Habitación 126
"Tu amor es consuelo en la tristeza, serenidad en el tumulto, reposo en la fatiga, esperanza en la desesperación".
-Mario Satz-
Apretó con fuerza la pequeña mano esperando que la acción le fuera correspondida. Reprimió un sollozo por la falta de respuesta. Habían pasado más de cuatro horas desde que atravesó el pasillo de emergencias con su bebé en brazos, inconsciente. Los informes de los médicos indicaban que estaba fuera de peligro, sin embargo, el riesgo de complicaciones respiratorias permanecía latente dentro de las primeras doce horas.
Sus amigos y familia no se cansaba de repetirle que no había sido su culpa, pero sus pensamientos tampoco se detenían. Ese pequeño ser estaba bajo su cuidado, y él le falló. Tal vez no conocía las alergias del niño, pero pudo haberlo previsto, tener más cuidado o apresurarse en llegar a casa y prepararle un almuerzo adecuado.
—Para ya de atormentarte. Los accidentes ocurren todo el tiempo —Jung Woo puso una mano sobre su hombro y le ofreció una sonrisa —. ¿Cómo ibas a saber que Chang era alérgico a la nuez? De ningún modo.
—Pero yo sabía que él tenía asma. Debí poner más atención —susurró, acariciando el dorso de la pequeña mano.
Jung Woo suspiró.
—Visité la sala de urgencias por primera vez a los cinco años, me había tragado un auto de juguete —Jung frunció la nariz, cada vez que lo recordaba volvía a preguntarse qué lo motivó a tragarse el juguete —. La segunda vez, mamá dejó el cuchillo al borde de la isla y mis manos curiosas se movieron hasta él. Una infección en la garganta me mantuvo en la cama con fiebre por dos días. Visitas al pediatra por dolores abdominales, resfriados, y un labio roto. Gracias al cielo no me quedó cicatriz o tendría que esconder mis bellos labios con una mascarilla.
Hyungwon sonrió con los ojos hinchados y la nariz roja.
—No eres un mal padre. Es tu primer día, tienes mucho por aprender —lo consoló, masajeando sus hombros —. Le agradas, no arruines sus esperanzas devolviéndolo al orfanato.
No.
De ninguna manera permitiría que Chang regresara ahí, no era un lugar horrible, pero merecía una familia.
—Y-yo seré más cuidadoso —dijo con la voz ronca —. Gracias, hermanito.
La sonrisa de Jung Woo tenía el mismo efecto que un chocolate caliente en una tormenta de nieve. Tan cálida como dulce.
—¿No soy el mejor tío?
Y como si dulce cachorro hubiera invocado al mismísimo diablo, la delgada puerta blanca se abrió con un chirrido molesto y la sonrisa socarrona de Minhyuk brilló.
Hyungwon cerró los ojos e inhaló profundo. Conocía esa mirada y esa sonrisa. Minhyuk estaba ahí, dispuesto a pelear por el título ganador. Una reverenda estupidez, pensaba Won.
—Por favor, no discutan aquí —suplicó levantándose de la pequeña silla. Miró rápidamente al niño para comprobar que seguía durmiendo y pasó junto a su hermano hasta salir de la habitación.
Minhyuk y Jung Woo se le unieron en la sala de espera, dándose pequeños empujones inocentes.
—¿Cómo está? ¿Pasará la noche aquí?
—Él ahora está bien. El riesgo no ha desaparecido del todo, así que va a quedarse toda la noche en observación.
Su mejor amigo hizo un puchero y extendió los brazos. Como un imán, Hyungwon se acercó hasta él y enrolló sus largos brazos en la cintura de Minhyuk. Aspiró el aroma fresco que desprendía el abrigo café y se permitió mostrar su lado vulnerable.
—Tengo miedo —susurró, restregando su nariz en el hombro huesudo —. No quiero perderlo.
—Wonnie, todo estará bien. Chang es un niño increíblemente fuerte, saldrá de esto —dijo confiado —. Tranquilo, en un par de días lo tendrás corriendo y saltando en el jardín.
Jung Woo se unió al abrazo, olvidando por un momento la absurda competición.
Después de un rato, el ánimo de Hyungwon mejoró parcialmente cuando el doctor le aseguró que Changkyun volvería a casa el siguiente día. Sus padres, quienes habían salido a traerle ropa a Hyungwon, volvieron con patatas dulces y de café; conocían a su hijo y sabía que no se movería de la habitación hasta que tuviera afuera con el niño entre sus brazos. Aun en contra de Hyungwon, Hyojung entró a la habitación para vigilar al menor mientras Won dormitaba en el hombro de Minhyuk. Jung Woo frente a él, molestaba al padre de ambos con la intención de no dejarlo descansar. La única persona que faltaba, no había dado señales de vida desde la mañana cuando Hyungwon lo despidió en la puerta.
