𝟬𝟮𝟮 changing skins
𝒑𝒓𝒊𝒎𝒆𝒓 𝒂𝒄𝒕𝒐 • 𝒄𝒂𝒑𝒊𝒕𝒖𝒍𝒐 𝒗𝒆𝒊𝒏𝒕𝒊𝒅𝒐𝒔:
𝒄𝒂𝒎𝒃𝒊𝒂𝒏𝒅𝒐 𝒑𝒊𝒆𝒍𝒆𝒔.
Nina Archibald corría de un lado al otro dentro de su apartamento ya que era tarde para su turno de trabajo. Tenía un viaje de quince minutos hasta el lugar y sólo le quedaban cinco —sin tener en cuenta que aún debía encontrar su delantal—.
Una vez que la chica tomó su bolso y arrojó su celular y billetera dentro, se acercó a la silla de donde colgaba su abrigo y encontró su delantal. Se colocó su chaqueta y colgó su delantal de las correas de su bolso cuando se dirigió a la puerta.
Para encontrarse con Dan en la sala. Él le daba la espalda mientras observaba el colchón y el montón de ropa en el suelo.
— ¿Dan? ¿Qué haces aquí?
El chico vaciló —. Uhm, quedé con tu hermano. Nosotros íbamos a--, se detuvo cuando su celular sonó y atendió —. ¿Qué pasó? Está bien, sí, nos vemos en el parque. No, me demoré un poco. Nos vemos en diez minutos.
—No se suponía que te enteraras de esto—, aclaró Nina una vez que cortó la llamada.
— ¿Por qué no?
La chica soltó una carcajada seca —. ¿Por qué deberías saberlo? Nadie lo sabe, y nadie lo va a saber, Brooklyn. Sigo molesta contigo por lo del libro pero, si actúas con Nate como si esto no pasó, te perdono.
— ¿No sería mejor contar lo que sucede? Quiero decir, yo no puedo ser de mucha ayuda, pero Chuck y Blair--.
—Chuck y Blair tienen sus problemas, este es el problema de mi hermano y yo. Por lo que nosotros lo solucionaremos.
—Podrías.., volver a vivir con nosotros. Nate también. Estoy seguro que si le explicó la situación a mi padre, él--.
—Dan, no. Ya hiciste suficiente por mí, solucionaré esto. Estoy trabajando.
Dan suspiró antes de asentir —. De acuerdo, como digas. Si hay algo que pueda hacer para ayudar, sólo dímelo.
—No digas nada—, asintió Nina y observó a Dan marcharse, olvidando momentáneamente que llegaba tarde a su trabajo. Sin embargo, cuando su teléfono sonó, lo recordó y salió corriendo del lugar.
Nina se congeló un par de segundos cuando su hermano la llamó para invitarla a comer chile en la casa de los Humphrey —. Uhm, ¿estás seguro, Nate?
—Sí, ¿por qué no? No es como si tuviéramos algo mejor que hacer.
La morena suspiró antes de asentir —. Está bien. Salgo del trabajo en diez minutos, nos vemos allá.
—Nos vemos—, cortó Nate la llamada.
Nina tomó la bandeja y llevó los cafés hacia la mesa indicada, murmurando para sí misma —. Será mejor que no tengas un plan, Brooklyn, o juro que te mataré.
Nina Archibald realmente creyó que Daniel Humphrey no iba a hacer nada. Lo creyó firmemente hasta que escuchó las palabras salir de los propios labios del chico.
Ella estaba sentada en el sofá, mirando una revista, mientras Nate y Dan hablaban en la cocina. No les estaba prestando real atención, hasta que sintió la tensión en el ambiente y escuchó a Dan soltar —. Mira, Nate, yo.., sé cómo estás viviendo en tu casa.
La chica levantó la vista, mirando fijamente al castaño, quien le miró por un momento antes de volver a mirar a Nate. Ella optó por mantenerse al margen, observando la situación.
—Disculpa, ¿qué?
—Fue por error. Pensé que nos veríamos en tu casa hoy, pero vi el aviso.
Nate estaba estático —. ¿Entraste a mi casa?
—Bueno, no—, balbuceó Daniel, bajando la mirada para no mirar a Nina e incriminarla —. Es decir, no había mucho a qué entrar. Es sólo que, tú sabes, Jenny y yo queremos ayudarlos.
— ¿Jenny también lo sabe?—, inquirió Nate y Nina no se sorprendió en lo absoluto. De hecho, debería haber sabido que Dan le contaría a su hermana —. Entonces, ¿ahora somos la obra de caridad de la familia Humphrey?
Dan negó mientras observaba de reojo que Nina se había levantado del sofá y se acercaba a su hermano en silencio —. No, no es así.
—No, escucha—, interrumpió Nate —. Dile a tu papá que dije gracias, y que me tuve que ir.
—Nate--.
El rubio no lo dejaba hablar —. Dan, pasamos tiempo en Yale, jugamos fútbol una vez, ¿y qué? No te metas en esto.
Nina suspiró, mirando a su hermano marcharse antes de volver a mirar a Dan —. Te dije que no intentaras nada, Brooklyn.
—Sólo los quiero ayudar—, instó Dan.
—Y te dije que no queremos tu ayuda—, replicó la morena antes de salir del lugar, dirigiéndose a buscar a su hermano.
Los hermanos Archibald habían regresado a su hogar —o al menos al lugar que solían considerar su hogar—. Ahora era un simple lugar que les recordaba sobre los errores que había cometido su padre y que más temprano que tarde deberían de abandonar el lugar que había sido permanente desde que nacieron.
Nate observó a su hermana colocarse un abrigo antes de acostarse sobre el colchón que compartían. Hizo una mueca mientras observaba a la chica adoptar una posición en la que parecía un perro. No soportaba la situación y, aunque no quería la ayuda de los Humphrey, tal vez no sería lo peor.
Además, pedir ayuda no estaba mal, ¿cierto? Sin embargo, ¿por qué se sentía tan disgustado con aquella idea?
—Estás congelada—, comentó el rubio, mirando a su hermana.
La morena se giró sobre su espalda, mirando a su hermano —. Sólo tenía un poco de frío en los brazos, eso es todo.
—Sé que mientes—, la interrumpió Nate —. Yo también tengo frío.
—Tu chaqueta está--.
Nate volvió a interrumpir a su hermana —. ¿Realmente estaría mal que aceptáramos su ayuda?
Nina guardó silencio un momento antes de sentarse en la cama. Su hermano mantuvo sus azules ojos sobre ella, urgiendo por una respuesta —. No.
—Entonces, ¿por qué la rechazamos?
—Porque somos tercos—, contestó Nina, una suave sonrisa decoró su rostro al recordar lo que siempre decía su madre —. Como papá.
Nate asintió —. Y papá cometió sus errores por ser terco.
El silencio volvió a dominar el lugar.
La morena se levantó del colchón y comenzó a guardar sus cosas en su bolso —. Esperemos que no se hayan arrepentido de habernos ofrecido quedarnos con ellos.
Nate rió, comenzando a tomar sus cosas igualmente cuando los golpes en la puerta provocaron que ambos se congelaran. Nina frunció el ceño mientras que su hermano se acercó a la puerta y se encargó de abrirla.
—Hola—, saludó Dan con una suave sonrisa.
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