20
-Cuenta la historia, que en lo profundo del bosque habita un terrible ogro...
Naz comenzó a reír a carcajadas cortando el relato de su amiga. -¡Por favor Zoi! No otro de tus cuentos de fantasía. -Dijo apenas logró recuperar el aire.
-Naz, que falta de respeto. -Adri le golpeó el brazo con el dorso de la mano. -Me encantan sus historias. -Finalizó suspirando.
-A mi también me gustan sus cuentos, pero hoy referiría algunas de las cochinadas que tiene Naty en su haber. -Y una nueva ronda de risas invadió la tienda de campaña donde las cuatro amigas compartían.
Era una tradición para estas mujeres pasar una semana juntas ya que los compromisos personales apenas les dejaban tiempo el resto del año. Organizaban sus vacaciones con meses de anticipación y luego de elegir un destino solo quedaba esperar a la fecha. Este año habían decidido dejar de lado los hoteles o cabañas para aventurarse a un campamento.
-No es un cuento. -Se defendió Zoi. -Estuve investigando un poco la historia del lugar, claro que son solo leyendas y ya sabes cuanto me gustan esas historias.
-Pero... ¿Acaso es una historia de amor? -Preguntó Naty. -Porque seguro y hay cochinadas de por medio y el ogro tenía una verg...
Adri no dejó que terminara la frase tapando su boca. -No nos interesa el bulto del ogro.
-¿Cómo que no? -Intervino Naz. -¿Acaso no recuerdas la partusa que se mandaron el lobo y la caperuza? Cuando el lobo se comió a la muchacha y el leñador de dió al lobo...
Zoi no pudo evitar reír a carcajadas recordando la adaptación que sus amigas habían inventado del cuento infantil, Adri negaba con la cabeza al tiempo que también comenzaba a reír.
-Por eso amo nuestras vacaciones.
-Bien, continúa con la leyenda. -Propuso finalmente Naz.
-Ok. El tema es que el supuesto lugar está en la parte más inaccesible, por algo es un ogro. Lo que la gente de aquella época decía era que se comía, y hablo literalmente de almorzar o cenar, a mujeres jóvenes vírgenes...
-¿Lo ven? Eso de la comida no me va, el ogro seguramente les quitaba la virginidad antes de cenar.
-Naty, definitivamente estás necesitando que tu marido haga algo.
-Lo hace y muy bien, no por nada se queda con los mellizos, para pagar por su pecado.
-Él no es el culpable y lo sabes, tus hermosos gemelos fueron obra tuya, así como mi hermosa y tranquila princesa. -Acotó Adri.
-No sabría que decir, nosotros pensamos buscar un bebé en cuanto regrese de las vacaciones. -Agregó Zoi.
-Ni loca. -Saltó Naz a la defensiva. -Ni siquiera tengo interés en formar una pareja estable y perderme del placer ocasional. Mucho menos atarme a un niño, apenas si puedo con mi sobrino.
-La maternidad no es para todas, aunque así lo crean. Pero basta de hablar de maridos e hijos. Estamos aquí justamente para evitar todo eso y tener las energías suficientes para abordar el año. -Dijo Zoi. -Volvamos a lo del ogro porque aparentemente después de caer rendido a los pies de su última víctima no lo volvieron a ver. Dicen que se enamoró y levantó una muralla alrededor de su hogar.
-Los ogros no viven en hogares bonita. Seguro y era un cuchitril como decía el burro de Shrek. -Naty batia sus manos enérgicamente para exponer su punto.
-Lo que sea. Nosotras básicamente estaríamos salvadas porque ninguna es virgen, al contrario, somos mujeres que disfrutan sanamente de su sexualidad. Adri opinó con una seriedad que generó una nueva ola de risas.
-Adri, creo que ninguna de nosotras pensamos que algo remotamente parecido pudiera pasar, y todo esto es solo una leyenda. -Aclaró Zoi cuando vió el gesto de frustración en su amiga, que tenía por costumbre buscar la lógica en sus conversaciones.
-En fin, creo que deberíamos dormir, mañana tenemos que levantarnos temprano para recorrer el arroyo que lleva a la cima del monte. Y eso está bastante lejos.
Eran pasadas las 4 de la tarde cuando finalmente ellas y el grupo de campistas y su guía llegaron al final del recorrido. La vista era preciosa, se podía apreciar el recorrido del arroyo cuesta abajo y del otro lado la espesura del una selva interminable.
