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V E I N T I T R É S | T O R M E N T A E N L A C A B A Ñ A 🪩

«Su rostro... Sus ojos... Por fin la volvía a ver después de tanto tiempo»

Zev Grimaldi.

ZEV GRIMALDI

Lejos de la fuerte lluvia, mis ojos no dejaban de mirar hacia esa joven de 24 años que alguna vez fue mi esposa. La cual ahora me observaba como si no se esperase mi presencia, imaginándose lo peor. Y no quise ni saber lo mal que lo estaría pasando hasta para abrir la puerta apuntando con un arma hacia la persona que estuviese al otro lado.

Sus ojos, tan verdes como nunca, me observaban con temor, alegría y esperanza. Una mezcla de emociones difíciles de descifrar y cuanto la echaba de menos. Su cabello estaba mucho más largo que la última vez con aquellos rizos tan perfectos, aunque algo despeinada.

Por fuera estaba mejor y más presentable que yo, pero por dentro sabía que estaba tan o más vacía que yo en estas últimas semanas.

—No deberías estar aquí. —Su voz sonaba amenazadora y dura, pero notaba como temblaba—. Vete.

No contesté, la tenía frente a mí después de tanto tiempo sin verla, sin tenerla a mi lado. Necesitaba abrazarla, besarla, hablar con ella y demostrarle que la amaba. Pero sabía que Olivia no me dejaría porque pensaba que estaba en peligro.

Quizás sería verdad, pero a mí me daba igual que estuviese en peligro si ella estaba a salvo. Y Angela siempre me aseguraría de su protección.

—Vete, Zev... —susurró, pero al ver que no me movía, gritó. —¡Vete, joder!

Y seguí sin moverme ni un puñetero milímetro. Porque de aquí no me movería hasta aclarar las cosas con ella.

Agradecí que Ginevra me diese la dirección después de un día tratando de suplicar porque me dejase verla y ahora, que después de tanto tiempo sin verla, no iba a marcharme sin más. Lo quería todo, todo de ella.

—No pienso moverme de aquí —contesté con una voz neutra, aunque por dentro estaba muriéndome por besarla—. He estado en carretera más de 4 horas, sin dormir un maldito mes, sabiendo lo que estas sufriendo y deseando verte y no pienso mover ni un maldito dedo de aquí.

El brillo de sus ojos verdes estaban demostrándome que no estaba bien, que estaba a punto de llorar con sus ojos rojos y no quería eso. Pero ambos necesitábamos hablarlo. Ambos necesitábamos tocarnos, sentirnos y amarnos a nuestra manera.

Lo necesitábamos y ahora que la tenía a un maldito metro, sabía que ella también sentía lo mismo que yo.

Y joder, cuanto la amaba.

—No lo entiendes, joder... —respondió con sus dientes apretados mientras empezaba a dar pasos hacia atrás, como si temiese dar un paso en falso y romper lo que había planeado todo este último mes.

—Si lo entiendo —contesté, entrando en la cabaña, cerrando la puerta con los seguros y dando pasos hacia ella, mojando totalmente el suelo de madera por lo empapado que estaba de la lluvia.

Ella miró alarmada hacia la puerta y luego me observó el rostro, como mi cabello oscuro y corto estaba goteando por la lluvia.

Yo no pude evitar mirar su cuerpo, vestida con ropa de calle, con unos pantalones vaqueros simples y un jersey que marcaba bastante apretado que marcaba sus voluminosos pechos. Carraspeé y volví a mirar sus ojos porque ambos necesitábamos hablar antes. Y no iba a irme hasta que tuviésemos esa conversación.

—Sunam... —susurró.

—He hablado con él. Le he pedido que se de una vuelta con el coche unas horas —murmuré claramente siendo sincero, y para tener intimidad ambos en aquella cabaña—. Tu y yo tenemos mucho de que hablar.

Pero Olivia negó, tocando su cabello con nerviosismo. La conocía tan bien...

—No pienso repetírtelo.

Ante su respuesta, di un paso más y le contesté;

—Y yo tampoco.

—Zev...

Apreté mi mandíbula mientras volvía a acercarme a ella, cuando en la puerta entreabierta que había a escasos metros de la espalda de Olivia vi las pertenencias de ella, esa maleta y sus materiales de dibujo. Tenía que ser su cuarto. Estaba muy seguro, sobre todo al ver que el cuadro que estaba pintando era de un rostro mío, el cual me dejó totalmente sorprendido por ello.

