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UNA ENTREGA ESPECIAL

Me llamo SeokJin y soy repartidor. Mi vida es una serie de puertas, timbres y "gracias, hasta luego". Pero todo cambió el día que conocí a Naz.

Era un martes cuando mi aplicación de repartos me envió a un lujoso condominio. "Entrega especial para la Sra. Naz", decía la nota. Llevaba una caja tan grande que no cabía en el ascensor, así que subí por las escaleras. Al llegar a su puerta, toqué el timbre y esperé.

—¡Ya voy! —se oyó desde adentro.

La puerta se abrió y apareció Naz, una mujer con una energía que parecía iluminar el pasillo.

—¿SeokJin? —preguntó con una sonrisa—. ¿Eres tú quien trae mi paquete de felicidad semanal?

—Eh, sí, soy yo. Aquí tiene su... eh... felicidad.

—¡Fantástico! Pero, ¿podrías ponerla en la cocina? Mis manos están llenas de harina, estoy en medio de una invasión de galletas.

No pude evitar reír. Su sinceridad era tan refrescante como inesperada.

—Claro, no hay problema.

Mientras caminaba hacia la cocina, no pude evitar notar la decoración exquisita del lugar. Naz me seguía, hablando sin parar.

—¿Sabes? —decía—. Ordeno tanto en línea que ya deberían darme acciones de la compañía de repartos.

Coloqué la caja en la cocina y me giré para verla sacudiendo las manos, esparciendo una pequeña nube de harina en el aire.

—Bueno, si eso pasa, espero que no se olvide de su repartidor favorito —bromeé.

—¡Oh, por supuesto que no! —exclamó—. Serás mi asesor personal de entregas. ¿Qué te parece?

Nos reímos y, por un momento, olvidé que estaba trabajando. Había algo en Naz que hacía que cada entrega se sintiera como una visita a una amiga.

Desde ese día, cada vez que la aplicación me asignaba una entrega para Naz, sabía que me esperaba una buena charla y una risa asegurada.

Cada vez que mi teléfono vibraba con una nueva entrega para Naz, no podía evitar sonreír. Era como si el destino nos juntara a través de paquetes y envíos.

Un día, llegué con una caja tan pesada que temí por mi espalda. Al verme, Naz exclamó:

—¡Dios mío, SeokJin! ¿Qué llevas ahí, una roca lunar?

—Algo así —respondí entre jadeos—. Es su nuevo set de pesas.

—¡Ah! Perfecto para mi nuevo hobby: ¡levantamiento de sofás!

Nos reímos y, con un esfuerzo conjunto, llevamos la caja al salón.

—¿Levantamiento de sofás? —pregunté, intrigado.

—Sí, es la última moda en ejercicios. Levantas el sofá y encuentras todos los controles remotos perdidos. Es un dos por uno.

La risa era inevitable. Naz tenía el don de convertir lo cotidiano en comedia.

Otra vez, llegué justo cuando Naz estaba en medio de una "sesión de spa" casera. Con pepinos en los ojos y una mascarilla verde, abrió la puerta.

—¡SeokJin! Justo a tiempo para mi transformación en ensalada.

—Pues, traje el aderezo —dije, sosteniendo un paquete pequeño—. Su aceite de oliva ha llegado.

—¡Maravilloso! Ahora solo falta el queso feta y las aceitunas.

Ese era nuestro juego: cada entrega, un nuevo capítulo en nuestra comedia improvisada.

Con el tiempo, las entregas se convirtieron en pausas de café, y las pausas de café en amistad. Naz, con su humor y su perspectiva única de la vida, me enseñó que la alegría puede encontrarse en cualquier lugar, incluso en un lujoso condominio o en la rutina de un repartidor.

La vida de repartidor me había enseñado a esperar lo inesperado, pero nada se comparaba con las sorpresas que me esperaban en cada entrega a Naz.

Un jueves por la tarde, con el sol colándose entre las nubes, llegué al condominio de Naz con un paquete bajo el brazo. Antes de que pudiera tocar el timbre, la puerta se abrió de golpe.

