HCY | 010.
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Abrí dos documentos que había archivado hace un par de días. Había tenido diversas ideas sobre la planeación de un nuevo producto, y la forma de llamar la atención de los clientes potenciales. Y justo hoy me gustaría ver lo que escribí, ya que estaba a punto de entregar un trabajo que me dejaron después de un tiempo.
Reescribí todo, leyendo una y otra vez, lucía genial lo que escribí, casi podía decir que rimaba. Además, hoy era el primer lunes del mes, y siempre debía entregar un informe de las cosas que escribí todo este tiempo, la verdad que no entregaré mucho, por qué no me dieron nada.
Tomé una imagen que tenía impresa, y empecé a escribir lo que había pensado. El texto solo abarcaba una idea, concisa y potente, con un lenguaje entendible a la audiencia. Se estaría lanzando un anuncio comercial sobre el último modelo que salió al mercado, donde abordaba la elegancia de los coches que vendíamos. Gracias al cielo, estaba formando parte de esto, ya que posiblemente si me aprobaban, podía ser la escritora de la revista online de la empresa, algo que claramente es atrayente para mí.
Me puse de pie para darle todo a Yoo In-na, la subdirectora de marketing que me había dado este trabajo. Llegué con toda una carpeta hasta su oficina, me adentré después de que ella me dejase pasar.
Se encontraba con alguien del mismo departamento, que en cuanto me vio ingresar, salió. No podía ser negativa, pero me gustaba ser realista con respecto a lo que hacía. Si hago una cosa mal, jamás sería capaz de entregarla, por ello tengo la esperanza de que le agrade un poco, a pesar de lo exigente que es la subdirectora.
—Buenas tardes, subdirectora.
Esta se acomodó en su silla, esperando a que yo sacara todo de mi carpeta, y eso hice. Dejé varias hojas encima de su escritorio, en las cuales en una había los textos que serían incluidos en las portadas de los anuncios comerciales y en la web, en otra hoja las fotos con tonos que querían bien, y al otro lado, unos borradores de como quedaría todo.
Me alejé un poco, viendo su rostro que de pronto empezó a aparecer un gesto de asco. Vio por encima todo, apenas se notó que leyó algo de lo que escribí.
—¿Qué es esto?
—¿Perdón?
Se puso de pie, viendo desde arriba mejor lo que dejé en su escritorio.
—¿Qué es esta basura? —Suspiró— ¿Crees que con esta cosa llamaremos la atención? Tiene tonos retros, eso no es nuevo, eso es antiguo. Debes buscar cosas innovadoras, textos llamativos, grandes. Pero a la vez minimalista, tan genial como lo son otras marcas.
Casi con asco, tomó una de mis hojas para verla mejor, para después arrugarla y tirarla seguramente a su basurero. Tenía ganas de llorar, pero de la rabia. Lo que le estaba entregando era oro, era genial, ¿cómo me vas a pedir algo llamativo y minimalista al tiempo? Una cosa u otra, no puedes combinar estilos de golpes que solo dañaran a la vista.
El día en que me llamó para trabajar juntas, algo en mí creyó que era para algo fenomenal, pero solo serví para llevar y traer cafés. Hoy tenía la esperanza, ya que por primera vez leería algo mío, pero ni siquiera lo lee con detenimiento y lo tira a la basura, ¿qué era esto?
—Señorita Hwang, le di una oportunidad, pero me dio una basura. Vuelva a repetir todo esto, aunque no le aseguro que lo vaya a escoger si estas son sus habilidades literarias.
Se sentó de nuevo en su silla, olvidándose por completo de mi presencia. Tragué saliva para aguantar el nudo de mi garganta y todas las ganas que tenía de decirle algo.
—Retírese ya, señorita Hwang.
Dijo sin ganas. Tomé mis hojas sin ni siquiera guardarlas en mi carpeta, quería largarme. Antes de darme la vuelta, hice una reverencia y salí. La odiaba. ¿Qué le pasaba a todas las personas de este lugar? ¿Acaso eran así con todas las nuevas? Un fastidio.
