Act I
Una víctima muy culpable
BLAIR
"Érase una vez, en el más oscuro de los infiernos, una bestia..."
"Érase una vez, una bestia en forma de chica..."
"Érase una vez, una chica letal..."
"Érase una vez, un monstruo terrible..."
"Érase una vez, una asesina sin escrúpulos..."
"Érase una vez, una bestia, un terrible animal salvaje..."
"...que era yo"
Sí, malvados y malvadas, yo soy la bestia, yo soy la asesina, yo soy la mala, esta historia está contada por mí, la mala de la película, la asesina...
Entonces, ¿os habéis quedado sin misterio?
Ya sabéis quién es la asesina, así que... ¿ya está? ¿No tenéis nada que resolver?
Ju, ju, podéis pensarlo, podéis imaginarlo, podéis soñarlo... pero nunca será verdad, queridos. No seáis ilusos. Nada, absolutamente nada, es lo que parece. Nada.
Un segundo estás en el cielo, al siguiente en el infierno.
Un segundo estás entero, al siguiente en pedacitos.
Un segundo estás vivo, al siguiente muerto.
Preguntadle a mis queridísimas víctimas.
En un instante se creen que están tomando lo que ellos creen que es vino en la mejor cita de sus sueños... y al siguiente están en el suelo con veneno en los labios y una copa en la mano.
Bonito, ¿verdad?
Si, valiente, has estado buscando historias y has ido a parar a la vida de la peor persona imaginable. Yo.
***
—¿Quieres un poco de vino?—Pregunto, sirviendo un poco en una copa.
El chico, cuyo nombre no recuerdo, asiente con la cabeza, así que le paso la copa mientras me sirvo otra a mí misma.
Toma un sorbo. No puedo ocultar mi sonrisa macabra, y eso me delata. Pero ya no importa. Mientras me mira con extrañeza, tomo un sorbo de mi copa inocentemente.
El chico cae al suelo en un alarido de dolor.
—¿R-Raine...?
Esas son sus últimas palabras. El nombre falso que le dije que tenía.
Qué idiota.
Bebo de mi copa con inocencia fingida. Aunque realmente ya no es necesario. Digamos que mi querido amigo... ya no ve.
—Mmm, cianuro... una exquisitez.
Tras decir eso suelto la copa de golpe, que rompe contra el cadavér de mi víctima.
Y, tras este hermoso comienzo, me presento: soy... uy, no podría deciros decir mi nombre... bueno, me presentaré como Blair. Es un nombre que me gusta usar en caso de emergencia. Aunque en realidad ni recuerdo de dónde lo he sacado. Bueno, no importa, ese será mi nombre para vosotros: Blair Hades. No lo olvidéis.
Sin embargo, no os acostumbréis a él: cambio más de nombre, aspecto y lugar que de pantalones— no literalmente, tampoco soy una guarra—. Pero una cosa sí es cierta: no me pillan nunca. Jamás. Soy una fugitiva, la policía nacional busca cazarme y la local capturarme, hay pósters de "se busca" por todo California en los que, por cierto, me han dibujado fatal. ¿Desde cuando tengo yo los ojos marrones y un flequillo rizo y pelirrojo por toda la cara? Mi flequillo es lisito, abierto y rubio—o del color que me lo tiña para disfrazarme—. En fin, el que me dibujó, más inútil no lo había. Pero eso: soy la más buscada de la zona y tengo a la Guardia Civil rastreándome, pero lo siento, nunca dejo huellas.
Tengo una pequeña guarida en Los Ángeles, pero en realidad me muevo por todo California. Hoy, de hecho, estoy en Oakland, en la casa del inútil ese cuyo nombre no recuerdo.
En realidad, es mejor que me vaya ya, que se está haciendo tarde.
Abro la puerta tranquilamente, suspiró, cojo aire y grito:
—¡¡AAAAAAAAAAAAGHHH!!
Ya he conseguido la atención de un montón de vecinos. También he empezado llorar como una pobrecita falsamente. Soy un genio de la actuación.
They say my head's crazy, I'm a genius...
Hago temblar mi labio mientras miro a uno de los vecinos.
—Y-yo... había quedado con él y cuando abrí la puerta, estaba, estaba...—Rompí a llorar, pero en mi interior había una sonrisa triunfal.
—Tranquila, tranquila—Una señora me atrae hacia ella en un abrazo que casi me provoca arcadas. Finjo una mirada agradecida cuando se separa y, en parte, si estoy agradecida. Agradecida de que se separe. Como me vuelvan a abrazar, voy a vomitar.
Tras todos los malditos consuelos, por fin hacen algo útil y llaman a la policía.
Me piden mi testimonio y les cuento la mentira más grande que han oído en sus vidas. Básicamente me victimizo completamente diciendo que él tenía otra novia y que le había dicho que lo sabía y que necesitaba que me fuera sincero. Les cuento que había quedado hoy con él para que contara cómo había ido la conversación con la otra chica. Les aseguro que es posible que se haya suicidado.
Rompo a llorar para añadirle credibilidad y me creen.
Les pido entre sollozos falsos si me puedo ir a mi casa, que estoy muy cansada.
La policía no me lo permite de buen principio, como es obvio, pero los vecinos no vacilan al empezar a gritar que me dejen marcharme. Al final la policía cede, pero no sin antes pedirme datos.
—M-me llamo Raine Ross y t-tengo 17 años...—Tartamudeo mientras muestro mi falsa identificación. Prometo que volveré al día siguiente y me voy victoriosa.
Les he mentido en absolutamente todo, claro. Ni me llamo Raine, ni tengo 17 años, ni siquiera tengo este aspecto. Tampoco estoy con ese tío. Ni siquiera sé su nombre. Simplemente arreglé una cita con él usando una de mis armas secretas: mi belleza. Sé que soy muy modesta, pero es verdad.
Estoy en mi moto—que es algo diferente a las motos habituales—. Mi moto levita, es roja, vas de pie en ella y va muy rápido. Y me encanta.
Voy a toda velocidad por una carretera vacía. Me voy quitando todos los adornos ridículos que me he puesto para la "cita": un collar que parece muy caro, unos pendientes a juego, unas pulseras de oro... me lo quito todo y lo tiro por ahí.
¿Qué más da?
Si total lo he robado todo.
También me deshago del peinado: una larga trenza de espiga. Es bastante difícil hacerla, pero estoy harta de ella y ya me da igual.
Ahora solo estoy con el vestido rojo ajustado que me quitaré en cuanto llegue y unos tacones blancos. Me quito esto último también. Son muy incómodos. Los lanzo hacia atrás muy digna, como si no costaran una pasta.
Nah, los robé.
HELMER
Es necesario que alguien me diga qué está pasando.
No me parece muy normal lo que acabo de ver. Una chica se ha puesto a llorar y gritar de repente, como una maldita loca, pero nunca hubiera pensado que fuera ella.
Un poco raro de su parte, digamos.
Aunque en realidad, no es que la conozca demasiado.
Simplemente me han dicho que tengo que "mantenerla vigilada". Y claro, ¿qué remedio?
No les haría ninguna gracia que no les hiciera caso.
Así que aquí estoy, pero no entiendo demasiado. Llevo haciendo este trabajo unas semanas, pero... aún no entiendo a esta chiflada. Después de gritar y llorar, alguien la abraza. No sé cómo es que todos esos idiotas no se dan cuenta, pero le veo la cara de asco desde aquí. Es evidente que el abrazo no le ha gustado, precisamente.
La veo montando en su moto, roja brillante, como la sangre.
Se pierde en la carretera, así que no veo nada más, pero la chica empieza a lanzar cosas por ahí.
Está completamente loca.
BLAIR
Tras una hora más de viaje en la que he escuchado música por unos cascos que siempre llevo encima, veo por fin mi guarida.
Entro por una entrada que está bastante lejos de ella. Es una pequeña casa falsa en la que solo hay un ascensor. Me meto en él inocentemente y este me transporta hacia mi verdadera guarida: un búnker bajo tierra.
Entro, cansada del trayecto, y me tiro en el sofá.
Ceno algunas sobras mientras veo la televisión y luego me levanto para ir a cambiarme. Como ya os he dicho, necesito quitarme este vestido.
Después de ponerme algo de ropa cómoda, me siento en la mesa—que está un poco por el medio, ya que el búnker lo tiene todo bastante abierto, sin demasiadas paredes— y miro el mapa que tengo de California. Ya he atacado en varios pueblos lejanos, mañana tendré que ir a alguno que esté más cerca, así que tengo que ser muy escrupulosa para que no me pillen.
Por supuesto, no voy a ir a hablar con la policía sobre mi víctima de hoy.
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