𝟬𝟬𝟳 thanksgiving
𝒑𝒓𝒊𝒎𝒆𝒓 𝒂𝒄𝒕𝒐 • 𝒄𝒂𝒑𝒊𝒕𝒖𝒍𝒐 𝒔𝒊𝒆𝒕𝒆:
𝒅𝒊𝒂 𝒅𝒆 𝒂𝒄𝒄𝒊𝒐𝒏 𝒅𝒆 𝒈𝒓𝒂𝒄𝒊𝒂𝒔.
DÍA DE ACCIÓN DE GRACIAS: HACE UN AÑO
— ¡Hola!—, exclamó Nina al ingresar a la residencia Waldorf, siendo recibida por Eleanor.
—Hey—, saludó Nate al igual que su hermana, ambos felices de encontrarse allí.
—Hola, ¿quieren uno?—, ofreció la mujer canapes a los recién llegados y Nate tomó uno con una sonrisa.
Nina se mordió el labio inferior —. ¿Sería un problema si tomó dos? No desayune esta mañana.
—Claro que no, querida—, negó la mujer, permitiendo que la chica tomará cuántos canapes quisiera —. Si quieres más, sólo pídelo.
—Nate, el grande y Nina, la magnífica—, saludó Harold.
La rubia dio una improvisada reverencia, riendo antes de saludar a sus dos mejores amigas y sentarse al lado de la rubia. Nate abrazó a su novia antes de hablar —. ¿Nos perdimos de algo?
—Nada—, negó Harold pero, al segundo, agregó —. Observen el regreso de una Serena sobria—, aclamó y Serena empezó a reírse como loca, demostrando su verdadero estado —. O tal vez no. Querida, llévala al baño antes de que tu madre se entere de esta situación.
— ¿Qué? ¿Y dejarte sólo aquí?—, preguntó Blair —. El Día de Gracias es lo nuestro. Nate, Nina, ¿pueden encargarse de ella? ¿Por favor?
—Yo lo haré—, asintió Nate, sintiéndose presionado por los pucheros de sus amigas y su hermana, quien le rogaba con los ojos que no la obligara a encargarse de Serena en ese estado.
—Gracias—, canturreó su hermana antes de ponerse manos a la obra y ayudar, como solía hacerlo, a Blair y Harold en la cocina.
Carcajadas escapaban de los labios del grupo. No había duda que la estaban pasando bien, disfrutaban de aquel día festivo.
— ¿Por qué no? Es sólo una copa de champagne—, insistió Serena, pareciendo una niña que pedía chocolate a pesar que ya había comido más que suficiente.
—Simplemente, S, porque ya has bebido suficiente y sería lindo que recordaras una de las festividades que pasamos juntos—, aclamó Nina.
—Oh, ¡siempre pasaremos Acción de Gracias juntos! ¡Es la tradición! Los Waldorf dan la fiesta, los Archibald y los Van der Woodsen asisten.
La rubia sonrió ante la idea —. ¿Crees que siempre será así?
— ¡Obvio!—, rió Serena —. Nate y Blair se casaran y nosotras, sus mejores amigas, seremos las damas de honor.
—Las rubias damas de honor—, musitó Nina en broma cuando notó a su padre marcharse en el elevador. Ella se levantó, acercándose a Nate y dejando a Serena balbuceando sola sobre cómo serían sus vestidos —. ¿Por qué se fue papá?
Nate negó ligeramente —. No lo sé, cosas de trabajo—, explicó y, cuando notó el rostro de su hermana, agregó —. Todo está bien, dijo que volvería en un momento. Sólo una pequeña cosa habitual con la que tiene que lidiar.
— ¿Seguro que todo está bien?
Los labios de Nate se estiraron en una sonrisa, en el intento de convencer a su hermana —. Todo está bien, Nina. Si sucede algo, te lo diré al segundo.
La menor sonrió —. Gracias, hermano.