Ella, al percatarse que mis ojos se pararon hacia un punto, se giró para mirarlo y pareció avergonzarse por estarme dibujando a mi. Corriendo cerró la puerta y se quedó ahí, mirándome sin saber qué hacer.

—Sé porque te alejaste, por que firmaste los papeles del divorcio... —inicié con la voz fallándome—. Al principio pensé que me odiabas por no decirte absolutamente nada sobre los Dupont, pensé que me odiabas por ocultarte tu pasado y que estabas totalmente enfadada conmigo y lo comprendía. Estabas en tu derecho... Pero ahora sé porque me echaste de tu vida.

La vi tragando saliva y como su labio inferior temblaba ligeramente.

Quería tocarla, besarla y decirle que todo saldría bien. Que juntos todo lo lograríamos. Odiaba verla de esa manera y tan solo quería que todo estuviese bien para ella y que estuviese totalmente a salvo.

Y cuando recordé que estaba en peligro, mi miedo se notó desde lo lejos.

—Estás arriesgando tu vida por salvarnos a mi como a Angela y eso demuestra realmente lo que sientes... Pero no pienso dejar que hagas esto tu sola. —Negué, no queriendo que arriesgase su vida sola.

Angela estaría siempre a salvo y las Smirnov nunca se atreverían a hacer nada, conmigo lo lograría comprender, pero a mí no me daba miedo. Quería estar a su lado hasta el final y lo lograríamos juntos. Separados solo lograríamos destruirnos más.

—Ellas pueden haberte seguido —susurró con un terror que mostraba en su rostro.

Negué, dando otro paso hacia ella, pero Olivia no podía dar más pasos hacia atrás, ya que su espalda estaba pegada hacia la puerta cerrada de su cuarto.

Me había encargado de que nadie me siguiera, sobre todo porque vine de la forma más desapercibida que ni ella se creería. Y la ropa que llevaba se notaba, porque iba vestido como un leñador. Y entonces dije;

—Vendí el Ferrari. Le pedí a Ian que me consiguiera un coche que pasara desapercibido y he puesto en venta la discoteca. No la quiero. —Fui totalmente sincero con ojos unos que sabía que darían pena, pero no podía poner otro rostro.

Necesitaba demostrarle que sola no iría a ningún lado, que podríamos hacer esto juntos. Y ella estaría a salvo, ellas estarían a salvo.

—¿Que...? Pero... Zev, esas cosas te gustaban.

Negué rápidamente por ello.

—No. Nunca me gustó ni el Ferrari ni la discoteca. Pero ahora eso da igual. Tu y yo vamos a hablar y me da igual lo demás.

Sacudió su cabeza temerosa cuando su mirada se quedó perdida. Cerró sus hermosos ojos verdes y luego me miraron con más miedo.

—Angela... No la has dejado sola, dime que no lo has hecho —contestó rápidamente nerviosa.

Negué. Nunca haría tal cosa.

—Está con Ginevra y Luna mientras Giulio está distraído hablando con los búlgaros.

Delia y Nikola habían ido a la mansión Grimaldi todo para tener una charla con Giulio que desconocía. Nadie me había dicho nada sobre porque estaban tan enfadado con Giulio. Pero podía imaginarme ciertas cosas porque conocía a ese hombre demasiado. Y por eso iba a llevarme a Angela lejos, muy lejos de él.

—Estáis en peligro. Me he divorciado de ti para que estuvieseis a salvo. Zev, márchate ya. —Me suplicó.

Pero no iba a hacer tal cosa.

Cuando vi que sus lágrimas empezaron a caer, yo me derrumbé. Me acerqué rápidamente a ella y la abracé. La abracé como si fuese la última vez. La abracé como si fuese nuestra primera vez. La abracé como nunca había hecho y quise hacer siempre. Y si todo se solucionaba, lo haría así siempre.

Y sentirla, poder olerla nuevamente, tener su cabello rizado rozando mi mejilla... Joder, se sentía tan jodidamente bien...

Juré que sentí como volvía a la vida al volver a sentirla. Era como volver del infierno para irme al mismo cielo.