—¡SeokJin! —exclamó Naz, con una sonrisa que competía con el brillo del sol—. ¡Estaba a punto de enviarte un mensaje de rescate!

—¿Rescate? —pregunté, confundido.

—Sí, mi querido repartidor. Estoy atrapada en un mar de burbujas.

Al entrar, vi que el suelo estaba cubierto de burbujas de empaque. Naz, con una pistola de burbujas en mano, parecía la capitana de un barco en un océano espumoso.

—Estoy probando una nueva técnica de relajación —dijo, haciendo estallar una burbuja con un dedo—. ¿Te unes?

Mi niño interior no pudo resistirse. Dejé el paquete a un lado y me sumergí en la diversión. El sonido de las burbujas estallando llenó la habitación, y nuestras risas se unieron en una melodía de alegría.

—SeokJin, eres el mejor repartidor de burbujas que he conocido —dijo Naz, con una sonrisa traviesa.

—Y usted, Sra. Naz, es la mejor capitana de burbujas del mundo —respondí, siguiéndole el juego.

Después de limpiar el mar de burbujas, Naz me ofreció un café. Sentados en su sofá, hablamos de todo y de nada, como viejos amigos que compartían un momento de tranquilidad en medio de la locura del día a día.

—SeokJin, ¿sabes qué es lo mejor de recibir tus entregas? —preguntó Naz, mirándome con curiosidad.

—¿Qué es?

—Que siempre traes más que paquetes. Traes un pedazo de humanidad a mi puerta.

Ese comentario se quedó conmigo mucho después de haber dejado el condominio de Naz. En un mundo donde todo se mueve tan rápido, a veces olvidamos la importancia de una simple conexión humana.

Las entregas a Naz se habían convertido en el punto culminante de mis días. Había algo en su presencia que hacía que cada visita fuera especial. Pero fue una tarde lluviosa de jueves cuando todo cambió.

Llegué empapado, con un ramo de flores que Naz había pedido en línea. Ella abrió la puerta y se echó a reír al ver mi estado.

—SeokJin, pareces un gato mojado —dijo, tratando de contener la risa.

—Y usted parece alguien que necesita estas flores más que yo —respondí, extendiéndole el ramo.

Ella tomó las flores y me invitó a pasar.

—Tienes que secarte, o te resfriarás. Y no puedo permitir que mi repartidor favorito se enferme.

Mientras Naz buscaba una toalla, me quedé mirando las flores. Eran hermosas, pero no tanto como la sonrisa de Naz.

—Aquí tienes —dijo, volviendo con una toalla grande—. No es tan suave como las flores, pero hará el trabajo.

Nos miramos y, por un instante, el mundo exterior desapareció. Fue entonces cuando me di cuenta de que lo que sentía por Naz iba más allá de la amistad.

—Naz, hay algo que tengo que decirte —comencé, nervioso.

—¿Sí? —preguntó, con una expresión de curiosidad.

—Estas entregas... han sido lo mejor de mis días. No solo por las risas, sino porque... bueno, porque me he enamorado de la mujer que las recibe.

Naz me miró, sorprendida al principio, pero luego su rostro se suavizó en una sonrisa cálida.

—SeokJin, yo también he estado esperando algo más que paquetes. He estado esperando que llegaras tú.

Y así, en medio de risas y confesiones, comenzó un nuevo capítulo en nuestras vidas. No solo como repartidor y cliente, sino como SeokJin y Naz, dos personas que encontraron el amor en los momentos más inesperados.

Desde aquel día lluvioso, las entregas se convirtieron en excusas para ver a Naz. Cada paquete era una promesa de risas y miradas cómplices.

Una tarde, llegué con una caja que decía "Frágil". Naz me recibió con una sonrisa que iluminaba su rostro.

—¿Qué traes hoy, SeokJin? ¿Un jarrón antiguo o el corazón de una dama?

—Quizás un poco de ambos —respondí, guiñando un ojo.

Ella rió y me hizo pasar. Colocamos la caja en la mesa y la abrimos juntos. Dentro había un juego de té delicado y elegante.

—Es hermoso —dijo Naz, admirando las piezas.

—Como la mujer que lo va a usar —añadí.