—¿Dónde está el idiota? ¿Le avisaste que Changkyun estaba aquí? —Minhyuk preguntó controlándose para no gruñir.
El exactor se removió a su lado y poco a poco abrió los ojos.
—Lo sabe. Me llamó temprano disculpándose por no estar conmigo —dijo, en dos tonos más bajos —. Su jefe le pidió hacer horas extras, pero vendrá por la mañana tan pronto salga el sol.
—Oh.
Minhyuk asintió, sintiendo verdadera pena por su mejor amigo. —Seguramente se unirá a ustedes cuando regresen a la casa.
—¿Vas a trabajar mañana? —levantó la cabeza del hombro de Minhyuk y fingió quitarse una manchita de su suéter.
—No. Tú eres mi trabajo.
Jung Woo saltó sobre Hyungwon y le besó la mejilla. Desde el asiento de enfrente, percibió el cambió de humor en el rostro de ambos amigos y corrió al rescate. No era fan del novio de Hyungwon, pero como su hermano menor, se reservaba el derecho de opinar.
El aire poco a poco se agotaba y si la habitación no se desocupaba pronto entraría en pánico. Cerró los ojos y contó hasta tres. Su respiración se normalizó y por fin escuchó la puerta principal cerrarse. Era la hora de salir. Estiró la mano para levantar el bolso del suelo y abrió la puerta del armario. No dio más de dos pasos cuando fue interceptado por la pequeña, pero fría, mano de su mánager.
—¿Ibas a algún lado?
—¿Yo? —rio nervioso capturando la mano del mayor, intentó zafarse, sin embargo, Kihyun afirmó el agarre —. Auch. Me lástimas.
Aún con su inocente queja, sus ruegos no fueron escuchados.
—Me haces perder tiempo —escupió, jalándolo hacia la salida —. No entiendo a qué le tienes miedo. Hacemos esto cada mes, ¿por qué sigues escapando?
Clavó una mano en el marco de la puerta y presionó los pies en el piso. Las zapatillas blancas resbalaron en el suelo pulido y ni la mano de su mánager sirvió de ancla para evitar que cayera sobre su trasero.
—¡LEE HOSEOK!
Kihyun resopló lanzando el bolso al mueble junto a la puerta. —Tu comportamiento es completamente infantil. ¿Me recuerdas tu edad?
Hoseok frunció los labios encogiendo los hombros.
—Veintinueve —murmuró poniéndose de pie —. No lo hice a propósito, pero ¿a quién se le ocurre pulir el piso cuando todavía estamos trabajando?
La vena en la frente de Kihyun comenzó a hincharse frente a los ojos apenados de Hoseok. Sus mejillas se tiñeron de rojo y sus lindos labios rosa se apretaron hasta que las maldiciones regresaron a su pecho. Herir los sentimientos del artista no estaba en sus planes.
—Hoseok perderemos la cita. Por favor, vámonos
El pelirrojo asintió, sin embargo, no dio ni un solo paso. Tomó a Kihyun de los hombros y lo acercó a su rostro.
—Escúchame. No tengo miedo de las inyecciones, los aparatos o al hospital mismo...
Kihyun sonrió, un gesto cargado de sarcasmo.
—¡Bien! Entonces vamos —dijo volviendo a su gélida expresión.
—La doctora me da miedo —admitió. Al soltar tal declaración no contuvo su vergüenza y bajó la cabeza —. Ella parlotea mucho y aprovecha cada oportunidad para tocar mi cuerpo.
—¿Qué?
El agente se quitó los pesados brazos de encima y caminó alrededor de Hoseok buscando alguna prueba de maltrato. Si esa doctora lastimaba a Hoseok, no solo los padres del cantante lo matarían, él mismo se arrojaría al mar con tal de limpiar su conciencia. Hoseok era un ser puro que necesitaba protección 24/7 de la maldad del mundo.
—Ella... ¿Se atrevió a...?
—¡NO!
Hoseok alzó la mirada culpable por armar un malentendido.
—No, en realidad no es nada alarmante —frunció los labios y se rascó la cabeza, un gesto claro de nerviosismo —. Pero le gusta palpar mis músculos y su mirada hambrienta no me hace sentir cómodo.