—Angela esta bien protegida —susurré siendo sincero mientras ella empezaba a hipar en mi cuello—. Ginevra y yo hemos hablado y la voy a ayudar a hacer sus maletas para que mañana llevarla al Rancho Artemisa. Allí es un fuerte y nadie podrá pisar esa lugar. Nunca nadie.

Entonces, Olivia me abrazó. Me devolvió el abrazo, colocando sus manos tras mi ancha espalda y notar como ella me tocaba fue lo mejor que podía sentir en la vida. No quise que ese momento acabase y eso que solo estuvimos un maldito mes separados que se sintió como un año entero.

Tardemos muchos minutos así, callados, mientras que Olivia lloraba en mi cuello y yo la acariciaba, demostrándole que estaba ahí y no me iba a ir a ninguna parte. Nunca me iría de su lado.

Y preguntó;

—¿Y tu?

Sonreí.

—Yo estaré a tu lado.

Noté como ella negaba.

—No. Tienes que irte con Angela, ¿quien sino la va a cuidar?

Lo tenía todo planeado y habían 2 personas en mi vida que eran como mis propios abuelos. Ellos me criaron y lo hicieron con Angela aunque ella no se acordase.

—Marta y Oliver. Los cuidadores del rancho. Ellos son como unos abuelos para mi y ya he hablado con ellos. Nos están esperando.

Aquello último hizo que Olivia se separase con sus ojos totalmente rojos, llenos de lágrimas y mirándome con su entrecejo arrugado.

—¿Nos?

No retiré mis manos de su cuerpo, bajándolas hasta llegar a sus manos temblorosas y tocarla como era debido.

—Te vendrás conmigo.

Aquello pareció alarmarla.

—No puedo. Tengo que estar aquí. Las Smirnov pueden sorprendernos.

Negué repetidas veces. Sabía que no iba a ser tarea fácil, pero lo más difícil lo había pasado, que era encontrarla. Y ahora no iba a rendirme. lucharía por ella hasta el final.

—¿Recuerdas el rancho? ¿Lo a salvo que estábamos allí? Olivia, las Smirnov nunca pararán.

Olivia parecía temerosa por ello.

—Zev, tengo que hacer esto.

Enfadado por lo que me estaba diciendo, varias imágenes de una pesadilla recurrente que tenía se acopló en mi mente nuevamente. Donde Olivia estaba tirada ensangrentada en el suelo por culpa de esas mujeres. Y temía que mis peores pesadillas se hicieran realidad.

Y exploté;

—¡Pero van a matarte si continuas!

Olivia se alejó rápidamente de mi, tirando sus manos para que dejase de tocarla y empezó a caminar hacia la puerta de entrada.

—Ginevra y los demás están haciendo un plan conmigo y lo lograremos.

Ante su voz, sabía que tenía razón, peor temía perderla.

—Lo sé.

Entonces, Olivia, un poco más calmada, cuestionó;

—¿Cuanto hace que sabes todo esto?

Sin moverme del lugar mientras algún trueno sonaba y un rayo iluminaba toda la estancia, respondí;

—Desde hace muy poco. A las pocos semanas de firmar, Ginevra vino a la mansión y me lo contó todo —confesé. —Pero no quiero que hagas esto, y menos tu sola.

Y explotó.

Explotó todo lo que tenía dentro de ella guardándoselo como ya acostumbraba a hacerlo. Y odiaba verla así, más odiaba si yo era el culpable de ello, pero sabía que estaba sufriendo, como lo estaba haciendo yo todo este último mes.

Mientras ella negaba, yo volvía a acercarme a ella, pero Olivia volvía a dar 2 pasos hacia atrás.

—Todavía estoy enfadada contigo por no contarme la verdad... —susurró y mis hombros cayeron al escuchar aquello—. Pero no te odio y llevo todo este tiempo pensando que tu me odiabas a mi por pedirte el divorcio. Ni siquiera pude mirarte la tarde que firmamos... Pensé que me odiabas... —Saber aquella confesión me hizo darme patadas mentales, queriendo volver atrás para haber hecho las cosas mejor—. Ese enfado, el no contármelo, eso no es motivo de divorcio para mi, Zev... Pero el saber la verdad me dio que pensar que todo esto es muy peligroso para ustedes y no quiero eso. No quiero...