Naz me miró y, por un momento, el aire se llenó de algo más que palabras.

—SeokJin, ¿te gustaría quedarte a tomar el té? —preguntó.

—Me encantaría —respondí, y nuestras manos se rozaron al pasar las tazas.

Mientras el té se enfriaba, nuestras conversaciones se calentaban. Hablamos de sueños, de risas pasadas y de futuros posibles.

—SeokJin, ¿alguna vez pensaste que entregar paquetes te llevaría a esto? —preguntó Naz.

—Para ser honesto, no. Pero ahora, no puedo imaginar mi vida sin estas entregas especiales.

—Ni yo sin mi repartidor favorito.

Nos reímos, y en ese instante, supe que había encontrado algo único. No era solo amor; era una conexión que solo se encuentra una vez en la vida.

Quién diría que un repartidor y una ama de casa en un lujoso condominio podrían tener tanto en común.

Fin 📦

SeokJinmyLover3




-Nena debes doblar en la quinta con Oxford allí hay un callejón y a la izquierda un edificio abandonado. Escóndete en el sótano los idiotas jamás pensarán en buscarte allí.

-Entendido nos vemos más tarde. Te amo Clyde.

-Y yo a ti Bonnie. Comunicación fuera.

El rugido de la motocicleta deportiva de Naz pasa como una exhalación seguida por el ulular de las sirenas de la policía de Nueva York.

Mi camioneta negra está atrapada en el trafico del carril más cercano, pero solo hago el papel de mero espectador como los otros conductores al fin y al cabo no es a mí a quien persiguen sino a mi linda novia, la sicaria más buscada por el FBI y la INTERPOL, la asesina sin identidad conocida por ambas fuerzas como La Sombra.

...

Han pasado varias horas desde la huida de mi chica. No tengo noticias suyas, pero estoy tranquilo porque sé que ella sabe como ocultarse y escapar del asedio policial.

Mientras Naz permanecía oculta dedique mi tiempo a realizar las tareas que competen a mi rol de encargado tecnológico de nuestra "empresa": Borrar comunicaciones o cualquier otro rastro que nos ligue con los clientes que solicitan nuestros servicios, verificar que nuestros honorarios hayan sido depositados o en caso contrario agendar a los incumplidos como las siguientes cabezas a explotar gracias a la puntería de Nazzie y un largo etc. que debo atender como encargado logístico.

La relación está basada en la plena confianza en nuestras habilidades, la lealtad y respeto que sentimos el uno por el otro y en el de reírnos del que dirán desde que nos declaramos amor eterno cuando solo éramos unos chiquillos de secundaria.

Como es costumbre después de cada "trabajito" Naz y yo nos reencontramos en algún muelle que es el lugar que simboliza el inicio de nuestro romance.

Esta vez lo hacemos en casa, en el embarcadero de City Island, la pequeña ciudad que nos vio crecer y donde pernoctamos cada vez que regresamos a Estados Unidos.

Las personas mayores que nos conocen nos miran de diferentes maneras: algunas con simpatía porque piensan que somos una pareja dispareja muy romántica y otros con desaprobación porque no entienden como la linda y dulce Naz puede ser la mujer del chico malo del pueblo, el "perdedor" ...

¡Ay, si supieran la verdad más de uno se caería de culo y nunca más se levantaría!

Apoyado en el capó de mi viejo Mustang sonrió al notar la presencia de mi preciosa Naz: cabello largo y ondeado al viento, figura pequeña muy femenina y el detalle que hace que piensen que soy un degenerado por pervertir a la "inocente señorita": su cara de niña buena que completa la imagen con sus gafas de medida.

Hoy luce unos shorts de jean y una blusa de cuadritos que anuda en la cintura que la hacen ver como una niña traviesa. Apenas nota mi presencia saluda a lo lejos agitando su mano mientras me llama de esa forma tan familiar que adoro:

- ¡Seokjinnie!

Observo de reojo como los juzgones fruncen el ceño cuando ven que Naz corre hacía mí, da un brinco y la recibo en mis brazos, esos mismos por los que me miran mal por el simple hecho de que están cubiertos por tatuajes... Bueno, también me miran feo por los piercings que uso y la fama de buscapleitos que tengo pero que sólo aflora cuando alguien se quiere pasar de chistoso con Naz y que es parte del show que montamos para resguardar nuestras verdaderas identidades.

