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17


"Noches de Vegas"

El Ring del Destino

La arena de Las Vegas estaba abarrotada. Los focos brillaban como estrellas en el cielo nocturno, y el aire vibraba con la emoción de la multitud. Natasha Rivera, periodista deportiva, se encontraba en el centro del caos. Su cámara en mano, intentaba capturar cada momento del combate de boxeo que se desarrollaba frente a ella.

El sudor y la sangre se mezclaban en el cuadrilátero. Natasha observaba a los luchadores con una mezcla de fascinación y repulsión. No era la primera vez que cubría un evento de este tipo, pero siempre le resultaba difícil ver a hombres golpeándose sin piedad. Aunque su trabajo era informar, no podía evitar sentir empatía por los luchadores.

SeokJin Kim, el campeón surcoreano, era el favorito de la noche. Su rostro estaba marcado por años de peleas, pero sus ojos brillaban con determinación. Natasha se preguntaba qué lo impulsaba a subir al ring una y otra vez. ¿Era la gloria? ¿El dinero? ¿O había algo más?

Cuando el combate llegó a su fin, Natasha se apresuró a entrevistar a SeokJin. El sudor goteaba por su frente mientras le hacía preguntas sobre su estrategia, su entrenamiento y su vida personal. Pero había algo en la mirada de SeokJin que la intrigaba. No era solo el fuego de la victoria; había algo más profundo, algo que no podía explicar.

—¿Cómo te sientes después de esta impresionante victoria? —le preguntó Natasha, tratando de mantener la objetividad—. ¿Qué te motiva a seguir luchando?

SeokJin la miró directamente a los ojos.

—La lucha es mi vida —respondió con voz grave—. Pero hay cosas más importantes que el ring.

Natasha frunció el ceño.

—¿A qué te refieres?

—A veces, incluso los campeones necesitamos un descanso —dijo SeokJin—. ¿Qué te parece si dejamos de hablar de boxeo por una noche?

Natasha se sorprendió.

—¿Qué propones?

—Una cena en Las Vegas — respondió SeokJin con una sonrisa—. Sin cámaras, sin preguntas. Solo tú y yo.

Natasha titubeó.

—No debería...

—¿Por qué no? —insistió SeokJin—. Después de todo, me has visto en mis momentos más vulnerables. ¿No merezco una oportunidad fuera del ring?

Natasha miró a su alrededor. La multitud seguía celebrando, ajena a su dilema.

—Está bien —aceptó finalmente—. Una noche.

Y así comenzó una historia de amor inesperada en el corazón de Las Vegas. Entre luces de neón y secretos compartidos, Natasha y SeokJin descubrieron que el destino a veces tiene planes más grandes que cualquier campeonato.

Noches de Secretos

La noche en Las Vegas se extendió como un manto de misterio. Natasha y SeokJin caminaron por las calles iluminadas, sus pasos resonando en el pavimento. El viento cálido del desierto acariciaba sus rostros mientras se dirigían a un pequeño restaurante escondido entre los casinos.

—¿Por qué boxeo? —preguntó Natasha, rompiendo el silencio—. ¿Por qué arriesgar tu cuerpo de esa manera?

SeokJin sonrió, pero sus ojos reflejaban algo más profundo.

—El boxeo es mi escape —confesó—. Cuando estoy en el ring, todo desaparece. Solo existe la lucha, el instante presente.

Natasha asintió.

—Pero también tienes una familia, ¿verdad?

SeokJin se detuvo frente al restaurante y la miró fijamente.

—Sí, una esposa y dos hijos pequeños —dijo—. Pero a veces, incluso el amor no es suficiente para apagar la pasión.

Natasha recordó su propia vida.

—Yo también tengo una familia —confesó—. Un esposo que no entiende mi obsesión por el trabajo.

—Entonces somos dos almas atormentadas —bromeó SeokJin—. ¿Por qué no dejamos atrás nuestras responsabilidades por una noche?

El interior del restaurante estaba decorado con luces tenues y música suave. SeokJin y Natasha compartieron una cena íntima, hablando de sueños, fracasos y secretos. Natasha descubrió que SeokJin tenía una pasión oculta: la música. Había compuesto canciones en su juventud, pero el boxeo lo había absorbido por completo.