-¿Por allí se supone será el centro? Porque de ser así se debería ver la famosa muralla del ogro. -Dijo Naty señalando hacia la espesura.
-Tiene razón. -Opinó Adri. -Son puras mentiras que inventaban para que las mujeres no disfrutaran del placer físico.
Pero Naz, por alguna razón no estaba oyendo, algo había captado su atención y miraba un punto fijo entre los árboles. Le había parecido ver algo que se movía rápidamente, pero no era un animal, aunque lo más raro era que ni siquiera parecía caminar. No quiso decir nada para no volverse el centro de broma de sus amigas, pero siguió buscando.
-Voy a hacer pis. -Se excusó sabiendo que le darían el espacio necesario para alejarse.
Se dirigió justamente hacia donde había visto la cosa extraña. Caminó varios metros, perdiéndose entre las plantas, pero siempre atenta a los ruidos de las personas.
-Psh.
Alguien chistó, estaba segura, agudizó el oído y lo volvió a oír, venía desde arriba.
Cuando elevó la visita, una persona, literalmente una persona estaba de cuclillas sobre la rama de un árbol. Naz siguió con la vista el tronco para comprobar que no había forma de escalar. La persona volvió a chistar, no alcanzaba a ver su rostro por culpa de las sombras.
Una sensación extraña le recorrió el cuerpo, pero no era miedo exactamente.
El sujeto entonces se paró en la rama y asomó su rostro a la luz. Naz quedó impactada por su belleza, le recordó a los elfos del señor de los anillos pero de cabello negro y ojos rasgados. Era la perfección personificada.
Su elfo entonces se dejó caer desde lo alto, y para más maravillas él desplegó un precioso juego de alas que amortiguaron el aterrizaje. Justo delante de ella que se encontraba sin poder hablar.
-¿Esperabas un ogro? -Susurró a su oído con voz suave, perfecta y masculina. -Pues no soy un ogro. Soy un ser mágico, y no como vírgenes.
Naz parpadeó confundida. ¿Acaso ese ser mágico las había oído? Se alejó apenas, para observar detenidamente su perfecto rostro.
-¿Cuál es tu nombre?
-Soy SeokJin, guardián del bosque y rey de las hadas. También tengo la capacidad de encontrar hadas perdidas, ellas vienen solas hasta este bosque en algún momento de su vida. Él las llama hasta que finalmente responden al llamado. Soy quien te llevará a nuestro reino, en el centro del bosque.
Naz entonces dió un paso firme hacia atrás. -No voy a dejar a mis amigas...
Ellas y todos los que alguna vez conociste ya no saben que existías, es parte del hechizo, la naturaleza te reclama y no quiere que nadie sufra tu ausencia.
Naz miró hacia atrás, hacia el lugar donde supuestamente estaba el resto de las personas dándose cuenta que ya no se oían sus voces.
El ser mágico extendió su mano. -¿Vamos a comprobar?
Algo en ella le hacía confiar ciegamente en él, tomó su mano y juntos fueron hasta el lugar.
Ni siquiera había un sendero, el camino que había recorrido para llegar hasta allí ya no existía.
-Te lo dije Naz, la madre naturaleza hizo su llamado, ya nadie tiene recuerdos de tu existencia, tus amigas están disfrutando de u a hermosa tarde descansando en el campamento, reponiendo energías para continuar con sus vidas. A partir de ahora formarás para de nuestro mundo mágico.
Entonces la verdadera magia ocurrió, una luz comenzó a brotar de su piel, su ropa desapareció y en su lugar apareció un atuendo similar al del hombre mágico y de su espalda brotaron un hermoso par de alas lilas. Su cabello creció hasta llegar a su cintura y sin siquiera proponerlo comenzó a flotar en el aire.
El la tomó nuevamente de la mano y juntos volaron hacia el centro del bosque.
aksj1992
El reino de las hadas era un lugar de indescriptible belleza, con bosques encantados y ríos cristalinos, iluminados por la luz suave de las luciérnagas. En su centro se erguía el majestuoso castillo de SeokJin, el rey de las hadas, cuya belleza y gracia eran legendarias. A pesar de su apariencia juvenil y su aire de serenidad, SeokJin gobernaba con una sabiduría milenaria.
