Capitulo 3
Uno pensaría que luego de un par de días todo volvería a la normalidad, pero un video en internet sobre todo cuando vives en un pequeño pueblo como el mío no se ignora tan fácil y sobre todo, nadie podría olvidarlo.
Hice de todo para pasar desapercibida, desde caminar con la cabeza baja, hasta llegar demasiado temprano en las aulas, taparme un poco mas el rostro con mi cabello pero nada de eso parecía suficiente. Aun así, era el blanco de todas las burlas, de todos los murmuros y de todas las malas miradas como si yo fuera la responsable de traer algo como piojos al colegio.
De vez en cuando uno que otro chico de la escuela se me acercaba preguntándome cuanto dinero ofrecía por mis servicios de baile, las chicas cuyos novios también se me acercaban preguntando lo mismo, en lugar de pelearse con sus novios se enojaban conmigo, como si fuera yo la que tuviera un letrero gigante que me señalara diciendo que ofrecía bailes y demás.
Por eso había decidido que era mejor quedarme en cama sin ir a la escuela por el resto del año hasta que terminara, y así solamente preocuparme de irme a cualquier otra parte donde mi cara no les suene o no sepan mi nombre, incluso podría pensar en cambiarlo. Con algo de vagancia miro el aparato rectangular encima de mi mesita de noche, el mismo vibraba seguramente con mas mensajes, mas fotos, mas todo.
Ni aun así podía escaparme de la realidad.
Al escuchar unas pisadas acercarse cierro los ojos con fuerza mientras me tapo mejor.
—Shai, arriba tengo que ir al trabajo—dice Patrick abriendo la puerta.—Ni siquiera estas cambiada.
—No ire a la escuela—murmure.
—¿Por qué? ¿estás enferma?
Mire a mi hermano por encima de las colchas, nos parecíamos bastante, los ojos asiáticos y oscuros, el cabello negro lacio, el rostro redondo y los labios gruesos. Él suspira ingresando a mi habitación sentándose en los píes de mi cama.
—¿Que pasa?
—Nada, solo no quiero ir Park.
—Pero debes ir, ¿Cómo vas a ser una gran bióloga marina estando en cama?— él y luego mira el reloj alrededor de su muñeca haciendo una mueca.—Mira hoy luego del trabajo en el taller debería ir a clase, pero...puedo faltar si quieres, puedo hacer dumplings para la cena.
—No faltarás a tus clases.
—Y tú tampoco, vamos Shail, solo te tengo aquí ahora. Puedes contarme.
Me quede viendo a Park en silencio, mi hermano me sonríe corriéndome el cabello, se que solo estábamos nosotros dos contra el mundo ahora. Papá se había ido hace años de regreso a Corea, no sabíamos mucho de él, solía mandarnos un monto de dinero al mes y luego desapareció de él sin dejar rastro alguno, mamá por otro lado era difícil que abandonara su cama o su sillón. Desde una temprana edad, mi hermano se las a empeñado a buscar un trabajo y estudiar en una universidad a una hora de viaje en autobús.
No podía decirle, le pondría mal, buscaría desesperadamente cualquier cosa para cambiar lo que paso. O tal vez me miraría diferente, no podía hacerle esto a él.
—No pasa nada solo tengo sueño, pero esta bien, iré.
—Esta noche te haré dumplings, tu favorito lo prometo.—dice besándome la mejilla y se levanta para irse con un grito de "apúrate que el desayuno está abajo".
Me levante de la cama colocándome unos pantalones grises, con las zapatillas y el buzo de la escuela para ir abajo donde el olor del café recién echo me llega, me sirvo una taza y comienzo a beberla. Llevo mi vista al salón, done veo a Park dejar una taza de café con el plato de desayuno y volver al comedor con el plato de la cena que le dejo anoche.
Bebí mi taza en silencio mientras que mi hermano comienza a limpiar mirandome de reojo.
—No digas nada.
—No dije nada.
—Shai, te conozco de toda tu vida, se lo que piensas sin decirlo—dice viendome.—Mamá pronto estará bien.
—Se fue hace mas de cinco años, define pronto, no debió irse, la destruyo por completo. Tal vez nunca este bien.
—Y ese no es tu problema, anda vete a la escuela debo ir al taller.