Y la ignoré.

Di aquellos 2 pasos que ella dio hacia atrás y volví a abrazarla, sintiéndola de verdad, notando su piel contra la mía, aunque tuviésemos ropa y era lo que necesitábamos.

Y ella volvió a devolverme el abrazo y fue como ir al mismo cielo.

—No vas a hacerlo sola —respondí duro.

—No me voy contigo al rancho. No puedo... —susurró.

—Pues ambos... Como un equipo.

Ella sin alejarse de mi y negó mientras sorbía su nariz.

—Es peligroso para ti.

—Y para ti también, pero cuantos más seamos, mejor —contesté con claridad—. Angela estará a salvo en el rancho con ellos y tu y yo lucharemos juntos antes de hacer nuestra vida fuera de Chicago... Lejos de aquí.

Cuando la miré, noté que Olivia estaba temerosa por ello.

—No.

—¿No que? —contesté enfadado.

—No me gusta la idea. Me alegro de verte, Zev. Pero te vas a marchar, te irás al rancho y cuidarás de ella por mi —susurró, dándome la espalda—. No dejaría mi conciencia tranquila si te arrastro por los pecados que hizo mi familia.

Ella empezó a quitar el seguro de la puerta, pero la frené rápidamente.

Un rayo iluminó el lugar mientras Olivia seguía sin moverse, dándome la espalda y no lo soporté más.

Le di la vuelta, aplastándola contra la puerta y estampé mis labios sobre los suyos, deseoso después de tanto tiempo.

Y joder, eran tan suaves como los recordaba.

Nuestras lenguas no tardaron en empezar a bailar entre ellas mientras nuestras manos parecían algo tímidas después de semanas sin notarnos. Sin estar juntos. Pero necesitábamos tanto de esto que lo demás pasaba a un maldito segundo plano. Todo lo demás. Y teníamos aquella cabaña para nosotros solos.

Nos separamos tan solo nuestras bocas para mirarnos, para ver los ojos del otro y supe que Olivia quería lo mismo que yo y ambos, nos volvimos a besar. Colocando mi mano sobre su cuello la besé con más apuro, casi chocando nuestros dientes por la desesperación que ambos teníamos en ese momento de poder sentirnos, de poder estar juntos como antes.

—No... pienso... dejarte... en la... vida —respondí beso a beso.

Me agaché sin dejar de besarla y la levanté del suelo, llevándomela hacia su cuarto mientras seguíamos besándonos tan desesperados como nunca. Cuando abrí la puerta como pude, nuestros cuerpos empezaron a chocarse contra objetos que Olivia tenía sobre su cuarto, cayendo al suelo y sonando ruido por la desesperación. Pero nos daba exactamente igual.

Una lámpara cayó, rompiéndose junto con varios libros que cayeron al suelo y ambos seguimos ignorándolos.

Me acerqué a la pared, aprisionándola contra dicha pared de madera y volví a colocar mi mano sobre su cuello, la cual parecía gustarle y yo tan solo necesitaba enterrarme en ella de una maldita vez.

La miré, queriendo tener su rostro clavado en mi mente para el resto de mi vida, cuando coloqué mi boca sobre su cuello, chupándolo mientras mi miembro duro empezaba a restregarse sobre los malditos pantalones de ella.

—Zev... —gimió ella mientras me despeinaba con gusto—. Necesito protegerte.

Negué cuando ascendí sobre ella y la miré, clavando mis ojos oscuros sobre los verdes de ella.

—Y yo te necesito viva, señorita Lara.

Estampé nuevamente mis labios sobre los suyos mientras la volvía a loca a mi manera.

Sentimos que nuestras ropas empezaban a sobrar y no se como, conseguimos quitarnos mutuamente la ropa en menos de 4 minutos, acabando en la diminuta cama de ella mientras la tormenta parecía estar cada vez más fuerte, pero ese cuarto solo escuchábamos nuestras respiraciones agitadas, nuestros gemidos y las ganas que nos teníamos.

Cuando la tuve totalmente desnuda bajo mi cuerpo, me detuve para poder mirar su bello cuerpo totalmente expuesto, como sus pechos estaban totalmente esbeltos y esperando a ser devorados por mi. Con gusto, haría lo que mi amada deseara.

