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CAPÍTULO 03

SAM

— ¿Qué diablos...? ¡Te estuve buscando toda la tarde, Dean! —exclamó Sam, moviendo las manos con exageración— ¡Podrías haber estado muerto y en una zanja hasta donde sabía porque no te molestaste en dejar un solo mensaje o nota!

Dean suspiró y se sujetó el tabique de la nariz, con irritación. Empujó contra el pecho de Sam la bolsa de papel con comida para llevar y se dejó caer sobre la cama individual que le correspondía en aquella reducida habitación de motel.

—Fui a comprar comida —respondió Dean, permitiendo una sonrisa amplia crecer en su rostro.

—Ya. Y seguro tardaron... —Sam miró su reloj e hizo mentalmente las matemáticas— 12 horas en prepararla.

— ¿Qué puedo decirte? Tienen un servicio lento.

Sam se burló notablemente, mirando a su hermano y su desaliñado aspecto, desde el cabello muy desordenado hasta el cansancio notable en su mirada, y era imposible no notar que, pese a esto, estaba de un excelente humor. Normalmente esas señales solo conducían a una conclusión. Esperó unos pocos segundos hasta que Dean se retorció, demasiado hiperactivo como para estar quieto, y al ladear la cabeza, pudo ver con claridad los hematomas en su cuello que eran indudablemente chupetones.

Tampoco era que Dean se estuviera resistiendo demasiado o se esforzara particularmente en ocultar sus aventuras, sin embargo, con todo aquello que les había pasado recientemente... Quizá habría sido lo mejor solo dejarlo pasar.

Pero Sam no iba a soltar el tema. Su padre había muerto hacía tan poco tiempo que aún se sentía como si acabara de recibir la noticia, y no podía ser posible que su hermano decidiera andar de bar en bar, y de chica en chica, como si todo estuviera igual que siempre.

— ¿Y los chupetones son de la mesera quizá? ¿O te cruzaste con un vampiro?

—Sam, basta. ¿En realidad quieres los detalles? Puedo darte los detalles pero no creí que los quisieras.

—Claro que no los quiero. Solo quiero saber cómo pudiste irte sin decir una sola palabra después de todo lo que ha sucedido últimamente —espetó Sam. Dean no respondió.

Dean no respondería a eso. No respondería a nada que involucrara sus sentimientos.

Ninguno de los dos emitió sonido y Sam abrió la bolsa de comida, comenzando a comer del molde de ensalada que le habían traído. Estaba insípida y era probablemente la peor ensalada de todo el menú, pero siendo que Dean no sabía de ensaladas, entonces él podía ser conformista al respecto.

El enfado se les escapó como arena entre los dedos. Estar enojado era un desgaste mucho mayor al que podían asumir en esos momentos.

—Vamos al bar, a ver a Ellen, Jo y Ash para saber si tienen algo para nosotros, antes de regresar a casa de Bobby —sugirió Dean.

—Ellos dijeron que nos avisarían si tenían algo para nosotros —replicó Sam. No tenía nada en contra de visitar, pero en realidad no sería una visita precisamente razonable.

— ¿Y? —preguntó Dean, con expresión confundida. Sam suspiró y dejó caer el tenedor con el que había estado comiendo su ensalada.

—Bien. Vamos a otro bar a que te alcoholices y luego conduzcas un par de estados en ebriedad.

Dean sonrió ampliamente, muy satisfecho con la resolución, y ambos se apresuraron en colocar todo en sus bolsas de viaje. 

El auto de Dean seguía en proceso de reparación, un proceso que demoraría bastante, y después de que el horrible mamá-movil que Bobby les había prestado fuera reportado a la policía, robar un auto cualquiera del estacionamiento del motel en realidad parecía una buena idea, así que Sam no objetó cuando Dean comenzó a jugar con la cerradura de un vehículo viejo y poco llamativo de color azul oscuro.

Tenían tanta experiencia en eso que el seguro de la puerta botó en apenas un minuto, y cinco minutos después de eso, ellos ya estaban en la autopista rumbo a Harvelle's Roadhouse.

Cuando el auto estuvo en marcha, Dean se dedicó a observar el vehículo con furia durante unos largos diez minutos al escuchar que lo único que la radio reproducía era pop en inglés y jazz. Su frustración era tal que mientras sostenía el volante con una mano, se inclinó para abrir la guantera, y siguió agitando todo ahí hasta encontrar lo único decente en el maldito auto -un viejo disco de Led Zeppelin, que aparentemente jamás se había usado-, y Dean subió el volumen tanto que la música le retumbaba en los oídos a Sam y le impedía pensar.

Si no fuera por lo tensas que estaban las cosas entre ellos, Sam ya le habría arrancado el disco y lo habría lanzado por la ventana. Irónicamente, estaba todo bien, porque no habían discutido recientemente, pero Sam podía sentir claramente que Dean se cocinaba a fuego lento y en cualquier momento arremetería en su contra como bestia desbocada.

Dean tenía cosas por las que enfadarse, y Sam lo sabía, todos esos pequeños problemas que habían subido a la superficie después de encontrar a su padre muerto en el hospital.

Y de repente Sam era el soldado de papá, o lo intentaba. Y Dean era el hijo perdido.

La mejor pista que tenían era la ayuda que Ash les había prometido, y que tendrían que esperar dios sabría cuánto tiempo.

El bar ya se veía en la periferia cuando Sam finalmente extendió la mano y bajó el volumen de la música.

—Dean, ya hicimos una cacería, ya dormiste con una chica mientras yo me preocupaba por ti. ¿Eso significa que volvimos a la normalidad?

Dean guardó silencio un segundo, y Sam se preguntó si pensaba en Jo, porque Sam no sabía qué carajos pasaba con ellos, porque Dean había parecido tan interesado y luego la muerte de su padre le había pesado tanto que simplemente no había sido capaz; pero después de eso Dean todavía había conocido a otra mujer en otro bar.

—Papá está muerto, no creo que volvamos a la normalidad, Sammy —respondió Dean.

Sam suspiró y se llevó una mano a la nuca.

—Entonces creo que necesitamos una nueva normalidad.

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