Salí de aquel lugar, con las orejas calientes, refunfuñando por haber deseado decirle algo. Por qué lleve más experiencia que yo, no le da derecho de tirar mi hoja. Es mi trabajo, y puedo hacerlo aún mejor que ella.
Me dirigí hasta el baño, donde aproveché para guardar mejor las hojas. Traté de tranquilizarme un poco, este tipo de situación me estresaba. Mis jefes hombres al menos no tiraban mis cosas, pero esta es la segunda vez que la sub Yoo In-na hace algo como esto. No sé cuánto soportaré la situación.
Lavé un poco mi rostro, para que desapareciera, aunque sea el leve rojo de mi nariz, por las ganas de llorar, bueno, por las lágrimas que se me salieron de la rabia. Tonta mujer, se creía la mejor.
Salí de aquel lugar, para ir a mi oficina a ocupar el día reescribiendo todo de nuevo. A la salida del pasillo, miré a Bae, así que me detuve para saludar.
—Hwang, ¿qué tal? ¿Todo bien?
Asentí, no quería que me preguntara muchas cosas.
—¿Cómo estás tú?
—Ahora mejor que te vi. Iba hacia la oficina de su departamento, te acompaño.
Caminamos hasta el lugar, no dijimos nada en el camino, hasta que me mencionó que me vio salir de la oficina de la subdirectora y por ello sospechaba que algo malo había ocurrido, por mi rostro. En nada llegamos a estar enfrente de las oficinas, donde nos detuvimos y decidí contarle lo que sucedió, ahora más tranquila. Este de inmediato lo escuchó, vino hacia mí para cubrir mi cuerpo con sus brazos. No voy a negar que lo necesitaba, y agradezco de que al instante se separó de mí.
Me tomó por los hombros, teniendo ahora su rostro cerca de mí, haciendo que se volviese todo más incómodo.
—No te preocupes por ello, sabes que tu valor no es lo que diga ella ni otros. Seguramente lo que hiciste estuvo genial —Una de sus manos subió a acariciar mi mejilla, pero eso no era correcto para mí, así que me alejé de él—. Escucha, tengo unos bocetos que talvez podrían ayudarte o inspirarte. Te los enviaré por correo.
Mi atención fue completamente al ruido del ascensor que había al final del pasillo, sus puertas se abrieron, dejándome ver al ogro. Mi cuerpo se tensó completamente al ver lo que imponía desde el instante en que salieron, y la gente que iba pasando lo miraba a él, tanto a su abogado. Casi parecían sacados de un cuento.
Iban pasando casi ya a nuestro lado, así que hicimos una reverencia para saludar a nuestros superiores por decirlo así, pero estos devolvieron el saludo, más una mirada del director Jeon hacia mí. Solo puedo recordar lo que ocurrió ayer, ese toque de su mano contra la mía, creo que aún podía sentirlo.
Iba a botar la comida por lo revuelto que se sintió mi estómago, por los pensamientos ingratos. Lo he visto en traje, en sopa informal, ojalá verlo sin camisa. No podía ser que en mi mente haya eso.
Moví la cabeza, negando, pero fue tarde, por qué mis mejillas ya las sentía calientes. Me despabilé cuándo Bae puso su mano sobre mi rostro nuevamente, asustándome.
—Te pusiste muy roja, ¿te encuentras mal?
—Estoy bien.
No lo estaba, ¡No lo estaba! Nadie en su sano juicio podría estar bien teniendo pensamientos inmorales por un hombre como él.
[...]
—Me gusta alguien.
Nada más dije esas tres palabras, y ella dejó su taza de café en la mesa, con la boca abierta, sin creer lo que había dicho. Era normal que no se esperara esto, ya que hace unos días ha estado diciéndome que conozca a alguien y yo me niego.
—No te creo, ¿es Bae Hyeon?
Negué.