Colocando mis labios sobre uno de sus pezones, succioné, consiguiendo que ella gimiese en alto mientras que empezaba a sentir la desesperación por tenerla, por poder enterrarme dentro de ella de una maldita vez.

Pero entonces, escuché un pequeño sollozo de ella. Tan rápido como la escuché, dejé de hacer lo que estaba haciendo para atenderla, para mimarla y hablar con ella. Ella me observaba, rozándome como si no se creyese que estaba ahí, junto con ella.

—Estoy haciendo esto por ti y tu tan solo lo ignoras —contestó enfadada conmigo.

Y negué rápidamente por lo que me estaba diciendo.

Coloqué mis manos a cada lado de sus mejillas y murmuré;

—No lo ignoro. Quiero estar a tu lado. Para lo bueno y para lo malo y no vas a tomar esa decisión tu sola —aclaré totalmente preocupado por ella—. Ya has tomado la decisión de alejarte de mi creyendo que así estaría a salvo... Pero así no funcionan las cosas, Olivia. Esta decisión se toma mutuamente y no pienso dejarte sola... Pienso luchar contigo hasta mi último aliento.

Ella tragó saliva y, cuando creí que iba a echarme la bronca, que me diría idiota o cualquier otro calificativo, me tomó por sorpresa, colocando sus manos sobre mi rostro y me arrastró hacia sus labios, besándome con muchas más ganas que nunca. Dejándome totalmente sin aire por ese beso, tuve que separarme para tomar un poco de aire y luego susurrarle;

—No sabes cuanto te he echado de menos, Liv.

Olivia, con lágrimas en los ojos, murmuró;

—Te amo, Zev... Lo siento por alejarte de mi... Pero entiéndeme.

Asentí por ello.

—Te entiendo. Pero no comparto lo que piensas.

Ella sonrió. Sonrió... A mi...

Sentí ser el hombre más feliz del mundo cuando la vi sonriendo y supe lo que significaba.

Volvió a arrastrarme hacia sus labios para besarme mientras ella estaba acostada sobre su cama, con su cabello rizado esparcido por toda la cama y luego murmuró;

—Sigo enfadada contigo.

Sonreí por como su tono de voz estaba más animado.

—Lo sé.

Volvió a estampar sus labios para luego separarse y murmurarme muy cerca de mi;

—Y no se me va a quitar rápido...

Sabía que respuesta estaba esperando de mi parte y si ella deseaba que se lo dijese de rodillas, se lo diría. Todo lo que ella me pidiese. Porque era mi reina.

—Tendré que ganármelo entonces —sugerí.

—No me hagas esperar más, cucaracha.

La jalé más cerca de mí, abriendo sus piernas y guiando mi miembro en su entrada. Embistiéndola, sentí que nuestras piezas encajaban y Olivia apretaba sus piernas sobre mis glúteos. Volví a pegar mi cuerpo sobre el de ella, notando sus pechos aplastados sobre mi torso y era lo mejor, la mejor sensación.

Entre y salí de ella, una y otra vez, mientras ambos empezábamos a gemir en alto por ello, sintiendo que nuestros cuerpos encajaban como la más perfecta pieza, como si estuviésemos destinados a estar juntos. Pero el destino quería jugar con nosotros. Yo tan solo quería compartir mi vida al lado de la mujer que estaba debajo de mi cuerpo en ese momento. Solo con ella.

—Mírame, Liv... —susurré mientras continuaba con mi movimiento de caderas, una y otra y otra vez.

Notando como empezábamos a estar al borde del clímax mucho más rápido que otras veces. Quizás por la desesperación que nuestros cuerpos tenían, las ganas de estar juntos, todo lo que pasemos el último mes que, cuando Olivia me miró ella se corrió mirándome sin siquiera pestañear mientras continuaba moviéndome dentro de ella.

Cuando yo la seguí, corriéndome por completo dentro de ella, terminé desplomándome sobre Olivia, teniendo cuidado de no aplastarla y acabando totalmente agotado, como nunca antes.

Joder... Olivia...

—Lo siento, Zev... —susurró cuando no la vi.

Al levantar mi cabeza de su cuello la vi llena de miedos mientras me acariciaba la espalda sin salir dentro de ella. Negué rápidamente, peinando su cabello ahora despeinado por mi culpa y acariciando su hermoso rostro.