La llegada de Naz, una humana con un vocabulario colorido y un carácter audaz, sacudió los cimientos del tranquilo reino. Desde el primer encuentro, su personalidad franca y sus palabras afiladas como espadas capturaron la atención del rey.
Naz había llegado al reino de las hadas de una manera fortuita. Buscando refugio de una tormenta, había encontrado un portal oculto en el bosque de su mundo, un portal que la llevó directamente al reino de SeokJin. Perdida y fascinada por la nueva realidad, no tardó en cruzarse con el rey mientras este paseaba por el jardín real.
—¿Quién demonios eres tú? —soltó Naz, sin medir las consecuencias de sus palabras, al ver la figura etérea y resplandeciente de SeokJin.
El rey, acostumbrado a la cortesía y reverencia de su pueblo, se quedó boquiabierto ante la falta de tacto de Naz. Pero en lugar de enfadarse, una sonrisa divertida apareció en su rostro.
—Soy SeokJin, el rey de este reino. ¿Y tú, atrevida mortal, quién eres?
Naz, con su desparpajo habitual, respondió sin titubear.
—Soy Naz, y no me gustan los títulos. ¿Puedes ayudarme a encontrar el camino de vuelta a casa?
SeokJin, intrigado por la audacia y la frescura de Naz, decidió que esta humana merecía su atención. La invitó a quedarse en el castillo hasta que pudieran encontrar una manera de devolverla a su mundo. Durante los días siguientes, Naz y SeokJin se conocieron mejor. La humana descubrió que detrás de la fachada perfecta del rey había un ser que anhelaba la simplicidad y la honestidad que Naz ofrecía sin reparos. A su vez, SeokJin mostró a Naz las maravillas del reino de las hadas, algo que ningún humano había visto antes.
Sin embargo, no todo era paz y armonía en el reino. Una amenaza oscura acechaba en las sombras, esperando el momento adecuado para atacar. La Bruja de los Bosques, una hada desterrada por sus artes oscuras, había estado buscando una oportunidad para vengarse de SeokJin y recuperar su poder.
La llegada de Naz no pasó desapercibida para la Bruja. Con un hechizo antiguo, logró secuestrar a Naz, llevándola a su guarida en lo más profundo del bosque prohibido. SeokJin, al enterarse del secuestro, sintió una furia y una desesperación que nunca antes había experimentado. Reunió a su ejército de hadas y emprendió una misión de rescate.
Naz, con su valentía innata, no se dejó amedrentar por la Bruja. Mientras la Bruja intentaba arrancarle información sobre el reino y sus defensas, Naz utilizó su astucia para distraerla y ganar tiempo. Con palabras mordaces y su inquebrantable espíritu, Naz logró enfurecer a la Bruja lo suficiente como para que bajara la guardia, permitiéndole buscar una oportunidad para escapar.
Naz con voz firme.
—¿Sabes, Bruja? Puede que tengas tus trucos oscuros, pero yo soy la verdadera maestra de la magia. Así que prepárate para ser derrotada.
La Bruja la miró frunciendo el ceño.
—¿Cómo te atreves a desafiarme?
—Porque soy Naz, y no me asusto fácilmente.— aunque por dentro tenía miedo, extendiendo los brazos hacia— ¡Escúchenme, sombras! Soy la voz que las guía. ¡Únanse a mí y obedezcan!
La Bruja observó con desprecio.
—¿Crees que puedes controlar a las sombras?
—No lo creo, lo sé —. responde Naz tocando su pecho— Mi magia no proviene de grimorios polvorientos ni de conjuros olvidados. Está aquí, en mi corazón.
La Bruja habla con burla.
—¿Y qué harás con ese poder, pequeña bruja?
—Lo que sea necesario para proteger a mi gente.— Naz responde, con una sonrisa desafiante — Cada palabra que pronuncio es un hechizo, cada gesto, una invocación. Así que ten cuidado, Bruja.
La Bruja grita con ira.
—¡Eres insolente!
—Y tú eres la que subestimó a una simple mortal.
En este enfrentamiento verbal, Naz demostró su valentía y determinación, utilizando sus palabras como armas para mantener a raya a la Bruja.
