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Act IV


Unos ligues muy raros...
El patético, el borracho y el pingüino

Esta mañana me he levantado inspirada, así que me he levantado temprano—no tanto, a las nueve y media—y he ido a desayunar.

Después, he ido a mi vestidor para elegir algo muy bonito que ponerme.

He decidido hacer lo que pensé ayer: iré a ligar para matar a unos cuantos.

Eso sí, necesito un outfit muy muy bonito para que me ayude con eso.

Me pongo un top, una falda y una chaqueta vaquera algo grande y listos.

Me pongo unos pendientes de aro y me peino.

Allá vamos, fiera.

Me subo a mi moto y arranco con una idea en mente: hoy voy a matar a seis personas, pero currándomelo.

Ya he llegado a dónde me dirigía: a Oxnard.

Hoy va a ser un día muuuuy divertido...

Cuando llego, aparco la moto bien lejos—como hago siempre—y empiezo a andar con planes en mente.

Entonces, veo no muy lejos a un chico y a una chica. Están teniendo una conversación que tiene a la chica muy seria y al chico muy apenado. Las posibilidades son que la chica le esté contando una mala noticia o que esté cortado con él.

Me inclino por la segunda...

Sí, a juzgar por su aspecto, yo también lo diría.

Terminan de hablar y la chica se aleja de él. Denoto en ella un toque de satisfacción y alegría. Me caería bien. Fíjate que ahora voy a matar a su ex...

—Oh, ¿estás bien?—Me acerco a él, que tras ir con la cabeza gacha hasta el primer banco que se ha encontrado, se ha sentado a contener las lágrimas.

—S-si... ¿q-qué más te da?—Se hace el duro.

Mi amor, aquí no hay forma alguna de hacerse el duro, soy la razón de tu muerte, supéralo.

HELMER

La chica se ha debido levantar algo tocada, porque ha madrugado para, únicamente, pasear por el parque y consolar un tipo cualquiera al que acaban de dejar.

El tipo tiene pinta de ser un inútil completo, así que no entiendo porqué a decidido siquiera hablarle la verdad.

Cada vez tengo más claro que a la chica le falta una tuerca.

¿En serio? Oh, bueno, pues entonces tenemos un problema, porque la gente normal no lagrimea porque sí...—le dice ella, como si ella fuera "gente normal", o algo...

BLAIR

—¿Q-quién eres, a ver?

—Oh, querido, podría responderte a eso de mil formas, pero más de la mitad serían mentira...—esta también—soy Sam. ¿Tú?

—Arthur...—Dice, sorbiéndose los mocos.

Es un ser bastante patético, el tal Arthur.

En fin, no tengo mucho tiempo, tengo que matar a cinco más después de él, así que voy a darme algo de prisita.

—Bueno, Arthur, he visto que la chavala esa te a dejado, ¿eh? Yo creo que no pasa nada por eso. A ver, la tipa tampoco era muy guapa. Y se nota que no os habéis dado ni un piquito. Así que, ¿qué importa? Tienes a muchas más chicas por ahí, ya verás como encuentras a alguien que de verdad te valore.—Digo, acercándome un poco a él.

—¿T-tú crees?

—¡Claro! Hay muchas otras chicas seguramente preciosas que están deseando tenerte en sus vidas aunque ni siquiera lo sepan—y estaba claro que ni siquiera lo sabían ni lo iban a saber...

—¿Si? ¿De verdad lo crees? Pues seguro que consigo a alguien que me quiera de verdad, me has convencido. Muchas gracias, de verdad, no sé qué haría sin este consejo.

Empieza a alejarse felizmente.

Idiota.

Saco la pistola y le pego un tiró rápido y seco que la deja tumbado en cuestión de segundos. Le he debido de dar en algún punto vital. Genial.

—De verdad, no sé para qué me esfuerzo en animar a la gente—Murmuro para mi misma, poniendo los ojos en blanco.

Sigo andando en busca de posibles víctimas que no lleven en la sangre un noventa por ciento de patetismo e idiotez.

🍺🍺🍺

Me he encontrado con un tipo en un bar. Está borracho, es una presa a tiro.

—Hoolaaaa. ¿Qué tal te va eso, camarada?—Dice, con cara de estar como una cuba.

—Muy bien, pero creo que tú no estás bien del todo...—Digo, sonriente.

Se gira para preguntar, extrañado, pero al verme cierra la boca y se queda embobado.

—Vaya, vaya, vaya... por fin una chica potable, si señor...

HELMER

Oh, venga ya...

Esto es alucinante, ahora la señorita ha decidido meterse en ese bar que siempre está lleno de borrachos hasta los topes. Y lo peor es que parece que ella lo sabe perfectamente. Ya ha matado al tipo ese tan plasta de antes, ¿que va a hacer ahora? ¿Ponerse a beber?

La veo hablar con un tipiño que debe de haberse bebido por lo menos dos botellas enteras, porque lo huelo desde aquí.

La chica lo mira con una sonrisa malvada que estoy seguro que su yo interior no comparte.

Y ese ha sido un error garrafal, ese tipo estaba demasiado bebido ya. Sin previo aviso, la agarra bruscamente por los hombros y se abalanza contra ella buscando sus labios con un ansia casi enferma.

Pero ella, en vez de darle una maldita bofetada al pobre imbécil, lo mejor que se le ocurre es apartarlo con suavidad con su sonrisa más perversa y pronuncia unas palabras que se me clavan dentro. No por nada, simplemente porque no encaja. Nada encaja. Verla a ella es como ver un caso de Holmes en el que no hay detective, una película sin principio ni fin.

—¿Solo quieres un beso?—dice, haciendo que los ojos del borracho brillen de euforia—Llevo poca ropa, no te llevará mucho tiempo...

BLAIR

Tras decir eso, me coge de la mano. Pensé que me llevaría al baño o algo así, pero me sorprendo al ver que me está llevando fuera del bar.

A un callejón.

Mira que son asquerosos los chicos de hoy en día...

Me arrastra y me pega a la pared. Ahí vuelve a besarme mientras yo vomito por dentro.

Sus manos bajan por mi cuerpo hasta enganchar la chaqueta, de la que se desprende fácilmente. Luego, intenta meter una mano en mi falda.

Oh, querido, hasta aquí has llegado.

Espera, anda—Me aparto y rebusco en mi bolso algo que él cree que va a sernos útil en lo que él cree que haremos.

Este hombre cree muchas cosas y no sabe absolutamente nada.

Lo que saco tampoco es lo que él cree que será.

Mi buena amiga, la navaja.

La escondo para que crea que sus pensamientos son correctos—y para que no la vea, también.

Me vuelvo a abrazar a él, solo que en ese momento le clavo la navaja con fuerza y rabia en el cuello.

Nota mental: como me vuelva a besar un chico de esa forma tan asquerosa, voy a asesinarlo de la manera más dolorosa que encuentre, luego lo cortaré en pedacitos, haré hamburguesas y se las daré a sus padres, ¿queda claro?

Suspiro y sigo el trayecto.

🐧🐧🐧

Como ya es hora de comer, voy a un restaurante.

Seguro que allí me encuentro a algún pijo dispuesto a ser asesinado por una asesina muy guapa.

Me siento en una mesa como si nada.

Empiezo a mirar el menú inocentemente, y me cuesta no reírme por la ridiculez de los precios. En serio, ¿¿¿en que universo de Marvel solo el entrante ya cuesta veinte dólares EL MÁS BARATO??? Me parece demasiado absurdo, pero mi maldito papel no me permite reírme. Tengo que ser un señorita fina. Maldita sea, eso también suena demasiado gracioso. Lo siento, soy de esas personas que cuando empiezan a pensar cosas graciosas, les sale una tras otra y sin parar. Encima necesito reírme, porque aguantar la risa no es nada cómodo. Para colmo se acerca a mí un chaval que parece un pingüino. En serio, con su chaqueta negra de traje, camisa blanca y su pajarita mega ridícula. De verdad, parece que vaya disfrazado de pingüinito por la vida.

No voy a poder aguantar mucho más. Si abre la boca, me voy a reír en su cara involuntariamente.

—Buenos días, señorita, permítame presentarme, soy Sequoia Rae Prescott—No, un nombre demasiado ridículo para mi aguante profesional—, ¿me haría el honor de dejar que me siente en la silla que tiene al lado de su precioso ser?

Cállate, cállate, cállate.

Lo siento, sabes que no podré hacerlo.

Hablo intentando estar lo más seria posible y de vez en cuando se me escapan risitas.

—Hola, oh, mi estimado conde barra duque, me alegro mucho de que esté usted hoy aquí presente, es un verdadero honor que tan apuesto caballero se sitúe a mi lado por elección propia, pero he de anunciarle que un miembro de tan alta sociedad como usted no debería estar ligando por ahí, creo que es usted un inútil y un descerebrado, así que, declaro por la presente, que puede irse usted a freír espárragos, o lo que sea que tengan en casa los tipos asquerosamente millonarios que se limpian el culo con billetes. Seguramente usen la expresión: "puede irse a freír billetes de quinientos".—Nada más terminar, empiezo a reírme compulsivamente, como una idiota. Sé que me estoy riendo de mi propia broma, pero no puedo evitarlo. Es demasiado para mi joven cerebro.

El tipo me mira con una cara de confusión también divertida a mis ojos, lo que hace que me ría más.

El chiquillo cambia su cara de confusión completa a una muy seria, como queriendo intimidarme.

Sorry baby, pero eso es imposible, a esta tipa nada le intimida y todo le resbala, lo siento, corazón.

Dejo de reírme y, aún con una sonrisa estúpida, lo miro.

—Oh señor, perdone usted, no quería ser grosera, no es usted un inútil, no señor, me refería a que es un pijo redomado, nada más, de hecho, me gustaría aclararle que está usted monísimo con su disfraz de pingüino, espero que al final del cumple le den una bolsita de chuches.—Me levanto y me acerco a él, (que me saca como tres cabezas) le doy unas palmaditas en su cabeza engominada y me voy tan pancha.

Burlarme del pijo a sido divertido, pero no lo he matado.

Por suerte, me sigue fuera del restaurante.

—¿Se puede saber que quieres?

Si pensáis que eso lo he dicho yo, os equivocáis.

Lo dijo el pijito apingüinado.

—Yo no quiero nada, y menos de ti, eres tú quien me ha seguido, ¿o no te da la cabecita para recordarlo? Vamos, inténtalo, sé que han pasado ya cinco segundos y es muuucho tiempo, pero vamos, que tú puedes—Me burlo, hablándole como a niño pequeño. O eso creo, porque nunca he hablado con un niño pequeño.

—Mira, no entiendo lo que estás diciendo, a mi no me hablas así, ¿entiendes?

—Oh, claro, perdona, no sabía que había una forma especial de dirigirse a los pingüinos—Me río.

—Oh, te voy a...

—Mira, chico, ni te ralles. Tampoco es que tenga mucho tiempo, ¿sabes? La conversación a sido muy agradable, pero hasta aquí a llegado—Saco una aguja larga y afilada y le hago una técnica de inmovilización—. Saludos de mi parte al infierno—Digo, clavándosela en la yugular. El chico, que primero me mira con confusión, se queda paralizado un momento, se revuelve durante unos segundos con los ojos muy abiertos, y finalmente termina de sufrir y se queda inmóvil. Antes de irme le quito mis huellas de encima, porque esa es una de las únicas cosas que no puedo disfrazar.

Me levanto, me sacudo las manos, me arreglo un poco la falda y me voy tan tranquilamente.

—Eh... ¡eh! ¡U-una...! ¡UNA ASESINA! ¡SOCORR...!

Es tan triste cuando mueren por su propia culpa...

Jajajaja, nah, ¿como me iba a dar pena? Jisjis.

Si, lo maté con mi amiga la pistola y su compañero el silenciador. No queremos que nos oigan, ¿verdad que no?

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