Me lleve una dona a la boca dándole una mordida y salí de la casa. Apenas con un pie en el exterior ya deseaba desaparecer. Tal vez podría esconderme en los arbustos, esperar que Park se fuera y agarrar la llave escondida bajo la maceta para volver a ingresar. Con suerte mamá no se daría cuenta de mi presencia como no se da cuenta de nada.
Consideré hacerlo cuando un auto se estaciona delante mío. Malia se asoma a la ventana con un agudo chillido, estaba subida en un vehículo rojo, de cuatro puertas y del tipo que parecían familiares. Me gustaría saber algo de autos como para decir algo.
—¿No es una belleza? Papá dijo que trabaje tanto en la tienda y me esforcé mucho que me lo regaló, un amigo suyo lo estaba vendiendo y vio la oportunidad.
—Es un auto muy lindo.
—¿Qué esperas? ¡Súbete! Llegaremos a la escuela como reinas.
Suspire aferrándome a mi mochila, Malia se baja del auto y lo rodea dando un pequeño trote, me abre la puerta del acompañante y hace una pequeña reverencia. La mire y camine a su auto subiéndome al mismo, ella cierra la puerta y va al lado del conductor. Para no ser nuevo olía como uno, el cuero era demasiado cómodo. El llavero del auto tenía un pompón rosa, ella se sube en el lado del conductor y me sonríe, se acomoda su coleta y vuelve a andar.
Me relaje durante el viaje mirando hacia afuera. Cuando me percate de que no nos estábamos dirigiendo a la escuela, apreté con fuerza el asiento viendo hacia Malia, ella ahora apretaba sus labios.
—Estamos yendo a casa de Lauren.
—Yo creo que hay que hablar todas Shai...
—Ella no quiere ni verme, ¿Me trajiste engañada?
Malia suspira pero no contesta, minutos después llegamos a la casa de Lauren dónde junto a ella se encontraba Tina, siento la fría mirada de Lauren encima cunado la morena baja la ventanilla con una sonrisa. Pero antes de poder soltar toda su alegría por el auto, Lauren habla.
—¿Que hace ella aquí?
—Es hora de hablar.
—No voy a compartir un viaje con ella, Shailine se busco sola todo esto para llamar la atención desde que su padre se fue porque no le importo tener toda la atención de Tuyen, también fue tras mi novio.
—Te dije que es una idiotez.—le dije a Malia abriendo la puerta para irme.
—Shai, no te vayas...—pide ella.
—Te veo luego.
Me voltee sin ver hacia Lauren o Tina, ignore a Malia y camine hacia la escuela en silencio. Patee una pequeña piedra, era inútil hablar porque cuando te creas una reputación, a nadie le importa la verdad, solo les importa poder hablar de ti, poder extraer todo de tus errores y contarlo a cada persona del lugar.
Apreciaba que Malia quisiera resolver todo, era su naturaleza, pero no veía posible que lo hiciera. Ella merecía estar lejos de mi y que le fuera bien.
Al llegar a la escuela, los murmuros aparecieron, y tarareos de la canción Back to Black, nunca creí que me llegarían a hacer odiar una canción de mi cantante favorita. Pero ahora la aborrecía, aborrecía a Amy, me aborrecía a mí misma.
Hice oídos sordos a las canciones, a los silbidos y demás. Ignore lo mejor que pude los empujones, las chicas enojadas porque no saben controlar a sus novios, y las bolitas de papel durante clase donde estaba escrito siento de cosas obscenas.
A veces uno cree que durante clases te sientes a salvó, porque están los profesores vigilando pero ni aún así conseguí ponerme en refugio.
—Ey, Shailine.—susurro un compañero detrás mío.—¿Cuánto para que vayas a mi auto y lo hagamos? A mí y unos amigos nos encantaría que fueras ya que te gusta exhibirte. Podemos pagarte.
Cerré con fuerza mis puños, no era una persona violenta y no se que paso, pero me di vuelta tan rápido dándole un puñetazo en limpio en el tabique de su nariz. Todos nos miraron, y unas gruesas líneas de sangre comenzaron a salir de la nariz del chico manchándose por completo toda la ropa.
Mi mano comenzó a temblar al igual que mi cuerpo entero, todos me miraron horrorizados, enfocando las cámaras de su celular en mi. Grabandome, sacándome fotos.