Kihyun lo observó en silencio. Suspiró y asintió tomándolo de la mano, juntos salieron del camerino y tomaron la primera desviación hacia el estacionamiento. Era tan normal lidiar con problemas como ese todo el tiempo que le daba miedo. Cuatro guardaespaldas vivían pegados a Hoseok dieciséis horas al día y la seguridad del penthouse se encargaban del resto de las horas. Sin embargo, era trabajo de Kihyun deshacerse de las molestas garrapatas que deseaban hincarle los dientes a la pálida piel de Hoseok. Estilistas, masajistas, mucamas, personal del staff, bailarinas, enfermeras y alguna que otra loca de la calle que caía flechada con la sonrisa de Hoseok y su trasero gordo.
Siempre guardaba un plan b para ocasiones como esa, aunque creyó nunca usarla. Odiaba cambiar la rutina, pero tendría que hacerlo o de lo contrario Hoseok volvería a esconder en el armario.
—¿Puedo adelantarme? Quiero comprar un café.
Apenas escuchó de Kihyun una respuesta abandonó la camilla y salió disparado hacia el pasillo deteniéndose a agradecer el buen trato del doctor.
—Nos vemos dentro de un mes, señor Lee. —El doctor sonrió tranquilamente.
—¿Ves? No era tan difícil, Kihyun lo entendió muy bien —se subió la mascarilla apenado de que alguien lo viera hablando solo. Continuó avanzando poniendo atención medida a la decoración del nuevo hospital, sin duda era mucho más grande y sofisticado que el anterior. Ki era un as consiguiendo lo mejor para él —. Voy a darle un aumento.
Hoseok se detuvo al final del pasillo delante del ascensor y oprimió el botón. Mientras esperaba a que llegara, subió el zipper de su campera deportiva blanca y se ajustó la gorra. Estaba a gusto con el color de su cabello, pero Kihyun lo obligaba a ocultar su imagen cuando salían a la calle.
"Es por seguridad"
Y tenía razón. En varias ocasiones fue interceptado en el mini mart.
Las puertas del ascensor se abrieron descubriendo una linda imagen; un precioso niño, con un conjunto de terciopelo negro, permanecía recostado sobre el pecho de un altísimo hombre de belleza sublime. Hoseok entró al ascensor susurrando un "buenos días" y el hombre le sonrió de vuelta. Nadie más subió por lo que las puertas se cerraron y el nerviosismo de Hoseok apareció. Con nueve años en la industria de la música y del entretenimiento había aprendido a manejar los nervios y el estrés, no obstante, su falta de conocimiento en el amor lo volvía tímido.
—Wonnie, tengo sueño.
El niño habló en un tono de voz que Hoseok creyó derretirse de ternura. Adoraba tanto a los niños que necesitó convencerse lo extraño que sería hacerle mimos a un nene desconocido.
—Duerme Kyunie, te despertaré cuando lleguemos a casa —dijo Hyungwon pasando sus dedos por los cabellos del menor.
Hoseok miró de reojo encontrándose con que el niño lo miraba. Volvió la vista al frente y cruzó los brazos.
—Wonnie.
—¿Sí, bebé?
Changkyun levantó su manita y señaló a Hoseok. —Su cabello es rojo.
Hyungwon frunció el ceño mirando la cabeza de Hoseok. Sujetó la mano del niño y la bajó con cuidado.
—Es lindo, ¿No?
Changkyun asintió cerrando los ojos.
Continuando con su papel de desinteresado, Hoseok miró la pantalla confiando que pronto llegarían al primer piso.
No habían llegado al octavo piso cuando las luces del elevador parpadearon tres veces hasta apagarse completamente seguido de un movimiento brusco que desestabilizó a ambos. La luz regresó un segundo después, esta vez de un color más tenue, pero el ascensor no se movió.
—¿Wonnie?
—Tranquilo, bebé. No pasa nada, ahora encenderán el ascensor y podremos salir.
Hoseok buscó su celular en el bolsillo de su pantalón de algodón solo para descubrir que estaba incomunicado.
—Oh Dios —siseó —. Esto siempre pasa en las películas. Puede que estemos en medio de un ataque zombie, el fantasma de una niña aparezca en medio de nosotros o haya un terremoto.
Hyungwon enarcó una ceja.
—No se preocupe, ya debieron darse cuenta de que no funciona y alguien vendrá a sacarnos —dijo Hyungwon, dejando en el suelo a Changkyun —. Mantenga la calma.
—No quiero morir.
Changkyun soltó la mano de Won y caminó lentamente hasta Hoseok. Le ofreció una sonrisa mientras entrelazaba sus manitas con las de Hoseok.
—No tengas miedo, papi Won nos va a cuidar.
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