SeokJin y su ejército llegaron justo a tiempo. Una batalla feroz se desató entre las hadas del rey y las criaturas oscuras de la Bruja. Naz, viendo la oportunidad, se unió a la pelea con la valentía de alguien que no tenía nada que perder. Juntos, SeokJin y Naz lograron derrotar a la Bruja y liberar al reino de su oscura influencia.
Al regresar al castillo, SeokJin se dio cuenta de que sus sentimientos por Naz habían crecido más allá de la curiosidad y la fascinación. Había encontrado en ella un espíritu afín, alguien que podía desafiarlo y complementarlo de maneras que nunca había imaginado.
—Naz, ¿te quedarías en mi reino? —preguntó SeokJin, tomando la mano de Naz.
Ella, con una sonrisa pícara, respondió:
—Solo si me prometes que nunca será aburrido.
Y así, Naz se quedó en el reino de las hadas, donde su audacia y su espíritu libre trajeron un nuevo amanecer, lleno de aventuras y amor, para SeokJin y su reino encantado.
El reino de las hadas pronto se acostumbró a la presencia de Naz. Su actitud desenfadada y su capacidad para hablar sin filtros aportaron una frescura inusual a la corte. Los habitantes del reino, aunque al principio sorprendidos por su presencia, comenzaron a respetarla por su valentía y su capacidad para enfrentarse a cualquier situación con ingenio.
Sin embargo, la paz alcanzada tras la derrota de la Bruja de los Bosques no duraría mucho. Rumores sobre una antigua profecía comenzaron a circular entre las hadas. Decía que una humana, al cruzar al reino de las hadas, traería consigo grandes cambios y desafíos, pero también el potencial para una era de prosperidad.
Una noche, mientras SeokJin y Naz paseaban por los jardines iluminados por la luna, un consejo de ancianos del reino solicitó una audiencia urgente con el rey. Los ancianos, seres sabios y viejos como los propios bosques, trajeron consigo un viejo pergamino descolorido por el tiempo.
—Majestad, hemos encontrado algo inquietante —dijo uno de ellos, desplegando el pergamino ante SeokJin y Naz.
El pergamino hablaba de una alianza antigua entre el reino de las hadas y el reino de los dragones, una raza formidable y poderosa que había desaparecido hacía siglos. La profecía indicaba que solo una humana podría despertar a los dragones y restaurar la alianza, crucial para enfrentar una amenaza aún mayor: el retorno de los Señores de la Oscuridad, enemigos ancestrales de las hadas.
Naz, observando el pergamino con curiosidad, comentó:
—Así que, ¿necesitáis que despierte a un dragón? Suena bastante sencillo para alguien que ha manejado peor.
SeokJin, aunque preocupado, no pudo evitar sonreír ante la confianza de Naz.
—No será sencillo, Naz. Los dragones son criaturas poderosas y sus sueños son profundos. Pero si alguien puede hacerlo, eres tú.
Naz aceptó el desafío sin dudarlo. Con la ayuda de SeokJin y un grupo de hadas guerreras, emprendió el viaje hacia la Montaña de los Dragones, un lugar envuelto en leyendas y temores.
El camino fue largo y lleno de peligros. Enfrentaron bestias salvajes, trampas mágicas y las pruebas que la montaña misma les imponía. Pero Naz, con su ingenio y valentía, superó cada obstáculo, ganándose aún más el respeto de las hadas que la acompañaban.
Finalmente, llegaron a la cueva donde el último de los dragones dormía, un ser colosal y majestuoso llamado Draconis. Su piel, como el ónix y el fuego, brillaba con una luz propia en la oscuridad de la cueva. Naz, con una mezcla de temor y determinación, se acercó al dragón dormido.
—Despierta, Draconis —dijo Naz con firmeza, aunque su voz temblaba ligeramente—. Tu reino te necesita.
Al principio, no hubo respuesta. Pero Naz, recordando las historias de cómo los dragones respetaban el coraje, decidió contarle al dragón sobre sus propias aventuras y su promesa a SeokJin. Poco a poco, la cueva comenzó a vibrar con una energía antigua. Draconis abrió sus ojos, dos brazas de fuego líquido, y miró a Naz con una intensidad que casi la derriba.
—Humana, tu audacia me ha despertado. ¿Qué deseas? —rugió Draconis.
Naz, sin retroceder, explicó la situación y la necesidad de restaurar la alianza para enfrentar a los Señores de la Oscuridad. Draconis, tras una pausa que pareció una eternidad, aceptó unirse a su causa.
