8.- Química
Sherlock, inconscientemente, trató de reprimir su gran sonrisa al llegar a su casa. Ni siquiera entendía porqué. ¿Por qué estaba alegre?
Buscó con la mirada a su madre y a su padre, pero no encontró señales de vida más que a su hermano.
Mycroft leía un libro en la sala de estar, pasaba las hojas lentamente mientras tomaba café con la otra mano.
— ¿Por qué tan alegre, hermano?; ¿acaso has terminado un nuevo experimento en el laboratorio?— preguntó Mycroft mientras dirigía su mirada de la cabeza a los pies de su hermano.
— No lo estoy. ¿Por qué lo estaría?
Mycroft alzó una ceja por encima de su libro, dudando. Lo miró fijamente por cinco segundos (contados por Sherlock), para después regresar su atención a la lectura.
Sherlock rodó los ojos, giró con la intención de dirigirse a su habitación y, sin que ya nadie lo notara -más que él-, sonrió un poco, muy poco. Una sonrisa imperceptible.
— Quizá quieras salir otro día. Ya sabes —dudó un poco John mientras trataba de seguirle el paso a Sherlock—. Puede venir Mary. Me agrada.
Los dos recorrían los pasillos de la escuela, la campana había sonado hace apenas unos pocos segundos; segundos que significaban entrar o no a la clase.
— Tengo química —habló el de cabellos rizados con prisa, como restándole importancia.
— Tenemos química —corrigió John mientras ambos giraban al pasillo de la izquierda.
Sherlock paro en seco. "Tenemos química". ¿Quiénes la tienen?
— Yo la tengo. Tú no la tienes — frunció el ceño y siguió caminando—. Tú libro es de álgebra —analizó rápidamente con un solo vistazo—, llevas una guía y olvidaste tu cuaderno. Quizá tienes examen.
John no se molestó en reprimir su sonrisa.
— Eres asombroso —dijo así, sin pensarlo —. Es increíble, de verdad que lo es. El cómo puedes llegar a saber tantas cosas —finalizó John, suspirando.
John no esperaba respuesta, porque si lo hubiera hecho, no hubiera regresado por donde venían antes de que Sherlock pudiera hablar.
Entonces Sherlock, el chico más frío de la escuela, sintió calor en algo más que sus mejillas. Y su corazón bombeó la sangre más rápido (solo un poco, algo ligeramente notorio).
Y, por primera vez, sintió que no lo sabía todo.
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