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Nos entendemos en muchos aspectos y uno de ellos es en la intimidad.
Es jodidamente sexy y sabe lo que le gusta y lo que no. Me vuelve loco con su seguridad y también me ha enseñado a explorar partes de mí y gustos que anteriormente nunca me imaginé explorar.
—¿Fizzi?— Pregunté una vez que acabamos de hacer el amor, dijo que iría al baño y volvería en seguida, pero ya estaba tardando muchísimo. Salí en su búsqueda.— ¿Felicity?— Pregunté antes de entrar. La puerta del baño estaba medio abierta.
La conseguí allí, tirada en el piso con la piernas encogidas hasta la barbilla, viendo directamente su reflejo en el gran espejo del baño.
— ¿Amor, qué sucede?, ¿Qué está mal?— Le pregunté preocupado poniéndome a su altura, sus ojos estaban rojizos, como prueba de que había estado llorando.
— Odio lo que veo en el espejo, Binnie.— Su voz sonaba rasposa y la falta del brillo que caracterizaba sus ojos me hizo derrumbarme.— Odio cada parte de mi cuerpo, no me gusta. ¡Lo odio, lo odio, lo odio!— Las lágrimas volvieron a brotar. Me aferré a ella para consolarla.
— Eres preciosa, amor.— Le susurré al oído, tratando de tranquilizarla, pero sus sollozos se hicieron más fuertes.
— Odio este cuerpo, si tan solo fuera bonita como las demás chicas.
—Tú eres bonita...
Pero por más que se lo repitiera una y otra vez ella no me iba a creer. Aún cuando ante mis ojos era perfección en su máxima expresión.
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