—¿Y tú? —preguntó SeokJin—. ¿Tienes algún secreto?

Natasha dudó.

—Soy periodista, mi vida es un libro abierto —respondió—. Pero hay algo...

SeokJin la miró con curiosidad.

—¿Qué es?

—Tengo un don —confesó Natasha—. Puedo ver las emociones de las personas. Sus miedos, sus alegrías, sus deseos más profundos.

SeokJin se inclinó hacia ella.

—¿Y qué ves en mí?

Natasha cerró los ojos.

—Veo pasión, lucha, pero también soledad. Tu corazón está dividido entre el ring y tu familia.

SeokJin tomó su mano.

—¿Y tú? ¿Qué ves en mí?

—Veo un hombre atrapado entre dos mundos —susurró Natasha—. Y veo la posibilidad de una elección.

La noche avanzó, y Natasha y SeokJin se perdieron en sus palabras y miradas. Cuando finalmente salieron del restaurante, el cielo estaba lleno de estrellas. SeokJin la besó con ternura, y Natasha sintió que el destino había tejido sus hilos en una danza inesperada.

—¿Qué haremos ahora? —preguntó Natasha—. ¿Seguirás luchando?

SeokJin la abrazó.

—Quizás haya una tercera opción —dijo—. Quizás podamos crear nuestra propia melodía juntos.

Y así, en medio de la ciudad del pecado, Natasha y SeokJin se enfrentaron a un dilema: seguir sus pasiones individuales o arriesgarse por un amor que desafiaba todas las reglas. Pero en esa noche de secretos y promesas, el destino les ofreció una oportunidad única: ser campeones no solo en el ring, sino también en el corazón.

Melodías del Corazón

La luna colgaba baja sobre el horizonte de Las Vegas, bañando la ciudad en un resplandor plateado. Natasha y SeokJin caminaban en silencio, cada uno perdido en sus pensamientos. La propuesta de SeokJin de crear una melodía juntos había tocado una cuerda sensible en Natasha. ¿Era posible encontrar armonía en medio del caos de sus vidas?

—Natasha —dijo SeokJin, rompiendo el silencio—. No puedo dejar de pensar en lo que dijiste. Sobre ver las emociones de las personas.

Natasha se detuvo y lo miró.

—Es algo con lo que he vivido toda mi vida —explicó—. A veces es una bendición, a veces una maldición.

—¿Y qué ves ahora? —preguntó SeokJin, con una mezcla de temor y curiosidad.

—Veo a un hombre que está en una encrucijada —respondió Natasha—. Un hombre que tiene que tomar una decisión que cambiará su vida.

SeokJin asintió.

—Tienes razón. He estado luchando contra lo que realmente quiero por miedo a perder lo que tengo.

—¿Y qué es lo que quieres? —preguntó Natasha, su voz apenas un susurro.

—Quiero... —SeokJin se detuvo, buscando las palabras—. Quiero ser libre para amar, para expresarme a través de la música, para ser más que un luchador.

Natasha tomó su mano.

—Entonces lucha por eso —dijo con firmeza—. No en el ring, sino en la vida.

SeokJin la miró, y en ese momento, algo cambió. La conexión entre ellos se fortaleció, y ambos sintieron que estaban a punto de embarcarse en un viaje que ninguno de los dos había planeado.

—Ven conmigo —dijo SeokJin de repente—. Tengo algo que mostrarte.

Lo siguió a través de las calles hasta llegar a un pequeño club de jazz. El lugar estaba lleno de música y risas, un oasis de creatividad en medio del desierto. SeokJin subió al escenario y tomó una guitarra.

—Esta es mi otra pasión —declaró—. Y esta noche, quiero compartirla contigo.

Con las primeras notas, Natasha se dio cuenta de que estaba presenciando el renacimiento de un artista. La música de SeokJin era cruda y emotiva, llena de la misma pasión que mostraba en el ring, pero con una vulnerabilidad que nunca había revelado al mundo.

—Es hermoso —susurró Natasha, mientras las lágrimas brotaban de sus ojos—. Es como si estuvieras desnudando tu alma.