DÍA DE ACCIÓN DE GRACIAS: EL PRESENTE
Nina Archibald observó a su hermano sentado en una banca a mitad del Central Park. Él observó su celular por un momento antes de guardarlo en su bolsillo y tirar su cabeza hacia atrás.
Ella se sentó a su lado —. ¿Los abandonaste a mitad de la cena?—, adivinó.
Nate no tuvo ni que mirarla para saber que era ella, podría reconocer su voz en cualquier parte —. Al menos lo intenté.
—No quiero intentar más—, admitió la morena.
Nate le miró entonces, pero su hermana no le devolvió la mirada a pesar que la sentía. Sabía que, si lo hacía, rompería en llanto. Y no haría eso, no frente a su hermano, no a mitad del parque más concurrido de la ciudad.
Nate Archibald era el tipo de hermano protector. No es como si necesitara serlo, puesto que todo Manhattan reconocía que la pequeña chica podía encargarse de todo. Sin embargo, eso no evitaba que se preocupara por ella y sintiera la necesidad de protegerla lo más posible de la cruda realidad.
Entonces, los hermanos Archibald se fundieron en un abrazo. Nina escondió su rostro en el cuello de su hermano, mordiéndose los labios y apretando con fuerza los ojos para no soltar ninguna lágrima. Nate apretó con fuerza el cuerpo de ella contra el suyo, no queriendo que siguiera sufriendo.
—Voy a hablar con papá—, anunció el rubio.
Nina se separó, negando —. No es necesario que lo hagas.
—Quiero hacerlo, Nina. Quiero hablar con él.
Nina llegó lo más rápido que pudo al hospital. Su respiración era agitada por haber corrido alrededor de todo el lugar hasta encontrar a su hermano —. ¿Está bien? ¿Qué sucedió?
Nate se giró hacia su hermana, dejando de enfrentar a su padre y asintió —. Ya despertó, está bien. Podemos ir a hablar con él.
La morena soltó el aire que estaba conteniendo antes de caminar al lado de su hermana hacia la habitación de su padre, sin detenerse a pensar o preguntar por qué su madre no les acompañaba.
Cuando los hermanos ingresaron a la habitación y vieron a su padre en esa posición, ambos se quedaron congelados. Aunque conocieran su situación de antemano, el verlo era demasiado que enfrentar para ambos de un momento al otro.
Howard se estiró antes de mirar a sus hijos y, entonces, Nina corrió hacia él y lo abrazó. Nate tardó en reaccionar, pero pronto se unió a ellos.
Fue en ese momento y sólo entonces cuando Nina se permitió llorar.
—No fuiste al baile de debutantes—, comentó Chuck Bass, parado frente a la puerta de la residencia Archibald.
—Te dije que no iría.
—Aún así creí que tal vez cambiarías de opinión. Fue por eso que fui—, se sinceró el chico y Nina alzó las cejas.
— ¿Realmente creías que cambiaría de opinión?
—No en realidad, eres muy testaruda—, rió el castaño —. Pero no quería que pases la noche sola si llegabas a ir.
Nina sonrió —. Gracias, Chuck. Me haces lamentar el no haber ido. Pero no tengo ganas de asistir a un baile de la alta sociedad. En su lugar, se me apetece escapar.
— ¿Realmente quieres escapar?
— ¿Qué estás insinuando, Chucky?
Los labios del castaño se estiraron en una sonrisa al escuchar su apodo —. Nina Archibald, ¿me consederías el honor de ser tu escolta hacia las tierras desconocidas de la aventura?
Sólo un minuto pasó en silencio. Fue sólo un minuto lo que le llevó a Nina tomar una decisión sobre aquella propuesta. Lo pensó con seriedad, especialmente sobre su hermano.
—El honor es todo mío, Chucky—, asintió la morena, tomando la mano de su amigo y ambos dirigiéndose a la limusina.
— ¿Hacia dónde, señor Bass?—, preguntó el chofer.
Chuck y Nina intercambiaron una mirada. El brazo del castaño envolvía la cintura de la chica con decisión, no queriendo dejarla escapar ni queriendo que reconsidere su decisión —. Al aeropuerto.
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