Me miró más que confusa. Sohee se caería de trasero cuándo le diga de quién se trata. Como habíamos acordado, pues nos vemos más por los negocios que tiene aquí, pero al final la cita que tenía en la casa de su cliente, ese no estaba, así que le tocaba ir hoy, y al ser hasta más tarde, decidió invitarme a tomar café, justo en la cafetería donde me mandan a comprar.
—Tienes que escuchar con atención. Esa persona no es que me guste de gustar con amor, nada parecido, es algo más como atracción, muy fuerte. ¿Entiendes?
Se quedó en silencio viéndome.
—No es necesaria tanta explicación, vamos, que te conformarías con llevártelo a la cama.
Suspiré.
—Agh, Sohee.
Levantó ambas cejas, casi inofensiva. Ahora me daban menos ganas de decirle de quién se trataba, pero me mataría si ahora no le digo quién es.
—No haría jamás algo con él, pero como siempre...
—Pero dime ya quién se trata.
—Es el director Jeon, el de Hyundai. El que tiene una hija y...
—No es una novedad —Como si no le hubiese dicho algo tan importante, volvía a su taza para beber un poco de café. ¿Cómo que no era una novedad?— Te confieso que me he sorprendido bastante, pero es normal que sientas algo así por alguien como él.
Me crucé de brazos, un poco indignada.
—Oh, vamos Sohee, te cuento algo importante y me dices algo como eso. Esperaba más emoción.
Relamió sus labios, y suspiró.
—Estoy muy emocionada, aunque no lo creas. Desde ese día que lo vi por primera vez, cuándo te dijo que si te conocía de algo, y luego esas miradas coquetas de ambos, nah, nadie me engaña. Sabía que en algún momento me dirías algo como eso —Bufé. Esto es increíble—. Ahora bien, cuéntame qué harás al respecto.
—Nada. Simplemente, te cuento por contar, pero jamás haría algo.
Me miró confusa.
—No te creo, dime una cosa. Apuesto que quieres besártelo a lo jodido, ¿no es así?
El pudor que tenía había desaparecido hace mucho tiempo, y más cuándo se trata de mi amiga, hablamos de las peores cosas, así que tampoco podía ocultarle como me sentía, por ello empezamos esta conversación.
—Tienes razón. Pero como te dije, solo es eso, nada de amor ni otra cosa. Ayer estaba en mi casa, y te juro que lo único que podía pensar era en sus labios, en como besará.
Empezó a reír a carcajadas.
—Lo sé, es que, se ve que seguro lo hace genial.
También me reí por la forma en la que habló.
—Pero Sohee, él está casado.
—Ojalá, entonces tú hubieras llegado antes para ese bombón —Entonces dejó de reír—. ¿Cómo que estaba en tu casa?
Durante el poco tiempo que nos quedamos ahí, le platiqué de todos mis encuentros con el director Jeon, hasta lo que sucedió ayer, de con solo una mirada me incapacitaba completamente. Sus palabras de broma, me hicieron reír bastante, haciendo sentir como si esto solo era algo pasajero, que me olvidara de lo que en verdad sentía.
Quería que me platicara ella sobre su compañero de trabajo, que estaba interesado en ella, pero no nos dio para seguir, ya que debía ir a su cita con el cliente. Nos despedimos en la puerta de la cafetería, así que por mi parte me fui sola hacia la empresa.
Hacía bastante frío hoy, el clima estaba excesivamente loco. Casi se notaba que cuándo salimos de la cafetería, mientras nos despedíamos, nos salía vaho, ese humito cuándo hace frío.
Metí mis manos en mi chaqueta, y quise esconder mi nariz en mi bufanda, mientras anhelaba adentrarme al edificio, pero por alguna razón me detuve, viendo quién era el que se bajaba de un coche aparcado justo enfrente. El director Jeon estaba en el asiento del pasajero por lo visto, y quien manejaba era su mujer que se bajó a entregarle algo que por lo visto olvidaba.
No debía interesarme para nada. Seguí mi camino, ignorando todo. Tenía muchas ganas de estar en mi casa con este clima, tomando chocolate caliente, cubierta de mantas, viendo mi serie favorita. Pero bueno, debía trabajar, o algo así, ya que no me daban nada.