Regresaron al reino con Draconis volando majestuosamente sobre ellos. La presencia del dragón infundió un nuevo ánimo en el reino de las hadas. Sin embargo, la noticia del despertar de Draconis también llegó a los oídos de los Señores de la Oscuridad, que comenzaron a movilizar sus fuerzas.
La batalla final se acercaba, y el reino de las hadas se preparó para enfrentar la mayor amenaza de su historia. Con Naz y SeokJin liderando la alianza de hadas y dragones, sabían que, aunque el enemigo era formidable, la esperanza y el valor podrían cambiar el curso del destino.
Y así, mientras las sombras se extendían por el horizonte, Naz y SeokJin se prepararon para la confrontación definitiva, unidos por un lazo forjado en la adversidad y la valentía, dispuestos a luchar por un futuro en el que ambos reinos pudieran prosperar en paz.
La preparación para la batalla definitiva comenzó inmediatamente. Las hadas y los dragones trabajaron juntos para fortificar el reino y entrenar a los guerreros. Naz, ahora una figura respetada y querida en el reino, ayudaba en todo lo que podía, utilizando su ingenio para idear estrategias y motivar a los guerreros.
Una noche, mientras revisaban los planes de batalla en la gran sala del castillo, Naz y SeokJin compartieron un momento de tranquilidad. Las estrellas brillaban a través de los grandes ventanales, y la suave luz de la luna iluminaba sus rostros.
—Nunca pensé que acabaría aquí, luchando junto a un rey de las hadas y un dragón —dijo Naz con una sonrisa cansada pero sincera.
SeokJin la miró con ternura.
—Tampoco yo imaginé que una humana se convertiría en la pieza clave para salvar nuestro reino. Tu valentía y tu espíritu han cambiado todo, Naz.
Naz sonrió, sintiendo un calor en su pecho que no tenía nada que ver con la batalla que se avecinaba. Pero antes de que pudieran decir más, un guardia irrumpió en la sala.
—¡Majestad! ¡Naz! Los exploradores han avistado al ejército de los Señores de la Oscuridad. Se aproximan rápidamente.
La noticia cayó como una losa. La batalla estaba a punto de comenzar.
Las fuerzas oscuras de los Señores de la Oscuridad se desplegaron en el horizonte, una marea negra de criaturas malévolas y monstruosidades que avanzaban implacablemente. SeokJin, Naz y Draconis lideraron a sus fuerzas hacia el campo de batalla, decididos a defender su hogar.
La batalla fue feroz y caótica. Las hadas y los dragones lucharon valientemente, pero los enemigos eran numerosos y poderosos. Naz, armada con una espada mágica forjada por los mejores artesanos del reino, se movía con agilidad, enfrentándose a las criaturas oscuras sin miedo.
En medio del caos, Naz se encontró cara a cara con el líder de los Señores de la Oscuridad, una figura imponente envuelta en sombras. Sus ojos, dos pozos de oscuridad sin fondo, la miraban con desdén.
—Así que tú eres la humana de la profecía —dijo con una voz que resonaba como el crujido del hielo quebrándose—. ¿Crees que puedes derrotarme?
Naz, con la espada firmemente en sus manos, respondió con valentía:
—No estoy sola. Y juntos, somos más fuertes que cualquier oscuridad que puedas desatar.
El duelo entre Naz y el líder oscuro fue intenso. Cada golpe, cada esquive, era una lucha por la supervivencia. En un momento crítico, cuando el líder oscuro parecía tener la ventaja, SeokJin apareció, atacando con una furia que sorprendió al enemigo. Juntos, Naz y SeokJin lograron herir al líder oscuro, debilitándolo.
Mientras tanto, Draconis luchaba contra las criaturas más grandes del ejército enemigo, sus llamas abrasadoras iluminando la noche y reduciendo a cenizas a sus oponentes. Las hadas, inspiradas por la valentía de sus líderes, combatían con renovada fuerza, empujando a las fuerzas oscuras hacia atrás.
Finalmente, en un acto de coraje supremo, Naz clavó su espada en el corazón del líder oscuro, que soltó un grito desgarrador antes de desvanecerse en una nube de sombras. Con su caída, el ejército enemigo comenzó a desmoronarse, disipándose como humo en el viento.