—¡Señorita Kim, señor Clark! ¿Que pasa aquí?
—Fue ella, solo le pedí un lápiz.—dice el chico con dolor, las lágrimas se mezclaban con la sangre, su compañero de banco afirmó lo que el acababa de decir. Y yo quise negarme , pero no pude porque la garganta se me estaba cerrando y el aula se estaba haciendo demasiada pequeña mientras que mi cuerpo entero seguía temblando.
Tenía que decir algo, tenía que defenderme. Pero nada salía.
—Vamos los dos, a dirección, llamaré al hospital y...¿Señorita Kim?...¡Señorita Kim!
Ya estaba corriendo, agarre mis cosas y eche a correr como alma que llevaba al diablo. Corri tan rápido que no ví cuando empuje a unos adolescentes en los pasillos, ignore el grito de Malia llamándome. Necesitaba un respiro, necesitaba un lugar que me ofreciera aire.
Salí al exterior pero no era suficiente, me estaba sofocando, eche a correr más rápido mientras me movía a ciegas por la ciudad comenzando a caminar. Mi respiración era agitada, busque el celular entre mis pantalones con las manos temblando. ¿Pero a quien iba a llamar? Park estaría ocupado, aprendí que no puedo contar con mamá, ¿Quién me queda?
Nadie, no tienes a nadie porque perdiste a todos, porque eres una idiota y todos te odian.
Necesitaba que todo esto parara.
Y ahí ocurre, el momento donde me llegan notificaciones del golpe, ahora no solo era una prostituta. También era una loca agresiva, tire mi celular con rabia, lleve mis manos a la cabeza comenzando a contar pero ni eso pasaba. Todo estaba mal, estaba muriéndome debía apagar esto.
Veo hacia la calle y alcanzó a ver qué un auto se acercaba, ¿Cuánto tiempo le tomará chocarme? Bajo de la vereda mirando fijamente el auto que se acercaba mientras me paraba en el medio de la calle cerrando los ojos.
Pero el golpe nunca llegó, siento la mano de alguien apretar con fuerza de mi brazo y jalarme hasta la vereda. El auto nos pasa de largo sonando una bocina.
—¿¡Por qué lo hiciste!?
El chico frunce el ceño viéndome. Debía de tener mi edad o cerca, su uniforme indicaba que era de otra escuela. Pero a este paso todos los adolescentes ya saben de mi, él tenía cabello castaño con detalles dorados , y unos ojos cafés claro llegando al verde. El chico se agacha agarrando mi celular con la pantalla rota y me lo da. Lo recibo frotándome la nariz.
Ninguno de los dos hablo, el chico mira a la calle y luego a mi.
—Te escapaste.—dice.
—Tu igual—lo acuso como si tuviera seis años.
—Sigueme.
El chico comenzó a caminar, me quedé en mi lugar , él me mira y me sonríe de lado donde se le marca un hoyuelo. Si quisiera hacerme daño creo que solo hubiera dejado que me atropelle pero decidí seguirlo, camine un poco detrás de él. Ninguno de los dos parecía querer hablar. Estábamos con nuestros problemas personales.
Tenía una espalda ancha, de alguien que indicaba que hacia ejercicio, era alto. Y caminaba con un andar seguro de dónde se dirigía. Estuvimos así unos minutos en silencio caminando en el centro de Golden Valley hasta llegar a una pequeña casa de ladrillo visto, estaba cerca de huir hasta que leí el cartel.
—¿Me trajiste a un loquero?
—Es un estudio psicológico y psiquiátrico...solo tienen cuatro profesionales pero es algo.—dice él viéndome y se pone las manos en los bolsillos.—No creo que estés loca solo...lo del auto, siento que tienes mucho que decir.
—No puedo pagarlo. No necesito uno.
—¿Segura?—pregunta viéndome con las manos en sus bolsillos. Apreté los labios.
—Gracias por preocuparte, pero no lo necesito, estaré bien.—dije viéndolo y suspire.—¿Sabes quién soy?
El chico se vio incómodo.
—No ví, solo escuché.
—Hasta nunca.
Me di la vuelta dejando al chico con las palabras en la boca mientras me alejaba de él solo quería que este día terminara para siempre.