Piqué el botón para que el ascensor bajara y tambalee mi cuerpo lentamente de un lado a otro, para que se pasara lo helado que tenía el cuerpo. Si lo pienso un poquito, seguramente ella pasó por él, para que fueran a comer su comida favorita, mientras charlaban de lo linda que es la hija que tuvieron por su amor, mientras se toman de la mano, ¿así se sentirá ser su mujer? No era una buena imagen mental, debía eliminarla.
Las puertas del ascensor se abrieron, así que me adentré ya tranquila por lo calentito que empezaba a sentirse. Justo cuándo estas mismas estaban por cerrarse, miré la imagen del director Jeon acercarse, llegando a tiempo y entrando. Al menos agradezco de que no venga con su mujer, aunque, ¿por qué sigue viniendo a la empresa?
Hice una reverencia nada más, por respeto, y traté de alejarme de él todo lo posible. Es decir, al otro extremo. Su sola presencia me molesta, me vuelve loca.
Volví a cubrir mi nariz con mi bufanda, ya que la tenía congelada. Quería cerrar mis ojos y cuándo los abriera, no estar ahí, a su lado, solo me daba impotencia en grande, más sintiendo su mirada sobre mí.
—Ah —Giré mi cabeza de prisa, escuchando apenas una palabra suya—, yo, vine casi corriendo por qué la vi entrar justo y quería hablar con usted.
Tragué saliva, buscando una frase correcta para decirle y que no fuera brusca.
—Lo siento, no creo que tengamos algo que hablar, director.
Quería volver a mi postura, viendo al frente, pero este no parecía contento con mi genial respuesta, que simplemente giró su cuerpo hacia mí, para verme mejor.
—No es así. Siempre que quiero decirle algo, usted escapa, o algo nos interrumpe.
Puse mis manos en un puño, queriendo darle un puñetazo en su amplio pecho para que guardara silencio. Su voz últimamente era mi debilidad, su risa resonaba en mi cabeza una y otra y otra vez. Debía detenerse, debía alejarse de mí, él y yo no teníamos nada de que hablar. Era tanto así que lo creía, que traté de ir a la zona de los botones para apretar apresurada el piso al que iba, que no pude hacerlo antes, que justo cuándo lo estaba por hacer sentí una mano aún más fría que la mía, sobre mi brazo.
Me quedé paralizada, dándome cuenta de lo cerca que quedamos. Tuve que haber escogido el lado de los botones. Desde aquí, podía ver sus labios más bonitos, sentir su aroma impertinente, y esos grandes y penetrantes ojos, que erizan cada vello de mi cuerpo. ¿Qué hacía conmigo?
—Debemos hablar de esto mismo —Dejó libre mi brazo, que aproveché para alejarme. No entiendo a que se refiera realmente—. No entiendo por qué cada vez que nos encontramos, siento cierta tensión y me confunde. Claro, admito mi error por entrometerse a veces en lo que no es de mi incumbencia, pero me parece bien ayudarle a usted, como a su padre, que me enteré por casualidad de que es su familiar.
Tensión, sí, esa tensión que me ahoga, esa misma que produce que mis pensamientos vuelven sin detenimiento.
—Estamos bien, director. No necesito de su ayuda, además, no comprendo de qué tensión se refiera, ya que no la siento.
—Si no es así, ¿por qué me mira de esa forma?
—¿Qué forma?
—Esa tan intensa que me provoca escalofríos.
La respiración me hacía falta, no encontraba a donde ver, ni siquiera sabía si mover un músculo de mi cuerpo. Todo lo que tenía enfrente de mí, haría que perdiera la razón, confundiéndome. Ahora era yo la que podía decir que esa forma en la que él me miraba, me provocaba escalofríos, ya que no tenía explicación.
—Lo lamento, puede ser que siempre me dicen que tengo una mirada... intensa o eso creo.
Carraspee mi garganta, nerviosa por la situación. Será mejor que el ascensor deje de estar detenido, puesto que puede llegar una persona a abrir y pensar una cosa contraria.
