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Oso de peluche


"La vida real del hombre es feliz principalmente porque siempre está esperando que ha de serlo pronto"

- Edgar Allan Poe - 

—Changkyun. Cuatro años recién cumplidos. Su madre lo abandonó a la semana de nacido con todos los registros de nacimiento y una carta otorgando la custodia total al estado. Sin datos del padre —leyó la mujer. 

El corazón de Hyungwon se estrujó.

—¿Quién hace eso? —habló con un hilo de voz. JongHyun le dio un cálido apretón en el hombro que si bien no lo reconfortó funcionó para continuar escuchando el informe del pequeño Changkyun. 

La directora aclaró la garganta y ajustó los lentes sobre el puente de su nariz. 

—No asiste a ningún preescolar porque no contamos con el personal que se encargue de llevarlos al jardín de niños —aclaró. Hyungwon asintió y en su cabeza enlistó todos los colegios que había cerca de su domicilio y el de su pareja. —Además, hace tres meses Kyunnie fue diagnosticado con asma alérgico por lo que requiere medicamentos preventivos, muchos cuidados y visitas al médico una vez al mes. 

—Vaya...

JongHyun frunció la nariz. Confiaba que su pareja desistiría de la idea de adoptar al tal Changkyun después de la plática con la directora. Sin embargo, un martes su deslumbrante novio apareció en su departamento con una sonrisa enorme anunciándole que habían aceptado su petición de adopción y que tenía que visitar, una última vez, al niño para confirmar su decisión y la de la trabajadora social. 

—¿Hablas en serio? —JongHyun luchaba por ocultar su preocupación porque bueno, la sonrisa que le mostraba Hyungwon era tan bella que no se atrevía a borrarla. 

—Lo estoy —aseguró tomándolo de las manos —, y me gustaría que vinieras conmigo.

Esos grandes y brillantes ojos pecaban de hipnotizantes. El mayor no se atrevió a negar la invitación y gustoso acompañó a su novio a comprar un regalo para su futuro hijo.

—...solo tiene cuatro años no creo que tenga grandes intereses —comentó lamiendo el helado que se resbalaba por sus dedos.

Hyungwon rodó los ojos. 

—No quiero que Changkyun piense que soy un aburrido —se sinceró. Miró una última vez el peluche de oso café con un moño rojo en el cuello y un sombrero del mismo color del lazo y asintió para sí mismo. —Llevaremos este. 

El mayor observó el peluche en las manos de su novio y encogió los hombros. A él le gustaba más el peluche de vaca. 

—¿Por qué no lo pones en una caja? Es más fácil para él abrirlo que una bolsa. 

Hyungwon consideró la sugerencia de su novio y rápidamente se fue hacia otra esquina de la tienda. Regresó a los pocos minutos con una caja mediana azul con estampado de gatitos. 


—¡Listo!

El sudor en sus manos no desaparecía sin importar las veces que se limpiara en su pantalón. Sus mejillas comenzaban a dolerle, pero tampoco podía dejar de sonreír. Los latidos de su corazón se intensificaron cuando el picaporte comenzó a dar vueltas. 

El tiempo se detuvo frente a sus ojos. Gran parte del aire retenido abandonó sus pulmones en el momento exacto en que la puerta se abrió y un lindo niño de mirada felina apareció tan alegro como Hyungwon lo recordaba. 

—¡Hola! —exclamó entrando con total confianza a la oficina. 

La directora le lanzó una mirada de advertencia y de pronto el niño recordó sus modales. 

—Buenas tardes —dijo con calma inclinando la parte superior de su cuerpo en una casi perfecta reverencia. 

Hyungwon rio enternecido. Con las piernas temblorosas se puso de pie y avanzó tranquilamente hasta el menor. Una vez frente a él sonrió ofreciéndole el regalo. 

—Es para ti —dijo al notar la confusión en la mirada de Changkyun —. No me olvidé de ti. 

Los ojitos de Changkyun brillaron y en un parpadeó se había apoderado del regalo. 

—¡UN OSO! —gritó extasiado. 