—Eso es exactamente lo que estoy haciendo —respondió SeokJin, bajando del escenario—. Y quiero que seas parte de mi vida, de mi música, de todo.

Natasha no sabía qué decir. La propuesta de SeokJin era tentadora, pero también aterradora. ¿Podría dejar atrás su vida para seguir el ritmo de un nuevo amor?

—Tengo que pensar —dijo finalmente—. Esto es mucho para asimilar.

—Lo entiendo —dijo SeokJin, acercándose a ella—. Pero recuerda, la vida es una melodía que solo podemos tocar una vez.

La noche terminó con una promesa colgando en el aire. Natasha y SeokJin se separaron, sabiendo que lo que habían compartido esa noche era solo el comienzo de algo más grande. Mientras Natasha caminaba sola de regreso a su hotel, las palabras de SeokJin resonaban en su mente. La vida es una melodía, y ella tenía que decidir cómo quería tocar la suya.

Entre Notas y Promesas

La ciudad del pecado seguía su danza hipnótica mientras Natasha y SeokJin se encontraban en un punto de no retorno. El sol se alzaba sobre el horizonte, tiñendo el cielo de tonos dorados. Natasha había pasado la noche en vela, debatiendo entre su deber como periodista y el deseo que SeokJin había despertado en ella.

SeokJin la esperaba en el vestíbulo del hotel. Su mirada era intensa, cargada de expectativas. Natasha se acercó a él, sintiendo el peso de su decisión.

—¿Qué es lo que realmente quieres, SeokJin? —preguntó—. ¿La música o el ring?

SeokJin la tomó de la mano.

—Quiero ambas cosas —dijo—. Pero no puedo seguir luchando sin ti.

Natasha asintió.

—Entonces luchemos juntos —propuso—. Dejemos atrás las reglas y creemos nuestra propia melodía.

SeokJin sonrió.

—¿Y qué hay de tu esposo?

—Él nunca entendió mi pasión —respondió Natasha—. Pero tú... tú eres diferente.

SeokJin la besó con urgencia, como si el tiempo se hubiera detenido.

—Noches de Vegas —susurró—. Eso es lo que seremos.

Juntos, exploraron la ciudad. SeokJin la llevó a un pequeño estudio de grabación donde sus dedos acariciaron las cuerdas de la guitarra, creando melodías que resonaban en el aire. Natasha cerró los ojos y se dejó llevar por la música, sintiendo que su corazón vibraba al unísono con las notas.

Pero el mundo exterior no se detuvo. Las noticias seguían llegando: rumores de un apocalipsis inminente, señales en los cielos, terremotos y misteriosas desapariciones. Natasha y SeokJin se encontraron en medio de un torbellino de emociones. ¿Cómo podían amarse en un mundo al borde del colapso?

—Tengo que encontrar respuestas —dijo Natasha—. Hay algo más grande en juego.

SeokJin la miró con seriedad.

—Entonces iremos juntos —declaró—. Pero prométeme que, pase lo que pase, siempre seremos una melodía en la tormenta.

Natasha asintió.

—Lo prometo.

Juntos, investigaron los misterios que rodeaban el apocalipsis. Descubrieron que Natasha tenía habilidades sobrenaturales, y SeokJin no era un simple luchador, sino un guardián de las puertas entre mundos. Sus destinos estaban entrelazados, y solo juntos podrían enfrentar la catástrofe que se avecinaba.

En medio de la confusión y el peligro, Natasha y SeokJin se aferraron a su amor. Sus besos eran desesperados, sus abrazos, reconfortantes. Pero también había sacrificios. Natasha debía elegir entre su familia y su destino. SeokJin debía enfrentar a los seres oscuros que amenazaban con destruir todo lo que amaban.

—¿Estás lista para esto? —preguntó SeokJin, sosteniendo su mano—. No hay vuelta atrás.

Natasha miró al horizonte, donde las nubes se arremolinaban como un ejército en marcha.

—Estoy lista —dijo—. Porque juntos somos una canción que desafía el fin del mundo.

