Capítulo 11
Por fin había acabado, habían sido solo dos días pero me parecía que fue una eternidad la que se habían alejado, y ahora estábamos allí.
Leo no había soltado mi mano mientras caminábamos hasta el cuarto que compartíamos. Yo estaba demasiado avergonzado para decir o hacer nada, lo había besado en la boca, y había sido un beso intenso, no uno sutil o amigable, y lo había hecho antes de saber que era un método para intercambiar energía, así que ni siquiera podía utilizar eso como un pretexto.
—Ravi-shi, ni siquiera necesito tener dotes sobrenaturales para poder escuchar tu corazón desde el otro lado del cuarto, —me dijo de pronto Leo.
Al levantar la vista me di cuenta que me veía con una media sonrisa en el rostro, lo cual hizo que el mío se pusiera sumamente caliente, y supuse que igual de rojo.
—Anda, ven aquí, siéntate, —me pidió, palmeando a su lado en la cama.
Con un suspiro accedí a su petición, aunque aún no lo podía ver a la cara, tenía mucho miedo de encontrar alguna mueca de asco.
—No te entiendo, hasta hace unos minutos estabas bastante cómodo conmigo, ¿y ahora no puedes ni mirarme? ¿Qué ocurre?
—Yo... yo sólo... bueno, no estaba muy seguro de cómo reaccionarías, ahora que estamos a solas tal vez, tú...
Interrumpió mi perorata poniendo una mano en mi mejilla, con ella logró que levantara la vista hasta sus ojos.
—¿Crees que me comportaría como lo hice si me molestaran tus acciones? ¿Si no fueran mis deseos igual?
Atrapado en su voz baja, en sus ojos oscuros, no pude mentir, simplemente solté aquello que martilleaba mi mente.
—Pensé, temí que solo quisieras mi energía, y aun en ese caso estoy dispuesto a dártela, es sólo, sólo que yo. ¡Ah, maldición!
Mascullé lo último pues mis ojos habían comenzado a aguarse, cerré los ojos para intentar contener las lágrimas que se esforzaban por salir.
—Wonsik, —me habló suavemente, a lo que tuve que volver a mirarlo—, confírmame, ¿por qué me besaste así? Dilo en voz alta.
—Estaba tan asustado, cuando te fuiste y no sabía si regresarías, me di cuenta que no quiero perderte, jamás quiero perderte. Hyung, me di cuenta que quiero estar contigo para siempre, por eso al verte a salvo mi primer instinto fue besarte, quería hacerlo...
Uso la otra mano para tomarme por las dos mejillas, y antes de que pudiera continuar murmurando frases sin sentido se inclinó hacia mí.
De nuevo sus labios se encontraron con los míos, esta vez el beso fue mucho más suave, dulce. Lo rodeé también con mis brazos, mientras sentía que con aquel contacto Leo eliminaba esas inseguridades que me habían llegado.
—No es sólo por tu energía Wonsikkie, si esta me encanta es justo porque puedo sentir tu amor en ella, —me dijo sin separarse demasiado, por lo que aún sentí el movimiento contra mis labios—. Permíteme mostrarte qué tanto te quiero todo a ti, tu amor tu cuerpo, todo.
Volvió a besarme, esta vez con un poco más de fuerza, además comenzó a empujar hasta que terminé recostado en la cama, quedé un poco torcido así que por inercia subí también las piernas a la cama, hasta que Leo se separó un poco me di cuenta que había quedado a horcajadas sobre mi cadera. Sus rasgos de dragón habían vuelto a aparecer, sus ojos amarillos y las escamas verdes junto a ellos, era muy bello, en realidad me gustaba en ambos estados.
—Hyung, —jadeé un poco.
—Eres tú a quien amo, Wonsikkie, todo tú. Permíteme demostrarlo.