Llegue a casa, dónde mamá estaba acostada y dónde llore en la ducha para que mis lágrimas se confundiera con el agua. Hice tarea y ayude en lo que pude a mi hermano con los dumplings, fingí que estaba bien lo mejor que pude aún cuando no es así.
Al día siguiente se repitió mi rutina de mañana. Desayunar, despedirme e irme camino a clases. Pero las cosas no estaban mejor, mi celular estaba bien al pesar del golpe de ayer, tenía la pantalla rota pero todo los demás se veía. Todos mencionando mi incidente de ayer dónde golpee al chico, ahora era una violenta.
Las risas no pararon, y los edits menos.
Unas chicas en clase de gimnasia empezaron a fingir estar asustadas de mi por si llegaba a golpear y los chicos seguían en la suya. Para al final de clases ya no lo estaba soportando, y eche a andar sin importarme nada. Volviendo a sentir como me estaba sofocando, comenzando a sentir un vacío enorme en mi interior.
Nada del exterior era soportable para mí. Necesitaba que todo parará, necesitaba que las burlas terminarán, que ya nada estuviera acechándome. Necesitaba respirar.
Llegue a esa casita de ladrillo visto donde veo la plaqueta con los nombres y a qué estaban profesionalizados, trague saliva comenzando a tocar el timbre varias veces hasta que el portero eléctrico me permite la entrada, ingreso encontrándome un salón completamente blanco con sillas negras y una mesita en el centro donde había juego para niños. En la punta había un escritorio negro donde había una mujer sentada, una señora regordeta con cabello rubio y rizado que estaba detrás del mostrador, dónde tenía una laptop, un teléfono fijo y un frasco con dulces.
En las paredes había al menos cuatro puertas de diferentes consultorios. Temblando y con el pecho cerrándose, me acerco a la mujer quien me miraba preocupada.
—Necesito...quiero...
—Tranquila amor, ¿Quieres agua?—ella saco un vaso de plástico y una botella de agua de su escritorio sirviéndome.—¿Tienes cita?
Negué con la cabeza, el celular vibraba en mi mano. ¿Que será? ¿Un vídeo porno, violento o todo? ¿Una notificación de la escuela que quieren hablar del golpe que si ayer? Volví a temblar y a sentir que el aire me faltaba. Me sentía dentro de una pecera, las palabras no llegaban a mis oídos, me senté en el suelo intentando respirar apoyándome mi espalda en el mueble.
Veo a la secretaria agacharse y parece desesperada, luego echa a correr a una puerta donde la toca varias veces y minutos después sale un hombre de ahí. Era un hombre joven, de piel color oliva, ojos oscuros y cabello negro. Llevaba un chaleco tejido a mano y una camisa verde clara, tenía anteojos de marco grueso que le daba un aire más maduro.
Él se sienta frente mío. Veo que comienza a hacer algo y de a poco entiendo que quiere que lo imite, ejercicios de respiración. De a poco comienzo a escuchar mejor. La secretaria sigue parada detrás del hombre viéndonos.
—¿Esta herida? Tal vez debemos llamar una ambulancia.—dice la secretaria.
—No está herida, Sharon, tuvo un ataque de ansiedad. ¿Que lo desató?—me pregunta y se levanta, me ofrece su mano pero no la tomo me levanto por mi cuenta.
—Yo...necesito hablar...
—Viniste a un buen lugar. Sharon atrasa mi cita de hoy y...
—De echo...quisiera ver a una mujer, ví que la placa estaba Natalie y Astrid. Sin ofender.
Él me mira y asiente.
—Natalie no se encuentra ejerciendo en estos momentos, y tal vez unos meses por tema familiares, me hago cargo de algunos de sus pacientes cuando no pueden esperarla...por otro lado...
—Entonces veré a Astrid.
Me mira y asiente.
—Sharon se hará cargo de tus datos. Si me disculpan.
Él sonríe alejándose volviendo a su estudio. La secretaria me mira y sonríe un poco volviendo a su escritorio.
—Reginald Belice es un gran profesional señorita, pero usted es la paciente nos aseguraremos que se sienta cómoda.
Y ahí conocí a mi futuro psicólogo, claro que todavía no me atendía en ese momento.
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