Y así, con el corazón en la garganta y las manos entrelazadas, Natasha y SeokJin se adentraron en la tormenta. Sus destinos se entrelazaron como las notas de una melodía eterna, y en medio del caos, encontraron su amor verdadero.

El Último Acorde

El mundo se desmoronaba a su alrededor. Las señales apocalípticas se multiplicaban: cielos rojos, terremotos, desapariciones inexplicables. Natasha y SeokJin se aferraban a su amor como si fuera la única constante en un universo en colapso.

—¿Qué está pasando? —preguntó Natasha, mirando las noticias en su teléfono—. ¿Por qué todo se está desmoronando?

SeokJin la abrazó.

—Hay fuerzas más allá de nuestra comprensión —dijo—. Algo antiguo y poderoso se está despertando.

Natasha recordó sus habilidades sobrenaturales.

—¿Puedo verlo? —preguntó—. ¿Puedo ver lo que está causando todo esto?

SeokJin asintió.

—Pero debes estar preparada. Lo que verás no es fácil de aceptar.

Juntos, se adentraron en el corazón de la tormenta. Natasha cerró los ojos y se concentró en su don. Las emociones de las personas a su alrededor se volvieron más intensas. El miedo, la ira, la desesperación. Pero también había algo más oscuro, algo que no podía identificar.

—Estamos cerca —susurró SeokJin—. Prepárate.

Frente a ellos se alzaba una puerta antigua, cubierta de símbolos arcanos. Natasha sintió que su corazón latía al ritmo de la magia que emanaba de ella. SeokJin tomó su mano y la guió a través de la puerta.

Lo que vieron del otro lado los dejó sin aliento. Un ser de sombras, con ojos ardientes y alas rotas, se erguía en medio de un abismo. Su presencia retorcía la realidad, haciéndola vibrar como una cuerda tensa.

—Es un Destruidor de Mundos —dijo SeokJin—. Una entidad que consume realidades.

Natasha sintió que su mente se desgarraba.

—¿Por qué? ¿Por qué está haciendo esto?

—Porque está sola —respondió SeokJin—. Ha estado atrapada entre dimensiones durante eones. Busca compañía, incluso si eso significa destruir todo lo que existe.

Natasha miró al Destruidor.

—¿Hay alguna forma de detenerlo?

SeokJin asintió.

—Solo hay una melodía que puede calmarlo. Una canción que conecta todos los mundos.

Natasha recordó su promesa con SeokJin.

—Nuestra canción —dijo—. ¿Podemos tocarla juntos?

SeokJin sonrió.

—Sí. Pero debemos arriesgarlo todo.

Juntos, Natasha y SeokJin se enfrentaron al Destruidor. Sus voces se entrelazaron, creando una melodía que resonó en todo el multiverso. El Destruidor titubeó, sus ojos ardientes parpadeando.

—¿Quiénes son ustedes? —rugió—. ¿Por qué se atreven a desafiar mi soledad?

—Porque el amor es más fuerte que la destrucción —dijo Natasha—. Y nuestra canción es un acorde de esperanza.

El Destruidor se desvaneció, su forma retorcida disipándose en la nada. Natasha y SeokJin cayeron al suelo, exhaustos pero victoriosos.

—¿Qué pasará ahora? —preguntó Natasha—. ¿El mundo está a salvo?

SeokJin la besó.

—Nunca estaremos a salvo —dijo—. Pero mientras tengamos nuestra melodía, siempre habrá esperanza.

Y así, en medio del caos y la incertidumbre, Natasha y SeokJin encontraron su lugar en el universo. Su amor era la clave para mantener a raya la oscuridad. Juntos, seguirían tocando su canción, incluso cuando el último acorde resonara en el fin de los tiempos.

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Le había llevado meses de preparación, horas delante de la pantalla analizando los movimientos de su contrincante y tantas mañanas de levantarse antes de que salga el sol, que ya había olvidado lo que era dormir hasta tarde un domingo cualquiera. Pero nada lo había preparado para la paliza que estaba recibiendo.

Iban por el décimo round y se sentía exhausto, ya no quería recibir más golpes, le dolía incluso respirar, pero sabía que, no sólo no podía detenerse, sino que también debía ganar la pelea.