Su aliento hizo cosquillas en mi oído, y la promesa encerrada en sus palabras calentó todo mi cuerpo, dejándolo sensible y alerta, eso por no mencionar el que hubiera dicho que me amaba
No alcancé a preguntar nada, pues sus labios volvieron a hacer contacto con mi piel, esta vez en la parte de mi cuello. Me sujeté con fuerza a su cuerpo, aquellas sensaciones que ocasionaban sus besos me estremecían por completo y, si no me sujetaba a algo, terminaría perdiendo la razón. Casi ocurre eso cuando Leo encontró uno de mis pendientes y lo haló con su boca, el ligero ardor que eso creó se convirtió de manera instantánea en placer.
Luego de algunos instantes Leo se enderezó un poco para deshacerse de la playera que llevaba, era raro que él mostrara así su cuerpo, con mayor razón al ver las escamas transparentes que daban a su piel blanca brillos verdes y amarillos cuando se movía.
—Eres hermoso, —susurré, pasando los dedos por su pecho y torso.
Las escamas estaban allí donde debería haber vello, y su tacto era suave y frágil, como si se tratara de las alas de una mariposa, o de una libélula dado el color. Aun entre esos rasgos exóticos que esta forma poseía, me di cuenta que Leo se había sonrojado ante mi comentario, lo cual terminó por dejar una sonrisa en mi boca.
En lugar de decir nada más, Leo se dedicó a quitarme la playera también, por lo que tuve que enderezarme un poco para ayudar a su labor. Una vez con el acceso libre él hizo lo mismo que yo había hecho y sentí la punta de sus dedos acariciar los músculos en mi pecho y abdomen, conforme iba bajando la temperatura de mi cuerpo subía.
—Siempre me ha gustado tu cuerpo Ravi, desde que éramos aprendices, —me susurró después de esconderse en mi cuello, sus labios de nuevo jugando en aquella zona.
No pasó mucho antes de que esos mismos labios se dedicaran a explorar ahora que tenían acceso, bajando osadamente hasta llegar a mi pecho.
Cada uno de sus movimientos parecía calculado para volverme loco, desde la manera en que utilizaba los dientes para alterar mi piel antes de suavizarla con una caricia de su lengua. Cuando repitió esa misma operación en mi pecho me fue imposible contener el jadeo que causó, incluso terminé arqueando mi cuerpo hacia arriba para tener más de aquellas placenteras sensaciones.
Él se había colocado entre mis rodillas abiertas mientras sus atenciones seguían bajando, al parecer disfrutando de los músculos de mi abdomen y de la manera en que estos se tensaban bajo sus caricias.
Estaba completamente a merced del placer que creaba, al menos hasta que sus besos siguieron bajando hasta pasar el límite de mi ombligo y sus manos comenzaron a desabotonar mi pantalón.
—Ah, hyung, —jadeé cuando logró soltar los botones y mi sexo se vio libre de la presión de la ropa.
Lo vi lamerse los labios antes de soltar algo de su aliento sobre la punta sensible de mi sexo, lo que logró erizar todos los bellos de mi cuerpo. Jugó con un lengua un par de veces antes de introducirlo por completo en su boca, eché la cabeza hacia atrás al sentir aquella húmeda calidez y apreté las cobijas en mis puños simplemente para evitar explotar en aquel momento.
Pasaron algunos instantes eternos mientras él subía y bajaba la cabeza a lo largo de mi sexo, los gemidos que soltaba reverberaban en mi cuerpo, como si él mismo disfrutara físicamente de hacer aquello.
En definitiva aquello era lo mejor que había experimentado en mi vida, me levanté un poco sobre los codos para poder observar aquella erótica imagen y fue cuando me di cuenta que mientras ocupaba su mano derecha y su boca en mí, su mano izquierda estaba oculta entre sus propias piernas, detrás de él.
—¿Leo hyung? ¿Qué, qué haces?
Leo también se enderezó y alzo su mano izquierda, mostrándome tres de sus dedos húmedos por una sustancia entre transparente y azul.
—Ah Ravi-shi, eres tan grande, que necesito prepararme si quiero recibirte, —dijo con voz cadenciosa.
—No, se supone que yo, yo haga eso por ti.
—Lo único que se supone que tú hagas es disfrutar, —ronroneó, antes de girar y dar una mordida leve en el interior de mi muslo.
Utilizó la misma mano izquierda para masturbarme un poco más, llenándome todo con la misma sustancia azul y refrescante que casi me lleva al éxtasis por su sensación, más aún porque sabía que era el preparativo último para el platillo principal.