La victoria fue celebrada con júbilo y lágrimas de alivio. El reino de las hadas había sido salvado, gracias a la unión de hadas, dragones y la valentía de una humana extraordinaria.
De vuelta en el castillo, mientras se curaban las heridas y se reparaban los daños, SeokJin y Naz compartieron un momento a solas en los jardines. Bajo las estrellas, SeokJin tomó la mano de Naz y la miró con una mezcla de gratitud y afecto.
—Naz, has hecho más de lo que jamás podría haber esperado. Gracias a ti, nuestro reino está a salvo.
Naz sonrió, sintiendo un profundo lazo con el reino y su rey.
—No lo hice sola, SeokJin. Todos luchamos juntos. Y estoy feliz de haber encontrado un hogar aquí.
SeokJin, con el corazón lleno de emociones, la acercó y la besó suavemente, sellando un vínculo que ni siquiera las profecías habían predicho.
Y así, en el reino de las hadas, comenzó una nueva era de paz y prosperidad, donde la valentía y el amor superaron todas las adversidades, y donde una humana llamada Naz encontró su lugar junto al rey de las hadas, SeokJin. Juntos, continuaron viviendo aventuras y enfrentando desafíos, siempre unidos, siempre fuertes.
La vida en el reino de las hadas volvió a la normalidad, pero con una nueva energía y vitalidad. Los habitantes sentían una renovada esperanza y gratitud hacia Naz, quien, junto a SeokJin, había enfrentado y vencido a la oscuridad. La relación entre Naz y SeokJin, que había comenzado con curiosidad y admiración, se profundizó con el tiempo.
SeokJin se dio cuenta de que sus sentimientos por Naz habían crecido más allá de la gratitud y el respeto. Cada día que pasaban juntos, cada sonrisa que compartían, y cada desafío que enfrentaban uno al lado del otro, reforzaba su amor por ella. Pero SeokJin, a pesar de su sabiduría y su título, se encontraba inseguro sobre cómo expresar estos sentimientos. Naz era una mujer fuerte e independiente, y él quería asegurarse de que sus sentimientos fueran correspondidos sin imponerle ninguna presión.
Una tarde, mientras el sol se ponía sobre el reino, tiñendo el cielo de tonos dorados y rosados, SeokJin decidió que ya no podía ocultar más sus sentimientos. Invitó a Naz a un paseo por el bosque encantado, un lugar que ambos amaban por su tranquilidad y belleza.
Caminaban en silencio, disfrutando de la paz del entorno, cuando llegaron a un claro donde las luciérnagas comenzaban a brillar como pequeñas estrellas. SeokJin se detuvo y miró a Naz con una intensidad que hizo que su corazón se acelerara.
—Naz —comenzó, con voz suave pero firme—, desde el momento en que llegaste a nuestro reino, trajiste contigo una luz y una energía que no había conocido antes. Tu valentía, tu ingenio, y tu espíritu indomable me han cautivado. En medio de la batalla y la adversidad, me di cuenta de algo muy importante.
Naz lo miraba con curiosidad, sus ojos reflejando la luz de las luciérnagas.
—¿Qué es, SeokJin?
—Me he enamorado de ti, Naz. —Las palabras salieron del corazón de SeokJin con una sinceridad que no podía negar—. Te amo más de lo que jamás pensé que sería posible. No solo por lo que has hecho por nuestro reino, sino por la persona increíble que eres.
Naz, sorprendida y emocionada, sintió cómo una oleada de calor y felicidad la envolvía. Había sentido una conexión especial con SeokJin desde el principio, pero escuchar sus palabras la llenó de una alegría indescriptible.
—SeokJin —dijo, dando un paso hacia él y tomando sus manos—, yo también me he enamorado de ti. Has sido mi guía, mi amigo y mi compañero en este increíble viaje. No puedo imaginar mi vida sin ti.
SeokJin sonrió, un alivio y una felicidad inmensa reflejados en sus ojos. Se acercó a Naz y la abrazó con ternura, sintiendo que todo en su mundo estaba finalmente en su lugar. Bajo el cielo estrellado y rodeados de la magia del bosque encantado, compartieron un beso que selló su amor.