Sentado en su esquina, recibiendo las indicaciones de su entrenador, palabras que apenas tenían espacio dentro de un cerebro aturdido, no sólo por lo golpes sino también por las palabras de su pequeño que resonaban cual eco. "Tienes que ganar papi, le prometiste a mamá que sería la última"

La campana sonó y como si una maquina fuera, se levantó y continuó con lo suyo.

Cubrió varios golpes que iban directo a su rostro y otro que pretendía llegar al hígado. Sintió los gritos alegres de su público que lo arengaba a seguir, pero no estaba atacando, si seguía así perdería por puntos, sabía que para ganar tenía que derribar a su contrincante, pero ese parecía ser el milagro de la noche.

Nuevamente en su esquina, el último round y él no había conseguido su objetivo, apenas le quedaban fuerzas, ¿cómo haría para conectar ese knockout?

Una lágrima se camufló entre el sudor y el agua que acababan de arrojar sobre su rostro. Tenía sólo un minuto para recordar su rostro, la mujer que amaba se había ido, le había prometido cuidar a su pequeño por los dos y que la última pelea le daría la seguridad económica que necesitaba, pero todo estaba saliendo mal.

Cuando abrió los ojos quedaban 15 segundos, pero la vió, ella estaba delante de él, al lado de su entrenador, sabía que estaba delirando, pero se sentía tan feliz...

-Lo harás SeokJin, solo debes confiar en ti mismo. -Le dijo antes de desaparecer.

Y así fue, cuando la campana sonó por última vez en la noche, SeokJin se sentía lleno de energía, a su mente llegaron aquellas imágenes que le enseñaban esos movimientos donde su oponente bajaba la guardia. Y aprovechó el momento, se defendió la mitad del tiempo, otorgó algunos ataques buscando ese momento, hasta que llegó. El otro boxeador trató de conectar con su hígado para dar el golpe final después de atinarle dos sobre su ojo, y descuidó la guardia. SeokJin divisó el momento exacto y llevó con todas sus fuerzas el guante a la mandíbula... y sucedió, el moreno delante de él cayó prácticamente dormido, el público saltó de sus lugares enardecido, vitoreando y aplaudiendo.

El resto de la noche fue un borrón, lo único que quería era llegar a su casa, abrazar a su niño y en lo posible dormir abrazado a él.

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-¡Señorita Bernstein, señorita Bernstein!

-Natalie ¿Por qué huye del país en un momento como este?

- ¿Cree que esa es la conducta de una buena novia?

Mis guardaespaldas hacen lo suyo y alejan a la nube de reporteros, camarógrafos y fotógrafos que impiden que avance hasta la camioneta que me espera para ir al aeropuerto.

Se suponía que sería una salida discreta pero nunca falta un infidente que vende la intimidad de un famoso por unos billetes.

NOTA MENTAL: Encargarle a Mauricio que busque al culpable y lo demande por invasión a la privacidad.

Por fin puedo entrar al vehículo. Los periodistas tratan de captar una última imagen, pero las lunas polarizadas frustran sus planes ¡Deben odiarme! La siempre expresiva y encantadora NAZ B esta noche es una sombra cabizbaja y muda que cubre su rostro lleno de pesar con la capucha de la sudadera y unas enormes gafas de sol ocultan mis ojos hinchados de tanto llorar al tomar la decisión que dejó mi alma rota pero que espero ayude a SeokJin a reflexionar y elija por fin, alejarse del ring y así proteger su vida y salud.

-Nat ¿Estás segura de esto?

-Para nada Mauri, pero es lo que debo hacer, le hice una promesa a omma y pienso cumplirla.

Una arcada hace que mi amigo me alcance de inmediato una bolsa.

-Natalie no creo que sea conveniente que viajes en esas condiciones.

-Consulte con mi ginecóloga y dio la autorización del caso, el vuelo es seguro para mí y el bebé.

Mauricio mueve la cabeza, pero su cara me dice que está por soltar algo y sospecho que es.

-No Mauri, no se lo dije.

Mi manager pone cara de consternación.

-Eso no es justo para Jin, no solo está perdiendo a la mujer que ama sino también a su hijo...