—Quiero verte sonreír, ser feliz como siempre y no verte ni una sola lágrima más.

—Va a ser difícil mientras tengamos esta vida —murmuró.

Salí de ella, me acosté a su lado y la atraje hacia mí, mientras que ella colocaba una pierna sobre mi cadera y yo colocaba mis manos en su cintura.

—Lucharemos por dejar todo esto atrás —respondí seguro.

Olivia pegó su cabeza a mi torso, cuando recordó algo que la hizo mirarme con temor.

—Espera... Giulio... Él no dejará...

—De Giulio me encargo yo, ¿vale? —La corté rápidamente, mirándola seguramente.

Y Olivia confió en mi.

Volvió a pegarse en mi torso y, temerosa, se abrió a mi.

—Estoy muerta de miedo, Zev...

Me acosté sobre la cama, arrastrando a Olivia sobre mí, quedando acostada sobre mi cuerpo y no queriendo separarme de ella ni un maldito centímetro. Empecé a acariciarla en su espalda desnuda mientras la tormenta continuaba allá fuera.

—Te he demostrado que haría arder el mundo por ti... Y pienso seguir haciéndolo mientras viva —contesté seriamente, sin dejar de tocarla—. Pero ambos vamos a estar juntos mientras nos amemos.

Noté como Olivia se apretaba más a mi y sonreía, gustándole la frase última que acababa de decirle.

Y entonces le dije;

—He estado como la mierda estas semanas... Pero tu... Has llevado una losa enorme sola y no quiero que eso vuelva a pasar —respondí mientras Olivia tenía su rostro escondido sobre mi torso—. Quiero que estés a mi lado siempre y me dejes compartir esa losa, Olivia.

Entonces, en aquella cama en la intimidad de aquella cabaña en mitad de la tormenta, ella me miró levantando su cabeza, ambos totalmente desnudos y supimos que aquello solo era el inicio de nuestra historia. Que no nos íbamos a volver a separar de aquella manera y que juntos éramos mucho más fuertes.

Lo demás daba igual. Lograríamos ser fuertes y vivir esa vida juntos, lo lograríamos.

Y por fin, después de tanto tiempo, nos quedemos dormidos aquella noche en esa cabaña, abrazados como los perfectos amantes y me sentí el hombre más feliz de la tierra a su lado.

🪩

VITTORIA RINALDI

Me observé la herida que me había hecho yo misma hacía unas horas en la universidad por ser idiota y torpe. Tan torpe que me tropezaba yo como si fuese a participar en un campeonato de torpes.

Suspiré mientras, tras salir de la ducha con el cabello un poco mojado, me observaba en el espejo que tenía en mi cuarto, frente a mi cama, la herida que tenía por un lado del costado, cerca del estómago. Era una línea fina de unos 15 centímetros que parecía más un arañazo.

Es lo que tenía tener como pasatiempo cuidar un hermoso jardín y que las propias flores te arañasen con sus espinas.

Me toqué la herida e hice un gesto de dolor, pero no era para tanto.

El hermoso vestido que me tenía que haber puesto hacía 15 minutos descansaba sobre mi enorme cama mientras que yo seguía con el diminuto pijama puesto. El cual consistía en un pantalón bastante corto, que enseñaba mucha más carne que nada. Y un suéter de tiras que enseñaba parte de mi vientre plano. Era el típico pijama que enseñaba mucho más que nada, pero me lo ponía en mi intimidad, en ese cuarto donde nadie tenía que verme. Odiaba enseñar mucho, apenas solía mostrar mi piel cuando salía. Sentía que me faltaba algo y no estaba cómoda con ropa mucho más ligera.

Volví a suspirar, tratando de que los minutos siguieran pasando, tratando de alargar la salida para evitar tener que ir. Era un jueves y tan solo quería quedarme en ese cuarto sin hacer nada, no a tener que ir a una asquerosa gala para que Alonzo ganase votantes para las futuras elecciones.

Negué, sabiendo que el hombre que decía ser mi padre y solo me buscaba un hombre con el que casarme sabía que no iba a salir a ningún lado y podía alargar aquello.