—Seguramente hasta su novio cree eso.
—No tengo novio, si no mal recuerdo ya se lo había dicho —Puede ser imposible, pero ayer me vio junto a Bae, sería irreal que pensara que tenía algo con él, tampoco le importa—. Será mejor que no haga ese tipo de preguntas, ya que su esposa podría enojarse o confundir las cosas.
Era la verdad, si yo fuese su mujer, claramente me enojaría si me entero de que le pregunta a otras si tiene novio. Lo peor de todo, es que escuché como soltó una pequeña risa que me dejó absorta en él. Fruncí mi entrecejo, viéndole fijamente para que al menos me dijese cuál fue el chiste que conté, para que se mofara así.
—No estoy casado, nunca lo he estado.
¿Qué era esto? ¿Este sentimiento? Como una gran presión en mi pecho, que me dieron ganas de sonreír, pero lo evité a toda costa mirando a otro sitio, desinteresada ante su gran declaración. No era su esposa, pero de alguna forma esa mujer tan hermosa es la madre de su hija y ahora son un tipo de pareja. Aunque pareciera que vi el cielo por unos segundos, esto era la realidad.
Ya era suficiente charla con él, quería irme. Estiré mi mano para tocar lo botones y en aquel movimiento, tuve que pasar nuevamente cerca de su cuerpo. Casi de reojo, sentí su mirada sobre mí, y tengo tanto derecho de reclamarle que sea así conmigo. Regresé a mi lado del ascensor, después de estar tanto tiempo cerca de él, que aun mi nariz tenía impregnado su perfume.
Cerré los ojos unos segundos, escuchando el leve ruido que hacia el ascensor, deseando llegar ya. Gracias a Dios, fue lo esperado y las puertas al fin se abrieron. Antes de salir, voltee a verlo y hacer una pequeña reverencia. Su mirada será todo lo que me destruye, lo que me mueve, y me molesta, por qué desde el día en que lo vi en esta empresa, me atrae completamente.
[...]
Hoy había una pequeña exposición en mi escuela de cerámica. Según me comunicaron un par de días, se hacen exposiciones de obras no profesionales, de personas que llevan seis, tres y un mes de experiencia. Sohee, junto a mí, llevábamos casi un mes, por ello participaríamos.
Tengo planeado ir a comer con Sohee después de la exposición express, y luego tendría que ir corriendo a casa, ya que un primo mío traería de vuelta a mi cachorro Yangchi que estuvo cuidando. Lo adopté justo cuándo vivía junto a Sohee, y cuándo me mude a mi nuevo departamento, es decir, hace 5 meses, tuve que decirle a mi primo favorito que me hiciera el favor de tenerlo por un tiempo, por el hecho de que se enfermó en el traslado. Lo echaba bastante de menos, y por fin hoy lo veré.
Me encontraba bastante emocionada por la exposición y por mi pequeño cachorro.
Después de caminar bastantes minutos, al fin llegué a la escuela. La parada de autobús me dejaba bastante alejada del lugar, con más ganas anhelo tener ya mi motocicleta. Tengo que pensar donde llevar a Yangchi cuándo salgamos a pasear, por qué todo este tiempo que ha estado en tratamiento, se ha sanado por completo.
Quité mi bufanda, ya que este fin de semana hacía frío, pero cuándo caminabas entrabas en calor muy rápido.
Seguí entre los pasillos, buscando el salón donde siempre iba. Era uno de los últimos del primer piso, el salón 11. Vi todos los números arriba de las puertas, y por fin llegué. Di literalmente un paso, viendo como mi amiga ya estaba aquí. Pero el día no sería bueno, al ver como el impertinente director Jeon se encontraba a su lado.
¿Acaso tengo que encontrarme a ese hombre hasta en mi sopa? Joder, me lo encuentro en los pósteres de la calle, escucho su nombre en el trabajo, veo su rostro hasta en mis sueños. Tenía un grave problema con él, tanto que empezaba a ser un sucio juego de la vida. Y no sé si eso me gustaba.
•
—Herbst
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