la boca de mi amigo West.

—Oye, ¿tú sabías que Dylan tenía ese trasero? —Escuché que le preguntaba a Sawyer intentando no ser ruidoso, pero fracasando.

Puse los ojos en blanco.

¿En serio?

—Sí, West, siempre ha estado ahí —contestó Sawyer, escuchándose algo fastidiado.

—Vaya, ¿y cómo es que ha pasado tan desapercibido?

Una pequeña sonrisa se escapó de mis labios sin poderla detener.

Enseguida cayó como un ancla. ¿Por qué sonreía ahora? Eran comentarios típicos de ellos dos; incluso, debía asquearme al saber que estaban mirando mi jodido trasero.

¿Acaso me gustaba que me miraran de diferente forma?

Joder, se trataban de West y Sawyer. ¿Qué rayos pasaba conmigo?

Debía sacudir esos pensamientos y enfocarme en la supuesta fiesta.

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