-Del cual no sabe nada y es mejor así, no quiero más cargos de conciencia en mi haber.

-Pues la decisión de ocultarle la verdad no es la mejor que has tomado, al contrario, acabas de aumentar tu récord de pésimas ideas para cagarle la retención del título mundial.

-¡Se supone que eres mi manager y amigo, no de SeokJin!

-Soy amigo de ambos, por eso me duele que huyas como una cobarde y no te quedes a apoyarlo en uno de los momentos más importantes de su carrera.

- ¿Su carrera? ¿Y qué hay de sus promesas de retirarse del ring para por fin tener una vida en familia sin tener que pasar por el sobresalto de pensar que puede morir boxeando? ¡Lo dejé todo por apoyarlo! ¿Y cómo me paga? ¡Pactando una pelea más a pesar que por poco muere en la última!

Me echo a llorar como Magdalena porque simplemente ya no puedo más.

Mauricio pone cara de remordimiento y opta por abrazarme para calmarme.

-Ya cariño, tranquila, ponerte así no le hace bien a mi sobrino.

-Mauri ¡Me siento como una mierda!

-Lo sé Natalie, te conozco demasiado bien y sé que te mata dejar a Jin en el momento de gloria que tanto estaba esperando, pero tienes razón, Kim no supo valorar todo lo que hiciste por él y su madre. Tal vez... Tal vez tu partida le ayude a darse cuenta que es lo que realmente debe priorizar.

-Mauri ¿Me haces un favor?

-El que quieras.

- ¿Podemos orar pidiendo que Jin termine con bien su pelea?

Mauricio suelta una risita y deposita un beso en mi cabeza.

-Sigues siendo la tierna niña que descubrí cantando en la estación del tren.

...

Sentado en el camerino del coliseo escucho el rugido furioso de la multitud.

El público espera ansioso el espectáculo que mi contrincante, el novato Jeon JungKook y yo daremos.

El chiquillo y yo deberíamos estar igual de felices porque es la primera vez que dos coreanos disputan el título mundial de box de nuestra categoría.

No niego que me enorgullece que Jeon y yo le demos esa alegría a nuestro país, pero ¿De qué me sirve alegrar el corazón de toda una nación cuando he roto el de la persona que más amo?

La motivación que me llevó a aceptar defender el campeonato y optar por figurar como bicampeón ya no existe; Natalie se llevó mi alma, la felicidad de compartir con ella los logros del boxeo, las locuras que cometimos en nombre de un amor que muchos no comprendían ni aprobaban pero que un par de espíritus rebeldes como éramos mi chica y yo mandamos al carajo en nuestro afán de vivir plenamente.

-Hyung es momento de subir al ring.

-Voy. Yoongi...

- ¿Si hyung?

- ¿Pudiste hablar con ella?

Mi manager y mejor amigo suspira y veo la duda que cruza por su rostro.

-Hyung...

- ¿Sí o no?

-Sí Jin hyung. Te deseo buena suerte y que salieras del ring lo menos lastimado posible.

- ¿No dijo nada más?

-No hyung, lo lamento.

Muevo la cabeza entendiendo el mensaje y como una forma de alejar de mi garganta el nudo que la oprime y no me deja respirar.

-Vamos Yoongs, acabemos con esto.

Mi entrenador se une a nosotros y nos encaminamos al túnel que parece la gran boca de un lobo dispuesto a devorarme.

Al salir los flashes me ciegan y las voces de los aficionados alentándome me hacen imaginarme como un gladiador de la antigua Roma yendo a triunfar o morir en la arena.

A pesar del apoyo del público y de las miles de voces que corean mi nombre me siento totalmente solo y vacío.

¿Yo me lo busque? Sí

¿Estoy dispuesto a asumir las consecuencias? No

De algo estoy completamente seguro: Iré a buscar a Natalie, cumpliré las promesas que rompí y nunca pero nunca más dejaré que se aleje de mí y en su lugar se quede esta maldita soledad que duele más que cualquier golpe que haya recibido en el ring, ese lugar que antes era mi hogar y ahora solo me asfixia. 

zrl1825


Dedicada con amor a mi guerrera favorita SeokJinmyLover4💖💖

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