De pronto, la puerta de mi cuarto, la sagrada puerta de mi cuarto la cual nadie debía entrar, se abrió de par en par, apareciendo el cuerpo robusto de mi guardaespaldas.

—¿Ya está preparada, señorita Rinal...?

—¡Eres idiota! —grité, tapándome con la toalla que tenía cerca para que no me viese de esa manera.

Enfadada y con la cara roja, le eché una mirada de asesina a mi guardaespaldas Dax mientras que este seguía teniendo esa mirada seria, como si nada fuese con él. Pero hubo algo diferente en él en ese momento. Algo que no entendí.

Se quedó totalmente callado, petrificado de pie en mitad de la puerta mientras me observaba con aquel pijama.

—¿No... sabes... llamar? —pregunté con los dientes muy apretados mientras que él continuaba mirándome.

—Discúlpeme, señorita.

Suspiré, soplando un mechón de cabello rubio que tenía en medio de mis ojos.

—Pensé que habíamos superado esa época de tutearse.

Dax tan solo me echó una mirada directa hacia los ojos, pero ni sonrió. Nunca sonreía. Y creo que nunca lo he llegado a ver sonreír, ni he escuchado nunca su sonrisa.

Pero de pronto, sus ojos cambiaron y apareció esa mirada de preocupación que solía mostrarme algunas veces. Tan rápido como abrió la puerta, la cerró y caminó recto hacia mí, haciendo que caminase hacia atrás, dando varios pasos, pero no llegué demasiado lejos.

—¿Quien cojones te ha hecho eso? —preguntó con aquella voz grave.

Sin entender nada, me fijé en los ojos de él hacia donde se dirigían y, cuando miré la herida de la espina de rosa que me había hecho hacía un rato, entendí. La toalla no me había tapado todo y ese trozo de piel si se lo estaba mostrando a Dax.

—Oh, no es nada. Iba a ponerme una...

Dax se arrodilló ante mi, tirando de la toalla y tirándola al suelo. Sus manos me tomaron directa hacia mis estrechas caderas y pegó su rostro casi casi notando su aliento en esa piel tan delicada. Tragué saliva nerviosa de tener a ese jodido hombre tan cerca de mi y tocándome que podría haberme desmayado en ese momento.

—¿Que... Que... —Mi temblor de voz volvió al notar las manos canosas y grandes de Dax sobre mi piel tersa y suave. Murmuré. —... haces?

Sus ojos, tan intensos como ya acostumbraban, y que rebosaban peligro, analizaron la herida, una simple herida que me había hecho por ser tan patosa como desastrosa. Cuando sus ojos me miraron arrodillado frente a mi, ese cuerpo tan grande, musculado frente al mío, tan delicado y simple, totalmente soso, me hizo ponerme mucho más nerviosa.

—¿Quien... te... lo... ha... hecho? —cuestionó muy lentamente, con su mandíbula apretada.

Negué, tragando saliva de tenerlo tan cerca y murmuré;

—Sabes que soy muy torpe. Me lo hice cuidando el jardín de la señora Guzmán. Estaba colocando unas cajas en un lugar alto, se me levantó el suéter y justo había unas rosas debajo. Las espinas demostraron cuanto me querían —susurré.

Noté como se relajaba al contarle que me lo había hecho yo y cuando di un paso hacia atrás para no estar tan pegada a él, porque como siguiera de esa manera, terminaría con un colapso por culpa de ese hombre. Pero Dax colocó con más firmeza sus largos dedos en mis caderas y me atrajo hacia él. Tomó el botiquín de primeros auxilios y empezó a vendarme esa zona con delicadeza.

Carraspeé con nerviosismo mientras miraba hacia la puerta que mi propio guardaespaldas había cerrado antes de entrar.

Cuando bajé la mirada, pude observar con gusto los gestos de él.

—Es raro la vez que no te vea con alguna herida del jardín de esa mujer o de otro lado... Aún recuerdo cuando te torciste el tobillo al bajar de la escalera de la universidad —contestó sin mirarme.

—Me falló el tobillo.

—Es lo que tiene cuando no practicas deporte —contestó con ironía.

—No comparto tu idea —murmuré mirando hacia otro lado con cierto enfado.

Volví a bajar la mirada hacia él mientras hacía su labor y tragué costosamente saliva de tener a ese hombre de rodillas frente a mi, para mi sola.