La noticia de su amor se extendió rápidamente por el reino, y fue recibida con alegría y celebración. Las hadas organizaron una gran fiesta en honor a Naz y SeokJin, uniendo a todo el reino en una celebración de amor y victoria. Los días se llenaron de música, danzas y risas, mientras todos compartían la felicidad de sus líderes.
Naz y SeokJin, ahora más unidos que nunca, continuaron gobernando el reino con sabiduría y justicia. Juntos enfrentaron nuevos desafíos y disfrutaron de innumerables aventuras, siempre apoyándose el uno al otro. Su amor se convirtió en una fuente de inspiración para todos, demostrando que, incluso en los momentos más oscuros, el amor y la valentía pueden iluminar el camino hacia la esperanza y la felicidad.
En el reino de las hadas, Naz y SeokJin vivieron una vida plena y feliz, siempre juntos, siempre enamorados, creando una era de paz y prosperidad que perduraría por generaciones.
SeokJinmyLover4
Las exequias estaban por concluir y las dolientes esperaban la llegada de quien sabían era uno de los que más lloraban la muerte de la princesa Quyllur.
La pira funeraria estaba decorada con las flores que más le agradaban a la joven que, a pesar de haber sido una gran guerrera como se esperaba de la realeza de las amazonas, en vida fue una mujer de espíritu sensible lleno de nobleza y dulzura.
Las tropas que acompañaban a la difunta adoptaron una actitud marcial cuando su soberana, la reina Sumaq Quilla ingresó acompañada de SeokJin, el Rey de las Hadas y los Silfos.
Las amazonas debían reconocer que la presencia del monarca era impresionante. En su forma humana podía pasar por una escultura viviente gracias a sus proporciones perfectas y ni que decir de la hermosura de sus facciones. El detalle que sumaba a su belleza etérea eran las alas propias de su raza, que en apariencia se veían tan delicadas como las de una mariposa pero que eran fuertes y poderosas permitiendo a su poseedor volar sin dificultad en el campo de batalla.
Las hadas y los silfos por lo general eran la representación de la alegría, la magia y el esplendor de la inocencia; siempre lucían ataviados con los colores de las flores y la naturaleza. Ver a su rey vestido totalmente de negro fue la señal más clara del ánimo que lo embargaba y era lógico, era la ocasión para llorar la muerte de su amada, la princesa amazona que le robó el corazón y con la que vivió un amor prohibido que tardíamente fue reconocido como verdadero y quedaría grabado en la historia de ambos pueblos.
-Hijas mías es momento de dejar a solas a Su Majestad para que despida...
La voz de la reina se quebró de manera evidente.
-Para que despida a nuestra princesa como ella hubiera querido.
Las guerreras golpearon sus lanzas en el piso como señal de afirmación y procedieron a retirarse en formación perfecta.
SeokJin comprobó que, en efecto, había quedado solo y esto lo animó a acercarse a la pira donde descansaban los restos de la princesa Quyllur.
Sus ojos recorrieron su figura admirando su largo cabello negro que estaba suelto y no trenzado como usualmente lo usaba la muchacha.
El cuerpo estaba cubierto por la armadura con que la amazona combatía y sus manos sujetaban su preciada espada que decían era un regalo de la diosa Atenea.
Un detalle en la pechera de la elegante coraza hizo que el dolor que el rey contenía aflorara en su real dimensión.
Allí estaba, clara y visible, la marca del golpe de la lanza de los orcos que había atravesado el metal de la armadura y herido de gravedad a la valiente princesa que se interpuso en la trayectoria del arma que tenía como objetivo a SeokJin.
El silfo dejó caer sentidas lágrimas que mojaron el rostro de piel pálida y sin vida. Mientras acariciaba la faz fría de su amada le dedicó sentidas palabras.
- ¿Por qué lo hiciste pequeña? ¡Esa lanza debió acabar con mi vida no con tu preciosa existencia! ¿Sabes que al hacerlo me condenas a una eternidad de dolor y soledad? ¡Jamás voy a amar a nadie como lo hice contigo!
El llanto del ser mágico era el único sonido audible en la soledad del atrio del templo de las amazonas y cesó cuando el apuesto joven descargó toda su pena.
-Es momento de dejarte ir mi linda estrella. Por favor espera por mí allá en el firmamento ¡Adiós mi amada Quyllur!
Un suave beso en los pálidos labios selló la triste despedida.
zrl1825
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro