Act II
Un rico muy pobre en sinceridad
BLAIR
Me levanto por la mañana, sin alarma ni nada. Podría decirse que la conciencia me despierta, pero yo no tengo de eso, así que no le busco mucha explicación.
Miro la hora.
Las diez y cuarto.
Es un poco tarde, pero no me impide ir lo más lento que puedo hacia el armario.
Se supone que hoy he quedado con un tipo que vive en Long Beach. Escojo un outfit de playa y me voy a desayunar.
Desayuno algo de pizza fría mientras reviso lo que tengo que hacer. Me envían cartas diciéndome la planificación, y como me ayuda a no tener que elegir sitio y suelen ser acordes a lo que haría yo, me ciño a lo que dicen sin cuestionarme quién las manda.
En la de esta semana, pone que hoy tengo que robarle a un chico. Me parece un buen plan.
Al parecer es un chico con pasta, el típico niño mimado de familia rica.
Le robaré de todo, va a ser un día divertido.
Después de planificarlo todo—en mi mente, je, je—, recojo mi plato y voy al baño.
Ya llevo el pelo rubio de ayer, así que me lo dejo tal cuál y solo lo peino. Como el chico es rico pero vive en una playa, me pongo algunas joyas, pero no muchas. Unos pendientes y arreglado. Hoy no usaré lentillas para cambiar el color de mis ojos, los dejo azules, naturales.
Cojo un pequeño bolso blanco, me pongo mis tenis nike—para demostrarle nivel al niño rico—y salgo de casa.
El chico no vive muy lejos, pero como siempre procuro aparcar un poco lejos para que no vean mi moto, al final tengo que andar unos diez minutos. Bueno, es importante hacer ejercicio, así que no me molesta.
HELMER
La chica ha cogido su extraña moto y se ha ido a un sitio cuyo nombre ignoro.
De repente aparca, pero demasiado lejos de un sitio habitado.
Os avisé: está como una cabra.
Veo cómo camina unos diez minutos para llegar a unas casa blancas, las típicas de ricos y al instante entiendo que la maldita chica ha decidido que es buen día para robar. Perfecto, porque eso a mí eso me encanta, pero, querida imbécil, ¿ves necesario irte tan lejos?
BLAIR
Cuando veo la casa del chaval en cuestión, me acerco, pongo mi mejor cara de inocentona, y toco el timbre.
Al poco, un chico alto, rubio y con la típica camisa veraniega, abre la puerta con una sonrisa perfecta que solo consigue generarme repulsión. Sinceramente, no me ha gustado nunca nadie, y no les encuentro atractivo alguno a esas sonrisas tan ordenadas. Personalmente, preferiría una sonrisa que no pretenda ser la foto de promoción de un dentista, sino una que pones porque no lo puedes contener. Como mis sonrisas macabras, por ejemplo.
En fin, el chico me mira detenidamente de arriba a abajo varias veces, como buscando algo de interés. Se le ilumina la mirada tras echarme unos cuantos vistazos.
Menudo pervertido.
HELMER
La chica se planta con cara de niñita inocente delante de una de las casas de ricos. Pulsa el timbre con un dedo y se queda esperando a que le abran con las manos a la espalda, como una verdadera niña buena.
Casi me río. Casi.
Muy bien, campeón, has conseguido no reírte de una chiquilla, ¿necesitas una medalla de reconocimiento?
Entonces, le abre un chico alto, con su pelo rubio peinado hacia atrás—como el niño rico que es—y una sonrisa blanqueada y repugnante.
En serio, me dió hasta miedo ver cómo no dejaba de sonreír y mirarla de arriba a abajo como un verdadero psicópata.
Después de repasarla varias veces, le abrió aún más la puerta con un brillo sospechoso en los ojos.
Fantástico. Un pervertido.
No me pagan suficiente para esto.
BLAIR
Entro en su casa intentando no soltar ningún comentario despectivo acerca de su asquerosa colonia—que ha debido de abrir y tirarse el bote entero por encima— o sobre la terriblemente pija decoración de la casa.
Me guía hasta el comedor, que tiene un simple mantel cubriéndola, ya que no vamos a comer, solo a "charlar".
—Espera. Voy a traer algo de picar—Dice, y se levanta de la silla para irse a la cocina.
Y oh, no necesitó hacer más.
Me levanto silenciosamente y reviso la habitación. Me meto en el bolso una pequeña figura que hay decorando, unos billetes bastante grandes que hay sobre una mesa y un iPhone 14. Supe que el teléfono no era suyo en cuanto oí que lo llamaban al móvil. A otro móvil. La verdad, fue un alivio. Llega a sonar el iPhone y me quedaba sin él por estúpida.
Robé un par de cosas más y volví a sentarme para escuchar su conversación.
—Estoy trabajando, en serio—Dice el chico ese, muy apresurado—. Maya, te digo la verdad... No te pongas es plan "novia celosa", ¿vale? Llegaré algo más tarde a la cita porque tengo mucho trabajo... que si, que no estoy con nadie... vale, chao, te quiero.
Así que somos el cuerno de una relación... me gusta este puesto.
Corta y yo me siento con más "naturalidad" cuando vuelve a entrar en la sala.
—¿Tienes hambre?
—Si.
Le ayudó a colocar los platos para demostrarle mi "amabilidad"—que en realidad es inexistente—y cojo un trozo de queso de la tabla de quesos que ha traído.
Me lo como leeentamente mientras él me mira, como si no supiera qué decir.
Y oh, como no hable, la tenemos.
—Ejem... Lauren Lyon, ¿verdad?
Asiento con la cabeza, enarcando una ceja, algo confusa de que esa sea su primera ocurrencia al iniciar una conversación con una chica con la que, además, está engañando a su novia.
—Es... un nombre bonito.
Chaval, espero que estés de guasa.
—Ajá...
—Yo me llamo...
—¿A dónde quieres llegar?—Lo interrumpo, apoyándome en los antebrazos sobre la mesa, hartita de su pésimo intento de conversación.
—Emmm... bueno, yo... es que tú... estás muy buena.
¿Como te digo que hace diez minutos no sabía ni que existías?
HELMER
No me río porque se oiría. Pero esto es demasiado.
Realmente su vida es cómica.
Este trabajo va a resultar ser divertido y entretenido.
El colega le acaba de decir que está muy buena. Y encima está engañando a su novia con la chica.
Hay pocas situaciones más chistosas.
—¿Y a mí que me cuentas?—Suelta ella, con tono contenido, aunque algo me dice que tenía unas ganas terribles de arrastrarlo hasta el cementerio y obligarlo a cavarse una tumba.
BLAIR
Ups. Eso último se me ha escapado, ha sido incontenible. Debería haberle dicho algo bonito.
Pero en fin, no es necesario que seamos pareja, tampoco.
Yo solo le quiero robar cuatro cosas, por mi, como si se mata.
En ese momento me doy cuenta de que el chiquillo está rojo como un tomate.
Pienso en algo para arreglar la situación.
—¿Dónde está el baño?—No se me ocurre nada.
HELMER
Al oír eso, automáticamente bajo de mi lugar de escucha: la ventana del baño.
Él le indica el baño, más rojo que una granada, y ella se va casi corriendo para huir de semejante situación, que debe ser extremadamente incómoda, pero, a mis ojos, los de un mero espectador, divertida.
Se ha llevado el bolso, así que es evidente que este es el momento en el que dice que va al baño y no vuelve.
Qué risa.
Me escondo aún más y hace lo que sabía que haría: salir por la ventana del baño.
BLAIR
¿Que se habrá creído el fulano este? ¿Cómo que estoy muy buena? Hombre, chiquillo, tú tienes pinta de ser un inútil completo pero no te lo van diciendo por la vida, ¿porque a mí sí me tienes tú que decir lo guapa que te parezco?
Es que de verdad, hay personas que dan ganas de... de no sé, de colgarlas por el cuello y verlas sufrir con palomitas.
No me parece ni medio normal, pero oye, ¿qué le vamos a hacer?
Como me he llevado el bolso conmigo—con todos los objetos robados—, solo tengo que hacer una cosa más:
Abro la ventana y me meto por ella un poco a presión. Estoy delgada, pero tampoco mido tres centímetros, seamos realistas.
Suerte que estoy en la parte de abajo de la casa.
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