Naz me besa con esa mezcla de ternura y pasión que me vuelve loco y luego se separa para mirarme con sus ojazos brillantes.

-No sabes cómo te extrañe.

-Lo sé cariño porque yo también te extrañe. Hoy demoraste más en volver ¿Ocurrió algo malo?

-Nada en especial solo que Papá Pitufo se lució enviando más azulitos que de costumbre.

-Creo que está algo desesperado.

-Un poquito, no falta nada para que su cabeza ruede por inepto.

- ¡Pobre! Jamás debió alucinarse el Comisario Gordon.

-Lo mismo digo ¡Tengo hambre!

-Entonces tienes suerte, el chef Kim preparó la canasta de picnic exacta para saciar tu apetito.

Naz sonríe agradecida y pregunta.

- ¿Incluye postre?

- ¡Por supuesto! Tu favorito

- ¿Con mucho chantilly y fresas extras?

-Como le gusta a mi princesa.

- ¡Te amo!

-Y yo a ti.

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SeokJin la observó una vez más, esa mujer que a diario dejaba su vehículo estacionado en su plaza y ni siquiera volteaba hacia su puesto, incluso cuando pagaba su cuota mensual lo hacía sin dirigir la mirada hacia él, quien era el encargado de cobrar.

Su padre le había dejado el negocio, un edificio de tres plantas para estacionamiento en el centro de la ciudad, muy conveniente económicamente aunque algo sacrificado si lo querías manejar personalmente como lo hacía él. Tenía un empleado que cubría lo turnos nocturnos, a quien consideraba más como un amigo.

-Tengo una idea. -Dijo NamJoon mientras cerraba la caja de su turno.

-Soy todo oídos.

-Pero eso me convertiría en socio amigo. -Advirtió a modo de broma.

SeokJin entonces dejó de teclear en la computadora para dirigirle completamente su mirada y atención.

-Podríamos complementar el estacionamiento con lavadero. Si restauramos el subsuelo, colocamos las herramientas necesarias y contratamos a alguien más, mientras los clientes trabajan nosotros podríamos dejar sus autos impecables, claro que tendría un costo extra.

SeokJin lo meditó seriamente, no era una mala idea. -Me gusta, solo tendríamos que calcular la inversión y...

-Ya lo tengo todo listo jefe, la noche es el mejor momento para pensar y tienes tiempo de sobra...

NamJoon siguió hablando, ignorante de que justo en ese instante el auto de la señorita Bracaz entraba por el portón de ingreso. SeokJin suspiró con solo eso. La voz de su amigo seguía oyendose amortiguado en el fondo de su cabeza. Aguardó los cuatro minutos que le llevaba subir al primer piso y bajar por las escaleras. Pasó delante de su puesto una vez más sin siquiera mirar hacia su lugar, haciendo resonar los tacones.

Otro suspiro y la vió perderse por la salida. -¿Todavía sigues enamorado de la señorita Bracaz?

Esa afirmación definitivamente lo sacó de su ensoñación. -¡No estoy enamorado! -Se quejó.

-No claro, te ofrecí comprar el negocio por dos dolares y aceptaste.

-¿Yo hice eso?

-Definitivamente tienes un problema.

Otro día de rutinas, Naz estaba hasta la coronilla de trabajo, para el colmo era presa de sus propias obsesiones, la organización. Llevaba una agenda con absolutamente todo planificado, desde el horario en el que se debía despertar, hasta el último minuto del día, que era cuando se fumaba un pitillo en el balcón de su departamento. Había crecido con un padre demasiado estricto, por lo que él le transmitió dicha obsesión por tener todo bajo control.

Claro había cosas que se podían escapar de ese control y esto era su auto. Sabía lo justo y necesario para mantenerlo en funcionamiento, así que de vez en cuando lo llevaba al mecánico para otros menesteres.