Era su primer regalo en... en toda su vida. Todos los juguetes con lo que pasaba sus mañanas y tardes en su mayoría eran heredados de los niños más grandes o que debía compartir con los demás niños de su edad. La felicidad con que abrazó al oso de felpa derritió el corazón de Hyungwon y le confirmó que había elegido al niño correcto. No necesitaba más pruebas, el rayito de sol que tanto estaba buscando por fin lo había encontrado. 

—¿Te gustó?

El pequeño asintió eufóricamente balanceándose con el felpudo animal. 

—¡Es bonito! Muchas gracias

Todas las palabras que tenía para responder murieron cuando unos cortos bracitos abrazaron sus piernas. Inundado por el sentimiento, flexionó sus piernas hasta quedar a la altura del menor. 

—Gracias —susurró de vuelta. Abrazó a Chang sintiendo sus mejillas humedecerse por las repentinas lágrimas.

Lágrimas de felicidad. Una felicidad que estaba por conocer de la mano de ese pequeño niño que lo miraba como si fuera la cosa más interesante en él mundo. Y lo era. Al menos para Changkyun. 

Un mes entero estuvo a la espera de la autorización. El último paso del proceso de adopción. No podía contener la felicidad de poner tener entre sus brazos a ese tierno niño que le abrió las puertas de su pequeño corazón. Esa mañana se despertó más temprano de lo normal, abandonó la comodidad y el calor que le ofrecía el cuerpo de su novio y se preparó para recibir a Chang en su nuevo hogar.

Al principio quiso hacer algo pequeño, su pareja y él, pero después pensó lo importante que sería para el menor conocer a su nueva familia; así que al final se decidió por hacer una fiesta con sus amigos y familia. No eran demasiadas personas pero si las necesarias para hacer sentir especial al niño.

Recibió el servicio de comidas y más tarde fue por el pastel, había querido que su novio lo acompañara, pero tampoco tenía el corazón para despertarlo de su tranquilo sueño. Desconocía totalmente los gustos del su nuevo hijo, por lo que no dudó en acudir por la ayuda del niño de hoyuelos, el pequeño muy amable le recitó una lista completa de todo lo que le gustaba y disgustaba a su amigo prometiendo guardar el secreto. Sin duda era un niño increíble y un buen amigo para Changkyun.  

¿Qué haces despierto tan temprano? —su novio entró a la cocina tallándose los ojos con una mano. Estiró los brazos sobre su cabeza mostrando los músculos de sus brazos, que si bien no eran tan grandes, funcionaban para robarle suspiros al más alto.

Hyungwon lo miró y sonrió.

Ver a su novio con una maraña de cabellos, sin camisa y con pantalones flojos a la cadera, era su acción favorita de la mañana. Su novio era atractivo y por mucho. Era de esperarse tomando en cuenta el ambiente en que se conocieron. Hyungwon había sido arrastrado por su manager para asistir a la gala de premiación, luego de recibir dos premios por su actuación en el que sería su último proyecto, y aunque al principio estuvo reacio a asistir pronto se vio animado saludando a los pocos amigos que había hecho en los sets de grabación. JongHyun se acercó a él llegada la media noche y mentiría si dijera que no lo notó en toda la velada. La actitud alegre y espontánea de Jong lo cautivó desde esa misma noche y no fue sorpresa para nadie verlos tomados de la mano saliendo de restaurantes, caminando por los parques o visitando museos los fines de semana.
Al poner una pausa en su vida laboral muchos supuestos amigos lo abandonaron y otros más se unieron a él pero JongHyun permaneció intacto a su lado. Le contó su gran sueño y Jong simplemente sonrió ofreciéndole su apoyo incondicionalmente.

JongHyun era todo para él. Lo quería. Lo deseaba.

Pocas veces lograba reprimir el deseo de hundir los dedos en la piel canela del otro, bajar por sus caderas, acariciar sus redondas nalgas y mordisquear sus labios rellenos, pero esta vez no tenía tiempo para admirar el cuerpo trabajado de JongHyun mucho menos para satisfacer las locas fantasías que se le ocurría con el tarro de mermelada en la mano.

—Son casi la una—rió volviendo la mirada a las galletas de mantequilla. Observó por el rabillo del ojo al más bajo fruncir los labios. —¿Quieres desayunar, perezoso?