En efecto Leo no tardó mucho en volver a subir sobre mi cuerpo, sentándose sobre mí cadera. Incluso jugó un poco conmigo, girando su cintura para que mi sexo rosara contra su trasero,
—¡Hyung! Me volverás loco, —jadeé.
Él rio un poco en respuesta.
—Es justo, tú haces lo mismo conmigo, —se enderezó por fin, utilizando su mano para alinearse con mi sexo.
Contuve el aliento y sujeté su cintura con mis manos mientras sentía cómo me iba permitiendo el acceso a su interior, era apretado, tibio, húmedo y absolutamente delicioso, tuve que apretar los dientes para contener mi inercia por levantar la cadera en un solo movimiento; y si no lo hice fue porque Leo tenía los ojos y la boca fuertemente cerrados.
—¿Estás bien, hyung? —pregunté cuando logró sentarse por completo, y se quedó ahí inmóvil.
—Sí, sólo dame un minuto, como dije eres, demasiado grande.
Podía notar que le dolía, y eso era lo último que quería, quería distraerlo así que tomé su sexo para comenzar a masajearlo con suavidad.
Leo gimió y echó la cabeza hacia atrás, los espasmos de su cuerpo se sentían deliciosos a mi alrededor. Levanté las rodillas a los lados, a lo que él aprovechó para recargarse en ellas.
—Muy bien, —dijo muy bajito, levantándose un poco antes de dejarse caer de nuevo.
Jadeé su nombre, él seguía moviéndose de arriba hacia abajo, cada vez más rápido, luego de algunos instantes así incluso comenzó a ondear su cuerpo adelante y atrás. Al parecer encontró un buen punto pues de pronto sus gemidos se intensificaron y su cuerpo se tensó con mayor fuerza a mi alrededor.
Volví a tomarlo por la cintura y alcé la cadera, apuntando a ese mismo punto que lo estaba haciendo casi gritar, y el que mi nombre saliera con esa tonada tan erótica terminó por arrastrarme muy cerca del abismo.
Aumente la velocidad de mis movimientos y tomé de nuevo su miembro para acariciarlo a la par de nuestro sube y baja. Podía sentir cómo cada movimiento alimentaba el cosquilleo en mi vientre y me acercaba de nuevo al éxtasis final y quería arrastrar a Leo conmigo.
Él gimió mi nombre mientras el orgasmo explotaba en su cuerpo, y por la manera en que su cuerpo se presionó me llevó consigo, de manera que terminé en su interior con el más glorioso orgasmo del mundo.
Tardé algunos instantes en recuperarme de la intensa sensación, para cuando me di cuenta Leo se había quedado recostado en mi pecho y con la respiración tan agitada como la mía.
Me estiré para tomar el paquete de pañuelos desechables que teníamos en la mesita de noche, con ellos nos limpié un poco para poder permanecer recostados, el movimiento me hizo salir de él a lo que se quejó un poco.
Al final terminamos ambos recostados en la cama, aun desnudos aunque tapados con la sábana, lo atraje para abrazarlo y que él terminara acostado en mi pecho, era reconfortante tener su calor así a mi lado.
—Eso ha sido delicioso, —susurró Leo muy bajo, supuse que se estaba quedando dormido.
Levanté la otra mano para acariciar las escamas verdes al lado de su ojo, como siempre me encantaba e intrigaba su tacto.
—¿Sabes una cosa? Me alegra que no tuvieras espinas o algo así extraño que nos impidiera hacer esto —comenté casualmente.
—¡Wonsikkie! —me dio un golpecito en el pecho y, aunque no levantó la vista, noté que se sonrojaba—. ¿De dónde sacas esas ideas?
—No lo sé, no tengo la menor idea de cómo sea el pene de un dragón, tal vez tengan espinas como los gatos, ¿cómo podría saberlo?
—Estás loco, —se quejó, aunque sonaba enternecido y adormilado.
No pude dejar de reír, completamente feliz por la situación, le di un beso sobre la cabeza y me acurruque para también dormir.
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