-Mecánicamente está todo en orden, le hemos cambiado correas y bujías, pero... ¿Alguna vez lo ha mandado a lavar? No es que tenga olor ni mucho menos, pero una capa de renovador en el tablero y tapizados no vendría nada mal.

Naz asintió comprendiendo el mensaje y la verdad era que en los dos años que había tenido ese vehículo jamás lo había hecho limpiar, ella al ser ordenada jamás comía dentro del mismo y solo lo utilizaba desde el edificio donde vivía hasta el estacionamiento, luego regresaba a casa y así diariamente.

Se sentía desconcertada esa mañana, cuando pensó que debía hacer lavar su automóvil ya que ella no tenía ni la menor idea de cómo hacerlo. Sentada aún dentro del mismo pensaba como hacerlo. Una idea, que ella considero brillante, fue la de preguntar al encargado del estacionamiento.

Con la mayor de las delicadezas golpeó el vidrio de la pequeña cabina donde un joven miraba atento su computadora. -Disculpe... joven...

SeokJin, que apenas si podía contener el aliento, ya que había notado inmediatamente la tardanza de la muchacha antes de cruzar delante de la cabina y sin mirar como a diario hacia, hoy golpeaba su cristal. Apenas si había podido disimular cuando notó que se dirigía directamente hacia él un día en el cual no correspondía pagar.

-Si señorita. ¿Necesita algo? ¿Algún problema con el estacionamiento?

-¡Oh no para nada! -Respondió sonrojadose, acababa de notar lo atractivo que se veía ese hombre con su cabello un tanto revuelo. -Necesito hacer lavar mi automóvil y la verdad es que no se donde podría llevarlo. Usted dirá que si hago la búsqueda por Internet lo encontraré, pero eso me llevaría tiempo que no tengo. Y supuse que aquí me podrían informar mejor. -De repente sentía la necesidad de alargar la conversación de alguna manera. Y como siempre que se ponía nerviosa hablaba rápido y mucho.

-No puedo creer la suerte que tengo, justamente hoy se pone en funcionamiento un nuevo servicio en este lugar y es precisamente el lavado de coches. Si me permite la llave podría dejarlo en condiciones para cuando salga de trabajar.

Naz suspiró aliviada, sin hacer más preguntas, rebuscó dentro de su bolso las llaves de su auto y las estaba por entregar cuando el joven se levantó rápidamente para salir de la cabina y obtenerlas él mismo.

Naz quedó aún más impresionada por la altura y porte que tenía, así que, haciendo temblar las llaves las entregó y procedió a salir rápidamente de allí antes de comenzar a hablar otra vez.

Pasó todo el día pensando en ese muchacho, y cayendo en la cuenta del tiempo que llevaba interactuando con él sin siquiera saberlo. Controló cada quince minutos el reloj durante la última hora y parecía que el tiempo no avanzaba, ella por primera vez quería huir de su trabajo para ver al muchacho del estacionamiento.

Cinco minutos antes de salir y ya tenía su bolso listo, en cuanto dieron las cuatro denla tarde, literalmente salió corriendo.

Llegó algo agitada al estacionamiento para ver con desilusión que no era el mismo muchacho.

-Buenas tardes. - dijo serena. -Hoy dejé mi automóvil para que lo lavaran...

-¡Oh sí! SeokJin está dando los últimos detalles, si gusta puede bajar al subsuelo, allí se encuentra el lavadero.

Naz no perdió más tiempo, usando las mismas escaleras que a diario subía, esta vez bajó.

Se podría decir que sufrió un orgasmo visual cuando lo volvió a ver. El tal SeokJin, era bueno muy bueno saber su nombre, se asomó apoyándose en la puerta. Tenía el cabello húmedo, ya no vestía su mameluco azul, la playera que tenía dejaba ver algunos tatuajes que lo hacían ver más atractivo todavía. Sus labios carnosos y esa mirada intensa que por la mañana no había estado allí.

-Su coche está listo señorita Bracaz. Espero que esté satisfecha con el servicio y repita la experiencia. -Su voz, al igual que todo en él se veía demasiado sexy.

¿Repetir? Obviamente, con tal de verlo en ese estado incluso podría hacer lavar su coche diariamente.

aksj1992

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