—No soy perezoso —defendió. Era verdad hasta cierto punto. Jong trabajaba seis días a la semana más de diez horas pero los sábados en la noche caía como costal de papas resucitando hasta el domingo en la tarde. —Ayer estabas demasiado enérgico.

Las mejilla de Hyungwon se pintaron de rosa en un segundo.

—Lo siento. Estaba nervioso.

Jong asintió dejándose caer con cuidado en el taburete.

—Está bien —sonrió robando una galleta. Hyungwon lo reprimió con la mirada. —¿A qué hora iremos por él?

La expresión molesta de Won cambió tan repente que Jong se sintió un poco celoso. Esperaba que ese niño no le robara el corazón de su sexy actor.

—¡Tengo dos horas para terminar! —gritó. Corrió fuera de la cocina haciendo un desorden en el proceso. —¡Perdón!

Entró a la habitación como un torbellino y fue directo al baño. Todavía tenía que ir por sus padres al aeropuerto, terminar de decorar las galletas y finalmente recoger a Changkyun en el orfanato. 


—No quiero ir. 

Cruzó sus brazos en el pequeño y se sentó en la tierra. 

La directora miró al menor con los ojos abiertos escandalosamente y se apresuró a disculparse con la pareja. 

—Está bien, supongo que no está listo para irse —susurró metiendo sus manos en los bolsillos de su abrigo. 

—Señor Chae, no lo malentienda ...e-el niño está nervioso. 

Hyungwon negó forzando una sonrisa. 

—Tranquila. No hay problema —inhaló profundo y levantó la mirada al cielo. Esperó más de medio año por ese día y ahora todo se estaba volviendo en su contra. Había pensado que todo estaba solucionado, que sería sencillo. Que equivocado estaba. Tal vez consiguió la autorización del estado, de la directora, pero no del niño. —Puedes quedarte con el peluche. 

La voz rota de Hyungwon llamó la atención de Chang. 

—¿E-está llorando? —preguntó poniéndose de pie. 

—No —sacudió la cabeza aceptando el brazo que le ofrecía Jong. Sentía sus piernas tan débiles y temía caer ahí mismo. —Puedes volver adentro, no te obligaré a ir conmigo. 

JongHyun chasqueó la lengua. —¿Esto es una broma? ¿Tiene idea de las ilusiones que crearon en mi pareja?—el delgado soltó el brazo de Hyungwon y se puso frente a él —. ¿Acaso enseñan a los niños a jugar con los sentimientos de las personas?

—¿Qué? 

—¿Por qué el repentino cambio? Hace una semana todo está bien, incluso Changkyun quiso ir a casa ese mismo día —frunció el ceño dirigiendo su mirada a Chang —. ¿Qué los hizo cambiar de parecer?

Changkyun bajó la cabeza y apretó el peluche en sus brazos. 

—Yo si quiero ir con el señor Hyungwon —murmuró caminando hacia el alto. 

—¿Hmm? 

Hyungwon se hincó a la espera de ChangKyun. No tuvo que esperar mucho cuando por fin tuvo entre sus brazos al pequeño. Un llanto silencioso lo preocupó teniendo que deshacer el abrazo para mirar la carita del más joven. 

—¡Si quiero ir! —lloró apretando con fuerza sus ojos —, pero Honey. 

Hyungwon quiso reír y JongHyun se sintió un imbécil. Los dos pensaron mil cosas por la reacción de Changkyun, pero nunca pensaron que estuviera triste por separarse de su mejor amigo.

—Jamás voy a separarte de tu amigo, Kyunnie. Pronto vendrán por él y lo llevarán a su nuevo hogar, como nosotros lo hacemos contigo —sonrió entrelazando sus manos con las de Chang —, y cuando eso pase podrán ir juntos a la escuela, los llevaremos al parque, a la playa ¡Donde ustedes elijan!

La mirada de Changkyun se iluminó pero esta vez de alegría y no por las lágrimas. 

—¡SI! 

Gritó emocionado saltando en círculos. Jooheon se unió a la celebración duplicando la diversión para Changkyun.

 —¿Estás listo para irnos? 

Hyungwon extendió su mano.

Changkyun miró a Jooheon apenado, lo abrazó con fuerza y lo soltó para tomar la mano de Hyungwon. 

—¡ESTOY LISTO!

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