No era el hombre perfecto, para nada. Muchas mujeres les gustaban los chicos malos, de esos que tienen piercings, tatuajes y parecen sacados de una novela. Pero Dax Sikora no.

Dax no era el típico chico malo.

Era el hombre.

Cada poro de su piel gritaba peligro, sus ojos azules demostraban que había vivido muchas más vidas de las que nadie podría vivir. Todo su cuerpo estaba tatuado, exceptuando su rostro. Su cabello estaba demasiado corto y habían zonas donde tenía cicatrices, y recuerdo alguna vez que lo he llegado a ver sin camisa con ese cuerpo tan musculado que poseía y su espalda era un completo mapa de cicatrices. Un hombre robusto que no le temía a nada ni a nadie.

Ese era Dax Sikora.

Y trataba de no tocarlo nunca, porque la única vez que lo toqué... La única... Juré que las bragas terminarían cayéndose sin que él hiciera absolutamente nada. La electricidad, esa sensación y ese picor que me hizo sentir, no lo había sentido nunca en mi vida por ningún otro hombre, ni siquiera con mi único novio.

Podría decirse que me atraía y bastante, pero era realista y Dax no buscaba una mujer como yo. Era un romance prohibido, pero aunque no lo fuera, Dax jamás se fijaría en mi de esa manera. Nunca lo haría. Éramos como el agua y el aceite. Como el fuego y el hielo. Yo era totalmente inocente, nunca había hecho nada con nadie, con Zack llegué a hacer algunas cosas, pero nunca lleguemos a más... Nunca me atrajo de esa manera y no sentí que quería perder mi virginidad con Zack.. Era extraño de explicar aunque estuviese enamorada de él.

Yo era totalmente rubia, con ojos azules y todos me decían que parecía una muñeca. Dax y yo no pegábamos para nada y la diferencia de edad, yo 21 años y el 30... Éramos totalmente polos opuestos.

Si, Dax Sikora le pegaba otro tipo de mujer que gritase peligro como él... Yo tan solo era una simple joven que en su vida había tenido nada de experiencias, que nunca la habían tocado más allá que un simple beso...

Pero seguía enfadada con él.

—La próxima vez asegúrate de tocar la maldita puerta.

—Ni que estuvieses desnuda —contestó irónico.

—No me gustaría que mi guardaespaldas me sorprendiera estando desnuda sobre un universitario en mi cama y haciendo diabluras —respondí cruzándome de brazos.

Él dejó de mover sus manos sobre el arañazo, se levantó de su sitio y me miró con cara de pocos amigos. Pero yo no dejé de mirarlo, enfadada porque me interrumpiese.

Aunque sabía que eso no iba a pasar en esta maldita mansión y menos si no tenía confianza con un hombre, quería ver la cara que ponía Dax. Y vaya si disfruté su cara de asombro.

—Como te descubra con un hombre en esta cama, te aseguro que ese tío le faltará kilómetros para correr —contestó.

Dejó de mirarme a los ojos para bajar su mirada hacia una zona de mi cuerpo. No entendí demasiado bien donde estaba mirando y, cuando bajé la mirada, vi que mis pezones, encima en ese momento duros por algo de frío que tenía, estaban trasparentándose en mi diminuto suéter blanco.

Tan rápido como me di cuenta me tapé con mis brazos y Dax carraspeó, totalmente nervioso y dándome la espalda.

Empezó a caminar apresuradamente hacia la puerta y, sin siquiera molestarse en mirarme, susurró con aquella voz carrasposa;

—Estaré en el salón esperándote.

Sin decirme nada más, sin mirarme, cerró la puerta dejándome totalmente sola, aún con la sensación de sus dedos sobre mi piel, con las bragas mojadas y totalmente agitada por su culpa.

Dax, Dax... ¿Por que pierdo el control solo contigo?

***

Aquí tenéis un nuevo capítulo de la historia de Olivia y Zev.

¿Que les ha parecido?

¿Que Zev fuese a buscarla?

¿La conversación que tuvieron?

¿Lo que ocurrió en esa cabaña? ;)

¿Y lo que sucederá?

¿La escena de Vittoria y Dax?

¿Deseando la nueva novela con los nuevos personajes?

Nos leemos ;)

Patri García

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